Lo ideal es enemigo de lo posible

Pareciera que estamos más cansados y menos dispuestos a sostener el aislamiento cuando más lo necesitamos, o al menos ese es el mensaje que nos llega desde las redes sociales. ¿Me pasa a mí sola?

Holis, ¿cómo estás? El hartazgo respecto a la cuarentena aumenta proporcionalmente a los casos en el AMBA, ¿no? Pareciera que estamos más cansados y menos dispuestos a sostener el aislamiento cuando más lo necesitamos, o al menos ese es el mensaje que nos llega desde las redes sociales. Pero en este newsletter tratamos de repensar lo que nos parece y construir lo que creemos. Así que empecemos por lo primero: ¿me pasa a mí sola?

No estoy verde y no me dejan salir

Recientemente se publicaron los resultados del estudio Tiara, una encuesta desarrollada por el CONICET que se preguntó sobre la percepción de la población acerca del aislamiento y sus efectos psicosociales.

Los formularios fueron respondidos en forma anónima por 30.269 personas de las 24 jurisdicciones. 24.595 fueron mujeres, 5.098 varones y 254 personas de identidades no binarias. Los datos están divididos por edad, género y pertenencia o no a la categoría “socialmente vulnerable”, que comprende a aquellos que solo disponen de cobertura pública de salud.

Los principales hallazgos fueron:

Respecto a los motivos de preocupación

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

  • El principal fue el factor económico. El 55% de la población encuestada reportó una reducción en los ingresos de su hogar. Personas socialmente vulnerables, mujeres y jóvenes fueron los grupos más afectados.
  • La desazón por no poder trabajar alcanzó al 64% del total, incrementándose al 71% entre los jóvenes (18-29 años) y al 81% entre los socialmente vulnerables. Una diferencia relevante es que el 60% del total manifestó preocupación por no poder pagar el alquiler y los servicios, mientras que el indicador más significativo de preocupación respecto al nivel de ingresos para quienes cuentan con cobertura de salud pública fue no poder comprar alimentos (79%) 
  • La intranquilidad respecto a la violencia doméstica varió mucho entre los grupos. El 19% de los jóvenes manifestó encontrarse bastante o muy preocupado por el tema mientras que solo el 8% del rango etario siguiente (30-59 años) sostuvo lo mismo. Por otro lado, el 22% de los socialmente vulnerables declaró preocupación frente al 11% de quienes cuentan con obra social o prepaga.
  • Entre las principales inquietudes que afectan a la población encuestada el 93% señaló la posibilidad de contagio en algún miembro de su familia, mientras que el 87% esbozó inquietudes por sufrir algún problema de salud propio o en el núcleo familiar y no recibir la atención adecuada.

Respecto al malestar psicológico

  • Si bien el nivel general en la población es alto, la diferencia por grupos es notoria: el 52% de las mujeres se encuentran afectadas, mientras que solo el 29% de los hombres mostraron indicadores de malestar psicológico. En tanto el 59% de la población con vulnerabilidad social se encuentra afectado, esto alcanza al 47% de quienes cuentan con obra social o prepaga.

Respecto a la efectividad de la cuarentena

  • El 81% de los casos valora el aislamiento como una contribución para detener el coronavirus y el 73% de la población considera el aislamiento como una medida en la que el país, en su conjunto, contribuye a detener el avance de la pandemia. 

Respecto a los hábitos de cuidado

  • El 95% de la población aumentó la frecuencia del lavado de manos, el 91% evita saludar con un beso y el 86% se cubre con el codo cuando estornuda o tose. Además, el 62% de los encuestados afirma haber dejado de compartir el mate.

Ahora bien, ¿son estos los números que tanto estábamos buscando para decir cosas como “los casos no aumentan porque la gente no entiende los riesgos, aumentan porque no se aguanta más”? Pues no, mi ciela. En primer lugar, la encuesta se realizó durante las primeras dos semanas de aislamiento, por lo que es una foto de ese momento. En segundo, la muestra tiene grandes diferencias, siendo la más notable aquella entre varones y mujeres. Para poder decir “las mujeres tal cosa y los varones tal otra”, la cantidad y composición de ambos grupos debería ser similar.

¿Entonces no sirve para nada? Pues tampoco. Es un punto de partida. El equipo planea realizar un nuevo relevamiento cuando se cumplan 6 meses de iniciada la primera etapa y esto permitiría ver los efectos de posibles nuevos escenarios y del paso del tiempo. Por otro lado, estos resultados pueden ayudar a orientar ciertas políticas públicas a sectores específicos, que aunque no sepamos con precisión cuánto más, sabemos que son los más afectados. Y mi parte favorita de su potencial es esa cosa hermosa que tienen las investigaciones de abrir otras como, por ejemplo, ¿los varones reportan menos malestar psicológico porque lo padecen menos, porque el modelo de masculinidad no se los permite, porque el modelo de masculinidad hace que los padezcan menos u “opción D, ninguna de las anteriores”?

