Jugar al fútbol un 8 de marzo

Buenos Aires recibe por primera vez a la Copa Libertadores femenina. La pelota en medio de la “porquería machista”.

 “Es la sensación hermosa de estar en un momento histórico, pero cuando mirás para afuera la sensación de que todavía es un micromundo.” La colega Ayelén Pujol formó parte de los veintitantos periodistas presentes, la mayoría mujeres, el viernes pasado en el estadio de Vélez, en la primera jornada de la Copa Libertadores femenina, que se juega por primera vez en la Argentina. Boca, campeón nacional indiscutido (goleó 7-0 a River en la última final), apenas empató 1-1 en Liniers contra Santiago Morning, tricampeón chileno. Este sábado, River, subcampeón nacional, dominó pero sufrió en el final y sólo empató sin goles en la cancha de Deportivo Morón contra Sol de América, debutante paraguayo que debió rearmar equipo por la pandemia. 

 Esa primera jornada incluyó también a los dos principales representantes de Brasil, rival eterno, pero que en mujeres -sus equipos ganaron ocho de las once ediciones de la Libertadores- nos lleva una ventaja considerable: el campeón Corinthians aplastó 16-0 a El Nacional de Ecuador y el subcampeón Avaí Kinderman 8-0 a Deportivo Trópico de Bolivia. Asoman como favoritos al título que se definirá el 21 de marzo en Vélez. El “momento histórico” pero de “micromundo”, y con un juego argentino todavía discreto a nivel internacional, seguirá este lunes en pleno 8M. Jugar al fútbol, territorio históricamente machista y de abusos que pocos castigan, sería así parte de los actos del Día Internacional de la Mujer, que se celebrará en tiempos de coronavirus y de conquistas pero también de femicidios crecientes. Y con el deporte que busca cambiar, pero que sigue en lucha despareja para atenuar tanto retraso histórico.  

Pocos, es cierto, están enterados aquí que la Libertadores femenina se está jugando en la Argentina. Si al campeón del torneo masculino lo hubiesen bajado del avión por la pandemia habría sido un escándalo. Le sucedió a Corinthians, campeón femenino en 2017 y 2019. Turkish Airlines impidió que subieran pasajeros brasileños en la escala en San Pablo en su vuelo procedente de Estambul con destino final en Buenos Aires. Invocó las normas anticovid adoptadas por el gobierno argentino. Corinthians recordó las excepciones de los gobiernos sudamericanos para las competencias de Conmebol que cumplan burbuja sanitaria. Surgió entonces un vuelo salvador de Aerolíneas Argentinas. El conjunto brasileño debutó en la Copa sin tiempo siquiera para entrenarse al menos una vez en Buenos Aires. No importó. Su goleada 16-0 a El Nacional impuso una marca histórica a todo nivel en competencias oficiales de la Conmebol, pero desnudó a su vez la fuerte desigualdad que sigue afectando al fútbol femenino. 

Las nuevas dueñas de la pelota

El Nacional ecuatoriano llegó a la Libertadores con su plantel desmembrado y obligado a reforzarse con jugadoras de la Selección sub-17. El fútbol femenino cambió radicalmente sus ingresos en todo el mundo. Pero el dinero aparece y desaparece todavía demasiado rápido y el fenómeno es global.

Suecia, subcampeón mundial en 2003 y olímpico en 2016, vio desaparecer apenas hace semanas a su equipo campeón nacional, Kopparberg de Gotemburgo, que acababa de debutar en la Champions contra Manchester City. Según el diario inglés The Guardian, la fuerte irrupción de clubes masculinos tradicionales que descubrieron el filón del fútbol femenino (Superliga inglesa, Barcelona, Atlético Madrid, Real Madrid, Juventus y Bayern Munich) derrumbó a viejos clubes más modestos que dominaban las competencias cuando los torneos interesaban a menos (Doncaster Belles de Inglaterra, Rayo Vallecano de España, ASD de Italia, Turbine Postdam de Alemania, Glasgow City de Escocia y el propio Kopparberg, entre otros). Así, el éxodo de las mejores figuras no es un fenómeno exclusivo del fútbol femenino semiprofesional de Argentina. Si muchas de nuestras jugadoras partieron especialmente a la Segunda división de España, las de Estados Unidos, campeón mundial y olímpico, dominador absoluto, también emigraron a ese nuevo poder económico europeo, en su caso a la poderosa Superliga inglesa. 

