Filtraciones en EE.UU.: el juego de evadir la realidad

El escándalo a partir de la difusión de datos de inteligencia norteamericana, perpetuada por un joven de 21 años que quería impresionar a sus amigos, revela la potencia de las subculturas online.

¡Buen día!

Espero que te encuentres bien y, sobre todo, que hoy no estés trabajando. Ojalá tengas un merecido descanso.

Ya que estamos con eso, quiero confesarte que últimamente, para mí, la idea de descanso se parece mucho a evadir la realidad. Ignorar lo que está pasando, buscar un refugio, como la poderosa sentencia del I-Ching: conviene tener un sitio adonde ir. ¿Es posible inventarse una (otra) realidad? El correo de hoy va un poco sobre eso.

Lo pensé a partir del escándalo de filtración de datos de inteligencia de Estados Unidos, hace dos semanas. Hablamos de una serie importante de documentos que revelan información sensible sobre la guerra en Ucrania, desde la debilidad de los sistemas de defensa aéreos ucranianos hasta la operación en terreno de soldados extranjeros y el eventual involucramiento de nuevos países, todos aliados de EE.UU. Hay muchos ángulos posibles. Podríamos hablar de cómo la narrativa ucraniana de que la victoria ya llega no es compartida por su máximo aliado. O cómo este le advierte continuamente a otros aliados que van a ser espiados por China si le dan acceso a las redes 5G, cuando ellos lo vienen haciendo por décadas (el propio Zelensky fue espiado, algo que no sorprende a nadie).

Hoy me interesa, sin embargo, hablar sobre el responsable de la filtración, un joven de 21 años llamado Jack Teixeira, que tuvo acceso a los documentos por su puesto de trabajo en la Guardia Área, en Massachusetts. Descripto por sus amigos como un chico callado y solitario, apasionado por la historia militar, Teixeira comenzó a filtrar documentos en un servidor de Discord, una plataforma popular en el mundo gamer. En ese servidor se conectaba para hablar sobre videojuegos militares, armas y otros intereses compartidos por sus amigos virtuales. Así se fue difundiendo a otros canales, luego el foro 4chan, Telegram y más. Pasaron un par de meses hasta que fue advertido por la inteligencia norteamericana y eventualmente revelado por los grandes medios.

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Hay acá una diferencia significativa con otros whistleblowers, inclusive los de la era digital, como Julian Assange o Edward Snowden. Ellos, ya sea por su condición de periodista en el primer caso o activistas, se anclaban en una suerte de misión moral: querían compartir esos secretos con el mundo. Era un servicio a la comunidad global. Teixeira, en cambio, lo hacía para ganar prestigio en su foro, su pequeña comunidad. Quería impresionar y sumar nuevos amigos.

El refugio digital

La historia se parece, por su hábitat, a otras que han aparecido en los últimos años, como los atentados cometidos por jóvenes radicalizados y la proliferación de teorías conspirativas que en muchos casos terminan con acciones en el plano terrenal. Son apenas una muestra del poder que tienen las subculturas online de fuerte presencia juvenil y, sobre todo, varonil.

Uno podría pensar que este caso, que involucra a un joven que tenía acceso a material clasificado, es excepcional, pero no lo es. Primero porque no son pocas las voces que advierten que estas cosas pueden repetirse. Esto se lee en un análisis publicado en la célebre Foreign Policy: “Esta filtración no es extraña, sino un presagio de un futuro donde el arte de gobernar secretos se encuentra con un mundo en línea en el que, para muchas personas, lo virtual está reemplazando lo físico como fuente de compañerismo, camaradería e influencia social. Este mundo en línea está reemplazando rápidamente al espionaje tradicional como fuente de filtraciones de inteligencia, un cambio que tiene profundas implicaciones para el futuro del espionaje, especialmente la contrainteligencia”.

Lo segundo es tomar como referencia lo que se dice en esa cita: la potencia del mundo virtual como lugar de pertenencia, construcción de identidad y, sobre todo, un lugar con mejor oferta, es decir, más placentera, que el mundo físico.

