El costo de criar se puede medir

¿Cuánto sale criar en Argentina y cuáles son las herramientas para calcularlo? El rol preponderante de las mujeres y las deudas del Estado.

Tener hijos e hijas es, en la mayoría de los casos, una apuesta de amor. Pero también tiene un costo, que se paga con dinero y con tiempo. En el capitalismo el tiempo se monetiza. Entonces el tiempo destinado a cuidar es, en última instancia, dinero también. En este ensayo breve indagamos en estas dos variables, analizamos la situación de un tipo particular de hogar donde todos estos costos recaen sobre una sola persona adulta y presentamos una herramienta reciente y pionera, publicada por el INDEC de manera mensual: la Canasta de Crianza de la primera infancia, la niñez y la adolescencia.

El costo monetario de cuidar o consumo directo

La Encuesta Nacional del Gasto de los Hogares (ENGHo) del INDEC (de 2018) es una herramienta privilegiada para conocer el costo de los bienes y los servicios que se usan para cuidar. De acuerdo a esta encuesta, los hogares en Argentina destinan, en promedio, de cada $100 de sus ingresos, $23 a alimentos, casi $15 a una vivienda con servicios, $14 a transporte, $9 a recreación y cultura, $6,5 a salud (lo mismo que destinan a turismo y restaurantes) y $3 la educación, entre otros gastos.

Fuente: INDEC, Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (2017–2018).

Además, según UNICEF, los hogares con niños y niñas menores de 13 años tienen gastos un 16% más altos que aquellos que no cuentan con ellos. Sin embargo, este diferencial del gasto entre familias con hijos/as y sin hijos/as, pese a que nos permite una primera aproximación a la estimación del costo de criar, no lo mide cabalmente. Esto se debe a que la llegada de un hijo a una familia implica cambios muy profundos también en los patrones de consumo: menos salidas, menos recitales, menos gasto en ropa o en turismo, entre otros reacomodamientos. Además, los gastos de los hogares varían con los ingresos y la edad, por lo que este cálculo mide el efecto neto, pero no el costo total de criar que, seguramente, supera este porcentaje. Queda pendiente, entonces, avanzar en un modelo que, teniendo en cuenta distintas variables de control presentes en la ENGHo, pueda estimar no solo el efecto neto de tener hijos, sino el costo directo de criar.

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Los ingresos, el nivel de vida y la clase social también afectan el gasto de crianza en cada casa. Mientras que el clima educativo del hogar permite aproximarnos a las diferencias socioeconómicas existentes entre los hogares. Al analizar los patrones de gastos en función del nivel de clima educativo, se observa que las familias con un clima educativo alto y muy alto asignan una proporción mayor de sus gastos a la educación y cultura en comparación con otros hogares, mientras que destinan significativamente menos recursos a alimentos y bebidas. Esto muestra que las diferencias en los patrones de consumo varían entre los diversos hogares en función de las diferencias socioeconómicas.

Fuente: INDEC, Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (2017–2018).

Aunque, en menor medida, el sexo de la persona a cargo de la jefatura del hogar también incide en el modo en el cual se asignan los recursos de cada casa. Según la ENGHo 2012, los hogares con jefatura femenina destinan 1,9 puntos porcentuales más a gastos relacionados con propiedades (alquileres y expensas), combustibles, agua y electricidad respecto a los hogares con jefatura masculina. Asimismo, asignan 1,8 puntos porcentuales más a gastos en salud y 0,2 puntos porcentuales adicional en educación. Sin embargo, conocer lo que ocurre en los hogares con niños y niñas de acuerdo al sexo del jefe o jefa de hogar continúa siendo una materia pendiente a la hora de dimensionar el costo de criar.

El costo en tiempo o consumo indirecto

Hasta aquí, revisamos el costo directo de la crianza. Es decir, los consumos directos en materia de bienes y servicios necesarios para criar. La segunda parte de la ecuación de la crianza tiene que ver con el tiempo. Sabemos, gracias a la encuesta de usos del tiempo del INDEC, que las mujeres en Argentina destinan, en promedio, 6,5 horas diarias a las tareas domésticas y de cuidados no remuneradas, mientras que los varones dedican en promedio 3,7 horas por día. Sabemos además que el conjunto del trabajo no remunerado de toda la Argentina (que insume a quienes viven en este país más de 120 millones de horas diarias) si estuviera remunerado representaría casi el 17% del PIB, por encima de sectores como el comercio y la industria.

