«Cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar»

Siempre exagerado, el fútbol argentino ofrece este fin de semana su fecha de puros clásicos. Y, si no los hay, los inventa.

“Only in America”. Don King, el célebre promotor de boxeo de los pelos electrizados, lo decía como un elogio. “Only in America (Solo en Estados Unidos) un negro pobre como yo puede llegar a la cumbre del mundo”, decía Don King, que en sus primeros años, cuando controlaba las apuestas en su Cleveland natal, sufrió 45 arrestos y dos condenas por asesinato. El promotor de los más grandes campeones mundiales de boxeo se creía Martin Luther King. En rigor, fue un gangster entre gangsters que usó la carta de la negritud para irrumpir en una jungla en la que promotores blancos explotaban a boxeadores negros. “Only in America”, hoy canción patriota en tiempos de Donald Trump, terminó siendo meme. “Solo en Estados Unidos las escuelas tienen más armas que libros”.

“Solo en Argentina” también es nuestro latiguillo. Pero sabemos que, en realidad, no todo es tan único, aunque sí cada país tiene sus propios escenarios dominantes. El fútbol es uno de los nuestros. Y “solo en Argentina”, tenemos en una misma jornada 14 clásicos, reales o inventados. Hoy sábado, entre otros, San Lorenzo-Huracán a las 16 horas, Rosario Central-Newell’s 16.30 y Racing-Independiente a las 19. Y mañana domingo Boca-River en el extraño horario de las 14, Colón-Unión a las 16.30, Estudiantes-Gimnasia a las 17 y Talleres-Belgrano a las 18.45. Clásicos, en muchos casos, con un siglo de vida. Y donde no hay clásico (porque en Primera división tenemos un récord mundial de 28 equipos) se lo inventa. La teoría del “excepcionalismo” estadounidense pero aplicada a nuestro fútbol. Un ejemplo: la séptima fecha de la Copa de la Liga abrió anoche con Tigre-Vélez, un “no clásico”, como lo describe el colega Alejandro Fabbri, autor del libro “Clásicos”.

Tampoco es un clásico Arsenal-Defensa y Justicia (abren la jornada del sábado a las 11, tienen apenas 28 partidos entre sí). Y menos Godoy Cruz-Instituto (lunes 18.30) que jugaron 20 veces. Ni qué decir ya de Barracas-Sarmiento (lunes 18.30). Registran 11 partidos entre sí. En otra categoría están Banfield-Lanús (sábado 21.30) “clásico de zonas cercanas –dice Fabbri- pomposamente llamado ‘Clásico del Sur’, rivalidad que arrancó hace cuatro décadas, ya que antes eran hinchadas amigas”. También tiene fuerte historia estas últimas décadas (aunque solo 16 partidos) Atlético Tucumán-Central Córdoba (lunes a las 21). Será simultáneo con Platense-Argentinos, cuya fuerte rivalidad comenzó en 1980, cuando Diego Maradona jugó su último partido en el Bicho.


LA ORIGINALIDAD ARGENTINA

La historia del fútbol mundial se alimenta de grandes clásicos. Cito los que elige el libro “Tardes de fútbol. Los partidos más importantes del mundo”, del periodista venezolano Agustín Rodríguez Weil: Barcelona-Real Madrid y Betis-Sevilla en España, Juventus-Inter y Roma-Lazio en Italia, Schalke 04- Borussia Dortmund en Alemania, PSG-Olympique Marsella y Saint Etienne- Lyon en Francia, Manchester United-Liverpool y Arsenal-Tottenham en Inglaterra, Celtic-Rangers en Escocia, Ajax-Feyenoord en Países Bajos, Benfica-Porto en Portugal, Galatasaray-Fenerbahce en Turquía, Dinamo de Kiev-Shakhtar Donetsk en Ucrania, Flamengo-Fluminense y Gremio-Internacional en Brasil, Nacional-Peñarol en Uruguay, Colo Colo-Universidad de Chile en Chile, Atlético Nacional-América de Cali y Millonarios-Deportivo Cali en Colombia, Cerro Porteño-Olimpia en Paraguay, Chivas-América en México, Al Ahly-Zamalek en Egipto y Kaizer Chiefs-Orlando Pirates en Sudáfrica. Rivalidades no solo de ciudades o barrios, sino también supuestamente de clase, origen, religión, políticas.

