Dos caras de una reforma laboral

Eduardo Levy Yeyati y Sebastián Etchemendy debaten y delimitan la condición de posibilidad de mejorar las reglas para el trabajo.

Aunque parezcan atrapados por posiciones antagónicas, muchos de los debates sobre un desarrollo inclusivo en Argentina tienen, entre sus distintas posiciones, más preocupaciones compartidas de lo que se suele expresar en la esfera pública. La agenda laboral no es, en ese aspecto, una excepción. Aún así, existe siempre una distancia entre los acuerdos conceptuales y las posibilidades de que estos se conviertan en programas, planes, consensos. Una traducción que, en general, solo puede hacer la política.

Sebastián Etchemendy (politólogo, investigador principal de FUNDAR, profesor asociado en la Universidad Torcuato Di Tella y ex subsecretario de política laboral entre 2012–2015) y Eduardo Levy Yeyati (economista, profesor y ex decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, ex economista jefe del Banco Central y actual asesor de Juntos por el Cambio) son dos reconocidos académicos, especialistas en temas laborales y con una fuerte vocación pública. Ambos aceptaron la invitación de Fundar y Cenital a conversar sobre los lineamientos para una nueva reforma laboral en Argentina, pero también sobre las posibilidades de convertirla en una agenda para la política en el mediano plazo, en particular en este contexto macroeconómico.

Foto: Cristina Sille

Ambos están de acuerdo en avanzar en una agenda de reformas laborales, ¿en qué consistiría esa agenda? ¿Hay posibilidad de una transformación que abogue, al mismo tiempo, por el proteccionismo laboral y por la flexibilidad? ¿Se puede sacar la noción de reforma de un léxico neoliberal, sin por eso asumir que soluciones nuevas para problemas nuevos no implica desconocer viejas tradiciones?

Etchemendy: Diría que ese camino tiene que abonarse de dos maneras. Lo primero es no volver a lo viejo, a algunas reformas que ya se hicieron en democracia y que no funcionaron: los contratos flexibles sin control; las rebajas de cargas a lo Cavallo; la descentralización de la negociación colectiva de la Ley Banelco; el fin de la ultraactividad por decreto. La segunda es que al statu quo hay que cambiarlo. La ley de contrato de trabajo de 1974 fue hecha para otro modelo, un modelo fordista de trabajo permanente de 8 horas. Aunque plantea cuestiones fundamentales que estructuran el derecho laboral en Argentina, hay que adecuar muchas de esas regulaciones a la modernidad y a nuevas formas de inclusión. Pero además de esos dos puntos plantearía un principio rector: para darle trabajo a los informales no hay que sacar derechos a los formales. Esa es una idea de la economía ortodoxa que no tiene pruebas y termina siendo ideológica. La idea de que si bajás las cargas vas a generar más trabajo no contempla que esas cargas financian a los jubilados y a un montón de prestaciones sociales. Es cierto que el modelo argentino, al privilegiar el financiamiento del Estado de Bienestar a través de las cargas sociales, tiene un sesgo antiempleo. Y eso es un problema. Pero no se soluciona al Estado de Bienestar, ni descentralizando la negociación colectiva y debilitando a los sindicatos.

Levy Yeyati: Yo prefiero hablar de agenda laboral por dos razones. Primero porque, como menciona Sebastián, las reglas de juego del mercado laboral fueron diseñadas, en gran medida, para la línea de producción fordista. Nosotros hablamos todavía de jornada laboral, de lugar de trabajo, de métodos de medición, de demarcación laboral o de trabajo a reglamento, que son conceptos asociados a una línea de producción de manufacturas que hace ya décadas se automatizó. Y mientras, hay un crecimiento muy fuerte en el sector de servicios, donde muchas veces no hay cadenas y la simultaneidad no es importante. El mundo cambió. Lo que dice Sebastián es que tenemos que actualizar los convenios para tener esto en cuenta y eso es importante. Pero también es importante pensar que, cuando hablamos de reglas laborales, estamos hablando de Alemania, donde el 95% de los empleados está en relación de dependencia. En Argentina, dejando de lado a los empleados públicos que tienen permanencia constitucional, solo el 30% de la fuerza laboral privada está conformada por asalariados registrados. El resto, de alguna manera u otra, está fuera de la ley de contrato de trabajo. Después tenés un 28% de asalariados informales y un 26% de independientes (que en un 80% son trabajadores precarios de bajos ingresos). Es decir, del total de ocupados privados, menos de un tercio está bajo ley de contrato de trabajo. Entonces, cuando hablás de una agenda laboral, hablás también de qué hacer con esos otros trabajadores que están en una situación de precariedad: que no tienen acceso al crédito, ni estabilidad de ingresos y tampoco tienen acceso a una capacitación que les permita aumentar su productividad. La agenda laboral es tanto una modernización del 30%, como una inclusión y una apertura para los informales y los independientes, que representan dos tercios del mercado laboral privado.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