La brecha de 2,8 horas promedio en la intensidad horaria del trabajo no remunerado se profundiza cuando se tienen en cuenta los datos de participación en estas tareas. Siguiendo estos datos, de acuerdo a los cuales los varones participan en un 75,1% de las tareas domésticas y de cuidados mientras que las mujeres participan en un 91,7%, se observa una distribución marcadamente desigual del trabajo no remunerado, de modo tal que este recae en un 70,2% sobre las mujeres y apenas en un 29,8% en los varones.

Los hijos e hijas y los cuidados que reclaman explican mucho de esta carga desigual, en especial para el subconjunto de las cuidadoras mujeres. De acuerdo a la encuesta de usos del tiempo antes citada, una mujer con dos niños (menores de 13 años) a cargo, destina más de 10 horas (!!!) a las tareas domésticas y de cuidados no remuneradas. Para los varones, el impacto de los niños y niñas es mucho menor.

Fuente: Encuesta de trabajo no remunerado y uso del tiempo (INDEC)

Esta desigual carga de las tareas de cuidados tiene un efecto claro sobre el empleo y los ingresos de las mujeres quienes, por estar cuidando, pagan un costo de oportunidad. Por este motivo, aún en un contexto de elevados niveles de empleo (en el 1er trimestre de este año, las mujeres alcanzaron un pico histórico), las mujeres siguen teniendo menores tasas de empleo que sus pares varones, mayores tasas de empleo informal (porque se ven obligadas a trabajar en sectores con menor productividad) y, por lo tanto, menores niveles de ingreso y peores condiciones de trabajo.

Hogares monomarentales: donde criar cuesta más

En los hogares con niños, niñas y adolescentes que están a cargo de una sola persona adulta, que en el 90% de los casos es mujer (monomarentales), la desigualdad es aún mayor. Cuentan con la carga exclusiva del cuidado de sus hijos/as, a la vez que deben asumir todos los gastos asociados a su crianza, lo que acarrea una carga económica adicional. De esto deviene que se comprometa su posibilidad de crecimiento y desarrollo personal, de formación y de acceso al mercado laboral.

En el tercer trimestre de 2022, de acuerdo a los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el Total Urbano, hubo más de 1.600.000 mujeres a cargo de hogares monomarentales. Esto representa al 11,7% del total de hogares y 1 de cada 4 hogares con niños y niñas. Dentro de estos hogares monomarentales, viven más de 3.000.000 de niños/as y adolescentes. Esto equivale a 36 estadios de River llenos de niños/as o 56 estadios de Boca llenos de niños/as.

La vida en estos hogares resulta especialmente difícil. Según la EPH, los ingresos de las jefas de hogar monomarentales son un 19,8% menores que los del resto de los hogares. Esto implica que el 26,1% de estas mujeres no alcanza a cubrir la canasta básica individual, situación que alcanza al 20,2% de los/as jefes/as de hogar en general.

Una de las razones por las que los ingresos en estos hogares son inferiores se puede atribuir a la falta de cumplimiento en el pago de la cuota alimentaria por parte de los progenitores. Según UNICEF y la DNEIyG, el 50,2% de los hogares en los que no vive el padre de los/as niños/as no recibió dinero en concepto de cuota alimentaria en los últimos 6 meses y el 12% solo lo recibió algunos meses. Esto significa que 3 de cada 5 hogares a cargo de mujeres no reciben la obligación alimentaria en tiempo y forma.

Entonces, ¿cómo hacen estas mujeres para resolver las necesidades de crianza de sus hijos/as? Trabajan y mucho. La tasa de empleo de las jefas de hogares monomarentales es 26,6% más alta respecto al total de mujeres. Para conciliar su trabajo remunerado y su trabajo no remunerado, deben recurrir a empleos por hora (1 de cada 5 es trabajadora de casa particular), por lo que tienen mayores niveles de informalidad. Otra estrategia de supervivencia es recurrir al financiamiento: de acuerdo a un estudio que realizamos desde la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género junto a la CEPAL, el 65% de estos hogares recurren a financiamiento y, de ellos, casi el 60% destina más de la mitad de sus ingresos al pago de deudas o atrasos.

