Jubilación y derechos laborales, ¿sueños eternos para la juventud?

Hay dos preguntas que rondan en la cabeza de los jóvenes, empleados o emprendedores: ¿de qué voy a trabajar cuando termine de estudiar? y ¿de que voy a vivir cuando no pueda trabajar más? Una conversación con el historiador Pablo Vommaro.

Los límites para definir a la juventud suelen ser porosos, bifurcados y sinuosos. Hay quienes señalan que la juventud está cada vez más comprometida con su futuro y el del mundo, que estudian cada vez más y se preparan para lo que les vendrá. Otros dicen que a los jóvenes nada les viene bien, que no duran en ningún trabajo, que no tienen futuro, que cada vez estudian menos, que nada les interesa. Pero…¿quiénes son estos jóvenes? ¿Qué preocupaciones les desvelan? ¿Qué circunstancias les modifican sus trayectorias educativas, laborales o de proyectos de vida? ¿Qué expectativas tienen del futuro?

Durante 2022 y 2023 trabajé en un proyecto de investigación de Argentina Futura y FLACSO que buscaba indagar sobre el impacto de la pandemia en las juventudes. Hice entrevistas en profundidad a quince personas entre 16 y 29 años que viven en la Ciudad de Buenos Aires. En esas conversaciones, jóvenes como Coni, Marga, Franco y Javier plantearon que se enfrentan a dilemas distintos al imaginario adulto.

Coni consiguió su primer trabajo en 2022, cuando tenía 18 años y adeudaba dos materias para recibirse de bachiller. Le pareció una buena oportunidad trabajar a dos cuadras de su casa, en el barrio porteño de Mataderos, en un local en el que sus tareas serían preparar café y vender medialunas. El arreglo con el dueño era de una jornada de seis horas por día, lo que le permitiría disponer de un tiempo para preparar las dos previas que tenía. Y si bien le ofreció solamente la mitad del salario mínimo, Coni pensó que le alcanzaría para sus gastos. Vivía con su mamá y tenía “el plato de comida asegurado”. Durante la primera semana de trabajo se enteró que el sistema de francos era más complicado de lo acordado. Un día de franco y al día siguiente doce horas de corrido. No había franco. No había trabajo registrado, no había aportes jubilatorios ni obra social, tampoco vacaciones. Igualmente, Coni decidió que era una buena opción para empezar a trabajar, le aseguraba algo de plata disponible para moverse, tiempo para estudiar, descansar, o para salir con sus amigas y con su novio. Pero no pudo ahorrar un peso. Un día, su jefe le dijo “pendeja soberbia” y renunció. Para ganar algo de plata empezó a “hacer uñas”. Las materias del secundario quedaron para más adelante y comenzó un emprendimiento propio. Aún no está segura de que haber renunciado fue una buena idea. 

“Es importante tomar distancia de las miradas adultocéntricas que homogenizan la condición juvenil y la identifican como una etapa transitoria determinada por la edad biológica”, dice Pablo Vommaro. El investigador y docente, especializado en estudiar las desigualdades generacionales, autor de numerosos libros y artículos sobre la cuestión juvenil en la Argentina contemporánea, señala que un punto de partida para pensar experiencias como la de Coni es no mirar a los jóvenes con ojos de adulto.

“El problema de las juventudes contemporáneas es la precarización laboral, la degradación de las condiciones de trabajo. Más que en desempleo hay que pensar en las condiciones de trabajo de los empleos que los jóvenes consiguen, el clima laboral, el trato -en realidad el maltrato-, que no los verdugueen, que también se pueda complementar la vida y el trabajo. No es la idea de ‘trabajo y luego disfruto de la vida’ sino la de ‘trabajar mientras disfruto, mientras hago mi vida’”. Pablo puntualiza en un problema de época. No falta trabajo, lo que falta son derechos. 

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Cuando hablé con Marga durante su último año de secundario le preocupaba la salida laboral. “Aunque sea para trabajar en una carnicería o panadería piden experiencia”, me decía. Sin ironías enumeró sus opciones: “irme a vivir a un puente o vivir con mi madre hasta que tenga 50 años”. Ese sueño lejano de independencia se completa con algo mucho más inmediato, el consumo. Ella no aspira a alquilar ni a la casa propia, a Marga le gustaría irse de viaje en el verano, conocer el norte argentino, poder pagar sus propios gastos, o al menos no ser una carga para su familia. 

Según Vommaro: “En la actualidad hay una relación mucho más instrumental y mucho más utilitaria con el trabajo. Hay una presencia muy importante de la necesidad de consumo inmediato. No sólo por los bajos salarios sino porque hay una búsqueda de satisfacción material inmediata con el trabajo ya que la satisfacción más simbólica, espiritual o integral está mucho más interrumpida. Porque la relación entre educación y trabajo está igualmente interrumpida. Empleos de plataformas, aplicaciones, call centers, comercios, supermercados, locales de comida rápida, y otros trabajos que son muy comunes entre las juventudes contemporáneas, en donde no se trata de ‘trabajo de lo que estudié’ o ‘trabajo para realizar mi vida’ sino de una cuestión de satisfacción material. Si no me puedo comprar una casa, alquilo y con lo que gano, viajo. O voy a un recital o salgo los sábados. Porque el ahorro para el futuro está mucho más interrumpido”

Las representaciones que los jóvenes tienen con respecto a sus propias trayectorias laborales muchas veces se expresan en términos de ingresos ¿Me alcanza o no me alcanza? ¿Tengo la plata para comprarme lo que necesito, para ayudar a mi mamá o a mis hermanos? 

