Esto es todo lo que tengo para decir sobre Vietnam

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, también comenzó una guerra asimétrica: la de un poderoso ejército profesional contra una sociedad civil organizada en torno a la independencia. Hoy hablamos de ese conflicto, fuente de películas.

El 8 de marzo de 1965 Estados Unidos ingresó formalmente a la guerra de Vietnam.

Desde entonces, de los países que no conocemos, Vietnam se convirtió en uno de los que más conocemos. Conocemos su geografía, parte de su historia y hasta cosas de su cultura. Y lo conocemos, principalmente, por la enorme cantidad de películas, documentales, libros e historias que el país perdedor, Estados Unidos, produjo sobre esa guerra de liberación nacional. ¿Cuántas guerras tendrán su lista de Spotify?

No se puede obviar, en ese recuento, Apocalypse Now. Ninguna otra obra logró mezclar la guerra con el mito, los fantasmas con el calor, el territorio con la extrañeza de los soldados norteamericanos, el clima con el terror. Ninguna tuvo la genialidad del guionista de tomar el libro que Conrad ubicó en África y ponerlo en otro lugar. Pero como ha sido tan vista y analizada -hasta el documental sobre su rodaje es increíble- vamos a hablar de otra película. Se estrena el mismo año (1979) y sobre el mismo tema (la guerra de Vietnam) pero no la produce el país derrotado sino el vencedor. Campo desierto es una película vietnamita, que se encuentra en YouTube o en -de pie- Stremio.

Estamos en el delta del río Mekong acompañando a una familia de agricultores, la última que queda después de que el ejército norteamericano haya arrasado el lugar y levantado los diques para que todo se inunde y corte la vía de suministros. Lo son todas, pero la guerra de Vietnam es una guerra especialmente de logística y la relevancia de la Ruta Ho Chi Min así lo demuestra (ver cómo funcionaba a través de esta charla TED es, quizás, una herejía que vale la pena). Nuestra familia de agricultores es parte del sistema de mensajería y suministros: “somos las venas que ayudan a transportar la sangre desde el corazón a otras partes del cuerpo”. Tienen la misión de sobrevivir en un campo abierto, ocultos entre el agua y las plantas, de la visión de los helicópteros norteamericanos. Después de tantas películas, incluida Apocalypse Now, en las que vimos la guerra desde los helicópteros, ahora la vamos a ver desde abajo. Desde los que no pueden disfrutar el olor del napalm por las mañanas porque lo reciben.

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La familia Ba Do, así se llaman, lucha junto a su pequeño bebé por sobrevivir y cumplir su misión. Contactan mensajeros del Vietcong, trasladan insumos y, mientras tanto, comen, tocan la guitarra, cazan una tremenda serpiente (secuencia que adelanté cuando la volví a ver porque me da impresión). Sin temor a spoilear (tuvieron desde 1979 para verla) estos pequeños agricultores vencen a los helicópteros con valentía, arrojo y conocimiento del territorio. A costa de sacrificios enormes, claro: aunque debamos sacrificarlo todo, no nos convertiremos en sus esclavos, les dejó dicho Ho Chi Min.

¿Por qué una familia de agricultores, que no tiene nada, vence a una flota de helicópteros norteamericanos, que lo tiene todo? Para responder esta pregunta, que es la pregunta de por qué Vietnam del Norte vence a EE.UU. en una guerra asimétrica, es necesario preguntarse qué tipo de guerra fue la de Vietnam. Las producciones norteamericanas, en general, han contado este conflicto como la agresión de Vietnam del Norte (comunista) hacia Vietnam del Sur (capitalista). Pero hay otra historia. Como sostiene este muy lindo texto de Greg Lockhart (de esos textos académicos con un marco teórico, hipótesis, desarrollo y conclusiones, la cosa sana) la incorporación norteamericana a la guerra renovó un conflicto que era, antes que nada, una guerra civil con características locales. Un conflicto hijo de los casi 80 años de colonialismo francés que llevaba consigo el germen de su propia destrucción; a saber, las ideas revolucionarias de modernidad e independencia nacional, que no podían ser satisfechas sin desmantelar el régimen colonial mismo. Y así ocurrió.

Las imágenes fueron generadas con inteligencia artificial por Tomas García.

Tras la 2° Guerra Mundial, y la derrota francesa en Dien Bien Phu, Francia perdió su dominio colonial en Indochina y Vietnam se partió en dos. El norte liderado por el Viet Minh de Ho Chi Min y el sur por el ex emperador Bao Dai, a quien los franceses delegaron el poder del Estado e intentaron sostener, junto a Estados Unidos, como barrera frente al avance comunista. No pudieron. La división debía ser momentánea: se acordó un referéndum que debía realizarse un año después de la firma del acuerdo pero nunca llegó a realizarse. EE.UU. y los sectores anticomunistas de Vietnam del Sur dieron un golpe de Estado que, entre otras cosas, suspendió la consulta popular.

