Internet y sus laberintos

Hablamos de la red de redes, su extensión y distribución, y por qué podemos pensarla como un servicio básico.

Hola, ¿cómo estás?

Irrumpo en tu casilla con un newsletter sobre internet que a partir de hoy va a salir cada dos semanas.

Me presento brevemente: soy Jimena Valdez. Estudié economía en la UBA, después una maestría en Ciencia Política en la UTDT y estoy terminando un doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Cornell, en un pequeño pueblo de Estados Unidos. Nací en Lima, Perú. Me mudaron a Buenos Aires a los 2 años, me mudé a Ithaca a los 30 y estoy por mudarme a Londres. Mi trabajo es escribir y dar clases.

Entre los temas que sigo y pienso obsesivamente está el de todo lo que habilitó internet en nuestras vidas. De eso voy a hablar acá, con vos. Para mí es pura ganancia: voy a tener que poner en “papel” las cosas que me interesan y en ese proceso pensarlas (hay un texto muy útil que me guía en mi trabajo que se llama “Writing is Thinking”). Pero además espero que haya muchos frutos para vos: que aprendas qué son y cómo funcionan algunas de estas cosas, conozcas qué discusiones de política se dan en torno a la tecnología, que llegues a leer, escuchar y ver cosas que de otro modo no te hubieran llegado, y que te quedes pensando en otras dimensiones de eso que está tan presente a nuestro alrededor.  

Una parte importante de este newsletter va a ir dedicada a las empresas de plataforma –también conocidas como plataformas tecnológicas. Estas son empresas que proveen la infraestructura digital para que dos partes o más interactúen. O sea, son intermediarias entre vendedores y consumidores (Amazon), entre choferes y pasajeros (Uber), entre músicos y oyentes (Spotify), entre otros. Esta posición es sumamente estratégica: les permite registrar, analizar y explotar los datos de esos intercambios, y con eso hacer más negocios. En las próximas ediciones de Burofax vamos a hablar de estas empresas, pero si ya tenés ganas de saber más te recomiendo que leas Capitalismo de plataformas de Nick Srnicek.

Hoy vamos a arrancar con lo más básico: internet. Como cada vez que empiezo algo, tengo ilusión y bastante miedo. Como cada vez que estoy ahí, creo que mejor pegar el salto de una. 

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Internet como servicio público

El presidente Alberto Fernández comunicó por Twitter el 21 de agosto pasado que había decidido declarar internet –entre otros– un servicio público.

Voy a dejar que Alberto nos marque la agenda, y conversar sobre esto. No sobre la medida en particular, sino sobre algunas cosas que hay detrás de ese debate. Por qué podríamos pensar a internet como un servicio público, qué tiene eso que ver con el debate de neutralidad de la red, qué políticas se están implementando, y una idea breve final. 

Red de redes

¿Qué es Internet? Una “red de redes” que permite la intercomunicación. Es decir, es la infraestructura sobre la cual sucede el intercambio de datos –emails, fotos, videos, documentos, canciones, y todo lo demás también. Acá un mapa mundial de los cables que sostienen esa red. 

¿Cómo y cuándo empezó? Como un proyecto de investigación militar en Estados Unidos en 1969. En los ochenta el proyecto se movió a la National Science Foundation (la NSF, algo así como el CONICET de ellos). Entre 1981 y 1994 la NSF estuvo a cargo de la infraestructura de internet, invirtiendo alrededor de 12 millones de dólares en subsidios. En 1994 Bill Clinton la privatizó y el New York Times lo informó de este modo. Las razones esgrimidas para privatizarlo no te van a sorprender: se trataba de la búsqueda de eficiencia. En ese entonces ya alertaban sobre la posibilidad de que el el desarrollo de la internet sea desigual, dejando gente, precisamente, sin red.

Efectivamente, todo eso pasó. Internet creció enormemente, y entraron nuevos jugadores al mercado (aparecieron las empresas de plataforma, entre varias otras cosas nuevas), pero no se extendió hacia todos lados por igual. 

Hay redes y redes

Hagamos un salto a esta década para ver cómo está distribuida la velocidad de internet en Estados Unidos, ese país del “primer mundo”:

Ahí podés ver que internet no es igual para todos. En 2013, Susan Crawford, una asesora del ex presidente de Estados Unidos Barack Obama para ciencia, tecnología e innovación, ya alertaba sobre cómo internet estaba profundizando las desigualdades existentes en ese país, y se estaba consolidando una internet para los ricos y otra para los pobres. En efecto, el mapa que ves arriba se superpone con uno del ingreso: tenés más plata, tenés más velocidad de internet; menos plata, menos velocidad de internet. 

Lo mismo que pasa en Estados Unidos pasa a otra escala en el mundo. Acá podés ver otro mapa con una variable similar, pero distinta: la proporción de gente que usa internet. Otra vez, ese número no es igual en todos lados y su relación con el nivel de desarrollo salta a la vista. Un dato: en 2017 el grupo que menos accedió a internet fue el de las mujeres africanas. 

Ahora bien, existen muchas desigualdades en el mundo y hay diferentes consideraciones sobre ellas. Nuestra opinión sobre si internet debe estar distribuida equitativamente o no posiblemente dependa de nuestra caracterización sobre internet: ¿es un servicio básico? En caso afirmativo, ¿qué tipo de servicio básico? 

