El orgullo del Presidente

Alberto Fernández tiene motivos para golpearse el pecho en una semana positivamente atípica para el gobierno. Macri y las razones de sus reportajes. La Bolivia ¿después de Evo?

Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. Una semana atípica en nuestro país en la que el gobierno tiene motivos para celebrar. Resta saber qué calibre usará para el próximo tiro en el pie. El humor no es una de mis características más virtuosas, me acordé de este pasaje de Los Simuladores. Empecemos.

Inflador anímico

El arquitecto de los mejores eventos kirchneristas no pudo garantizar el funcionamiento de la plataforma para el acto virtual del Día de la Lealtad y durante unos cuantos minutos de la tarde del sábado no fueron pocos los funcionarios que se lamentaban por la mala fortuna del gobierno. Sin saberlo debían celebrar, también, la falta de autoridad. Así se explica que el Frente Sindical para el Modelo Nacional -más precisamente Hugo Moyano- haya agradecido pero rechazado la recomendación que le hizo el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, de levantar la movilización prevista para el 17. De no haber existido la llamada Caravana de la Lealtad, el empuje que recibió el oficialismo en las calles podría haber mutado en un desánimo difícil de remontar.  

Para el después quedarán los enojos y las especulaciones. En la CGT, dicen, apuntan a La Cámpora como los responsables del fracaso. No fue así, pero no importa. Nadie le va a pedir a Antonio Caló que comprenda lo que es una vía de acceso. Sí sirvió para que desde la organización se sorprendan con el rigor cegetista: “Se enojaron más con nosotros en nueve meses que con Macri en cuatro años”.

Luego, entre el fin del recorrido que partió de SMATA y el comienzo del acto en la CGT, las especulaciones rondaban sobre la posibilidad de asistencia de una Cristina Fernández de Kirchner que en ningún momento evaluó hacerse presente en la sede de Azopardo. No sólo eso: Máximo Kirchner -que también estuvo a punto de pegar el faltazo al acto oficial- se reunió durante la mañana del martes con Pablo Moyano en su despacho de la Cámara Baja. Con Alberto Fernández recostado sobre dirigentes de su confianza, el diálogo del jefe del bloque oficialista con el Presidente es menos fluido que al comienzo de la gestión. “En el acto estuvieron todos y Alberto es la garantía de esa síntesis”, sostuvieron desde Casa Rosada ante la consulta de #OffTheRecord.

El Presidente tiene otro motivo para sentirse orgulloso: el triunfo del MAS en Bolivia. Casi en soledad -incluso dentro de la coalición-, el primer mandatario sostuvo el apoyo a Evo Morales, su desconocimiento del gobierno de Jeanine Añez y ganó, con el triunfo de Luis Arce, un aliado importante en una región que aún continúa esquiva para los gobiernos distribucionistas -como describió negativamente Ernesto Sanz al Frente de Todos- a pesar de los resultados del domingo y la presencia de Fernández y Andres Manuel López Obrador. También debe haber celebrado moderadamente el secretario de Energía, Darío Martínez: casi el 15% del gas que consume la Argentina viene de Bolivia. 

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Para la anécdota quedaron los llamados de Sergio Massa a la canciller boliviana Karen Longaric o el que tuvo que hacerle el propio Alberto a Luis Almagro para que la policía local dejara de hostigar a la comitiva argentina que se sorprendió al ver cómo las fuerzas obedecían cual subordinados las órdenes de Gustavo Cinosi, en quien el titular de la OEA delegó la gestión. Cinosi, viejo conocido de la Argentina -en el kirchnerismo todavía le facturan a Carlos Zannini su relación con el brumoso asesor especial de Almagro-, estuvo en el almuerzo en México que compartieron Fernández y Felipe Solá en noviembre con Mauricio Claver Carone, invitado por el halcón trumpista mucho antes de que este se edificara como titular del BID. 

Evotest

Y si de Bolivia hablamos, tenemos que decir que sus elecciones presidenciales trajeron algunas buenas noticias. La primera de ellas, por supuesto, es el restablecimiento de la democracia en el país tras el golpe de Estado, los distintos intentos de linchamientos de dirigentes políticos oficialistas, la persecución -incluso penal- contra varios dirigentes del gobierno depuesto y las decenas de muertos en distintos episodios de represión de protestas de movimientos sociales. A pesar de algunas horas en las que primó la incertidumbre y el lento avance del conteo oficial -que al cierre de esta edición no había concluído-, la aceptación de los resultados por parte de la presidenta de facto, Jeanine Añez, y de Carlos Mesa, el candidato que obtuvo el segundo lugar, despejan cualquier duda razonable que pudiera haber habido respecto de la falta de disposición del gobierno saliente de respetar la voluntad de los votantes y ser sucedido por una administración del Movimiento Al Socialismo.

