El subtexto de Cristina

La centralidad de la palabra de la vice. Sorpresa por el rigoreo público de Máximo Kirchner a Axel Kicillof. La foto de Wado de Pedro en Expoagro. Estados Unidos y el peor crash desde la crisis de 2008.

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La alocución de Cristina Fernández de Kirchner en Río Negro esquivó las cuestiones sobre su eventual candidatura y volvió a llamar la atención sobre aspectos estructurales. Desde su primera manifestación pública relevante durante el auge de la pandemia, la vicepresidenta viene insistiendo sobre la raíz monetaria de los grandes problemas del país y la necesidad de acuerdos democráticos en relación a esa situación que, de no resolverse, terminará por poner en riesgo los consensos democráticos. Puede acordarse o no con los diagnósticos y recetas desarrollados por CFK, pero la distancia entre esa mirada y las manifestaciones efectistas sobre cuestiones de economía, seguridad o internas partidarias es por sí sola estruendosa, y explica por sí misma la centralidad y polaridad que su figura conserva aún cuando sus decisiones ya no moldean los contrastes entre la oposición y un oficialismo que no percibe ni transmite como propio.

Le asiste razón a Cristina en su lectura sobre el rol -o la falta del mismo- del déficit fiscal y los salarios en la actual coyuntura inflacionaria. Entre los canales que explican el aumento de los precios, pesaron más durante el gobierno de Mauricio Macri los regulados y el canal cambiario -que es el factor de mayor peso para explicar el comportamiento de los precios durante la gestión de Alberto Fernández. A esto habría que sumarle los mayores costos causados por las restricciones para importar y acceder a dólares oficiales, que ponen el valor efectivo del dólar más alto que el tipo de cambio nominal.

Los salarios en esta coyuntura son -a los efectos inflacionarios- un costo que aparece retrasado aunque detuvo su caída en términos reales y el gasto público un factor más en la demanda, que presiona sobre las importaciones y, por ende, en la necesidad de dólares. Sobre el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es cierto lo que señala la vicepresidenta: su revisión es inevitable. No obstante, es casi imposible que esa revisión sea sistemática y de largo alcance al menos hasta el vencimiento del actual acuerdo. Es más probable que deban negociarse waivers y excepciones parciales ante cada vencimiento porque, como también señaló expresamente Cristina, si te dan 45 mil millones de dólares vas a tener que devolverlos. Una negociación tensa, que seguramente incluya tironeos y decisiones complejas. No es de extrañar que un economista escuchado por el mercado y el oficialismo, como Emmanuel Álvarez Agis, impulsara un incumplimiento temporal con el Fondo como una alternativa preferible a un acuerdo que no de cuenta de las dificultades derivadas de la sequía.

La economía argentina necesita de dólares para poder crecer. Recuperar y aumentar ingresos genuinos de manera sostenida, en una economía imposibilitada de endeudarse, sólo puede ser a través de la inversión y las exportaciones. En su discurso de apertura de sesiones legislativas bonaerenses, Axel Kicillof hizo una mención expresa del potencial que tenía, para la provincia de Buenos Aires, la posibilidad de encontrar petróleo en el Mar Argentino, a 300 km de la costa marplatense. Un proyecto que, de prosperar, será meramente exportador y complementará a Vaca Muerta. CFK también insistió el viernes en el potencial de los recursos naturales frente al problema externo. Ambos marcaron, con la actual oposición, diferencias sobre el arreglo distributivo pero no sobre la necesidad de explotar dichos recursos.

