Los hermanos de Pelé

En 1973 el Huracán de Menotti ganaba, gustaba y goleaba. A cincuenta años, una crónica sobre uno de los campeones más míticos del fútbol argentino.

Hace medio siglo, 1973, tiempos lejos de internet, Mirtha Legrand iniciaba su sexta temporada en la TV y “Rolando Rivas, taxista” la segunda. Andrea del Boca debutaba con 7 años en “Papá corazón” y Tato Bores y Martín Karadagian intercambiaban de canal (del 11 al 13 y viceversa). Todos en blanco y negro, claro. Osvaldo Soriano publicaba “Triste, solitario y final” y Mario Vargas Llosa “Pantaleón y las visitadoras”. Palito Ortega cantaba “Yo tengo fé” y el Flaco Spinetta presentaba “Artaud” con Pescado Rabioso. En el cine, Leonardo Favio estrenaba “Juan Moreira” y Pino Solanas “La hora de los hornos”. Aparecían “El exorcista”, “Jesucristo Superstar”, “Amarcord”, “Operación Dragón” y “El Golpe”.

Estados Unidos inauguraba las Torres Gemelas y Henry Kissinger ganaba el Nobel de la Paz. Y morían Nino Bravo con 28 años y Bruce Lee con 32. Y se iban también “Los tres Pablos”: Picasso, Neruda y Casals. Independiente le ganaba la Intercontinental a Juventus de Italia con gol de Ricardo Bochini y Diego Maradona era un Cebollita de 12 años que jugaba los Torneos Evita. Carlos Monzón era rey de los medianos y George Foreman de los pesados. En Chile golpeaba Pinochet y en Argentina volvía la democracia con el triunfo del peronismo tras dieciocho años de proscripción. Primero Héctor Cámpora (“El Tío) y luego Juan Domingo Perón. Cantaba la hinchada de Huracán: “Lo dice el Tío/ lo dice Perón/ hacete del Globo que sale campeón”.

EL LOCO HOUSEMAN

René Orlando Houseman.


En 1973 se fumaba libremente, en cualquier espacio. “El Loco” René Orlando Houseman, el Messi de aquel Huracán mítico que dirigía César Menotti, gambeta con medias bajas, fumaba a veces hasta en el túnel, segundos antes de salir a la cancha, y también en los entretiempos de los partidos, en una salita aparte. Eran tiempos en los que se podía jugar al fútbol en la calle. El Loco, también él una pulga, lo hacía con los hijos del prosecretario del club, Pascual Bartolomeo, que le había alquilado un departamento en Uspallata y Quilmes para sacarlo de la villa de emergencia del Bajo Belgrano. Arribado desde Defensores de Belgrano (Primera C) por monedas, un desconocido hasta para Menotti, Houseman se cansó una noche por tanta concentración con la selección, que se preparaba para el Mundial 74. Saltó de un segundo piso y se fue a bailar.

Era un clima de época que, como reproduzco en buena parte aquí, retrata de modo formidable el periodista Alejandro Lomuto en “Huracán 1973: La historia de un equipo inolvidable”. Es un libro flamante de Ediciones Al Arco que Huracán, hoy en situación difícil, apremiado por no descender, presentará el sábado 16 próximo en el Palacio Ducó, junto con “El ’73, contámelo de nuevo”, de Marcial Sarrías. Lomuto nos recuerda también que eran tiempos de apuestas furiosas con el Prode. Apostaban los propios jugadores. Los de Huracán, autorizados una tarde por el preparador físico Rodolfo Pizzarotti, dejaron la concentración y fueron a una agencia de la calle Rioja. El capitán Miguel Brindisi, Carlos Babington, “Fatiga” Russo y Francisco Lavorato. Sin documentos. Formaron fila como el resto para jugar su boleta y dos de ellos terminaron detenidos por la policía, un incidente que casi cuesta el despido de Menotti.

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César Luis Menotti.

Tan distintos eran aquellos tiempos que solo tenían auto los jugadores más experimentados. “El resto en colectivo”. Había menos periodistas. Y respetaban el off the record. No había celulares. Tampoco había representantes de jugadores ni intermediarios. Las canchas eran difíciles. Y las pelotas Pintier (que se usaban hasta deformadas) y las camisetas eran más pesadas. Los jugadores se compraban los botines y se entrenaban con zapatillas Flecha remendadas con tela adhesiva. Excepto el día del partido, los jugadores comían lo que ellos decidían.

La influencia del Brasil de México 70

Pero lo más distinto en el fútbol de aquel 1973 fue el estilo del Huracán de Menotti. Vivíamos un fútbol en crisis de juego, que miraba modelos europeos porque la selección, por primera vez, ni siquiera se había clasificado para un Mundial. Sucedió en la Copa de México 70. Pero allí logró el “Tri” el Brasil platónico de Pelé, Jairzinho, Gerson, Tostao y Rivelino. Cinco números 10 cuyo “jogo bonito” fascinó a Menotti, testigo presencial. Al año siguiente, con apenas 32 años, el Flaco, ex jugador lujoso y remate potente, asumía como DT de Huracán, una apuesta audaz del presidente Luis Seijo. Y en 1973 Menotti lo coronaba campeón por primera (y única) vez en la era profesional (iniciada en 1931). El sábado próximo se cumplen cincuenta años de la consagración.

El histórico Brasil del ’70.

Menotti, que hoy a los 84 años se repone en una clínica de una caída en su casa, le dijo antes del accidente al periodista Eduardo Verona que sigue “totalmente convencido” de que aquel Huracán 73 “salvó al fútbol argentino. Porque un título lo puede ganar cualquiera”, pero lo más importante, dijo Menotti, fue que su equipo “definió una búsqueda, un camino, una idea y un concepto muy claro para jugar al fútbol”. Algunos lo bautizaron como “el fútbol que le gusta a la gente”. Menotti definía con dos palabras el estilo “argentino” de toque y gambeta de su Huracán. Le decía “La Nuestra”.

