Criar: cuando la claridad se pierde en un mar de datos

Tres especialistas hablan sobre los nuevos desafíos de la crianza en tiempos de hiperconectividad.

Hace no tanto, el gestar y el criar se sostenían en una red de información y experiencias del entorno más cercano, las consultas con los pediatras, la lectura de algunos libros. Hoy, quienes eligen ser padres y madres tienen a disposición un universo de información interminable y contradictoria: por cada tema hay escuelas, mandatos, experiencias y protocolos que chocan entre sí. Cenital habló con tres especialistas: Paola de los Santos, psicóloga y puericultura; Clarisa Noales, terapista ocupacional y especialista en estimulación temprana y neurodesarrollo; y Mónica Müller, médica y homeópata. El objetivo fue delinear estos nuevos desafíos y entender por qué tanta información no siempre facilita las cosas.

Paola de los Santos

En los últimos 20 años hubo muchos cambios, pasó de todo. Eso impactó también en las familias. Los bebés tienen necesidades puntuales, biológicas, de sostén nutritivo, inmunológico y emocional. Eso no se modificó. Lo que cambió es el ritmo de la vida de las personas, la forma de vivir de manera amontonada, sin tener un momento para tener una clase de yoga, sin tener un momento para parar, eso es lo que se modificó. El trabajo en exceso, el multitasking, nuestro cerebro no está preparado para esto. Lo hacemos a un costo altísimo, de muchísimo desgaste y estrés. Los bebés no se modificaron, lo que cambió es el lugar al que llegan y las personas que los reciben, eso choca todo el tiempo, parece una aspiradora robot. Ese choque es igual a frustración. Pero sabemos que con la inmediatez de todo no estamos muy preparados para la frustración. Todo tiene que ser ya, y perfecto.

La preocupación de las pacientes fue cambiando con el tiempo, pero hoy la inquietud que se repite es si van a tener leche, si les va a alcanzar, si les va a alcanzar para “llenar” a sus bebés y también si los bebés las van a lastimar, si van a tener infecciones. Todo es del orden del horror. También hay mucha preocupación sobre cómo van a hacer para compatibilizar el trabajo remunerado fuera de casa con la lactancia. Nunca es fácil, alimentar no es tan sencillo como “tiene que salir alimento de una teta” y “tiene que llenarse un estómago”.

Las redes a veces proponen un ideal muy difícil de alcanzar y yo veo el impacto en las familias. Lo que tienen es un estrés por cuatro, se multiplica. Las preguntas llegan en forma de ansiedad. Muchísima ansiedad y estrés. ¿Hay que bañarlo siempre a la noche? Me preguntan, con preocupación. No, digo, pero en todos lados dice que sí, me responden. Ese es el nivel de presión que tienen: creen que va a pasar algo si no lo bañan. Hay una contradicción: hace 20, 30 años las mujeres no nos movíamos entre tantas áreas, era todo mucho más indoor. Se vivía en mayor comunidad. Pero las redes sociales no son real compañía, son información y mandato: ahora los bebés tenían que dormir boca arriba, yo dormí toda la vida boca abajo. Las cosas que leen suman presión, no siempre son recibidas como información valiosa.

Hay la misma cantidad de información y de presión. Por eso yo recomiendo que vayan con personas con un abordaje serio y cálido, humano, porque eso es lo que falta: y no hay tanto. En el medio quedan las personas pensando que no son aptas para tener a sus bebés: ¡desde que el mundo es mundo, nos venimos cuidando entre nosotros y criando y llegamos hasta acá!, algo bien habremos hecho. Confíen más en ustedes. Esa es mi función, creo, entre otras cosas. Padres sin confianza es un mal negocio para nuestro mundo.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Clarisa Noales

Hay una sensación de que “es más difícil criar” ahora que antes, pero para mí criar un niño fue, es y será siempre difícil, siempre muy trabajoso: la crianza implica que le pongas el cuerpo, que le dediques tiempo, que a veces duermas poco y mal, que tomes decisiones constantemente sin saber si son las correctas, y que tengas la mayor amorosa paciencia para acompañar todos esos procesos. Es imposible pensar que pueda ser fácil. Los hijos vienen a desarmar todas las ideas y volver a armarlas. Tengo pacientes padres y madres que me dicen que durante el embarazo ya están haciendo cursos de sueño, cursos de alimentación, pero ¡es raro hacer un curso antes de conocer a tu bebé!

