“Los jóvenes piden espacios de escucha y reclaman asistencia individual”

Mariana Moreno, a cargo de un programa de Salud Mental que llega a todo el país, profundizó sobre las desigualdades y particularidades de cada región.

Mariana Moreno es la directora de Salud Mental del Ministerio de Salud de la Nación, pero desde sus inicios como profesional trabajó en poblaciones de jóvenes y adolescentes. El lanzamiento de la Estrategia Federal de Abordaje Integral de Salud Mental nos sirve de excusa para hablar de todo: la capacidad del sistema para dar respuesta a esta problemática, el paradigma de la legislación argentina, el modo de abordaje en un país federal y por qué hablar de este tema no implica que todo el mundo deba tener un diagnóstico.

Cenital: ¿Hay una deuda de los abordajes de salud mental con la población adolescente?

Mariana Moreno: Creo que los jóvenes tienen ahora un lugar nuevo, considerados no desde un lugar de tutelaje sino como sujetos de derechos. A partir de la Ley de Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, se nos abre un camino para pensar esa población desde otro lugar. Y en ese nuevo camino creo que todavía tenemos muchas cosas por hacer y por aprender. A nivel del Ministerio de Salud, que tengamos una Dirección de Adolescencias y Juventudes ya es un montón. También está el Instituto de Juventudes que depende de Presidencia. Así empieza a tomar otro carácter el abordaje de las políticas para esta población. En Salud Mental nosotros también estamos poniendo el foco trabajando muy articuladamente con la Dirección de Adolescencias y Juventudes, con el INJUVE y con otras instancias que están relacionadas.

¿Qué es lo que toca enfrentar primero en esta población?

Son varias cosas. Por un lado, todo lo que tiene que ver con consumos problemáticos. Después, suicidios. Cuestiones que tienen que ver con abuso. Y aquello que también va enganchado con todo esto y que es el bullying, el acoso escolar, cuestiones de discriminación.

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¿Estos problemas aparecen con alguna característica especial en estas poblaciones respecto a otras?

Lo que nosotros hemos visto en estos dos últimos años es que también ellos se están animando mucho más a contar qué les pasa y a pedir. A ubicarnos a nosotros como adultos y eso también ya le da otro carácter. El otro tema es que los adolescentes y los jóvenes generalmente se asumen como población sana y son los que menos consultan, los que menos pasan por un centro de salud. Entonces, si uno está en un centro de atención primaria de la salud no puede estar esperando que los chicos y las chicas vengan, salvo en cuestiones puntuales como el cuidado de la salud sexual, anticoncepción, a veces cuestiones odontológicas de emergencia. Uno tiene que tener cierta capacidad de ir a buscar. Pero tenés que ir a buscarlos con una propuesta acorde.

¿Con qué tipo de propuesta?

El año pasado, en un trabajo articulado con la Dirección de Adolescencias y Juventudes del Ministerio de Salud, estuvimos participando en actividades que armó la dirección con el Consejo de Salud de Adolescentes y Juventudes. Ese Consejo armó un informe muy interesante en el que los propios jóvenes son los que reclaman el cuidado de su salud mental. Así que nosotros estuvimos trabajando con los chicos y las chicas y sobre fin de año hicimos un foro. Ahora estamos, con el equipo de la Dirección Nacional y la DIAJU, sistematizando toda esa información para poder pensar las acciones a futuro. En ese sentido, a nivel nacional venimos activos en relación a pensar junto con los chicos y chicas cuáles son estas acciones.

Aunque no tengamos el informe todavía publicado, ¿qué cosas te fueron llamando la atención de lo que pudiste ver?

Ellos piden espacios de escucha. Y reclaman asistencia individual, algo que llama la atención porque nosotros estamos siempre buscando alternativas. Si solo hay entrevista individual no nos alcanzarían los profesionales para atender, sobre todo en la post pandemia. Pero también piden espacios de escucha en ámbitos escolares, universitarios, no necesariamente como un espacio terapéutico sino donde ellos puedan expresarse. Y transmiten mucha preocupación con situaciones cercanas de suicidio, de consumo problemático, de autolesiones. Realmente no están nada descolgados de la realidad. Están compenetrados con lo que pasa, con lo que le pasa a los amigos, a los familiares.

¿Cómo afectó a esta población la pandemia y el post?

Nosotros entendemos que han sido parte de la población más afectada. Se quedaron sin sus lazos habituales, sus actividades sociales, que son las comunes a esa edad. Hay por supuesto un incremento en las consultas, algo parecido a lo que pasa en la población en general, aumentan los síntomas de ansiedad, las autolesiones. Que no necesariamente significan una conducta suicida, pero que es una autoagresión al fin y está expresando algo. Por otro lado, la cuestión del consumo. En Argentina, la sustancia más consumida es el alcohol. A veces lo perdemos de vista y sigue estando en el primer lugar. Por otro lado, otro tema del consumo tiene que ver con la tecnología.