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En la actual coyuntura, el cuestionamiento expreso de Máximo Kirchner el sábado al llamado consenso exportador escenifica una diferencia muchísimo mayor con la política del gobernador que la expuesta explícitamente. Un kirchnerismo refractario a explotar los recursos naturales sería una novedad dañina, que se desentendería de cuestiones vertebrales. El “consenso exportador”, lejos de ser un capricho, es una precondición para cualquier acuerdo viable. La pregunta es, entonces, si a Máximo le tocó un rol en esta nueva etapa. En privado, el ex jefe de bloque reivindica la política minera de Santa Cruz ideada por Néstor Kirchner. Tiene sus motivos. Santa Cruz es hoy, por volumen exportado, la principal provincia minera del país, y produce principalmente oro y plata. La gestión es encabezada por empresas multinacionales que deben juntarse con la estatal provincial Fomicruz, que participa asociada con el 5% de cada proyecto, que se suma al porcentaje de regalías y los impuestos previstos en la legislación. En el reciente encuentro en Canadá de PDAC, el evento más importante de la industria minera a nivel internacional, la ministra encargada de la minería de Santa Cruz se jactaba de la seguridad y estabilidad jurídica, así como del entorno impositivo favorable que la provincia ofrece a las empresas. Entonces, ¿por qué incorpora Máximo este aspecto a su discurso? El temor a una fuga de votos por izquierda es una preocupación que orbita a Kirchner. Tal vez por eso nadie se anima a descartar una PASO que enfrente a la lista oficial contra una de, por ejemplo, el dirigente social Juan Grabois.

No fue la única intervención de Kirchner. El rigoreo llamó la atención igual o más que la gestualidad de fastidio. No por la tensión entre ambos -que se remonta a los albores de la gestión cristinista cuando La Cámpora miraba de reojo al CENDA liderado por ese marxista díscolo- sino por hacerlo público. Kicillof pidió “bajar al territorio” para apuntalar la campaña y Kirchner le respondió: “No hay que bajar al territorio, compañero gobernador, hay que subir a la militancia a la toma de decisiones de una buena vez por todas”. La sorpresa tiene un argumento que se explica solo: si a algún dispositivo no se le puede imputar gobernar sin militantes es al de Kicillof. Es más: en su carrera política, al gobernador de la provincia de Buenos Aires, sus detractores lo han señalado por sobreideologizado, rígido, dogmático et al, pero jamás por snob o acuerdista. Al que se le escapaban críticas por las negociaciones que Kicillof había resuelto con el CIADI, Club de París y Repsol, entre otros, durante su gestión como ministro de Economía, era al equipo de Martín Guzmán: en privado lo llamaban “agarrame que le pago”.

El planteo, prima facie, no se comprende a donde va. Un vistazo rápido por la administración bonaerense ve a los kirchneristas Andrés Larroque, Daniela Vilar, Nicolás Kreplak o Walter Correa ocupar lugares centrales. De origen diverso, pero de indudable fe cristinista se ubican el propio Kicillof, Bianco y sus colaboradores cercanos. En el gobierno nacional Eduardo “Wado” de Pedro, Agustín Rossi, Jorge Taiana o Jaime Perczky son algunos ejemplos de dirigentes que podrán ser más o menos militantes de base, pero son, indudablemente, militantes políticos.

Al conflicto hay que buscarlo con luminol. Hay uno que es económico y tiene que ver con la falta de diagnóstico: no es posible bajar una inflación desde el 100% redistribuyendo el ingreso. Es al revés: hay que bajar la inflación para poder redistribuir el ingreso. Hay otro, menos evidente aún, que es político. Kirchner quiere que Kicillof sea candidato a presidente. Cuando el ex jefe de bloque lo desautoriza públicamente el subtexto es “vos tenés que ser presidente y llevar a la militancia al gobierno”. El anverso de esa teoría es más práctico: en un posible acuerdo con la incógnita Martín Insaurralde, Máximo tendría la ascendencia sobre la provincia que no tuvo con el actual gobernador a quien desde La Cámpora le imputan, desde los inicios de la gestión, haberse cerrado sobre su círculo íntimo. Ese esquema voló por los aires luego de la intervención de CFK y el desembarco del propio Insaurralde y Leonardo Nardini.

Lo singular de la situación es que, a pesar de la injusticia expuesta, el planteo de Kirchner -ante el asedio judicial a CFK y una sequía que le genera a Massa problemas iguales o superiores a la inflación-, tiene un racional detrás. Kicillof es el único candidato que podría fidelizar el 100% de los votos cristinistas, expandir su horizonte por fuera de las fronteras kirchneristas y arrastrar la boleta de gobernador en territorio bonaerense, siempre y cuando la vice no revea su decisión de, al menos, habitar la categoría a senadora por la PBA. La alternativa de ese esquema es la propia Cristina con una campaña renovada. En conversaciones con el equipo del alcalde ganador de Quito, Pabel Muñoz, uno de los jefes kirchneristas se llevó tres premisas: una épica para movilizar al núcleo duro, una estrategia para combatir la antipolítica y un plan para el sector privado. Ahora falta que quiera Cristina.