La segunda es el triunfo de la política sobre la imposición del autoritarismo. El MAS dio una verdadera clase de organización de la propia fuerza y -también- de la del oponente según el principio del aikido. La fachada institucional del golpe obligó a una incómoda convivencia entre un ejecutivo usurpado, respaldado por el poder policial y militar, y un Congreso con mandato extendido en el que el MAS conservaba, en ambas cámaras, una mayoría de dos tercios. Un ejercicio de negociación constante en el que convivieron el palacio y la calle. Acuerdos parlamentarios encabezadas por la presidenta del Senado, Eva Copa, y distintas instancias de acción directa, mediante diversas formas de protesta, confluyeron de manera no siempre coordinada, pero finalmente armónica, para la corporización del resultado. 

El impedimento (avalado por el Congreso) de Evo Morales y Álvaro García Linera, por lejos los dirigentes masistas más reconocidos, reproducía, desde la derecha, un temor extendido entre las filas del MAS que había llevado a la muy discutible interpretación constitucional que habilitó la cuarta candidatura de Evo Morales y que suponía que sin la figura del ex-presidente, la izquierda carecía de dirigentes capaces de imponerse en una elección. Muy por el contrario, la decisión de Morales de elegir como candidato al ex-ministro Luis Arce, de modos y perfil moderados, y el apoyo de las bases indígenas a David Choquehuanca, algo alejado de Evo en la interna partidaria, permitió potenciar una fórmula con identidad propia, que pudo reivindicar logros, mantener simultáneamente una mirada relativamente crítica sobre lo actuado durante el último gobierno democrático y salir indemne de las acusaciones, reales o inventadas, articuladas contra Evo Morales por el gobierno de facto. 

El binomio encabezado por Arce superó con mucho los guarismos alcanzados por Morales en la última elección presidencial y gobernará con el apoyo de la mayoría absoluta de los bolivianos. Un resultado que no estaba en los cálculos de casi ningún analista y que deja lecciones listas para ser usadas a fuerzas de lo más disímiles, como la oposición venezolana, sobre el modo de hacer política (e imponerse) en un entorno autoritario, o la izquierda brasileña, impotente y jibarizada alrededor de la postura a tomar en relación a su propio líder proscripto.

La tercera, la derrota sin matices del secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, cuyo abuso del rol de observación electoral durante la crisis constitucional desembocó en el golpe del último año que, en vez de impedir desde un lugar de mediación, facilitó. Almagro ofició de portador de una valla que fue corriendo al calor de los acontecimientos. Cada una de sus peticiones respecto de los anteriores comicios fue aceptada y satisfecha, y cada una motivó nuevas exigencias. Primero, sobre el escrutinio, luego sobre la auditoría de los votos y más tarde sobre la realización de una nueva elección. ¿Cuántas muertes podrían haberse evitado si la OEA hubiera puesto su peso detrás de la oferta de Morales de una nueva elección el último año? Nunca lo sabremos. Almagro, de pasado en la izquierda uruguaya, ofició a la vez de ministro de Colonias y vocero internacional de las posturas del gobierno de facto. Advirtió sobre los perjuicios de un regreso del MAS al poder y hasta agitó la posibilidad de «un nuevo fraude» aún sin haber aportado pruebas sobre la existencia del primero. El domingo por la noche, tras pulir ante el espejo su mejor cara de piedra, auguró a Arce y Choquehuanca «un futuro brillante».

Artífice como ministro del exitoso modelo boliviano, que combinó crecimiento económico, reducción sostenida de la pobreza y la desigualdad, bajísima inflación, fortalecimiento de la moneda nacional y las reservas internacionales, Arce deberá enfrentar el rigor de una situación internacional menos favorable que la que encontró en su primera década en el gobierno. Desde hace cinco años la cuenta corriente de Bolivia es deficitaria, lo que implica una salida de divisas que supera los ingresos, la fortaleza fiscal se ha revertido y el país se encuentra altamente expuesto, ya que sus exportaciones hidrocarburíferas a los mercados brasileño y argentino enfrentan la competencia creciente de la producción local, mientras la pandemia terminó de liquidar las perspectivas de una suba pronunciada de los precios en el corto plazo. 

Los llamados a la reconciliación nacional, tanto de su propia boca como de la de Evo Morales desde su exilio argentino hacen pensar en un gobierno consciente de los desafíos y dispuesto a enfrentarlos para resolverlos antes que para echar culpas sobre los enormes y muy concretos daños sufridos.

