La sexta extinción masiva de especies: por qué debería importarnos 

Latinoamérica y el Caribe es donde se registra el declive regional más alto, con una disminución del 94% de la biodiversidad en las poblaciones monitoreadas. ¿Cómo impacta en nuestras vidas?

Estoy segura de que al leer “extinción masiva” la primera imagen que se te vino a la cabeza fue la de un Tiranosaurio Rex siendo calcinado por un asteroide gigante. Y no está mal, porque algo así sucedió hace 66 millones de años, en la quinta y última extinción masiva. Hoy no hay que irse tan atrás para hablar de especies que desaparecen por completo de nuestro planeta.

Te voy a contar por qué la comunidad científica global confirma que estamos atravesando la sexta extinción masiva de especies.

¿Qué es una “extinción masiva”?

Se trata de un breve período de tiempo geológico en el que un gran porcentaje de la biodiversidad, incluyendo diversas formas de vida como mamíferos, plantas, aves, invertebrados, bacterias, hongos, etc. experimenta una desaparición sustancial. Es necesario aclarar que, en tiempos geológicos, un periodo que consideramos “corto” puede extenderse a lo largo de miles o millones de años.

El asteroide que se llevó mucho más que a los dinosaurios

Al final del periodo Cretácico el 70% de todas las especies terrestres desaparecieron por completo de nuestro planeta. La teoría más ampliamente aceptada sugiere que el impacto de un asteroide en lo que ahora es la península de Yucatán contribuyó significativamente a su extinción. La energía liberada durante el impacto provocó incendios forestales y liberación masiva de gases tóxicos y partículas en la atmósfera, afectando drásticamente al clima global. La extinción afectó a una gran variedad de organismos, no sólo a los dinosaurios: muchas especies de plantas, invertebrados marinos y animales terrestres desaparecieron, pero también se vieron perjudicados mamíferos, aves y muchas otras formas de vida.

No es mi idea hablarte de cada una de las extinciones masivas que ocurrieron en nuestro planeta, pero sí quiero que sepas que antes de que los dinosaurios desaparecieran, existieron 4 sucesos con desenlaces similares.

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Si te interesa conocer en detalle los eventos de extinción masiva, te recomiendo el documental en Netflix de Steven Spielberg llamado “La vida en nuestro planeta”, relatado por Morgan Freeman, que recrea el surgimiento y la caída de la vida en la Tierra por más de cuatro mil millones de años.

La 6ta: entra la humanidad al juego

Lo que está pasando ahora no está marcado por meteoritos ni volcanes, esta vez la historia de la Tierra está caracterizada por la acción humana. A diferencia de las cinco extinciones pasadas que fueron provocadas por fenómenos naturales, la sexta extinción masiva está siendo impulsada por la actividad humana y el jugador más perjudicado parece ser Latinoamérica.

El Informe Planeta Vivo, publicado en 2022 por la Organización Mundial de Conservación (WWF, por sus siglas en inglés) se publica cada dos años y nos brinda una visión precisa sobre el estado de las poblaciones de las especies en todo el mundo, generando una especie de radiografía sobre la salud general de los ecosistemas.

En su último informe (en Argentina difundido por la Fundación Vida Silvestre) deja en claro la cruda situación mundial de la biodiversidad y nos brinda información y datos alarmantes.

Revela por ejemplo una disminución promedio del 69% en las poblaciones de vida silvestre monitoreadas (mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces) durante el periodo de 48 años que abarca de 1970 a 2018. Y confirma que es en Latinoamérica y el Caribe –una de las regiones más biodiversas del planeta–, en donde se registra el declive regional más alto, con una disminución del 94% en las poblaciones monitoreadas, calculado durante el mismo periodo.

Analizando algunos ejemplos concretos, el informe menciona que cerca de la mitad de los corales del planeta se perdieron, lo que genera impactos negativos en otras especies, ya que albergan 1/4 de todas las especies marinas. También menciona que en los últimos cincuenta años se redujeron 18 de 31 especies de tiburones y rayas oceánicas, un 71% .