En abril de 2022, el Ministerio lanzó la Estrategia Federal de Abordaje Integral de la Salud Mental. ¿Qué desafíos detectaron y cuál es la estrategia para abordarlos?

Lo que busca es un abordaje de la salud mental desde múltiples aspectos y con una perspectiva federal, en el sentido de poder dar una respuesta a cada jurisdicción de acuerdo a sus características geográficas, históricas, socioculturales, económicas. Eso le da una particularidad especial porque nuestro país es tan grande y diverso que le suma dificultades y desafíos específicos. Todo esto siempre en el marco de nuestra Ley Nacional de Salud Mental, que define a la salud mental como conformada por múltiples factores, no solo emocionales sino también culturales, históricos y sociales. La ley se llama “Del derecho al cuidado de la salud mental” y está planteada desde una perspectiva de derechos humanos. En ese sentido, aparte de la perspectiva federal, implica el cuidado en todo el curso de vida. Dentro de eso queda enmarcada la población de niños, niñas, adolescentes, jóvenes y personas mayores. Otra característica, también enmarcada en la ley, es que incluye el paradigma de la salud mental comunitaria.

¿Qué significa eso?

Quiere decir que todos y todas formamos parte de esa construcción del cuidado de la salud mental. No solamente las redes de servicio de salud sino también todas las redes que se puedan establecer dentro de nuestra comunidad. Y ahí entonces contamos con las familias, el club de barrio, la escuela, otras organizaciones sociales. La idea es que esté la red conformada por todos y que eso implique cuidar la salud mental. Una cosa que a nosotros nos parece central dentro de la estrategia es lo que tiene que ver con la formación y capacitación del recurso humano. Ahí hay un punto central que son las residencias interdisciplinarias de salud mental, que están conformadas por diversas profesiones. Es una forma de dar respuesta a lo que propone la ley, que es que los abordajes que hagamos de salud mental sean por equipos interdisciplinarios.

¿Qué otras profesiones se capacitan para estos equipos?

Psiquiatría, psicología, musicoterapia, psicopedagogía, terapia ocupacional, enfermería y trabajo social.

Mencionabas la cuestión del federalismo, ¿cómo es la articulación con los sistemas de salud provinciales?

Cada jurisdicción tiene su responsable de salud mental. Nosotros nos reunimos periódicamente con estos responsables y conformamos el Consejo Federal de Salud Mental y Adicciones (COFESAMA). Ahí trabajamos los diferentes temas que necesitamos abordar. Cuando digo salud mental me refiero también a lo que tiene que ver con prevención, con promoción. Esa es una manera de poder articular y acompañar a cada jurisdicción en la implementación de la Ley Nacional de Salud Mental.

La Dirección de Salud Mental dentro de su equipo cuenta con personas que son el nexo directo con cada provincia. Entonces ahí también tenemos otra manera de articular con las provincias. Y sobre todo lo importante es generar consenso en relación a las políticas que vamos definiendo. En términos de avance en políticas de salud mental, todas las provincias están en proceso de transformación. Hay algunas que están mejor porque tienen más historia que otras en ese sentido.

¿Por ejemplo?

Río Negro es una provincia que históricamente trabajó en esa transformación, en lo que es la desinstitucionalización, en salud mental comunitaria. Y eso es incluso anterior a la ley nacional. Chubut también es una provincia que viene avanzando muy bien. Pero no quiero ser injusta con ninguna porque todas vienen avanzando muy bien en la medida en la que tienen recursos y posibilidades. El desafío es que ese movimiento no se detenga.

Hay un prejuicio a veces sobre la salud mental como un problema urbano, de clases medias y altas.

Que son los sectores que pueden ir al psicólogo.

Claro. Quería saber si, desde tu perspectiva, las poblaciones más vulnerables también son más vulnerables a problemas de salud mental.

Es lo que te decía de por qué es tan importante entender cuáles son las características de cada jurisdicción para que las políticas de cuidado de la salud mental sean las adecuadas. La realidad es que hay poblaciones más vulnerables que otras. No solamente desde lo económico sino también desde lo histórico. Provincias que son un poco más cerradas, más patriarcales en algunas cuestiones, que cuesta desarmar ciertas cosas para hacer abordajes acordes. Por ejemplo, situaciones de maltrato, de abuso en la infancia. Lo mismo si uno piensa en poblaciones rurales que también ven afectada su salud mental y eso requiere de estrategias que pueden ser diferentes a las que se usan en una población urbana. Inclusive, como decíamos antes, tener alternativas donde el cuidado de salud mental no sea solamente yendo a hacer una consulta individual.

¿Qué otros mecanismos de abordaje hay para esas situaciones?