Antes, la maternidad y la crianza estaban sumamente romantizadas. Estaba muy instalada la ética del sacrificio, sobre todo para las mujeres. Renunciar a todo por amor. Quejarse de ciertas cosas era poner en riesgo el lugar de mamá. Antes el mandato era externo y también interno. Era raro protestar. En ese sentido, una se entregaba a la crianza con más docilidad. No había espacio para hablar del lado B, del cansancio, del agotamiento, de la frustración. Criar es hermoso, es verdad, pero también es agobiante, agotador, frustrante. Antes era habitual que fueras madre entre los 20 y los 30, y hoy ya no es tan habitual. Cada uno hacía lo que podía, había mucha menos información, había menos culpa: en todo caso, había un apoyo con suerte sobre una red familiar. Tenías a tu mamá, tu suegra, tu tía, que te cuidaban al bebe y te aconsejaban, hoy es más difícil encontrar esa red, sobre todo en las grandes ciudades. Hoy hay más una red virtual: hoy hay muchas más tribus virtuales, Instagram, TikTok, hay un montón de lugares desde donde sacar información, lo cual es hermoso, pero al mismo tiempo es más enloquecedor, porque te llena de mandatos. Tenés sobre cada tema un Boca-River: ya desde el embarazo estás pensando si va a dormir con vos, si le vas a dar teta o fórmula, si en la alimentación complementaria le vas a dar con cuchara o si harás baby led weaning. Se plantean exigencias y más exigencias. Antes no tenías información y hacías lo que te contaban, lo poco que leías o lo contrario a todo eso. Hoy hay un montón de profesionales, libros, blogs, grupos, que te dicen cosas. Hay mucho marketing alrededor de la crianza, y ser mamá o ser papá es sentir que no sabés. Antes te apoyabas en el pediatra y lo exprimías. Lo pesaba y lo media, pero también te tiraba data. Hoy tenés información por todos lados, y esa información te vende cursos sobre cada tema. Tenés cursos de sueño, alimentación, crianza respetuosa, control de esfínteres. Yo suelo decir que hay hashtags que son peligrosos, porque son marketineros. Hay uno que dice que los pañales no se sacan, los chicos los dejan. Y es mentira: es verdad que tu hijo te va a dar señales, pero si no las tomás la vas a complicar un montón.

Estamos en tiempos más apurados y más vertiginosos y las madres y los padres tienen menos tolerancia a la frustración. Si venís acostumbrado a que te vaya bárbaro, tener un hijo te pone a prueba: no te va bien, parte de ser madre y padre es que no te vaya bien. Si estás esperando que tu bebé duerma toda la noche te la vas a dar. Pasamos de una crianza autoritaria a quizás hoy en día una búsqueda de equilibrio que todavía no encontramos. Los adultos están muy exigidos laboralmente, dormís mal, trabajás mucho, pareciera que tenemos mucha más demanda y sí, porque es la demanda de ser una profesional exitosa, de ocuparte de tu cuerpo, de tu belleza, de tener una alimentación sana, criar a tu hijo de una manera respetuosa. Antes había más comunidad. Por eso ahora es tan importante el rol del Estado: antes quizás al bebé te lo iba a cuidar tu mamá, y hoy las abuelas están trabajando. Son necesarios esos jardines maternales y un Estado que acompañe y garantice el derecho a cuidar, porque si no enloquecés: ya la maternidad, de por sí, enloquece.