Last but not least, habrá que reconocer -otra vez-  un enorme acierto de política exterior del presidente Alberto Fernández. Argentina dio refugio a Evo Morales y Álvaro García Linera cuando muchos veían apenas un golpe consumado y una fuente de problemas regionales. Quizás por su propia historia, y la de la fuerza política que integra, el presidente desconfía de cualquier sentencia dictada de antemano sobre la posibilidad del regreso al poder y de los augurios sobre derrotas definitivas. Desde el próximo mes tendrá el que quizás será su primer aliado incondicional en América del Sur. Una situación que, junto con el plebiscito constitucional que se celebrará la próxima semana en Chile, le permite soñar con una situación regional algo más holgada que la recibida al momento de asumir el gobierno. La apuesta por los votos y la democracia, audaz y hasta ahora coherente a nivel regional, estaría dando sus primeros frutos.

A los amigos del bridge

“Cómo se ha vulgarizado Mauricio desde que se alejó de Marcos”. La frase, dicha por un hombre de negocios de cercanía con el ex Presidente, cobra especial valor porque durante la gestión de Cambiemos recelaba al máximo la figura del entonces jefe de Gabinete. El empresario hacía referencia a la columna escrita en el diario La Nación, pero también a las reacciones posteriores en el raid televisivo que lo devolvió a Macri a la agenda nacional. “No dio la impresión de alguien que tiene grip sobre su espacio”, reflexionó ante #OffTheRecord con una referencia tenística.

Hoy Macri discute política con quienes antes sólo debatía agenda de discurso: Hernán Iglesias Illia, Pablo Avelluto, Hernán Lombardi. También pasan tiempo con el ex Presidente el ex ministro Guillermo Dietrich y el ex secretario Fernando De Andreis. Ninguno, por falta de volumen propio, logra lo que Peña: “Moderarlo”, llevarlo hacia el centro. Entonces lo que vemos es un Macri de máxima pureza, sin correa. Como el león de Madagascar que se suelta en la isla y vuelve a comer carne, Mauricio volvió a ser Macri.

Así y todo sorprendieron sus declaraciones sobre las presuntas votaciones kirchneristas a los presupuestos enviados por el Ejecutivo, un aspecto que tuvo que ser aclarado no sin pudor por el entonces jefe del bloque PRO en Diputados, Nicolás Massot: “El kirchnerismo no nos votó ningún presupuesto”. Sin embargo, lo más divertido de las intervenciones del Macri unchained tuvo que ver con una sentencia que dictó para sorpresa de propios y extraños: “Mi gobierno económico terminó el 11 de agosto”. 

Si bien la frase parecía ir dirigida al núcleo de argentinos y argentinas que acompañó a Macri, los destinatarios forman parte de un círculo aún más reducido: los amigos del bridge. Es ahí, donde el ex Presidente se refugió durante estos 10 meses, el lugar en el que más le cuestionaron las medidas económicas pos PASO. De lo que Macri no quiere hacerse cargo, donde no quiere verse reflejado, no es en la suba de la pobreza o la indigencia producto del incremento inflacionario sino del cepo. Para Horacio Uman, José Cirilo, Pablo Videla y otros compañeros de bridge esa medida, junto con el reperfilamiento de las letras en pesos que decidió Hernán Lacunza, conforman la piedra de la vergüenza para el ex Presidente.

“Mauricio necesita fortalecerse ahí, con los halcones que le piden leña”, cierra el empresario nostálgico de Peña ante #OffTheRecord.

Bonus track

  • A fines de la semana pasada, en una reunión de la que participó Dolores Fonzi y otras dos representantes del colectivo Ni una menos con Máximo Kirchner, el jefe de la bancada oficialista manifestó su voluntad de avanzar con el proyecto de aborto, pero sobrevoló un reparo: los diputados están en sus provincias, más a tiro del escrache y presión de las organizaciones que se oponen a la ley como ya se vio en el debate del 2018.
  • Se fortalece el vínculo de las organizaciones sociales con María Migliore. La ministra, con el aval del Ejecutivo porteño, impulsa una ley que le permite a las unidades productivas de los barrios populares participar de los procesos de Compra Pública y ofrece financiamiento a través del Banco Ciudad, entre otros.

Antes del libro, te quiero recordar que –producto de la situación global y del rubro en particular, pero también del ethos de Cenital– abrimos la posibilidad de que seas parte del proyecto a través del sistema de apoyo económico para poder seguir creciendo. Ya entregamos las primeras becas y medias becas para estudiar idiomas en el CUI y hay más beneficios como este curso de Darío Sztajnszrajber para quienes aporten a Cenital.

La recomendación de hoy es Carlota en Weimar de Thomas Mann.

Ojalá hayas disfrutado de este correo tanto como yo. Estoy muy agradecido por tu amistad que, aunque sea espectral, para mí no tiene precio.

Iván

Soy director de un medio que pensé para leer a los periodistas que escriben en él. Mis momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no me gustan los tatuajes. Me hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que soy un conservador popular.