Elecciones en la Bombonera

Boca fue cuna del macrismo. Hoy es la casa de Román. Pueblo y poder.

Este domingo se cumplen veintitrés años exactos de su debut en la Bombonera. Un 10 de noviembre de 1996, Juan Román Riquelme, camiseta numero 8, flaco, alto, 18 años, lideró el triunfo 2-0 ante Unión. «Riqueeeeelme», lo despidió la Bombonera, su casa, donde terminó jugando más partidos que nadie (206). Román asistió a Fernando Cáceres para el segundo gol. Siempre regaló más asistencias que goles (190 contra 162). Riquelme había llegado a Boca apenas dos meses antes, junto con otros cinco juveniles de Argentinos Juniors, a cambio de 800.000 dólares. Por su arribo, según se supo después (página 173 de la auditoría del Estudio Eduardo Massad), Boca pagó una comisión de 220.000 dólares a los intermediarios uruguayos Luis Aguerre y Milton Viera. Fue sorpresivo, porque Mauricio Macri había asumido la presidencia un año antes con un Fondo de Inversión cuyo reglamento (punto VI) prohibía el pago de comisiones a los intermediarios y llevaba el título de «Trasparencia». La misma palabra que Macri llevó a su gobierno, que duró poco. Pero en Boca, su cuna, avalado por una notable racha de éxitos iniciales, el macrismo, aún con alguna etapa atenuada, lleva ya 24 años. Es un matrimonio político-futbolero de duración inédita y cuya continuidad depende ahora de Riquelme. Ya no de sus goles ni asistencias, sino de su palabra. Tan impredecible como cuando jugaba.

En setiembre pasado, Román recibió en su celular un pedido que no aceptaba siquiera debate. A Boca le llegaron las semifinales de Libertadores contra River. Pero, además, se produjeron las PASO. En ese mensaje, el presidente Macri le decía a Román que era mejor aplazar su partido despedida. A los pocos minutos Riquelme recibió un segundo mensaje. Era del otro presidente. El de Boca. Daniel Angelici confirmaba el nuevo cuadro y le pedía discreción. Además, le decía que, si decidía «jugar políticamente» (en las elecciones de Boca), primero avisara. Me cuentan que Román sintió esos llamados como algo más que un pedido. ¿Intimidado? En octubre, Boca perdió contra River. Y Macri contra Alberto Fernández. El doble nocaut convirtió a Boca en fortín obligado. Pero en el fútbol domina la pelota. Y el ídolo suele pesar más que el patrón. Fue el caso de Carlos Tevez, doble bandera electoral cuando volvió triunfante de Europa, advirtió que había pobreza en Formosa y ayudó a Macri a ganar el país y a Angelici a seguir en Boca. Ahora juega Riquelme. Menos filoso. Siempre ajedrecista. Más políticamente correcto.

A Román, es cierto, se lo creía bandera opositora. Por un lado, su postal icónica de Topo Gigio del 8 de abril de 2001 en el 3-0 contra River. Pero, por otro, porque en octubre de 2015, ya retirado, redobló su crítica a Angelici justo antes de las elecciones. «Creo que va a ganar el que está, con todo lo mal que hizo. Sí, porque tiene todo comprado». Angelici fue reelegido en 2015 con el 43,87 por ciento de los votos. Ganó porque sus opositores fueron divididos (Jorge Amor Ameal obtuvo el 30,97 y José Beraldi el 25,16). «El Tano», eso sí, no repitió su frase de 2011 («preparen los pasaportes, porque vamos a viajar de nuevo»). Cuando la dijo estaba envalentonado. Había derrotado a la ofensiva «Cristinista». El pedido de unidad opositora desde la Casa Rosada para echar al macrismo de Boca. Ganador, Angelici hizo macrismo explícito. Hasta el fiscal Carlos Stornelli se convirtió en su jefe de Seguridad. Angelici fichó nombres de peso, vendió juveniles por buen dinero a Europa, ordenó un presupuesto hoy de casi 4.000 millones de pesos y logró seis títulos (incluídas tres Ligas nacionales). Pero fueron títulos sin pasaporte. Y la última doble eliminación contra River (final de Libertadores en 2018 en Madrid y semifinal en 2019) marcó su ciclo. Se sumaron la derrota política del macrismo, disidencias internas y su elección de Christian Gribaudo como sucesor. Muchos hinchas ya habían puteado antes en la Bombonera, pero La 12 impuso silencio. Hasta que el último domingo ante Arsenal el clima electoral se hizo sentir como nunca: «Boca va a salir campeón, Boca va a salir campeón, el día que se vayan todos los hijos de puta de la comisión».

