El discurso mágico como creencia o dictado

El 33% de la población cree en la astrología. Muchos sólo lo usan como una herramienta más para interpretar su vida y los sucesos que experimentan, otros como decodificación restrictiva. Motivos y narraciones de una espiritualidad en ascenso.

¿Acaso este mundo no es suficiente? ¿Solo este mundo? ¿Este mundo hermoso, complejo, maravillosamente insondable? ¿Cómo es posible que debamos inventar mitos y monstruos baratos para captar nuestra atención?

Tim Minchin

Examinen fragmentos de pseudociencia y encontrarán un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas de las que agarrarse. ¿Qué ofrecemos nosotros a cambio? ¡Incertidumbre! ¡Inseguridad!

Isaac Asimov

La primera vez

Chequeo con mi madre la hora exacta de mi nacimiento. Quiero hacerlo bien. No creo, pero una parte de mí sí. A fin de cuentas, las personas estamos llenas de contradicciones.  

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– ¿A las seis de la tarde?

– 18:16. 

Es la primera vez que me van a hacer una carta astral. Me saluda una mujer que nunca vi en mi vida pero que me transmite familiaridad y confianza. “La carta nos da una foto del cielo impresa en la Tierra al momento exacto en que nacemos, nos trae información sobre la estructura energética de tu persona”, me explica. 

Tengo el Sol en Piscis,  el ascendente en Leo y la Luna en Sagitario. Esta información es nueva para mí. Salvo lo de “ser de Piscis”, y por ende «soñadora y volátil», el resto es novedoso y no entiendo qué significa. 

Me aclara que no trabaja con una astrología predictiva. Me dice que soy “una persona cuya estructura tiene que ver con lo intuitivo y lo emocional, una persona a la que le gusta aprender mucho en la vida”. Me dejo llevar por su forma de hablar y la cadencia de su voz. La manera en la que piensa la palabra precisa antes de pronunciarla me agrada y me hace una suave cosquilla en el cuello, parecido al efecto de ciertos videos de ASMR (Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma).

Si bien me sumerjo en ese lenguaje nuevo y me entrego al ejercicio de repensar decisiones, mi yo más racional se promete chequear más tarde cómo estaba el cielo el día en que nací con el Stellarium, un programa que permite simular un planetario en la computadora.  

Datos, no opinión

No es una sensación ni una moda pasajera: cada vez más personas creen en la influencia de los astros sobre el comportamiento humano. Según el informe de la Segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina, realizada en 2019 por el programa Sociedad y Religión en Movimiento del CONICET, una de cada tres personas de nuestro país (33%) cree en la astrología. Y este porcentaje aumentó en los últimos años: en 2008, eran apenas poco más de una cada cuatro (25,9%).

¿Qué sucedió en esa década en el nivel de las creencias? Entre otras cosas, disminuyó fuertemente la creencia en Jesucristo, en Dios, el Espíritu Santo, la Virgen, los santos, los curanderos e incluso en el Gauchito Gil. Sin embargo, en el mismo período aumentó la creencia en la energía (de 64,5% al 76%). Es decir que, mientras en los últimos años la creencia en religiones organizadas e incluso en figuras religiosas fue decayendo (solo la creencia en el Diablo se mantuvo estable en la comparación), el interés en la astrología muestra una clara tendencia al aumento.

Ahora bien, ¿qué representa la astrología para quienes creen en ella? ¿Por qué cada vez más personas lo hacen?

Conexión cósmica

La historia de la humanidad revela que la búsqueda de significado nos acompaña desde tiempos ancestrales. La astrología y la astronomía solían formar parte de una misma necesidad: observar el cielo, los planetas y las estrellas para tratar de entender el “mensaje”. ¿Dónde estamos en el Universo? ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia? 

Luego, esas ideas fueron sometidas al escrutinio científico. Algunas sobrevivieron, otras no. Pero lo cierto es que buscar patrones en el cielo nos permitió descubrir que algunos objetos astronómicos se movían respecto a las estrellas fijas: la palabra “planeta” significa errante o vagabundo. Imagino a aquellas personas observando el cielo nocturno, deslumbrante sin la polución lumínica moderna, contemplando los distintos tipos de brillos, los colores violáceos de la Vía Láctea, los movimientos sutiles, descubriendo que algunos, –solamente algunos de esos puntos brillantes que creían ser dioses– transitaban ese cielo de una manera distinta: “los llamaremos errantes”, habrán dicho.