Las historias sobre radicalización y el ascenso de la ultraderecha en foros de todo tipo, inclusive algunos solo para gamers, son apenas una parte del fenómeno, aunque una importante. No es nueva, en todo caso. En Kill all normies: las guerras culturales en internet que han dado lugar al ascenso de Trump y la alt-right, un libro publicado en 2017, Angela Nagle traza un recorrido sobre la subcultura online de la nueva ultraderecha norteamericana, donde los hitos son discusiones, memes o polémicas como el gamergate, donde un grupo de mujeres de la industria de los videojuegos fue hostigado y perseguido por una turba de usuarios varones. Esta serie de batallas online va dando forma a esta subcultura, que se visibilizó en la campaña de Trump en 2016. La de Nagle es también una historia sobre internet y sus cambios: de cómo la idea de un espacio abierto y democratizador, una suerte de utopía iluminista por izquierda, fue reemplazada por esta cloaca.

Por supuesto, no todas las subculturas online están dominadas por la ultraderecha, aunque su presencia es notable. La posibilidad de que los foros sean un lugar de contención y fuente de aprendizaje continuo, además de un lugar divertido, sigue vigente, y lo sabe cualquier persona que pase unas horas en Reddit.

Esta semana, para citar un ejemplo, me crucé con un hilo de tweets viral que contaba cómo en una comunidad incel (célibes involuntarios) se había armado una polémica porque uno de sus referentes se había puesto de novio, abandonando su condición de incel. En los tweets, la autora, una estadounidense de 19 años que dice ser una femcel en su bio de Twitter, nos muestra la decepción y el enojo de la comunidad con su exlíder, que ya fue reemplazado. Como tenía los mensajes abiertos, le escribí para que me contara un poco más sobre ella, y rápidamente me aclaró que una femcel es muy diferente a un incel, básicamente porque en el primer caso sí es voluntario.

“Es una decisión personal que tomamos, a diferencia de los incels, que creen que han sido subyugados a esas condiciones. De ahí que no lidiemos con la mayoría de las inseguridades con las que ellos lidian, y están mucho más agitados y frustrados que nosotras en promedio (y nos odian por ello)”. Su nivel de organización, me dijo, es menor, confinado mayormente a Twitter y Tumblr. Laney, mi interlocutora, se había unido en febrero. “Es un lugar para abrirse, ya que definitivamente no se puede hablar de estas cosas en la vida real, por lo que es sobre todo una comunidad para hablar (…) Ha sido muy revelador y se aprende mucho interactuando con otras femcels/incels, algo que nunca había hecho antes. También es emocionante ver a otras personas con las que te puedes relacionar, creo que esa es la mejor parte”, dijo. Le pregunté si se divertía. Me dijo que sí. “Es una experiencia divertida y atractiva”.

La naturaleza de la diversión

La potencia de este espacio virtual, compuesto por territorios de foros y distintas redes sociales, está marcado por dos cosas: el sentido de pertenencia, es decir, el sentirse representado, contenido y entendido por un otro al que se ve como semejante, y la diversión, que no necesita traducción. Este segundo componente en general suele olvidarse cuando se intenta explicar el atractivo de estos grupos y espacios. No es solo un refugio. Es, también, un espacio de diversión, donde el humor es uno de los principales condimentos. ¿Pero qué pasa cuando la realidad virtual, protagonizada por la pertenencia a estos espacios, interfiere con la realidad física, si es que se puede separarlas? ¿Cuanto del atractivo de estos grupos está basado en la búsqueda de una nueva realidad, o una paralela?

Y acá entramos en el mundo de las teorías conspirativas. No quiero que se me vaya el newsletter en esto, no es la idea, pero tomemos el caso de QAnon, la más famosa de todas, que básicamente postula la existencia de una red de satánicos pedófilos, entre los que se cuentan a Tom Hanks y Hillary Clinton, que gobiernan el mundo. La teoría, que avanza a paso firme en Estados Unidos y tiene presencia en buena parte del globo, postula también que Donald Trump busca combatirla, dándoles a los seguidores una serie de pistas, como cuando usa corbatas de color rosa. No se trata de una teoría pura y hay ramificaciones, básicamente porque QAnon sirve como un paraguas de teorías conspirativas, haciendo coexistir varias a la vez.