Los historiadores locales, eso sí, me cuentan que no encontraron muchos casos en otras Ligas que hagan jugar todos sus clásicos en una misma fecha. Sucede en Colombia, en la MLS, en Brasil y en algún que otro país. No es nuevo para nosotros. Ya en el Campeonato Nacional de 1970 (dos zonas a dos ruedas) hubo dos fechas completas de clásicos, algunos forzados, como ahora, porque no siempre el rival “ideal” está en Primera (por ejemplo, San Lorenzo, sin Huracán, tuvo aquel año a Vélez como adversario). Como sea, una fecha entera de clásicos parece la confirmación de ciertas exageraciones argentinas: teníamos Superliga (así se llamaba hasta hace poco a nuestro campeonato de Primera), Superclásico (Boca-River) y Clásico barrial más grande del mundo (San Lorenzo-Huracán).

Racing-Independiente ofrecen su propio récord. Ya no se trata de clásico barrial. Sus estadios están casi pegados, espalda con espalda, “dos elefantes de cemento separados por dos cuadras”, como describió el colega Alejandro Wall en su libro “Academia carajo!”. Calle Corbatta de un lado, Bochini del otro, “una franja de Gaza” en Avellaneda. Tan intensa como el duelo platense Estudiantes-Gimnasia, el primer club nacido en 1905 con jugadores del segundo porque Gimnasia (fundado en 1887) los había dejado sin cancha de fútbol. Pincharratas y triperos. El León y El Lobo tienen “El Clásico del helicóptero”, “El Clásico del terremoto” y también el clásico en el que sus dos capitanes se dieron la mano sin siquiera mirarse. Eran Martín Palermo y Guillermo Barros Schelotto. Juntos, compañeros, ganaron todo luego en el Boca de Carlos Bianchi.


ROSARIO, CLASICO PROHIBIDO Y SUPERCLÁSICO

Rosario Central-Newell’s, en territorio difícil, narcotráfico omnipresente, jugarán protegidos por más de mil policías. “El clásico más picante de todos”, dicen los especialistas. Tan difícil que, hasta 2019, después de 35 años, no hubo siquiera jugadores que actuaran en ambos equipos. Era uno u otro. Y para siempre. Era algo que sí podía hacerse en cambio hasta los años ’70, cuando dos símbolos como los hermanos Daniel Pedro y Mario Estanislao Killer, campeones ambos con Central, pasaron a Newell’s en 1980 (la confraternidad entre rivales era parte de aquellos tiempos. En sus inicios, jugadores e hinchas de Boca y River compartían cantina después de algún clásico). En Rosario, la rivalidad tuvo anécdota cuando ambos pujaron para ver qué estadio se quedaba como sede del Mundial 78: cuenta la leyenda que Central usó una mano amiga de la Municipalidad para alterar los semáforos cuando el brasileño Joao Havelange, presidente de la FIFA, llegó (tarde) para inspeccionar en 1974 el estadio de Newell’s. La sede fue para Central.

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En estos últimos años el fútbol argentino incorporó un clásico tan picante que ni siquiera se puede jugar. No solo porque ambos equipos actúan en categorías distintas. Tampoco pueden enfrentarse en amistosos. Se trata de Aldosivi-Alvarado en Mar del Plata (donde el viejo clásico solía ser Kimberley-San Lorenzo). Aldosivi (que señala a Talleres como su rival histórico) inició su clásico con Alvarado en 1989 con incidentes (años antes se habían registrado cruces de hinchadas). El pico (y último partido) fue el 10 de agosto de 1997 en cancha de River, a metros del barrio Centenario, territorio de Alvarado, cuando el árbitro Jorge Di Salvo debió parar todo a los veinte minutos por peleas entre los hinchas. Hubo invasión de cancha, gases lacrimógenos, jugadores de Aldosivi refugiados durante horas en el vestuario (los de Alvarado gritándoles “cagones”) y abandonando el estadio escondidos en el piso de una combi que salió a contramano a toda velocidad.

