Elecciones en los Estados Unidos (1): elegir no es cuestión de ciudadanos

Los norteamericanos irán a las urnas con un sistema que privilegia los derechos de los estados por sobre la voluntad de la mayoría. Primera entrega de la guía para entender los comicios.

¿Qué se vota? 

El martes 3 de noviembre, como sucede cada cuatro años desde 1845 “el martes después del primer lunes de noviembre”, habrá elecciones para determinar el presidente de los Estados Unidos de América. Junto con esa elección, los votantes determinarán la composición de la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio de la Cámara de Senadores a nivel nacional, así como múltiples cargos a nivel estadual y numerosos asuntos legales que serán sometidos a la decisión de los ciudadanos, pero lejos de la linealidad del principio de “un hombre, un voto”, la cosa es bastante más compleja.

En los Estados Unidos no existen las elecciones verdaderamente nacionales, sino que podemos pensar en la realización de una cantidad de elecciones simultáneas en las que tanto las atribuciones como las responsabilidades primarias recaen sobre los estados, por lo que entender la elección requiere empezar por ellos. 

Los estados 

No es una legislación nacional la que determina la mayor parte de las reglas electorales, sino que lo hace cada unos de los cincuenta estados, con apenas los mínimos estándares comunes que se deben cumplir para garantizar la democracia. No hay reglas universales sobre cómo se debe votar, lo cuál lleva a que algunos estados permitan el sufragio por correo, mientras otros privilegian la votación presencial, que algunos estados permiten realizar de forma anticipada, mientras otros, los menos sólo permiten votar el día de la elección que, hay que recordar, es un día laborable como cualquier otro. 

¿Hay más? Sí, tampoco hay reglas uniformes sobre quién puede votar, ya que hay estados que no permiten el voto a los que hayan cumplido condenas por delitos de cierta entidad, aún si ya la hubieran cumplido en su totalidad, no existiendo equivalente al Documento Nacional de Identidad, tampoco hay reglas uniformes sobre cuál documento constituye una identificación personal aceptable para que un individuo pueda ejercer su derecho a sufragar.

Los excluídos 

Otra consecuencia de que la elección sea una elección por estados es que hay cerca de cuatro millones de estadounidenses que habitan en territorios «no incorporados» que no tienen una representación nacional adecuada. El más importante es Puerto Rico, donde viven más de tres millones de personas. Otros son las Islas Vírgenes, las Marianas, Samoa Americana y Guam. Tienen apenas un representante sin derecho a voto en la Cámara Baja, mientras que no tienen voz ni voto en el Senado, ni en la elección presidencial. En cuanto a la capital, Washington, el Distrito de Columbia elige delegados para el Colegio Electoral que determinan el presidente, pero comparte la situación de los territorios «no incorporados» en el Senado y la Cámara de Representantes.

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La Cámara de Representantes 

La elección nacional incluye entonces este año a la Cámara de Representantes, compuesta por 435 Representantes con derecho a voto, y otros seis integrantes con voz pero sin voto por los territorios. La Cámara es el equivalente funcional a nuestra Cámara de Diputados, que representan al pueblo en forma directa y son electos por voto directo desde 1789. Los mandatos de los Representantes son de dos años, por lo que la Cámara se renueva siempre en su totalidad, tanto en las elecciones presidenciales como en las de medio término. 

Los Representantes no se eligen por lista sábana como en Argentina, sino que se eligen por distritos congresales uninominales, que son diseñados por las legislaturas estaduales, con el único requisito de que las poblaciones de cada distrito congresal sean relativamente equivalentes. Si bien hay algunos límites basados en la prohibición de discriminación, se considera constitucionalmente válido el uso de criterios políticos para diseñar los distritos, por lo que es común encontrar distritos geográficamente muy extraños en función de maximizar ganacias para el partido que gobierna el Estado, un fenómeno conocido como gerrymandering. El Partido Demócrata dispone de una mayoría holgada en esta Cámara. Siete estados tienen un solo Representante, el mínimo constitucional: Alaska, Wyoming, Montana, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Vermont, y Delaware, mientras que California, el estado más poblado, tiene 53.