Ni los diagnósticos estructurales desarrollados por CFK ni las intervenciones de Máximo relativas tanto a la coyuntura política como al futuro del país abarcaron la cuestión sobre gravedad de los efectos que la sequía podría tener sobre la economía argentina durante los próximos meses. La previsión de la cosecha de soja, de acuerdo a la Bolsa de Rosario, supondría una reducción interanual del 22%, de casi 35 millones de toneladas a 27 millones, un resultado que sería inferior al de la campaña de 2009 cuando, coincidente con la crisis internacional, la economía se contrajo casi un 6% interanual, y muy por debajo del resultado de 2018 que evidenció los enormes desequilibrios del sector externo que contenía la estrategia de endeudamiento acelerado propiciada por el gobierno de Mauricio Macri. Para la cosecha de maíz, el segundo producto en importancia para las exportaciones de nuestro sector agropecuario, el pronóstico supone una reducción desde 42,5 millones de toneladas a 35. Los cálculos de pérdida neta de divisas, aún tomando en cuenta mejoras en la cuenta energética, por la menor importación y mejores precios del GNL, y de turismo, con una reducción del emisivo, varían entre los 6 y 11 mil millones de dólares.

La sequía tendrá un efecto sobre el crecimiento que podría alcanzar los tres puntos del PIB, los cuales redundarían en una reducción de alrededor de un tercio de esa cantidad en recaudación directa, sin contar los efectos indirectos. Una menor recaudación y un menor producto, con las mismas metas, significa también un mayor ajuste en términos absolutos. Mientras una economía en crecimiento puede hasta mejorar el resultado fiscal porque la recaudación crece al ritmo del sector privado, a un ritmo mayor que el gasto público, una economía que se contrae deberá necesariamente, para obtener esas mejoras, recortar gastos.

En un año de elecciones presidenciales, tampoco puede dejarse de lado el eventual impacto electoral que podría tener la sequía. Este fue el centro de las negociaciones de Massa con las autoridades del Fondo Monetario Internacional que, tras más de 140 horas de conversaciones por teleconferencia, rindieron frutos en cuanto a la flexibilidad de la meta de reservas. El comunicado del acuerdo entre el personal técnico del FMI y las autoridades argentinas en relación a la cuarta revisión del acuerdo de Servicio Ampliado vigente da cuenta de la “prudente” gestión del gasto público desde que Massa se puso al frente de la cartera económica -en contraste con el primer semestre-, al tiempo que reafirma el objetivo de déficit primario de 1,9% en 2023. Este objetivo, que luce desafiante, se lograría acelerando el recorte de subsidios sobre los consumos domiciliarios de los sectores mejor preparados y profundizando la segmentación.

Contrariamente a algunas especulaciones, acepta una moratoria jubilatoria “justa”; es decir, no contraría lo votado por el Congreso, habilita mecanismos extraordinarios de fomento de las exportaciones utilizando política cambiaria -un espaldarazo al dólar soja y para las economías regionales- y permite recurrir a adelantos transitorios al tesoro –aka emisión- por 0,6% del PIB, que permitirán aliviar en algo el peso de las necesidades fiscales.

Se atribuye al físico Niels Bohr la máxima que reza que es difícil hacer predicciones, sobre todo del futuro. Sin embargo, no es difícil pararse sobre datos objetivos para señalar que la importancia del agro excede su peso en la balanza comercial aún con la sobredeterminación que tiene para la Argentina la restricción externa. No hay provincia argentina en la que el oficialismo provincial haya logrado mejores resultados que Santiago del Estero. Según un informe de CEPAL publicado recientemente, la provincia es también y no casualmente, la que más creció en el país entre 2004 y 2021, impulsada por el complejo oleaginoso. El agro, con sus efectos sobre las actividades conexas, sobre la radicación y el desarrollo de las ciudades pequeñas e intermedias, sobre actividades como la construcción a nivel local, es un impulsor de las economías provinciales de enorme importancia social, muy por encima del nivel de empleo directo que genera.