En clave local, en lo que respecta al Bosque Atlántico en nuestro país (conocido como selva misionera), un análisis de la cobertura de uso del suelo de los últimos 37 años indica que en Argentina perdimos casi el 20% de los bosques que existían en 1985. A su vez, se destaca que las tierras que ocupaban estos ecosistemas actualmente se destinan a agricultura (60%), forestaciones (27%) y pasturas (10%).

El yaguareté, depredador más importante de la Argentina, y principal felino de América, se encuentra en peligro crítico de extinción. La Red Yaguareté estima que quedan menos de 250 yaguaretés adultos distribuidos en todo el país.

Otra de las áreas más amenazadas de nuestro país es el Gran Chaco, ecorregión compartida con Paraguay, que se encuentra entre los sitios con mayor deforestación del mundo. En las últimas décadas perdimos el 30% de los bosques chaqueños.

El informe remarca que las regiones tropicales son las que están sufriendo un mayor declive de fauna silvestre.

Un análisis de las poblaciones de 177 especies de mamíferos de todos los continentes sugiere que la mayoría de las especies perdieron, como mínimo, el 50% de su área de distribución.

200 años para la humanidad, un parpadeo para la Tierra: la veloz desaparición de especies

Ante este tipo de datos alarmantes, algunos podrían pensar que la propia dinámica evolutiva natural de la Tierra conduce a la extinción de ciertas especies y al surgimiento de otras, como pasó en el pasado. Sí, eso es cierto, pero la diferencia es que toda esta pérdida de vida natural no está sucediendo en 1 millón de años, como te conté que duraban los períodos geológicos, sino que ocurre hace poco más de 200, si tomamos como referencia la Revolución Industrial.

Según un estudio publicado por expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México, las especies extintas en los últimos dos siglos deberían haber desaparecido en 28.000 años. También expresan que la tasa de extinción de las especies de vertebrados extintos en los últimos 200 años es 280 veces mayor que la tasa natural.

Como mencioné antes, las extinciones paleontológicas tuvieron lugar a lo largo de cientos de miles o millones de años, mientras que la información que manejamos sobre el estado actual es del orden de décadas o siglos. Es por este motivo que los científicos han calificado este declive como la sexta extinción masiva de la historia de la Tierra.

¿Por qué pasa lo que pasa?

Aún no existe un consenso absoluto respecto de la principal causa de este desastre natural, pero según la Secretaría del Convenio sobre Diversidad Biológica los cinco factores principales que están conduciendo a esta pérdida de biodiversidad son: la transformación de los hábitats (cambios en los usos del suelo), la sobreexplotación, la contaminación, la introducción e invasión de especies exóticas y el cambio climático. En simples palabras, las actividades antropogénicas.

El consumo desmedido de energía, alimentos y otros materiales están ejerciendo una presión insostenible sobre los ecosistemas y la biodiversidad.

La transformación del suelo para actividades humanas como la agricultura y la urbanización es una de las principales amenazas para muchas especies. Así como también la caza indiscriminada, la sobrepesca, la introducción de sustancias químicas nocivas que contaminan el aire, el agua y los suelos y afectan negativamente a muchas poblaciones. También podemos mencionar la introducción de especies no nativas en ecosistemas vulnerables alterando el equilibrio natural y desplazando a especies autóctonas. Todos estos factores se encuentran íntimamente relacionados.

El cambio climático será un factor fundamental en la desaparición de ecosistemas. Se espera que sea una de las principales causas de pérdida de biodiversidad en las próximas décadas.

Hay que destacar que el mundo enfrenta una doble emergencia inducida por los seres humanos: la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. El cambio climático es una dimensión más entre otras, que están generando el cambio global ante el cual nos encontramos. No son dos asuntos separados, sino dos caras de la misma moneda.

Las consecuencias: por qué debería importarnos

Cuando hablamos de biodiversidad no sólo nos referimos a lo que ocurre en los bosques, sino que también podemos observar de cerca los efectos sobre la vida humana. En consecuencia, hablar de pérdida de biodiversidad es hablar de pandemias, de migraciones masivas y de hambre. En última instancia, es hablar de la supervivencia humana.