Además, ante la dificultad de recabar datos representativos en pandemia, el reporte nos ofrece números oficiales de referencia, lo que, explicitando sus limitaciones, es un instrumento contra la infodemia. No serán los números que queremos, pero son los que tenemos.

Tapadita te ves más bonita

Si hay un ejemplo paradigmático del “es lo que hay” en la pandemia, es sin dudas el barbijo. Los estudios más robustos a favor de su uso se basan en evidencia indirecta. Por ejemplo, un reporte reciente de la Royal Society que concluye que su uso es recomendable como política sanitaria, analiza su eficacia para prevenir contagios a partir de tres variables: la incidencia de transmisión pre-sintomática y asintomática, el rol de las gotas respiratorias en la transmisión y estudios en laboratorio sobre la efectividad de tapabocas caseros para impedir la dispersión de partículas virales. Al respecto, varios profesionales manifestaron reservas, fundamentalmente señalando que sin observación directa acerca del uso real no se puede afirmar tal cosa. O sea, imaginate que si hasta lo que dice la Royal Society está en discusión, no vamos a llegar a una conclusión nosotros en esta humilde misiva. Por ahora, parece reinar el principio precautorio, como podrían ser de mucha utilidad y usarlos tiene poco riesgo relativo, se indican.

Al rescate de esta discusión, de nuevo, llegaron las científicas argentinas. Un equipo de la UNSAM y el Conicet, en colaboración con una PyME, diseñó un barbijo con protección antivirus, bacterias y hongos que se puede utilizar hasta 8 horas por día y lavarse hasta 15 veces sin perder sus propiedades. Aún falta que el INTA confirme su efectividad frente al coronavirus, pero las pruebas preliminares parecieran indicar que lo será.

Imagen: Página 12

Cómo funciona. El material es hipoalergénico y contiene insumos cuya efectividad ya ha sido probada en otras investigaciones y están aprobados por la ANMAT: iones de plata (matan bacterias), iones de cobre (matan virus) y cloruro de benzalconio (mata hongos), además de un impermeabilizante para la tela, que es lo que evita que los otros componentes se vayan con los lavados.

Cómo lo hicieron. El método fue super artesanal. El equipo metió los insumos en unos tachos de 200 litros y los mezclaron con paletas. Después lo volcaron en una batea por donde pasa la tela, que continuaba el proceso de producción como cualquier barbijo. Después los analizaron con microscopio y constataron que la concentración de material antiviral era la que en trabajos anteriores se había comprobado exitosa. 

Por qué es innovador. Al asociarse con la PyME, el equipo acordó que la empresa cubriría los insumos y que donaría el 10% de la tela a la Fundación UNSAM para que se distribuya entre iniciativas de la zona que los distribuirán en los barrios vulnerados del área. Además, solicitaron decoro en los precios y la empresa ya les informó que los barbijos podrán adquirirse a $100 si se compran al por mayor.

Si querés saber más sobre el desarrollo, te recomiendo esta entrevista de Pablo Esteban a la directora del proyecto que es bastante emocionante (te recomiendo, además, todo el trabajo de Pablo, un gran periodista de ciencia que se enfoca en las historias detrás de las investigaciones).

Lo personal es político

Como decimos siempre en estas cartas, la ciencia no se hace solo en los laboratorios. Así que acá van algunos ejemplos sobre cómo la ideología y la producción de conocimiento no van por carriles separados

1. Black lives matter (also for science) – Las vidas negras importan (también para la ciencia). Más de 5000 científicos llamaron a una huelga por “las vidas negras” (Strike for Black Lives) en la que cesarán sus labores cotidianas para participar de capacitaciones sobre racismo estructural y elaborar iniciativas para reconocer y eliminar las desigualdades en las comunidades científicas. Entre los adherentes están, por ejemplo, las prestigiosas revistas Nature y Science.

En un comunicado emitido por la organización Particles for Justice, que se dedica a pelear contra el sexismo en la academia, puede leerse: “Reconocemos que nuestras instituciones académicas y equipos de investigación -a pesar de las grandes conversaciones sobre la diversidad, la equidad y la inclusión- le han fallado al pueblo negro. Se necesita urgentemente una huelga académica: hacer una pausa, dar un respiro a los investigadores negros y dar a otros la oportunidad de reflexionar sobre su propia complicidad en el racismo del mundo académico”.