Paradójicamente, estos hogares mayoritariamente endeudados, son acreedores desde el punto de vista alimentario. Los progenitores deberían participar de los costos de crianza, tanto directos como de cuidados, pero debido a que la crianza de los niños está asociada culturalmente a los deberes maternos, el incumplimiento es la norma. Además, las mujeres que quieren reclamar alimentos encuentran a menudo múltiples obstáculos vinculados al acceso a la Justicia, plazos prolongados y dificultades para captar tanto un valor de referencia para estimar el costo de criar, como criterios de actualización de este costo.

La Canasta de Crianza

Frente a este diagnóstico, el INDEC comenzó a calcular el costo de criar a través de un indicador oficial que es pionero en el mundo. Se trata de la canasta de crianza de la primera infancia, la niñez y la adolescencia, un valor de referencia para saber cuánto destinan las familias a alimentar, vestir, garantizar vivienda, trasladar y cuidar niños, niñas y adolescentes. Este valor de referencia puede contribuir a la organización y a la planificación de la vida familiar y, por lo tanto, a la gestión de los cuidados. Además, permite informar a jueces, abogados y organismos que trabajan con infancias y juventudes para que se cumplan sus derechos. Es una herramienta para prever la gestión y el costo de los cuidados. Por esto, resulta especialmente útil para distribuir los gastos de crianza de forma más igualitaria, especialmente en los procesos de separación de las parejas o luego de la separación.

La metodología de la Canasta de Crianza apunta a captar tanto el costo directo de criar, como el costo indirecto o de cuidados, por lo que incluye dos componentes: los bienes y servicios esenciales para la primera infancia, la niñez y la adolescencia y la valorización del tiempo del cuidado de niños y niñas. El costo de los bienes y servicios se estima a partir de los costos de las canastas básicas total y alimentaria, valorizadas por INDEC. Para el cálculo de la valorización del tiempo se partió del supuesto de que es necesario cubrir 8 horas de cuidado. Es decir que la Canasta de Crianza mide, en otras palabras, el costo de oportunidad que pagan las mujeres por estar cuidando. Por este motivo, se consideró que la cobertura escolar pública (y obligatoria) suele cubrir 3 horas diarias para el segmento inicial y 4 horas diarias en el segmento primario. Luego, se calculó el costo utilizando la remuneración del régimen de trabajadoras de casas particulares, definida por la escala salarial que actualiza periódicamente la web de AFIP, de acuerdo a la negociación de la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares del Ministerio de Trabajo.

Desde junio de este año, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos comenzó a medir la canasta de crianza todos los meses y a publicarla junto con la Canasta Básica Total, en el marco de las estadísticas de condiciones de vida. De acuerdo al último informe, correspondiente al mes de septiembre, el costo de la canasta fue de $141.320 para bebés menores de un año, $166.877 para niños de 1 a 3 años, $134.600 para niños de 4 a 5 años y $169.570 para niños de 6 a 12 años de edad. Las publicaciones de valorización de la Canasta de Crianza están accesibles acá.

Desde la primera publicación ya hubo 20 fallos en 10 provincias que incorporan la herramienta para determinar la cuota alimentaria. En la web de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género se puede seguir cómo avanzan. El incumplimiento del pago de la cuota alimentaria no sólo afecta a los derechos de niños/as y adolescentes, sino que también profundiza las desigualdades de género e impacta sobre los recursos que destina el Estado para subsanar este incumplimiento.

La crianza es una parte sustancial de la economía. Si no existieran personas que llegan vivas y competentes a la adultez, no existirían los mercados, ni los Estados, ni los bancos, ni las fábricas, ni los servicios, ni los consumidores, ni los trabajadores, ni los sindicatos, ni los gerentes, ni las cámaras patronales, y así al infinito. Toda la economía se sostiene sobre los cuidados. Por eso, el desarrollo de herramientas capaces de captar los costos que insumen estas tareas es central no solo para los hogares monomarentales, no solo para las mujeres y los niños que viven en ellos, sino para el conjunto de la sociedad. Para lograr un desarrollo sostenible y con inclusión, primero hay que criar.

Directora Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía. Investigadora Asistente (CONICET). Docente (UBA- UdeSA).

Socióloga (UBA) y maestranda en Sociología Económica (IDAES ,UNSAM). Es docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y coordinadora de la Mesa Federal de Política Económicas con Perspectiva de Género.