La copa menstrual: un pequeño objeto con un gran impacto

Los productos de gestión menstrual generan un enorme descarte en el mundo. La copita es una opción sustentable. Eli Möhle conversó con Cocoon, una marca cordobesa que las produce en el país.

Hace pocos días se publicó una investigación del Ministerio de Economía y UNICEF Argentina sobre Acceso a la gestión menstrual. Allí se sostuvo que en Argentina, más de 12 millones de niñas, adolescentes, mujeres, varones trans y no binaries menstrúan. A su vez, el trabajo encuentra que “la menstruación es un factor de desigualdad porque los productos de gestión menstrual representan un costo para las personas que los usan, que son, a su vez, la porción de la sociedad con menores ingresos, mayores niveles de precarización, desempleo y pobreza”.

Complementariamente, según la organización Unplastify, “solo en Argentina se usan y descartan 3.5 mil millones de unidades por año de tampones y toallas higiénicas descartables, según la elección de productos de cada persona”, lo cual genera “más de 132 mil toneladas de basura anuales, es decir, plásticos que no son reciclables ni biodegradables”.

Para abordar los desafíos sociales y ambientales de la gestión menstrual se requieren políticas públicas específicas y la generación de alternativas. Una de ellas es la promoción de la copa menstrual.

Para conocer de cerca la experiencia de una empresa cordobesa que fabrica estas copas en nuestro país hablamos con Candelaria Juncos León, fundadora de Cocoon.

  1. ¿Por qué dirías que la copita es sustentable y más respetuosa con el ambiente que otros productos de higiene menstrual?

—Principalmente porque, a diferencia de los otros productos de gestión menstrual que no son biodegradables, la copa es un elemento reutilizable y eso disminuye muchísimo la generación de residuos. 

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Entonces, una persona que adquiere una copa evita generar todos esos residuos durante hasta 10 años porque con el tiempo y el uso, la silicona pierde su elasticidad, pero como es un producto que no va a estar expuesto a condiciones extremas, esa degradación es lenta, lo que convierte a la copa en un producto muy duradero y muy leal.

La copa menstrual se inventó en los años 50, pero como para la industria de productos desechables no era una innovación rentable, recién hace relativamente pocos años se fue conociendo más y adquiriendo mayor popularidad y ahí rápidamente aparecieron un montón de marcas y modelos. Particularmente, la pandemia también hizo que la gente esté mucho más en su casa tranquila y así por un lado informarse y por el otro probar la copa con tranquilidad.

De todas formas, para mí el énfasis del uso de la copa no está sólo puesto en la cuestión ambiental sino también en el cuidado propio, el conocimiento del cuerpo, del ciclo y del impacto económico.

En ese sentido, me gusta decir que es un pequeño objeto con un gran impacto en diversas dimensiones.

  1. ¿Cuándo y cómo nació la empresa?

—Empiezo a idear Cocoon en 2018-2019. Había renunciado a mi trabajo y ya había cultivado cierto fanatismo por las copas -había vivido afuera y así tuve la posibilidad de adquirir diferentes marcas- y me di cuenta que acá en Argentina no había tanta disponibilidad. Solo encontraba una o dos variedades de copas que no me convencían del todo.

Entonces, primero empecé a traer copas de afuera para revender y en un momento se me ocurrió que estaría bueno hacer una copa acá, una copa argentina, con onda, que cumpla con todos los requisitos, esté disponible y sea económicamente accesible (en Estados Unidos pueden costar unos 30 dólares).

Y ahí empecé medio jugando a imaginar cómo sería mi copa ideal. No hice una carrera universitaria, soy diseñadora de alma, pero cuando tuve una idea más o menos cerrada, me contacté con un diseñador industrial que tradujo mis ideas. Ahí empezamos a hacer prototipos y a buscar los proveedores disponibles en el país. 

No fue fácil porque en 2019 hubo un montón de empresas que cerraron, por ejemplo en Córdoba había una empresa con máquina inyectora a la que podría haber contratado, pero que ya había vendido el artefacto.

Una vez que tuvimos el diseño terminado, mandamos a fabricar la matriz (una especie de molde) y más o menos después de un año empezamos finalmente a comercializar la copa.

  1. ¿Qué otras cosas producen además de las copas?

—Cocoon quiere ser una marca que produzca productos que te hagan sentir bien. Por eso luego de la instalación de la copa, como su uso tiene un proceso de aprendizaje e incluso hay personas que prefieren no usarla durante todo el período, en breve vamos a lanzar una bombacha menstrual para acompañar a la copa.

En un primer momento se me ocurrió importar la bombacha porque hay mucha oferta internacional. Pero decidí hacerlas acá. Conseguir las costureras adecuadas y los insumos necesarios fue engorroso, pero lo logramos. Y me genera mucha satisfacción de esta manera poder seguir apoyando a la economía local y apostar a la industria nacional.

Además, hacerlas acá me permite ciertas licencias como cambiar el concepto de small, medium, etc, para pasar a poner directamente las medidas en centímetros, así como la posibilidad de confeccionar unidades especiales a medida. 

Siempre están involucradas mínimo unas 15 personas en las diferentes actividades como costura, packaging, diseño, y otros.

Luego, la cantidad de lo que producimos mensualmente depende de varios factores, entre ellos que ahora tenemos muchas otras marcas que nos hacen competencia. Pero en general, varía entre las 1.000 a 4.000 copas al mes.

  1. ¿Cómo es el proceso productivo de la copa?

—Elegí trabajar con silicona porque es la mejor opción, al siempre mantener su forma y porque es un material inerte, es decir, una vez que está curado, nada entra o se sale y es muy hipoalergénico.

La silicona viene importada de Alemania en forma líquida. Al llegar al país tenemos una empresa que se encarga de hacer el proceso de mezcla, ponerle el color, inyectarla y curarla en el molde. Esta planta cuenta con todas las certificaciones necesarias para garantizar la inocuidad del producto.

  1. Es una empresa relativamente nueva, ¿hasta ahora tuvieron alguna política pública que los apoye? 

—Ha habido municipios que solicitaron presupuestos porque en el marco de charlas sobre gestión menstrual -en las que al final obsequian copas-. en algunos casos nos terminaron comprando pero en otros eligieron otra alternativa, muchas veces las importadas pueden ser más baratas.  Más allá del acompañamiento del Estado, sostenemos el precio de 2020 en la medida que podemos. Siempre fui una convencida de esta causa y hago lo que pueda hacer para que cada vez más personas puedan conocer y usar la copa.

La copa puede no ser para todas las personas menstruantes porque hay cuestiones de la comodidad y el conocimiento de los cuerpos, sanitarias y/o logísticas que pueden convertir su uso en algo engorroso. Pero, para quienes tenemos la posibilidad, es una alternativa increíble para reducir el impacto ambiental y económico de nuestra gestión menstrual.

Soy licenciada en Ciencias Ambientales, magíster en Políticas Públicas y becaria doctoral en Ciencia Política en la UNSAM. En todos los ámbitos que puedo me dedico a sumergirme en los dilemas que nos presenta el desarrollo sustentable, uno de los mayores desafíos que enfrentamos en este siglo.