El Quijote era quemero

Debates de estilo al margen, el Huracán de Menotti avisó desde el mismo inicio de campeonato, con seis victorias seguidas: 6–1 a Argentinos, 2–0 en Newell’s, 5–2 a Atlanta, 3–1 en Colón, 5–0 a Racing y 1–0 en Vélez (“Seguro que El Quijote era hincha de Huracán”, escribió tras ese partido Osvaldo Ardizzone en El Gráfico. La “prosa” de este Huracán, agregó Ardizzone, “es tanguera, poética y romántica”). El equipo completó una primera rueda de 46 goles en 16 partidos, con fiesta máxima 5–0 en cancha de Rosario Central, aplaudidos de pie hasta por los hinchas locales. Brindisi lanzado desde la derecha y Babington desde la izquierda junto con Omar Larrosa. Más la magia de Houseman y los goles de Roque Avallay. Los cinco al ataque.

“Fatiga” Russo cortaba todo en el medio. Y estaban la voz de mando de Alfio Basile y la seriedad del “Lobo” Carrascosa y Alberto Fanesi (lesionado, pero influyente), ambos universitarios. Y la pertenencia de todos los que llegaban de las inferiores, vecinos del barrio. Huracán era achique, toques verticales, diagonales, dinámica y goles. Jugaba de memoria. Fue menos lujoso en la segunda vuelta, cuando Menotti, supuestamente lírico, según sus críticos, cambió riesgo por pragmatismo. El equipo había perdido a sus cinco mejores jugadores, convocados por el DT de la selección, el “Cabezón” Enrique Omar Sívori, y Menotti, que quería salir campeón, decidió achicar pero varios metros más atrás. “Globo campeón/ Globo campeón/ aunque no quiera el Cabezón”, cantaba la hinchada.

Huracán del ’73.


Huracán, que antes de Menotti tuvo como DT a Osvaldo Zubeldía, cuyo segundo era Carlos Bilardo (un estilo bien opuesto), ya había disfrutado sin embargo etapas de fútbol bonito, como me recuerda el abogado José Braceras, “quemero”, que me aporta recuerdos y datos. En 1960, Huracán tuvo como jugador y DT a Néstor “Pipo” Rossi, el 5 de “La Máquina”, equipo histórico de River, en 1967 a Renato Cesarini, DT mítico, que hizo debutar a Brindisi con 17 años, y en 1970 a Adolfo Pedernera, el conductor de “La Máquina”, un falso 9 que acaso influyó a Avallay, que en aquel Huracán mejoró el juego colectivo, retrasándose para permitir que Larrosa terminara consagrándose como goleador del equipo campeón. Fue un equipo que, pocos lo saben, había arrancado esa pretemporada de 1973 con apenas trece jugadores. Pero que terminó siendo mucho más que un título: fue tercero en 1972, campeón en 1973, tercero en 1974 y subcampeón en 1975 y 1976. Fueron años de “La Belle Époque”, como homenajeó Néstor Vicente, ex presidente del club, en otro libro reciente.

“El sol sale para el Globo”

Y aquellos, claro, eran hinchas felices. Sus cantos, ante todo, celebraban un fútbol fiesta. “Suenen trompetas y campanas sin cesar/ que los Globetrotters empezaron a tocar/ Tito Lectoure les ha alquilado el Luna Park/ para hacer esta noche espectacular”. O “El Globo toque/ el Globo toque/ que los goles los hace Roque (Avallay)”. Al ritmo de Palito Ortega cantaban “Yo tengo fe que vamos a ganar / y vamo’ a dar la vuelta por toda la Capital”. Y al de una propaganda del vino Rojo Trapal decían “Saaaale el sol, el sol sale para el Globo, sale el sol para el Globo”. Y otro también inolvidable: “Y ya lo ve/ y ya lo ve/ son los hermanos de Pelé”.

¿Y el canto de “Lo dice el Tío, lo dice Perón/ hacete del Globo que sale campeón?”. El Tío era Héctor Cámpora, presidente de la república durante 49 días en un 1973 bien politizado, que marcó tras ocho años la vuelta de la democracia, el fin del peronismo proscripto. Seis jugadores (Brindisi, Babington, Houseman, Russo, Basile y Carrascosa) y Menotti firmaron una solicitada que pedía “un deporte para el pueblo” y apoyaba la vuelta de Perón. Huracán, graficó alguna vez el historiador Felipe Pigna, parecía “el equipo de la JP”. Un equipo “nacional y popular”. De artesanos y artistas. Y de Parque Patricios, barrio de tango y obrero. Con Saúl Ubaldini (luego líder de la CGT) y el trotskista Jorge Altamira en la tribuna. Una “primavera futbolística” que parecía la “primavera camporista”.

Menotti, ex afiliado al PC (“un filósofo en un mundo de peluqueros”, lo definió una vez el periodista español Julio César Iglesias), rechazó siempre ese juego de comparaciones. Huracán se coronó campeón un 16 de septiembre. Cinco días antes, fue el golpe contra Salvador Allende en Chile. Y una semana después Perón asumía la presidencia con el 61 por ciento de los votos. Pero sucedían también La Masacre de Ezeiza, las tensiones políticas dentro del peronismo que anunciaban también la violencia peor, la dictadura sangrienta que irrumpió en 1976 para destrozar vidas, derechos y sueños. Antes de esa noche, en 1973, el fútbol disfrutó de Huracán. Y ese año todos fuimos del Globo.

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubró nueve Mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.