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La Libertadores femenina que comenzó el viernes en Buenos Aires con dieciséis equipos está siendo televisada por DeporTV con trío de mujeres periodistas. Lucen profesionales hasta para respetar y no invadir el minuto de silencio que impone la Conmebol en sus partidos en homenaje al personal de Salud y a las víctimas de la pandemia. Pero, como sucede en el fútbol, también el periodismo deportivo sigue siendo territorio masculino. Y se nota. Si las jugadoras tienen conocimiento amplio y rico del juego, “¿por qué diablos en los medios tradicionales nunca jamás las hacen hablar de fútbol?”. Se lo pregunta Geraldine Molina en la web chilena contragolpe.cl. Molina elogia los análisis futbolísticos “asombrosamente profundos” en el juego masculino (aquí sobresale la joven Morena Beltrán). Y lo contrasta con los ejes que dominan en cambio al femenino: “¿Es cierto que te disfrazabas de hombre para jugar? ¿Qué opinas de la desigualdad? ¿Sufriste mucho?”. O, sino, preguntas sobre si ya conoció al crack masculino del club. O que cuente su esfuerzo para ser jugadora, trabajadora y hasta madre al mismo tiempo. La dificultad, dice Molina, “de entender a la futbolista como lo que justamente es: una deportista de élite…Pregúntenles de fútbol, háblenles de fútbol, respiren junto a ellas fútbol. Se sorprenderán”, dice Molina. 

La “porquería machista”

Imposible omitir el análisis del periodista español Miguel Ángel Jimeno tras leer del 1 al 15 de febrero pasado siete de los diarios deportivos más importantes del mundo (los españoles Marca, AS, Sport y Mundo Deportivo, el francés L’Equipe, el italiano Gazzetta dello Sport y el argentino Olé). La presencia femenina es escasa. Y, cuando aparece, domina lo que Jimeno define como “porquería machista”, informes de mujeres sí, pero no por su condición de deportistas. La única gran excepción es L’Equipe. Sus 68 noticias de mujeres en el período analizado se refieren todas al rendimiento de esas mujeres como deportistas (Olé les da poco espacio, pero buen tratamiento).

Jimeno ironiza sobre la prensa que, tras algún éxito, sí “saca pecho fácil” para destacar entonces a “nuestras guerreras o nuestras chicas de oro” y dice que “a la porquería informativa se añade, además, la porquería machista”. Se trata tal vez de la misma “porquería machista” que absuelve rápido y aplaude fácil al futbolista denunciado por abuso (tuvimos muchos casos estos últimos tiempos en Argentina). La misma “porquería machista” que, como dice Jerry Brewer en The Washington Post, formó a los deportistas primero “para que fueran hombres” y luego, cuando esa cultura derivó en abuso y maltrato a la mujer, los justificó diciendo que ya eran “hombres viejos” para la deconstrucción. Hombres que no crecen. Y no sólo en el deporte. “¿Cuándo vamos a enfrentarnos, como hombres, a este problema?” ¿Cuándo dejaremos de ser cómplices? “Cuando –dice Brewer- es una responsabilidad masculina. Nuestra obligación moral. Nuestra vergüenza”. 

La Selección argentina que tanto entusiasmó en el último Mundial femenino volvió al ruedo semanas atrás. Luego de quince meses de parate por la pandemia, se enfrentó contra las mejores del mundo en Orlando, en la SheBelieves Cup. Hubo derrota con goleada ante Brasil (4-0). Y fue peor aún contra Estados Unidos (6-0). Sin épica, costó mucho encontrar la información de esos partidos en nuestros medios. Más aún saber que, justamente contra Argentina, la Selección femenina de Estados Unidos hizo valer una regla casi excepcional para cualquier otra competencia de esa nación en el alto rendimiento deportivo.

La Federación de fútbol de Estados Unidos, integrada mayoritariamente por dirigentes blancos y masculinos, se vio obligada a modificar su reglamentación y a aclarar que las jugadoras no tendrán de ahora en más ninguna obligación de mantenerse de pie y en señal de respeto cada vez que suene el himno nacional de su país antes de cada partido, una tradición casi sagrada en Estados Unidos. Lo lograron porque la capitana Megan Rapinoe (que anotó doblete contra Argentina) y varias de sus compañeras llevan más de tres años arrodillándose en señal de protesta cada vez que suena el himno, en repudio a la brutalidad policial contra la población negra. Son futbolistas notables. Y también son deportistas comprometidas con su tiempo. Con lo que representa cada 8 de Marzo. Son mujeres.

Soy periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribí columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajé en radios, TV, escribí libros, recibí algunos premios y cubrí nueve Mundiales. Pero mi mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobré siempre por informar.