Lo interesante de QAnon es que funciona como un juego de realidad alternativa. De ahí su atractivo. En La era del conspiracionismo: Trump, el culto a la mentira y el asalto al capitolio (Siglo XXI, 2021), Ignacio Ramonet escribe:

QAnon es prioritariamente una organización política, pero también una suerte de entretenimiento. Funciona como un pasatiempo, una “búsqueda del tesoro”. A tanta gente que se aburría en la soledad de su confinamiento durante la pandemia de covid-19, este movimiento, disfrazado de juego, le procuró un objetivo y una motivación. Para algunos, incluso un sentido a su vida.

Esto, sumado al componente colaborativo y comunitario del “juego” es lo que lo vuelve parte del fenómeno que hablamos hoy. Para una comunidad de gamers adictos a juegos militares, compartir y discutir sobre material de inteligencia también puede ser visto como un juego.

La realidad portátil

Para algunas voces, esta manera de experimentar con la realidad es inherente a la dinámica digital. En un jugoso ensayo reciente, Jon Askonas argumenta que QAnon es tan solo un ejemplo de la construcción de una realidad alternativa. “El discurso digital crea una estructura de juego en nuestra percepción de la realidad. Por cada cosa que ocurre, por cada hecho que recopilamos, por cada interpretación que hacemos de él, tenemos un registro de los ‘puntos’ que podríamos ganar si lo publicáramos en Internet”.

Esto, que está ligado a la construcción de una identidad digital (Askonas dice que los perfiles de Tinder hoy se parecen más a la “descripción de un personaje de un juego de rol que cómo se describiría alguien en la vida real”), contagia también nuestra curaduría de hechos. Por ejemplo:

Los juegos de realidad alternativa dictan lo que es y lo que no es importante en el interminable diluvio de información: lo que obtiene puntos y lo que no. Lo que queda fuera o desafía la historia de un juego determinado no se discute tanto como se ignora, y lo que encaja perfectamente en ella se destaca. Querer entender los hechos en perspectiva no puede explicar por sí solo el nivel de atención que se presta a las complicaciones de las vacunas, a las personas sin máscara en los aviones, a las horas de historias de drag queen o a las prohibiciones de libros escolares por parte de legislaturas estatales neofascistas (¿he enfadado a todo el mundo?). Los ARG [juegos de realidad alternativa] no tratan de establecer los hechos dentro de una realidad consensuada. Se trata de encontrar el modelo de realidad más convincente para un grupo determinado. Si los anuncios, los contenidos de las redes sociales, los resultados de las búsquedas en Amazon y las recomendaciones de Netflix se adaptan a ti en función de cómo encajas en un grupo social con preferencias similares, ¿por qué no tu modelo de realidad?

El ensayo sirve, entre otras cosas, para preguntarse cuán lejos estamos de aquellos que juzgamos desviados de la (nuestra) realidad.

Hacia una lucha de realidades

Sin embargo, parece haber todavía una frontera: no todos los modelos de realidad se volvieron “juegos” o se radicalizaron como algunos de los casos que recorrimos hoy. Pero, ¿es posible que suceda en el futuro? ¿Puede haber una oferta que se politice por izquierda?

No tengo la respuesta, y tampoco había pensado sobre esto cuando empecé a escribir el correo. No obstante, me aferro a una tesis primaria: que a esta altura de la era digital, y especialmente para los jóvenes que nacen en ella, con el estado de cosas actual en el mundo, con un futuro que parece caerse encima y una coyuntura que resulta cuando menos agobiante, la posibilidad de encontrar refugio y diversión en una realidad paralela no tiene competencia.

No los culpo.

Acá dejamos por hoy.

Gracias por leer.

Un abrazo,

Juan

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  1. El jueves 4 de mayo Cenital organiza una charla “La gente no lee” y otros mitos: medios digitales y juventud, donde Iván estará conversando con Florencia Alcaraz (LatFem), Julia Mengolini (Futurock), Pablo M. Fernández (Chequeado), Agustina Leunda (El Método Rebord) y Eial Moldavsky. Será a las 20:30 hs. en la Sala Storni. Se pueden anotar acá.
  2. Este sábado 6 de mayo vamos a estar con Ernesto Picco y Natalia Gelós conversando sobre cómo contar América Latina en libros. Es a las 19hs. Más info acá.

Cree mucho en el periodismo y su belleza. Escribe sobre política internacional y otras cosas que le interesan, que suelen ser muchas. Es politólogo (UBA) y trabajó en tele y radio. Ahora cuenta América Latina desde Ciudad de México.