Servicio básico

Para decidir si internet es un servicio básico o no creo que sirve preguntarnos qué rol cumple internet en nuestras economías y nuestras sociedades. Esa pregunta nos lleva a darnos cuenta de que internet creció como un fin (“estar conectado”), pero con el tiempo se convirtió además en un medio (“estar conectado a algo”). Esto es, la red tiene valor en sí misma, pero sobre todo habilita toda otra serie de servicios, consumos e intercambios. 

Creo que es útil pensar a internet como una carretera. La carretera es importante si tengo a dónde ir. Posiblemente si tenga muchos lugares atractivos a dónde ir (como un museo o un cine), la extensión y el estado de esa carretera sea aún más importante. Ahora bien, si me es imperioso movilizarme (por ejemplo, a una escuela o un hospital), el estado y la extensión de esa carretera se vuelve realmente esencial. ¿Se ve el paralelo? Internet es infraestructura y como tal la usamos para hacer otras cosas. Esas cosas son desde atractivas (maratonear una serie), hasta esenciales (tomar clases). Nótese que aquí estoy hablando únicamente de internet como servicio a los usuarios individuales, pero todo esto aplica para los usos de internet que hacen empresas, organizaciones y gobiernos.

Neutralidad de la red

La discusión sobre si internet es un servicio básico o no tiene consecuencias también para otro debate: el de la neutralidad de la red. Si la red es básica, es neutral y, por tanto, no discrimina entre contenidos. En ese caso, cuando yo me conecto a internet puedo del mismo modo entrar al sitio de Cenital, ver un video en YouTube, o mandar un mail. En cambio si la red no es un servicio básico (o no solo) sino algo más premium, exclusivo, entonces puede no ser neutral. Uno de los efectos de esto puede ser que me conecte más rápido o más fácil a determinados sitios —como Facebook— que a otros (algo así intentó hacer Facebook con su servicio de internet Free Basics –se puede leer más sobre esto, en inglés, acá). La clave en este debate es que los proveedores de tránsito en esa red (los que invierten para que exista), y los proveedores de contenido (los que la llenan de cosas) tienen distintos intereses. Esto el picarón* de Mark Zuckerberg lo tiene muy claro y de ahí su movida de Free Basics.

El punto es que, con el tiempo, los contenidos de internet se volvieron cada vez más complejos y pesados, y por tanto requieren cada vez más “ancho de banda”. O sea, esa red debe crecer y modernizarse para soportar y transportar cada vez más contenido. Ahora bien, que yo pase horas en una aplicación beneficia a la aplicación, y no necesariamente al que construyó y habilitó esa red. Lo digo con un ejemplo sencillo: si de aquí en adelante paso más horas en Twitter, mi proveedor de internet no gana más plata, pero Twitter sí. O sea, hay más plata en usar internet que en procurar internet. Entonces, ¿quién debe pagar esa red? El debate de neutralidad es también un debate económico. 

[* La palabra picarón le queda muy chica y ya le voy a dedicar un newsletter a ese muchacho]

Políticas

Hay varias cosas importantes a tener en cuenta al momento de evaluar las políticas sobre internet. Extensión, calidad del servicio y precio parecen ser algunas de las más relevantes. En 2015 Obama presentó “Broadband that works”, una iniciativa público-privada para un mayor y mejor acceso a internet. La Unión Europea viene trabajando y actualizando la estrategia Digital Single Market para que sus ciudadanos tengan una internet más rápida y de mayor calidad. Algunos elementos claves en esas políticas: la competencia entre proveedores privados, y la participación y/o regulación por parte del Estado para cumplir los objetivos delineados. En ambas cosas, Estados Unidos va por detrás de Europa. En el caso de Argentina, en lo primero venimos muy mal, en lo segundo algo mejor. El anuncio de Fernández indica cómo se quiere considerar a internet en nuestro país; falta conocer qué políticas se van a implementar para llevarnos hasta ahí. 

Una idea

Lo esencial es invisible a los ojos. No, mentira, o bueno, puede ser, pero la idea que quiero dejar es muy simple: internet es un medio para un fin. Ese medio hoy está muy desigualmente distribuido –entre personas, pero además entre países. Internet en América Latina está muy por detrás –en extensión y en velocidad– de internet en países más ricos (por ejemplo los de la OECD). Esto impacta directamente en nuestras posibilidades de desarrollo. Mientras discutimos la capacidad de los países para generar plataformas tecnológicas, el abuso de posición dominante de los 4 gigantes (Facebook, Amazon, Alphabet y Apple) o el modelo de relaciones laborales de estas empresas no podemos olvidarnos de que algunos ya tienen autopistas para llegar hasta ahí, y otros todavía estamos circulando por un camino de tierra lleno de piedras. 

El del estribo

Cosas que pasan

Gracias por llegar hasta acá. 

Me despido con un pedido: usá barbijo. Esto es clave no solo para controlar el Covid, sino también para poder errar con tranquilidad en 280 caracteres. 

Un abrazo y hasta dentro de dos semanas,

Jimena

PD: Desde hace meses recibo en mi casilla varios de los newsletters de Cenital, y ahora estoy (también) del otro lado.  Si tenés ganas, podés colaborar con nuestro periodismo acá.

Soy economista (UBA) y Doctora en Ciencia Política (Cornell University). Me interesan las diferentes formas de organización de las economías, la articulación entre lo público y lo privado y la relación entre el capital y el trabajo, entre otros temas. Nací en Perú, crecí en Buenos Aires, estudié en Estados Unidos, y vivo en Londres. La pandemia me llevó a descubrir el amor por las plantas y ahora estoy rodeada de ellas.