El jueves pasado por la mañana, comencé a llamar a dirigentes de uno y otro lado. «Hablemos después de Román», me decían todos. Y Riquelme habló. En su entrevista con Fox Sports aseguró que no es «caballito de batalla de ninguno», recordó que, al fin y al cabo, casi todos los competidores habían pasado por las gestiones macristas y dijo que, solo si hay unidad, él está dispuesto a liderar como presidente. Los que lo imaginaron como as de espadas para echar al macrismo (votantes eventuales de Ameal) sintieron entre decepción y sorpresa. Gribaudo y Angelici, ya avisados, sintieron alivio. Y el peronismo «albertista» (Víctor Santa María-Santiago Carreras) apoyo. Macri siempre superó el 80 por ciento en cualquier encuesta en Boca. Algunas últimas lo ubican por debajo del 46 por ciento. ¿Dio entonces nuevo aire al oficialismo el pedido de unidad de Román? ¿Su neutralismo frustra la posibilidad de poner fin al largo gobierno macrista en el club de «la mitad más uno» y de la Bombonera que durante muchos años cantaba «Boca y Perón un solo corazón»?

«Tiene poco sentido común hablar de unidad con un oficialismo que maneja a Boca como una SA, con gerentes que ganan más de 70 millones de pesos al año, que quiere estadio nuevo, regala la concesión del Museo, cierra disciplinas deportivas y da la espalda al barrio». El dirigente opositor, cercano a Ameal, sospecha que el discurso de Román afectará la aspiración presidencial del politólogo Gribaudo, en sus orígenes un radical de Rodolfo Terragno enfrentado al delarruismo y que iba con amigos a la cancha de su vecino Excursionistas. Que la movida, me dice ese dirigente, podría relegar a Gribaudo como vice de Beraldi, opositor, pero supuesto «favorito de Macri». ¿Y se sumaría luego Riquelme como manager a esa unidad que podría incluir al grupo de Santa María? «En Boca, Roman es como Cristina», confiesa un dirigente de ese sector. «Pero la unidad de Cristina era solo peronista, no incluía al macrismo», le observo. Sería, claro, un macrismo bien distinto de aquel de Mauricio que tenía a Gustavo Arribas como intermediario y agente favorito para el negocio de la compra y venta de jugadores. Sería un macrismo licuado, confía el interlocutor. Obligado a repartir el poder. Más social. Menos globo y más unidad básica. ¿Acaso no hay macristas, peronistas y neutrales en la conducción de River?

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Las elecciones de Boca (en 2015 votaron más de 26.000 socios) serán el 8 de diciembre. Y Román celebrará su partido despedida cuatro días después. Si hay unidad, y el poder está repartido, nadie podría echarlo unilateralmente en caso de que surgieran problemas. Si no hay unidad, como muchos prevén, Riquelme podría mantenerse ajeno en las elecciones, esperar el resultado y que el ganador lo convoque. «Román podría haber ido con Ameal, pero lo vio muy tozudo. Vio también demasiada operación. Esa tapa de Olé de que iba con Gribaudo fue una burda mentira. Inicialmente pensaba lo de manager, pero de ahí lo pueden echar y, finalmente (con lo de presidente), decidió salir del conflicto por arriba». Me lo dice alguien que conoce mucho al «10». Podría decirse que Riquelme fue siempre Deportivo Román. «Se juega como yo digo». Así lideró y así ganó. Nadie lo interpretó mejor que el primer Carlos Bianchi. Años de Virreinato. De pasaportes (11 de los 17 títulos de Macri fueron internacionales). De triunfos contra River. El River que además se fue a la B (con Daniel Passarella presidente). Tiempos en los que, también, Boca-pueblo dio prioridad al Boca-poder. Y, mientras, en la Bombonera siguen cantando: «Ni la muerte nos va a separar/desde el cielo te voy a alentar».

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubró nueve Mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.