¿Vos estás de acuerdo, Eduardo, con la premisa de Sebastián de que no es en desmedro de los trabajadores formales que se deben garantizar derechos a los informales?

Levy Yeyati: Es cierto lo que dice Sebastián y también es cierto que hay una competencia. Porque si bien cualquier reforma es hacia adelante (porque existe el concepto de derechos adquiridos), con un régimen más protegido y otro menos, hay arbitrajes. Y el punto fundamental de este tipo de reformas es que no haya fraudes laborales, que no se vaya reemplazando a los trabajadores “caros” por los “baratos”. Se puede limitar eso, por ejemplo, a través de una puerta de entrada que sea transitoria y condicionada para los primeros empleos, sin que esto implique que, dentro de 10 años, sean todos primeros empleos. Además, no vamos a generar empleo para toda esa gente. Lamentablemente, no creamos tantos empleos registrados ni cuando crecemos.

Eduardo Levy Yeyati. Foto: Cristina Sille.

Etchemendy: Sí, pero creo que no podemos escindir este debate de una agenda de derechos. Aunque eso tampoco quiere decir que los derechos sean lo único que importa. Creo que en todo ese mundo de empleo estatal, empleo doméstico, empleo privado y el gris entre registro y no registro, hay mucho para hacer, y eso Eduardo lo soslaya un poco. La agenda del puro informal está y no es una utopía aspirar a que el empleo privado crezca y absorba a los trabajadores informales. Pasó en los 2000. Ahora, en ese otro mundo, que es la mitad del mercado de trabajo, también hay mucho para hacer. Porque creo que decir que el 30% del trabajo privado tiene beneficios sindicales es equívoco, el 50% de los ocupados está bajo formas colectivas de determinación del ingreso, respaldada por sindicatos. En esa mitad hay una agenda. Tenemos que mejorar la negociación colectiva y adecuarla a una macroeconomía estable. Tenemos que adaptar los procedimientos de crisis a la realidad de que hay sectores que suben y bajan todo el tiempo (y la experiencia del ATP en eso fue muy importante). Están también los precarizados, los tercerizados, las deslocalizaciones, el trabajo doméstico, las economías de plataformas, que es un mundo que orbita entre la formalidad y la autonomía. Chile hoy tiene más regulación que Argentina en materia de horas, tercerización y trabajo en plataforma .

Ambos parecen compartir la idea de que esta agenda laboral, esta reforma, necesita tener en cuenta la heterogeneidad del mercado laboral y plantear soluciones focalizadas.

Etchemendy: Sí, y en esa heterogeneidad tampoco perdamos de vista algo en lo que Eduardo tiene razón: la línea de montaje no existe más, el trabajo está automatizado, hay una explosión de sector servicios frente a la industria tradicional. El tema es que sigue habiendo jefes, sigue habiendo comando en las relaciones laborales, sigue habiendo algún tipo de jornada en muchos lugares. Yo te acepto que la economía de plataformas no tiene jornada, pero tiene comando, no es autónomo. La política no tiene que retirarse de ahí. La manera de abordar esa heterogeneidad es desmalezando. Y en ese desmalezamiento va a haber trabajadores a los que el Estado va a tener que ayudar. En eso, las y los compañeros/as de la economía popular tienen un punto.