Hoy sabemos que estamos viajando por el espacio a más de 100.000 kilómetros por hora, dando vueltas alrededor de una estrella. El Sol es una esfera casi perfecta de plasma donde suceden innumerables explosiones nucleares. Producto de esa actividad, se generan ondas que llegan a nuestro pequeño planeta, haciendo posible la vida. Estamos estrechamente conectados con todo lo que nos rodea. Sin embargo, esa conexión con el Universo, “la de verdad”, parece ser menos mágica que la supuesta influencia de los astros sobre nuestras vidas.

Unir los puntos

Hay que reconocer que, evolutivamente, tiene mucho sentido tener una capacidad especial para detectar patrones. Nuestra supervivencia depende y, sobre todo, dependió de ello. Poder interpretar la atmósfera y anticipar lluvias o épocas de sequía ha sido clave durante los millones de años en los que, a través de la selección natural, se forjó nuestro cerebro. Producto de la evolución, somos muy buenos haciendo predicciones e infiriendo conclusiones a partir de algunos datos. “Unir puntos” nos permitió llegar hasta acá. Somos tan buenos detectando patrones que a veces los detectamos hasta donde no los hay, fenómeno conocido como pareidolia. 

A su vez, detectar patrones es lo que nos permite entender estos símbolos que llamamos “letras”, y darles significado. El lenguaje escrito nos comunica casi como por arte de magia a través de la distancia y el tiempo: mirar rayitas en una superficie, interpretarlas y emocionarnos con un mensaje es algo que no deja de ser maravilloso. Como contracara, la capacidad de nuestro cerebro para decodificar el mundo y darle sentido también nos hace ver a Jesús en las tostadas. 

Con ese cerebro a cuestas, tiene sentido que buscáramos interpretaciones en las constelaciones —estrellas que quizás se encuentran a millones de años luz unas de otras, pero que desde nuestra perspectiva forman dibujos en el cielo —, y que encontráramos conexiones con nuestra vida que nos permitieran trazar una narrativa capaz de explicar lo complejo. 

Por otro lado “hay varias hipótesis que se refieren a la creencia como un fenómeno social en el sentido de que creer en lo mismo vuelve una población más fuerte: tener valores en común permite que avancen todos al mismo tiempo”, explica Diego Golombek, investigador y autor de Las neuronas de Dios, donde se explaya sobre las bases biológicas de las creencias.

Espejito, espejito

Si yo sé que nada de lo que me dice la astróloga que me lee la carta astral tiene una base científica, ¿por qué todo me resuena tanto? ¿por qué todo lo que me dice la astróloga que me lee la carta astral me resuena? Un poco, y aunque me duela admitirlo, porque la mayoría de lo que me transmite sobre mí es lindo. Me dice: “Tenés una energía para comunicar, existe en vos una capacidad para transformar con las palabras”. Dio en la tecla de mi ego. Justamente, en un estudio publicado en Personality and Individual Differences en el que se evalúan qué rasgos de la personalidad se correlacionan con la creencia en la astrología, se observa que el narcisismo es el mayor predictor de este comportamiento. 

A su vez, retenemos aquellas frases que se condicen con nuestras creencias y las otras pasan de largo sin pena ni gloria. Nuestro cerebro intuitivamente tiende a confirmar las hipótesis en vez de ponerlas a prueba, lo que se llama sesgo de confirmación. Tendemos a corroborar en vez de falsear. Nos quedamos satisfechos si nuestras creencias se cumplen y no tendemos a pensar que para llegar a la verdad hay que someterlas al escrutinio. 

Verdad consecuencia

Aunque con eufemismos, también solemos atribuirle cierta culpa a los astros de nuestras desventuras. “Mercurio retrógrado trae inestabilidad: cómo afecta en tu vida” rezan algunos titulares. ¿Por qué atribuimos causalidad al movimiento aparente de un planeta? Esto tiene que ver con que la mayoría de las veces, si un evento precede a otro, suele ser la causa. Solemos ver relaciones causales en fenómenos que simplemente están correlacionados, lo que se conoce como ilusión de causa. Vivimos en un mundo donde entender que nuestras acciones tienen consecuencias es de vital importancia para nuestra supervivencia y creer que existe causalidad cuando no la hay es mucho menos costoso que no darnos cuenta cuando sí la hay. 