El Senado 

El Senado está compuesto por cien senadores, dos por cada estado, que se eligen individualmente por elección directa. Tienen un mandato de seis años, por lo que se renueva por tercios, cada dos años, coincidiendo con las elecciones presidenciales o de mitad de mandato. Actualmente, los republicanos tienen 53 senadores, contra 47 demócratas, de los cuáles en verdad 45  integran el partido mientras dos se presentan como independientes, aunque se alinean con los demócratas a todos los efectos relevantes. La elección podría dar un cambio a las mayorías, o incluso una composición igualitaria, lo que daría a un rol mayor al Vicepresidente de los Estados Unidos, que, al igual que en Argentina, es el encargado de presidir las sesiones y desempatar en casos de votaciones equilibradas.

La elección presidencial 

La más importante de las elecciones que enfrentarán los estadounidenses el  3 de  noviembre será la elección presidencial, donde los ciudadanos deberán optar entre dar un nuevo mandato al actual presidente, el republicano Donald Trump, o consagrar a su oponente, el demócrata Joseph Biden. No será sin embargo la mayoría de la ciudadanía la que decida quién será el próximo presidente, sino el Colegio Electoral, con 538 electores, en representación de los estados y de la capital.

El Colegio Electoral 

Cada estado tiene un número de electores equivalentes al total de su delegación en el Congreso, es decir, la suma de sus representantes y sus senadores, lo que supone un mínimo de tres por cada estado, lo que supone que los estados pequeños están sobrerrepresentados en la elección presidencial. Wyoming, con cerca de 600 mil habitantes, tiene tres electores, alrededor de uno cada 200 mil habitantes, mientras California, con casi 40 millones de habitantes, cuenta con 55, alrededor de uno cada 727 mil. La capital, Washington, que no cuenta con representantes y senadores, tiene por ley, y sin importar su población, tres electores.

El ganador se lleva todo 

No importa cuántos votos saque cada candidato en un estado, si la diferencia es de diez puntos, de uno o de cincuenta, el ganador se lleva todos los electores del estado. Apenas los estados de Maine y Nebraska permiten dividir los electores, pero tampoco lo hacen de manera proporcional, sino que otorgan un elector por cada distrito congresal, y dos por la totalidad del estado. Conclusión, como la mayoría de los estados tiene preferencias claras por uno u otro partido, y no hay dudas sobre quién va a ganar, la campaña se centra en unos pocos estados “variables” donde la diferencia esperable es menor a diez puntos. En esta elección, algunos de los más importantes son, Florida, Pensilvania y Arizona, aunque las diferencias podrían ser escasas también en Nevada,Minnesota, Wisconsin, Ohio, Michigan, e incluso bastiones republicanos tradicionales como Georgia y Texas estarían en juego. 

¿Y la mayoría? 

En estas condiciones, no está, ni mucho menos, garantizado que gane el que tiene más votos. De hecho, en dos de las últimas tres ocasiones en las que fue consagrado un presidente republicano, el ganador obtuvo, a nivel nacional, menos votos que el perdedor, por su ventaja en el Colegio Electoral. Del mismo modo, los 53 senadores republicanos representan a quince millones de ciudadanos menos que los 47 demócratas. A esto se suman los cuestionamientos sobre las personas habilitadas e inhabilitadas para votar, y sobre el modo en que serán contados los votos por correo.

La democracia estadounidense enfrentará su elección presidencial en un marco de cuestionamientos crecientes al funcionamiento del sistema que, caracterizado por el miedo a la eventual dictadura de las mayorías, y obsesionado con la preservación de los derechos de los estados, ha alumbrado un estado de cosas que deja, cada vez más, perdedores resentidos y ganadores deslegitimados. 

Es abogado, especializado en relaciones internacionales. Hasta 2023, fue Subsecretario de Asuntos Internacionales de la Secretaria de Asuntos Estratégicos de la Nación. Antes fue asesor en asuntos internacionales del Ministerio de Desarrollo Productivo. Escribió sobre diversas cuestiones relativas a la coyuntura internacional y las transformaciones del sistema productivo en medios masivos y publicaciones especializadas. Columnista en Un Mundo de Sensaciones, en Futurock.