Levy Yeyati: La agenda es una batería de medidas. Tenés un montón de trabajadores independientes, e incluso de trabajadores informales, que no tienen la capacidad para entrar a una empresa. Una formación laboral continua, que habilite la recalificación, es parte de la agenda laboral. La formalización de las microempresas también es una pieza clave para formalizar a los asalariados en negro, porque el 65% de los trabajadores asalariados en negro están en empresas de hasta 5 empleados. Es muy rico el debate y no tiene que ver solamente con la ley de contrato de trabajo. Y acá agrego un pie de página: creo que hay que avanzar en el descuelgue de los convenios colectivos. Porque las convenciones colectivas están compuestas por empresas con niveles de productividad, de espalda financiera y sobre todo, con una intensidad de trabajo, distintas a las pequeñas. Una manera de formalizar a esos trabajadores es que los convenios permitan reducir las condiciones mínimas. Y eso es muy delicado, porque es cierto que estás flexibilizando. Pero si no lo hacés, podés dejar a muchas empresas y mucha gente afuera.

Etchemendy: Acá tenemos puntos en común. Pero antes de entrar en eso, quiero hacer una aclaración. Porque esto parece una discusión académica, fuera de la política, y no es eso. Hay una parte del sector en el que orbita Eduardo, porque ojalá toda la centroderecha pensara como él, que plantea ir a una guerra contra los sindicatos. Y ni hablar de la derecha más dura, que directamente no cree en la regulación estatal. Es decir, que hay una parte de la centroderecha que busca sacar al sindicalismo de la cancha e ir contra el modelo argentino. Y eso no solo está mal, sino que no va a funcionar. Me refiero, por ejemplo, al discurso de Patricia Bullrich estigmatizando a los sindicatos docentes, que no son perfectos, pero son un actor central de la política educativa. Y ahora, volviendo a los denominadores comunes, comparto la idea de un régimen impositivo para microempresas. Podemos discutir el corte, pero es algo en lo que estoy de acuerdo, y acepto que no todos en mi espacio político lo están. Yo creo que es mejor hacer un régimen específico que andar tirando todo el tiempo descuentos impositivos; establecer un corte de empresas chicas que no pueden pagar esas cargas laborales y que estén en un área general monitoreada por los sindicatos de sector. Y también acuerdo con el descuelgue. Se pueden adecuar los procedimiento preventivos de crisis como hace España y eso también habilitaría algún tipo de descuelgue. Pero, insisto, siempre con los sindicatos en la mesa.

Sebastián Etchemendy. Foto: Cristina Sille.

Levy Yeyati: El punto fundamental es que hay un valor que no estamos recuperando. En la medida que hay un valor podés cooperar y eso se ha hecho en muchos países. Y por el otro lado, el balance entre flexibilidad y derechos adquiridos y el peligro del fraude laboral, también son un problema de valor. Hoy hay mucha productividad para ganar. Es cierto que algo de eso va a tener un contagio en la forma de sustitución. Bueno, la solución no es cerrar filas sobre ese 30%, pero tampoco bajar las barreras a un nivel de protección menor. Tenés que tener un régimen dual.

Etchemendy: El tema ahí también es cómo salir de la dualización. En los países que lo hacen, el Estado entra, fuerza a los sindicatos a aceptar que en el desempeño alternativo entre sectores haya trabajadores que se van a quedar sin trabajo, pero pone a esos trabajadores en un proceso de reconversión donde ganan el 80% de su salario neto y los vuelven a meter en el mercado de trabajo. Y ahí los sindicatos aceptan la flexibilidad porque saben que ese trabajador no va a la selva. El Estado resuelve, no es que se terminan con los derechos del sector que tenés regulado.

¿Y cuáles consideran que son las condiciones de posibilidad de esa reforma? ¿Qué desafíos supone para la política, en este contexto de la política argentina, aspirar a una mesa de diálogo transversal?

Levy Yeyati: Ese diálogo existe ya. Todos nos damos cuenta que, crezcamos o no, no creamos empleo. Todos somos conscientes de que hay que hacer algo en el mundo laboral, y que hay que hacerlo entre empresarios, trabajadores y el Estado. Pero ese diálogo no es para hacer en los medios o a los gritos. Creo que en los medios deberíamos discutir mucho más la agenda laboral, pero las reformas (que implican una negociación), se anuncian después de que se negocian. Hay que discutir los lineamientos, las aristas y el perímetro de la negociación en una charla discreta. En ese sentido, la campaña no es el mejor momento.