Fuera del Área metropolitana de Buenos Aires, sólo las provincias con importante presencia de las industrias extractivas pueden escapar a su relevancia. En este contexto, con los productores atravesados por las dificultades, toma volumen la postura del ministro del Interior, Wado de Pedro, sobre la necesidad de acercar al peronismo y el campo, expresadas en su criticada visita a Expoagro. De la superación de esa fractura dependen, en una parte importante, cuestiones como las posibilidades de la hegemonía democrática a nivel económico cuya necesidad señaló la vicepresidenta, las posibilidades de un desarrollo económico territorialmente armónico y hasta la superación de los altísimos niveles de enfrentamiento social en que están enfrascadas las élites dirigenciales argentinas.

De Pedro tuvo que dar explicaciones por una foto en la que se lo ve conversando con Jorge Rendo. Rendo, además de ser uno de los hombres fuertes de Clarín y el vector de muchos de los deseos políticos del mandamás otrora desarrollista, es uno de los dos interlocutores validados del Grupo con el Poder Judicial y figura en los chats de Lago Escondido. Dentro de ese contexto, en el entorno de De Pedro sostienen que “es lógico que le haya generado incomodidad a muchos compañeros”. Es curioso. En el recordado acto en Ferro, fue el propio Kirchner quien instó a “subir a los dueños de los medios de comunicación a la mesa para discutir los problemas”. También lo hizo Cristina en una de sus cartas. Tal vez el problema es que Rendo no es accionista: la próxima foto de De Pedro debería ser con Héctor Magnetto.

Last but not least. No sólo el clima trae viento de frente para la economía argentina. Los acontecimientos globales también parecen operar en contra de los intereses del país. El titular de la Reserva Federal estadounidense, Jerome Powell, señaló esta semana al Congreso estadounidense que continuará con la estrategia de suba de las tasas de interés de referencia, aumentando el rendimiento de los bonos del tesoro estadounidense y arrastrando hacia abajo la atracción y el precio de otros activos.

Esta suba de tipos de interés fue uno de los factores en la caída del Silicon Valley Bank, el crash más importante desde la crisis de 2008. El balance del banco, repartido entre cuentas de startups tecnológicas californianas, iniciativas cripto y bonos del tesoro estadounidenses, quedó expuesto a una corrida sobre los depósitos a la que no pudo responder. Como en 2008, fue el Estado el que debió intervenir para garantizar los recursos de los damnificados por la mala conducta de accionistas y administradores del banco californiano, cuya insolvencia corría riesgo de contagiar unánimemente, al menos, a la totalidad de los bancos intermedios.

El rescate de los ahorristas, dicen, no se hará esta vez con dinero de los contribuyentes sino con fondos de seguro existentes destinados a proteger la solvencia de los grandes bancos estadounidenses. A diferencia de 2008, el banco de Silicon Valley no sobrevivirá a su propia crisis. La empresa va a quebrar y el management del banco, lejos de ser recompensado por sus malas decisiones, quedará sin empleo. En el marco de la crisis de legitimidad de las élites estadounidense, Biden se diferencia de Obama al que acompañó como vicepresidente, y también de Donald Trump, su predecesor. Este último modificó -a pedido de los propios bancos- las regulaciones impuestas tras la crisis que obligaban a bancos “medianos” -con capital de entre 50 y 250 mil millones de dólares, como el de Silicon Valley- a contribuir con un fondo que garantiza la solvencia de todos los depósitos de los grandes bancos y que prohíben algunas actividades riesgosas en la gestión de los recursos de los depositantes.

Biden prometió enviar al Congreso nuevas regulaciones, que los malos inversores respondan por sus malas inversiones y que no lo hagan los depositantes para evitar cualquier riesgo sistémico. Dado el comportamiento de los instrumentos ligados al sistema financiero, el cumplimiento de este último objetivo está por verse aún ante la enérgica respuesta gubernamental. El temor a una corrida debería amainar con premura, en la medida en que se garantice la seguridad de los depósitos, pero, como advirtió Keynes, los mercados pueden permanecer irracionales más tiempo del que uno puede permanecer solvente.

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Iván.

Soy director de un medio que pensé para leer a los periodistas que escriben en él. Mis momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no me gustan los tatuajes. Me hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que soy un conservador popular.