Esa familia de agricultores que resistió los ataques de helicópteros nos cuenta la historia: la victoria vietnamita se entiende por la capacidad del Vietcong de haber atado el deseo de independencia nacional con el orden internacional surgido luego de la Segunda Guerra Mundial. Son los dos factores, unidos, los que explican la resistencia vietnamita a un ejército más grande, equipado y profesional. Es, por un lado, la capacidad del Partido Comunista de haber representado el deseo de independencia, de liberación nacional; y es el Partido Comunista, por el otro, quien lo representa porque encuadra la disputa en los nuevos términos internacionales. Sobre esos dos factores descansa el método: frente a un ejército de ocupación regular y enorme, la guerrilla revolucionaria prolongada para la movilización de las masas. Sin esto, no se explica nada. No hay Vietnam, tal como entendemos hoy la palabra Vietnam, sin el apoyo y la organización de la sociedad civil a la causa de la liberación nacional.

Otros autores explican la victoria vietnamita exclusivamente por la colaboración del bloque socialista: la URSS y China, principalmente. Que fue una variable relevante es claro pero, por ejemplo, no se acerca en dimensiones al enorme apoyo que recibió el sur. En aquél famoso texto de Ernesto Guevara -del que nace la consigna “Dos, tres, muchos Vietnam”- hay una crítica abierta a la falta de colaboración de las potencias socialistas:

“Hay una penosa realidad: Vietnam, esa nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido, está trágicamente solo. Ese pueblo debe soportar los embates de la técnica norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de defensa en el norte, pero siempre solo. La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o la victoria. Cuando analizamos la soledad vietnamita nos asalta la angustia de este momento ilógico de la humanidad. El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartidos por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, así, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista”.

Duro, pero justo. La ayuda del bloque socialista, sin embargo, fue fundamental para resistir el constante bombardeo aéreo que sufrió Vietnam y sus arterias de suministros. Laos, país por el que pasaba la Ruta Ho Chi Min, resulta el país más bombardeado de la historia de la humanidad: recibe una tonelada de bombas por habitante, una cada ocho minutos entre 1964 y 1973, superando todas las bombas arrojadas durante la Segunda Guerra Mundial. El país termina invadido, junto a Camboya, a principios de los ’70 para intentar cortar definitivamente el suministro al sur de Vietnam. No pudieron.

El texto de Lockhart cifra las bajas de equipamiento norteamericano en al menos 4.857 helicópteros y 3.689 aviones hasta 1972. Ese número solo se explica por el aporte soviético y chino de complejos sistemas de proyectiles tierra-aire. Por la característica del territorio y el método guerrillero, la de Vietnam es una guerra principalmente aérea, de helicópteros y aviones. Pero la ruptura sino-soviética produjo la merma en ese apoyo que nunca alcanzó lo que Estados Unidos le prodigó a los gobiernos de Francia, y luego de Saigón, desde principios de los ’40 hasta su retirada. Ni China ni Rusia enviaron, por ejemplo, fuerzas de combate, siquiera para apoyo logístico. Del otro lado, Estados Unidos llegó a acumular más de 500.000 soldados en territorio vietnamita en 1969. Lo cual, claro, no garantizó nada.

A medida que la guerra se prolongaba, Estados Unidos comenzó a sufrir el cuestionamiento de su propia población, por un conflicto que se había previsto como más sencillo y corto. Lo supo el propio presidente Lyndon Johnson casi al mismo momento en el que se embarcó en la guerra. “¿Luz al final del túnel? Ni siquiera tenemos un túnel. Ni siquiera sabemos dónde está el túnel”, le dijo a su secretario de Prensa. La división al interior de la sociedad norteamericana se puede ver en un documental muy lindo, que estaba en Netflix pero que ahora debe verse en -de pie- Stremio: The Vietnam War, de Ken Burns.

Las imágenes fueron generadas con inteligencia artificial por Tomas García.

Es un documental que tiene mucho de la guerra, testimonios de soldados norteamericanos y vietnamitas, pero fundamentalmente explica los efectos y la división en la opinión pública norteamericana. Se cuenta allí, por ejemplo, la historia de un reservista del ejército norteamericano que muere durante una protesta contra la guerra. Sus padres reciben durante semanas “correo hostil”, sugiriendo que deberían estar agradecidos por la muerte de su hijo ya que “era un comunista más”.