¿Y acaso el Superclásico no debió mudarse a Madrid para jugar la final de la Copa Libertadores de 2018 en el Bernabéu? Boca, que recibe a River el domingo en la Bombonera en medio de sus semifinales de Libertadores contra Palmeiras, afrontará además elecciones a fin de año, en las que Juan Román Riquelme intentará derrotar otra vez al macrismo que quiere volver al club. River, a su vez, se autoinfligió una crisis inesperada con su DT Martín Demichelis bajo la lupa después de que se filtraron críticas que había hecho off the record y que apuntaban a referentes importantes del plantel. Tal vez por eso (concientes ambos del peso que puede tener un mal Superclásico) Boca y River han preferido esquivarse en estos tiempos. Adeudan desde hace años dos finales domésticas, Supercopa y Trofeo Argentino de 2020. Es otra exageración argenta. La AFA otorga seis títulos por temporada: Liga, Copa Argentina, Copa de Liga, Supercopa, Trofeo de Campeones y Supercopa Internacional. La inflación ayuda a alimentar esa por momentos infantil competencia de ver quién es el más ganador de todos.


“¿NO EXISTIS?”

Hay hinchas que eligen ganar el clásico antes que el campeonato. El jueves por la noche, los jugadores de Boca dejaban el campo absolutamente agotados tras igualar sin goles contra Palmeiras la semifinal de ida en la Bombonera. Los hinchas los despidieron recordándoles que el domingo tendrán que ganarle a River. Los hinchas le dicen, paradójicamente, “no existís” al rival que esperan como a nadie. “Nosotros –escribió el historiador Eric Hoshbawm- nos reconocemos como ‘nosotros’ porque somos diferentes de ‘ellos’. Si no hubiera ningún ‘ellos’ de los que somos diferentes, no tendríamos que preguntarnos quiénes somos nosotros”. Años atrás, en larga charla con el periodista alemán Jan-Henrik Gruszecki, tras una gira por 177 estadios de Argentina, eligió al de Rosario como mejor clásico, citó especialmente al clásico de Morteros (ciudad cordobesa de 25.000 habitantes, con 15.000 que van a la cancha cuando juegan Tiro Federal vs 9 de Julio) y despreció Superclásicos que privilegian a hinchas-turistas y que, favorecidos por su alta demanda, ahora elitizan su público con boletos cada vez más caros.

Además, este año cumplimos una década sin hinchas visitantes en nuestros estadios. La medida quitó color al espectáculo, pero a su vez dio más seguridad, más allá de batallas internas de barras que dirimen sus liderazgos. Ya en 2004 (7 de julio en el Monumental) se jugó un Superclásico sin público visitante. Prohibir a la hinchada visitante fue la solución que se encontró para poder jugar de noche, como vetaba la Seguridad, pero quería el negocio de la TV que manejaba entonces la sociedad Torneos-Clarín. Yo estaba esa noche en el Monumental en la zona de prensa, con 70 mil personas en el estadio, cuando Carlos Tevez anotó para Boca y celebró haciendo la “gallinita”. Recuerdo que, bien cerca, alguien lanzó un grito ahogado, casi solitario, de “gl”, reprimiendo la “o”. Bastó para que un grupo de fanáticos patrullaran la zona para detectar al “infiltrado”. Es el Lado B de la fiesta popular. Una fiesta que expone todas sus caras en los días de clásico. Y cuando los hinchas llevan largos días avisando que “el domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar”.

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubró nueve Mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.