Y si daño no hace ¿qué tiene de malo creer? Aunque pueda parecer inocente, hay evidencia de que abrazar la idea de que los astros tienen influencia sobre nuestra personalidad suele correlacionar con la creencia en teorías conspirativas, por lo que habría que analizar hasta qué punto es inofensiva, o si de alguna manera fomenta la falta de pensamiento crítico tan necesario en estos tiempos de desinformación. Si bien la mayoría de las personas –al menos en nuestra sociedad occidental– aseguran utilizar la astrología como lenguaje simbólico para interpretar escenarios y no para cambiar el rumbo de sus vidas, también hay usos más prescriptivos, como los horóscopos e incluso las herramientas de selección de personal que utilizan la información astrológica para resolver una búsqueda laboral.

¡Incertidumbre! ¡Inseguridad! 

Cuando las sociedades se sienten amenazadas, es más probable que las personas recurran a creencias sobrenaturales. Algunas investigaciones muestran una relación entre las crisis de la vida personal y la adherencia a la astrología. Estamos rodeados de factores estresantes, pobreza, desigualdad, cambio climático y, recientemente, la pandemia del COVID-19. Según Golombek: “Creer en ‘algo más’ contribuye a reducir la ansiedad. La gente creyente come, duerme y tal vez incluso vive mejor”. La astrología nos invita a creer que tenemos el control por un rato.  

¿Qué podría hacer la comunicación de la ciencia para dar sentido y celebración y ayudarnos a vivir en la incerteza? Lamentablemente el acceso al conocimiento científico sigue siendo para pocas personas. Aunque salga tímidamente de vez en cuando, la ciencia aún sigue encerrada en su torre de marfil. Estamos lejos de democratizar el conocimiento científico y sus beneficios. “No me cabe duda de que si la narrativa fuera romántica y accesible habría menos influencia de las pseudociencias”, reflexiona Golombek. “Nos falta un relato basado en evidencia, basado en datos, que contrariamente a lo que la mayoría de la gente piensa, no deja de ser bello y mágico”.

La astróloga que me atendió me escuchó, fue cálida y buscó tener una conversación genuina. ¿Cuántas veces tenemos la oportunidad de parar un rato y reflexionar dónde estamos en nuestras vidas, qué lugar ocupamos en el Universo? ¿Es quizás la astrología el dispositivo que encontramos para conectarnos, para escucharnos, para reducir el estrés en el que vivimos? Me pregunto qué pasaría si lográramos vivir en un mundo en el que el conocimiento científico fuera accesible para todos y todas, donde tuviéramos derecho a la ciencia y pudiéramos contemplar más cielos estrellados y eclipses, fenómenos naturales que nos recuerdan la magia del Universo. 

Pongo la fecha de mi nacimiento en el el Stellarium. El software me arroja un cielo distinto al que me dijo ella, ligeramente corrido. El Sol está más en Acuario, la Luna más en Escorpio, y la constelación que asciende por el horizonte a la hora en la que nací es Cáncer y no Leo. Al parecer la astrología moderna no tuvo en cuenta el movimiento que la Tierra realiza sobre su propio eje cada 25 mil años. Me siento un poco decepcionada porque una parte de mí sigue creyendo. Sonrío.

En definitiva, nada invalida el intercambio. Seguramente los astros no tengan influencia sobre mi personalidad, pero sin lugar a dudas soy consecuencia de las interacciones con otras personas: conciencias comunicándose, entendiéndose, buscando comprender el Universo, reunidas en un mundo incierto compartiendo la singularidad de estar vivas y juntas, como decía el gran Carl Sagan, “en la vastedad del espacio y la inmensidad del tiempo”.

Comunicadora científica. Licenciada en Biología y Magíster en Neurociencia y Educación.

Periodista, editora, comunicadora de la ciencia. Cofundadora de Científicas de Acá.