(Permiso para una pequeña digresión: Ken Burns, en el podio de mejores personas vivas, tiene un documental hermoso sobre el búfalo americano que te hace preguntar, de golpe, por qué te está interesando el búfalo americano. Mi hipótesis: gran parte se debe a la voz del narrador que encontró para sus documentales, Peter Coyote, a quien tal vez recuerden como el agente Keys, que se quería llevar a E.T en E.T, el extraterrestre. Y por el efecto Ken Burns, tan lindo de ver).

Pensemos, claro, que estamos en el mundo de la Guerra Fría. Hay una anécdota muy bonita sobre el poeta chileno Nicanor Parra, hermano de Violeta (me la he robado de acá) que reza así. Nicanor es invitado como jurado de un concurso de poesía en la Casa de las Américas en La Habana, en 1970. Decide asistir después de pasar por un congreso internacional de poesía en la Biblioteca del Congreso de Washington. Allí recibe la invitación del entonces presidente norteamericano, Richard Nixon, a tomar el té en la Casa Blanca. Va. La Habana le retira la invitación por compartir un té con el presidente a cargo de la guerra de Vietnam. Parra responde con un telegrama: “Si fuera justo Fidel / debiera creer en mí / tal como yo creo en él / la historia me absolverá”. No cayó bien. Según este texto, luego del episodio se podía ver a Parra en el patio de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile con un cartelito escrito a mano que decía: “se dan explicaciones”.

Ocho años después del ingreso de Estados Unidos a Vietnam, el Vietcong tomaba Saigón y unificaba el país bajo su mando. El país invasor, que ya se había retirado del territorio en 1973, dejaba atrás casi 60.000 soldados propios muertos, miles de millones de dólares invertidos, una imagen internacional y local devastada y varios crímenes de guerra (My Lai, por mencionar el más resonante). Había resultado vencido contra un país infinitamente más pequeño y menos equipado, pero con un nivel de organización capilar en la sociedad civil que le permitió implementar una exitosa estrategia de movilización guerrillera. La única fórmula posible para que David venciera a Goliat.

(Permiso para una segunda digresión, antes de terminar, a propósito de que la fecha nos remite también al Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Elegí comenzar con Vietnam por tres motivos: a) porque en verdad iba a empezar la semana pasada con el aniversario del nacimiento de Gorbachov pero llegué tarde; b) porque van a ser efemérides completamente arbitrarias; c) porque quizás no hacía falta otro varón más escribiendo sobre el día de la mujer. Se ha escrito mucho, y mejor, y tal vez es un buen día para leer este texto de Liliane Kandel y Françoise Picq sobre el origen del día de la mujer (solo lo encontré en francés, que no leo, pero pasándolo por el querido ChatGPT se puede leer más o menos bien, con los cuidados del caso y sabiendo que no es una traducción fiel. Lo pueden ver aquí).

Así que, volviendo a Vietnam, hay una cuestión que sucede en Campo desierto y en Forrest Gump (que también es una película sobre Vietnam). En los dos vemos un hecho de violencia de género en el contexto de la guerra: en Forrest Gump, seguro recuerdan la escena, un novio de Jenny, activista anti guerra, la golpea en una reunión de Panteras Negras. Forrest Gump lo revienta a piñas. Al día siguiente, el novio golpeador le pide un insólito perdón con este argumento: “es la guerra y ese hijo de puta de Johnson”. En la película vientamita también hay una situación de violencia: la mujer campesina del Vietcong está cocinando mientras cuida al bebé, que cae al agua. El padre se da cuenta y lo rescata. Le recrimina la falta de atención y la golpea. Esa misma noche, ella toma un bote, su bebé y se va de la casa improvisada bajo el arrozal inundado a un puesto de vigilancia del Vietcong. Ahora va spoiler: solo se reencuentran al final cuando ella, además de perdonarlo, venga la muerte de su esposo disparándole al villano de nuestra película, el conductor del helicóptero norteamericano de Vietnam del Sur. De esa manera cierra la descripción que hace esta nota sobre el esquema de referencia del cine bélico soviético: el invencible optimismo del protagonista, los claros roles sexuales, la ausencia completa de erotismo y la erección final de una figura femenina indestructible.

Algunas escenas antes de morir, nuestra familia protagonista de Campo desierto recibe a una unidad entera del Vietcong que viene a darle soporte en el combate contra esos helicópteros. La unidad realiza un despliegue demasiado vistoso e incluso encienden fuegos para cocinar, lo que puede revelar a los helicópteros enemigos la posición de nuestra familia, que advierte a sus camaradas.

-Si quieren ganarle a los americanos –les dice– deben hacer fuego sin humo.

Y así lo hacen.

Es politólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director de la agencia de comunicación Monteagudo. Es co editor del sitio Artepolítica. Nació en Olavarría, una metrópoli del centro de la provincia de Buenos Aires. Vio muchas veces Gladiador.