2. Asquerosamente rico, asquerosamente macho. El mes pasado se estrenó Filthy Rich (Asquerosamente rico), una serie sobre Jeffrey Epstein, un megamillonario estadounidense que manejaba una red de trata infantil con fines de explotación sexual ligada a los más ricos y más famosos. En la serie documental cuentan cómo, después de su primera (y levísima) condena, una de sus formas de sostener su legitimidad social fue hacer grandes donaciones a grandes centros de investigación.

La masividad de la serie nos da un buen escenario para reflotar un escándalo más o menos reciente: la renuncia de Richard Stallman en 2019 a su cargo en el Laboratorio de Inteligencia Artificial y Ciencias de la Computación del MIT y a la presidencia de la Fundación por el Software Libre (podés ver todos los detalles en esta entrada del blog de Las de Sistemas).

La cosa fue así: en la investigación sobre la red de pedofilia de Epstein, una de las víctimas declaró haber sido forzada a tener sexo con Marvin Minsky, uno de los “padres de la inteligencia artificial” que trabajaba en el MIT. A raíz de esto y de una investigación mediática que mostró que las colaboraciones de Epstein al MIT excedían lo declarado, incluyendo donaciones que entraron después de las acusaciones y que se registraban como anónimas con la complicidad de profesores y directores, los estudiantes de la institución armaron protestas.

En respuesta a esta serie de episodios, Stallman decidió distribuir un mail en defensa de Minsky (que se murió en 2016) donde básicamente dice que las pruebas (RECUERDO: UNA RED DE TRATA CON 36 VÍCTIMAS IDENTIFICADAS) no alcanzan para asegurar que la denunciante no haya accedido a tener sexo con él por voluntad propia. Cuando este mail se hizo público, otras mujeres contaron que Stallman las había amenazado con suicidarse si no salían con él, que hacía “chistes sobre aborto” y que había posteado cosas avalando la pornografía infantil.

Bajo el hashtag #cancelstallman (cancelen a Stallman), la comunidad del software libre visibilizó comportamientos machistas exhibidos durante más de 30 años. Esto refleja que las comunidades están dejando de pensar que se puede hacer ciencia de forma independiente de la ideología y que la calidad de una investigación no es independiente de las concepciones del mundo que tienen quienes las llevan a cabo. Después de todo, ¿podemos considerar idóneo para dirigir equipos de investigación a un tipo que expulsa a las mujeres con las que trabaja? Y más aún, ¿podemos considerar que esas investigaciones serán lo mejor que puedan ser si hay trabas de participación para una gran parte de la población?

3. ¿Alguien quiere pensar en las mujeres? El otro día me crucé con este hilo buenísimo sobre ejemplos de sesgos androcéntricos en las ciencias, que en este caso significa “cosas sobre las que los chabones mandaron fruta hasta que una mujer investigadora las analizó”. Por ejemplo, al encontrar cuchillos y otras herramientas cortantes en partes altas de viviendas primitivas, los textos solían decir cosas como “este hallazgo curioso aún sin respuesta sugiere algún tipo de ritual” hasta que las antropólogas dijeron “che, ¿no sería para que los pibitos no los agarren?”

Bonus track: ¿qué onda con esto? ¿en qué quedó?

Vamos con el seguimiento de algunas de las noticias de ediciones anteriores:

  • La vacuna contra el coronavirus de la Universidad de Oxford se va a empezar a probar en Brasil. Serán reclutados 2.000 voluntarios que no entraron en contacto con el virus en las dos ciudades más afectadas, Río y San Pablo. Un grupo será inoculado con la vacuna y otro con un placebo para evaluar su efectividad. Las primeras fases de prueba en el Reino Unido arrojaron buenos resultados y esto llega al país vecino en un momento clave, ya que es el segundo país más afectado a nivel mundial.
  • Los científicos siguen reclamando. Si bien el CONICET prorrogó las becas que terminaban en marzo, la última asamblea de Jóvenes Científicos Precarizados planteó la necesidad de prorrogar todas las becas por un periodo de al menos un año. Por otro lado, en varias provincias se anunció la reanudación de la actividad, como en muchos casos no se trata de tareas esenciales y la infraestructura dista de proveer la seguridad necesaria, se sostiene que esto pone en riesgo la salud de muchos investigadores.

En fin, esto ha sido todo por hoy. Si tenés sugerencias para que el news sea más cercano al mejor que al posible, bienvenidas sean (como las fotos de mascotas que no me voy a cansar nunca de pedir).

Te mando un beso enorme,

Agostina

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.