Cuatro razones para entender por qué necesitamos cuidar el capital natural de nuestro planeta:

  1. Servicios ecosistémicos: Los procesos de los ecosistemas son independientes de los seres humanos. Sin embargo, nosotros sí somos dependientes de esos procesos. Algunos ejemplos son: la regulación en el ciclo del agua, la fotosíntesis, la provisión de minerales, las funciones recreativas y paisajísticas, etc. Sin la inmensa mayoría de estos no podríamos vivir. Otro claro ejemplo es la Amazonía produciendo el 20% del oxígeno de nuestro planeta. Estos beneficios los llamamos servicios ecosistémicos y son de vital importancia.
  2. Seguridad alimentaria: La pérdida de biodiversidad agrícola puede hacer que los cultivos sean más vulnerables a enfermedades y cambios ambientales, poniendo en riesgo la disponibilidad de alimentos, pudiendo generar la pérdida de suelo fértil y de polinizadores, determinante en la estabilidad agrícola, y en consecuencia en la seguridad alimentaria. Esto también afectaría profundamente a la economía de nuestro país, debido a la primarización de su matriz productiva.
  3. Salud humana: Muchos medicamentos y tratamientos provienen de recursos naturales, por lo que la pérdida de biodiversidad también puede afectar la capacidad de la medicina para encontrar nuevas soluciones. Además, puede aumentar la exposición a enfermedades transmitidas por vectores.
  4. Bienestar humano: La conexión con la naturaleza y la diversidad de vida en el planeta también tienen un impacto en nuestro bienestar psicológico y emocional. La pérdida de plantas, animales y paisajes enteros puede afectar nuestra calidad de vida y nuestra relación con el entorno natural.

El valor de la biodiversidad es incalculable y es imposible medirlo ciertamente en términos monetarios. La extinción de especies es, tal vez, el único problema ambiental verdaderamente irreversible.

¿Qué estamos haciendo para frenarlo?

En diciembre del 2022 se realizó la 15° Conferencia de las Partes (COP 15) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) en Montreal, Canadá, y se aprobó el Marco Mundial para la Biodiversidad. Este marco fue firmado por 196 Estados parte y representa un acuerdo histórico que incluye objetivos globales y metas que deben cumplirse antes del 2030. Contiene acciones globales de conservación (incluida la protección del 30% del planeta), restauración de los ecosistemas y protección de los derechos de los pueblos indígenas.

El plan también viene acompañado por un esquema de movilización de recursos por un total de 200 mil millones, procedentes de los países desarrollados hacia los países de menores recursos a por lo menos USD 30.000 millones cada año.

Se necesita de una gran voluntad política y de recursos financieros para implementar este nuevo acuerdo para detener la crisis ecológica que significa una amenaza para todas las formas de vida de nuestro planeta, incluyendo la humana.

Sin los recursos que nos provee la naturaleza, no hay desarrollo económico.

Es momento que los países del norte global se hagan cargo y pongan manos a la obra. Evitar la sexta extinción masiva requerirá de medidas concretas y exigirá que la dirigencia política internacional, sobre todo de los países que más contribuyeron a esta crisis, empiecen a adoptar de una vez decisiones reales que protejan la naturaleza y la biodiversidad, o nuestra supervivencia y la de las próximas generaciones estará en riesgo.

Ser testigos

A Ami Vitale, fotoperiodista de National Geographic, le encargaron fotografiar en Kenia por última vez a Sudán, el único macho de Rinoceronte Blanco del norte que quedaba en todo el mundo. El animal tenía 45 años y su salud había empeorado: había que sacrificarlo y, con él, la esperanza de poder recuperar a su especie. “Ver morir a una criatura, la última de su especie, es algo que espero no volver a experimentar nunca. Fue como contemplar nuestra propia destrucción”.

Estudió Ciencias Ambientales y le apasionan los temas relacionados con el cambio climático. Trabaja en proyectos vinculados con el desarrollo productivo sostenible. Su casa está llena de plantas, como no podía ser de otra manera. Feminista, melómana y orgullosamente argentina.