Etchemendy: Coincido en que esa negociación es factible. Tiene que ser algo de la clase política. En el gobierno de Cambiemos se suprimió la paritaria nacional docente y se vació el Consejo del Salario. Eso pasó y eso es salirse del diálogo. Ojalá no se vaya a repetir. Y una aclaración, llamar al diálogo tampoco es mezclar todo. Pongo un ejemplo: nosotros decimos que tenemos que traer a la mesa al trabajador informal. ¿Qué hizo el gobierno de Cambiemos? Los agregó al Consejo del Salario. Entonces ahora vos tenés que el Consejo regula el ingreso del Potenciar trabajo. Una negociación salarial originalmente hecha para poner un piso a las paritarias privadas y al Estado nacional, ahora lo ataste a algunos actores que ni siquiera están ahí. O sea, llamar al diálogo no significa mezclar todo. Lo que tenemos que tener para esos trabajadores es un Consejo de Salario Social Familiar. Y volvemos de nuevo a la necesidad de no irnos de la política. El discurso de la candidata Patricia Bullrich (ni hablar de la extrema derecha) era “saquemos la intermediación”. Pero cuando gobernó Cambiemos triplicó la cantidad de planes. Hay que abonar por la intermediación y ponerla donde tiene que estar.

Etchemendy, Levy Yeyati y Lucia Álvarez. Foto: Cristina Sille.

¿En qué medida la situación macroeconómica y la inflación creciente permiten avanzar en una propuesta de este tipo? ¿Cómo dialogan estas propuestas con un plan de estabilización?

Etchemendy: Creo que son dos agendas diferentes. No hay que hacer todo a la vez. La agenda para adecuar la negociación salarial y las formas de determinación del ingreso tiene que ser diferente a la agenda de la reforma laboral que estamos pensando. Aún con todo lo que describió Eduardo, del auge del sector servicios y la informalidad, el sindicalismo sigue siendo relevante y tiene que estar en esa mesa para adecuar la negociación salarial. Y no estoy de acuerdo con cómo lo planteó Gustavo Béliz, pero en el mundo el Consejo Económico y Social sirve para administrar estas cuestiones distributivas. En ese sentido, yo avanzaría en otra reforma de institucionalización del diálogo entre actores. Y aclaro: de actores con representatividad.

Levy Yeyati: Estoy de acuerdo. El Consejo Económico y Social creado por este gobierno es un ejemplo de por qué las políticas no se deben crear para la foto. Porque es útil, pero coincido en que tienen que estar solo los actores con representatividad. La agenda laboral va a llevar un tiempo. Y va a ayudar el crecimiento, porque las medidas de esa batería son más activas cuando estás creciendo. Entre otras cosas, porque el empresario en crisis no quiere invertir. Ni hablar con esta inflación. Después de cinco años de crisis y de una reducción del salario real en el último año, cualquier programa de estabilización tiene que tener mucho cuidado con el impacto sobre el salario. Y eso en general se hace con políticas de ingreso que sirvan para suavizar el impacto, primero, y para evitar que, cuando crezcas, la rapidez del aumento de salarios no te descarrile el efecto de estabilización. Para eso, hay que sentarse. Pero, repito, esa política de ingresos tiene el problema de que te vas a sentar con el 30% de los trabajadores privados. ¿Cómo hacés para tener una política de ingresos para gente que está fuera de la ley de contrato de trabajo, de las paritarias? No es fácil. Necesitamos instrumentar una política de ingresos en un mercado dual en donde la mayor parte quedó afuera.

Etchemendy: Entonces, el resumen es: sincronizar, para no perder, pero también para controlar indexación a futuro, y compensación. Y la institucionalización de todo esto y las medidas macro que mencionó Eduardo. Porque tenés que tener una política fiscal predecible y tasas de interés positivas. Todo esto tiene que estar en el horizonte, por lo menos discursivo, y lo cierto es que en nuestro espacio político no lo estuvo. De hecho, a veces nos vamos para el otro lado, al superávit fiscal y ningún país tiene superávit fiscal. No hace falta exagerar ni sobreactuar. Lo que no podés tener es un déficit permanente y sin planificación y tasas de interés negativas que no te habiliten ningún tipo de sostenimiento del peso. Eso también tiene que ser parte del aprendizaje.


Esta nota forma parte del especial de Cenital-Fundar, ¿Trabajando duro o durando en el trabajo? Podés leer todos sus artículos acá.

Responsable de Proyectos de FUNDAR. Es Licenciada en sociología (UBA), magíster en Antropología Social (IDES-EIDAES) y doctoranda en sociología por la EIDAES-UNSAM, donde se desempeñó como Secretaria académica y es actualmente profesora adjunta.