Coni me contaba la experiencia de su mejor amiga, que estudia Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires y trabaja cuidando niños y niñas para tres familias distintas. Sus horarios de trabajo se superponen entre sí y con el estudio. ¿En dónde quedaron los horarios tradicionales de trabajo? ¿Y las carreras universitarias pensadas para “gente que trabaja”?  

“En muchos empleos se les pregunta a los jóvenes si quieren seguir estudiando o si van a seguir estudiando –dice Vommaro–. Y si dicen que sí, es un valor negativo que puede repercutir en que no lo contraten porque saben que la persona que estudia va a empezar a pedir días por examen, va a presionar porque le den un día o que lo dejen salir antes porque cursa o rinde. Hoy, contrariamente a lo que el discurso del sentido común o el discurso público piensa, estudiar puede ser un disvalor o un factor de no contratación”. 

Aprendiendo a trabajar 

Según el informe Las juventudes argentinas hoy, de Argentina Futura y FLACSO de 2023, alrededor del 45 % de las y los encuestados señalan que una mayor calidad educativa (33,3%) y mejorar el acceso a la formación profesional (12%) es lo que se necesita para mejorar la situación de las juventudes. Por otro lado, el 40% de las y los jóvenes señalan la continuidad de sus estudios como su expectativa para el futuro cercano. Le siguen muy por detrás lograr independencia económica, mejorar el trabajo o conseguir uno. 

En relación a eso, Vommaro señala que si bien la educación sigue siendo el imaginario de movilidad social ascendente, “cada vez se convierte más en un imaginario porque fue pensada para otra temporalidad de la relación entre educación y trabajo, pero también para otra concepción del ciclo de vida en general, mucho más lineal y más sucesiva”. 

Volviendo a Coni. Ella piensa que no podrá acceder a tener un empleo formal o “algo más estable para poder seguir avanzando en esta etapa de la vida, de dejar de ser adolescente y pasar a la adultez”. Para Franco y Javier, dos adolescentes de 17 y 18 años que estudian en un Centro de Formación Profesional, la presión en sus hogares para que “salgan a trabajar” se mezcla con lo que saben, en el horizonte puede haber maltrato por el hecho de ser jóvenes. Franco decía que durante la pandemia, con 16 años, su mamá le decía que hiciera algo productivo y que fuera a trabajar. “Me decía que a mi edad ella ya trabajaba, y yo le decía pero qué tiene que ver eso, si esta es otra época, no es la misma”.

En los relatos de los jóvenes hay otro aspecto recurrente. El temor a no poder independizarse económicamente. Si indagamos en los sentidos que adquiere en la actualidad el trabajo para las personas jóvenes, en algunos casos podemos vislumbrar que está asociada a la idea de ser una persona libre. “Los derechos del trabajador están totalmente disipados porque, mis amigos y yo, casi todos renunciamos por maltrato, por mal ambiente laboral, por salarios bajos y no tenemos el lugar de poder reclamar eso tampoco, porque está bien, vos te quejás, lo que fuese, pero no cambia nada”, sostiene Coni.

Esta situación se refleja en los datos generales de desempleo. Según Vommaro, existe más precarización entre las juventudes que en la población general. “También en el caso del desempleo los datos marcan que entre la población juvenil es el doble. Algo similar sucede con la precarización. Acá hay dos conceptos importantes: discriminación y segregación laboral. La discriminación laboral consiste en que los sueldos son menores que los de la población adulta. Y la segregación refiere a que los peores trabajos suelen ser para las juventudes. Si bien existen los argumentos clásicos en relación a la carrera laboral, a los puestos iniciales y el derecho de piso, la realidad es que incluso en los puestos iniciales hay peores condiciones para los trabajadores más nuevos, para igual tarea”.

Mejor no hablar de ciertas cosas: ¿de qué se van a jubilar?

Si el futuro cercano es impensable, el mediano podría ser solo una fantasía. Pensar en el retiro del mundo del trabajo mientras apenas se pudo ingresar en él es tan incierto como inexorable. 

“Los jóvenes están interesados por sus jubilaciones, pero hay una mediación muy grande con el presente”, dice Vommaro, y pone tres ejemplos que se repiten: “Si tengo autoempleo, soy emprendedor, la cuestión de la jubilación queda más diluida. O si trabajo 8 horas y me registran por media jornada, entonces cobro la mitad de mi salario sin ningún registro. Para quienes no aportan o lo hacen en un trabajo precario es difícil imaginar la jubilación o no trabajar más”.  

La subjetividad del trabajo cambió porque la incertidumbre es estructural, más allá de la precariedad. Hay una incompatibilidad entre las expectativas y la realidad, así se tenga un buen trabajo y buenos ingresos. Hay un hiato entre la acumulación de preguntas sobre el futuro y un mundo adultocéntrico que reclama certezas a los jóvenes, como lo hizo siempre pero en un contexto de cambios acelerados y vertiginosos. Asistimos a una realidad cada vez más fragmentada donde se resignifican los sentidos del trabajo. Qué vas a hacer cuando seas grande ya no es una pregunta sencilla de responder.


Esta nota forma parte del especial de Cenital-Fundar, ¿Trabajando duro o durando en el trabajo? Podés leer todos sus artículos acá.

Doctora en Antropología UBA, becaria postdoctoral del CONICET con sede en el Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA/CONICET/UMET), donde trabaja temas vinculados a la organización y movilización sindical. Es miembro del Observatorio de Protesta Social (CITRA/UMET) y participa en redes regionales e internacionales de movimientos sociales y acción colectiva.