Te doy un ejemplo. En el marco de la Estrategia Federal, nosotros lanzamos en diciembre del año pasado una red de juegotecas en salud, que son espacios lúdicos en ámbitos de salud, que pueden ser un centro de atención primaria, en el centro cultural del barrio. Pero que es otra manera de dar respuesta a las necesidades en relación a niños, niñas y adolescentes. En un espacio lúdico muchas veces se pueden detectar cosas tempranamente y también se pueden tramitar algunas cuestiones que hacen que después ese niño o niña no necesite ir a un espacio individual. Esto es un ejemplo para ir pensando otras alternativas. Con chicos y chicas más grandes, no solamente pensar que tengan que ir al psicólogo o psiquiatra sino también que tengan habilitados otros espacios deportivos, culturales o recreativos que permitan la creación de lazos.

¿Existe el concepto de campaña de prevención en salud mental o no se aplica?

Se puede pensar en temáticas en particular. La realidad es que lo que nosotros vemos es que lo que da más resultado es pensar desde la prevención inespecífica. En el paradigma de la salud comunitaria lo que te va a dar más resultado es mejorar la comunidad, cómo se involucra la comunidad en las problemáticas, cómo entendemos que el que tenemos al lado le pasa algo. Esto, por supuesto, no significa que el Estado no tenga que estar presente: tiene que estarlo. Porque si no parece que uno deja todo en manos de la comunidad. El Estado tiene que estar presente promoviendo este tipo de prácticas.

El hecho de que se haya roto cierto tabú sobre salud mental, ¿puede hacer que también nos vayamos a un fenómeno de patologización de cualquier problema?

Es algo con lo que tenemos que tener sumo cuidado. No pasarnos de que ahora todos podamos hablar de salud mental a que todo sea una patología de salud mental. Hacíamos mucho hincapié en la pandemia cuando decíamos “ojo, porque estas reacciones frente a tener que quedarnos adentro, ponernos un barbijo, tener más cuidados, pueden desencadenar síntomas que son sumamente esperables y no enmarcarlos dentro de una patología”. Entonces, es importante que tengamos en claro que poder hablar de salud mental no significa que tengamos que tener todos un diagnóstico de algo. Y, por otro lado, me parece importante que ahora podamos hablar con mayor apertura sobre salud mental y tener en cuenta que sea parte de nuestra salud. O sea, forma parte de la salud integral, no es algo aparte. Porque sino eso también hace que equivoquemos el camino. Si nosotros no le podemos dar esa mirada integral, que es lo que pretendemos con la Estrategia y con el paradigma de salud mental comunitaria, corremos ese riesgo de patologizar y de volver a estigmatizar. Cuando lo que estamos tratando de hacer es dejar de lado la estigmatización.

¿A qué te referís con que sea parte de la salud integral?

Nosotros somos un todo. No somos nuestra mente por un lado y el cuerpo por el otro. Sabemos que todo lo que nos pasa a nivel emocional tiene una repercusión en nuestro cuerpo. Y, por otro lado, cualquier cosa que nos pasa en el cuerpo puede tener una repercusión a nivel de nuestra salud mental. Si nos pensamos íntegramente, probablemente tengamos la posibilidad de sanar más rápido si nos pasa algo. Por ejemplo, si vas a una consulta porque te duele la cabeza y el médico generalista te da un ibuprofeno y no te pregunta si te pasa algo, capaz ahí había algo para destrabar. Capaz que tenés que tomar el ibuprofeno, pero menos.

¿Hay algún país o modelo de gestión que sirva como referencia, como guía de lo que hay que hacer en salud mental?

A fines de febrero tuve la oportunidad de ir a un encuentro de la Organización Mundial de la Salud. La OMS está financiando a algunos países con un programa que se llama Iniciativa Especial de Salud Mental y Argentina está dentro de esos países, con cinco provincias que participan. Son países de bajos recursos. Estaba Nepal, por ejemplo, que tiene 30 millones de habitantes y 236 psiquiatras. Entonces, cuando vos escuchás todo lo que hacen, las cosas que se les ocurren para cuidar la salud mental de su población con ese universo tan chico de recursos humanos es muy bueno. Ahí pensás: ¿a quién tengo que mirar? ¿A Canadá, que tiene un Ministerio de Salud Mental? ¿O tengo que mirar a quienes son súper creativos y tratar de activar mejores cosas para cuidar la salud mental de la población argentina? Ahí me surgieron un millón de preguntas. Uno tiene horizontes, hay países con sistema de salud que son admirables. Pero cuando te encontrás con esas cosas te hacen pensar. La realidad también es que nosotros tenemos un modelo que miramos siempre, que los tenemos como bibliografía, que es Brasil. En el primer gobierno de Lula hicieron toda una transformación muy interesante. Pensamos bastante en sintonía respecto al cuidado de la salud integral y la salud mental comunitaria.

Es politólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director de la agencia de comunicación Monteagudo. Es co editor del sitio Artepolítica. Nació en Olavarría, una metrópoli del centro de la provincia de Buenos Aires. Vio muchas veces Gladiador.