Mónica Müller

Yo veo que las madres jóvenes dan la teta, el chico tiene tres años y siguen dando la teta, y me parece algo extraordinario. En mi época, cuando tuve mis primeros hijos, en la década del 70, la idea era dejar de dar la teta a los tres meses y basta: mamadera y fórmula. Me acuerdo que en el hospital Argerich, cuando iban las mujeres bolivianas a parir insistían — con infinita paciencia — en parir en cuclillas. Ponían unas sábanas en el piso y las dejaban tranquilas para que parieran, los médicos asistían e inmediatamente la mamá ponía al bebé en la teta. Tenían costumbres que nosotros los médicos mirábamos con simpatía y con admiración. Era muy poderosa esa sensación de que estaban haciendo algo sabio, algo que culturalmente les había sido transmitido. Me hacía cuestionar todo lo que hacíamos: la mujer en la camilla, las piernas. Estas mujeres tenían una sabiduría, una fuerza y una polenta que provenía de sus ancestros.

Que el padre se ocupe, que pueda cambiar los pañales y estar en igualdad con la madre de los chicos, me parece algo fantástico. Que parejas de un mismo sexo puedan tener hijos, adoptar, criar, dos hombres, dos mujeres, me parece que toda esta flexibilidad maravillosa que se está abriendo, este abanico de posibilidades que nos arranca de la rigidez del blanco y negro, es algo maravilloso. La humanidad está teniendo otro tipo de sensibilidad y de conciencia y eso se refleja en la crianza de los chicos. Lo que está pasando es una desnaturalización de las funciones y los actos naturales de los humanos, una desanimalización de los humanos que considero una tragedia, porque los humanos somos animales, y la ciencia puede avanzar, y aumentar la expectativa de vida, y que esa vida sea más feliz, y todo sin necesidad de desnaturalizar. Hay regresos a lo natural que parecen una caricatura, por ejemplo, el tema de los pañales: no usar más pañales descartables está bien, se ocupan muy responsablemente de cuidar el planeta, pero en el cuidado del planeta descuidan el cuidado de las madres, yo que he criado con bombacha de goma, te la regalo, los pañales colgados en invierno, chorreando agua, esperando que se sequen, era un asco, era un laburo infernal que hacíamos las madres, no los padres: y el pañal descartable fue una bendición. Me parece que es una cuestión de dignidad también que el planeta se salve un poco menos, pero que las mujeres nos salvemos un poco más.

Yo creo que eso caracteriza este momento: el enorme deseo de hacer por los hijos y por todo lo que los rodea, el embarazo, algo natural, amable, amoroso y no violento. Eso me parece genial. Ahora, ¿qué tiene de malo eso? El embarazo ya no es algo natural prácticamente. Te digo, por los pacientes que atiendo, que montones congelan sus óvulos a los 38, 40. Las mujeres empiezan a tener pánico de llegar a los 40 y tener un hijo. Lo que te transmiten es que las mujeres vencen a los 40 años. Como un yogurt, vencen. De hecho, muchas mujeres cuando quieren tener un hijo y pasan seis meses sin lograrlo ya están empezando a preguntar cuál clínica de fertilidad es mejor. Varias veces he tenido que preguntar: ¿vos sabés cómo se fabrican los chicos, cómo ha llegado la humanidad hasta ahora? Y se ríen. Digo, ¿cuántas veces tenés sexo en un mes? Bueno, no sé, llega cansado, cuando llega estoy dormida, qué sé yo, una vez, dos veces. Bueno, les digo, mirá, mejor jugar la lotería, tenés más posibilidades de ganar que de quedar embarazada. Les digo, cogé, loco, cogé, porque la verdad, se olvidaron. La gente se viene olvidando de que para tener un hijo hay que coger. O bueno, tenemos las otras posibilidades, pero son alternativas.

Y otra cosa que está ocurriendo mucho es la dificultad para parir. Es verdad que los médicos empezaron a hacer cesáreas a lo bestia, por lo menos en la Argentina, y cada vez son menos los partos naturales, pero ahora las mujeres piden cesáreas. Piden cesáreas para que nazca el nene, no nazca el día del cumpleaños del abuelo, o porque tienen que viajar, o para que sea de escorpio, o de cáncer. Y muchísimas mujeres tienen pánico, pánico al parto, pero terror. Y realmente ahora con las anestesias que hay para el parto, no sé, yo no tendría miedo. Y claro que duele, pero la humanidad se reprodujo así y nadie se murió por el dolor, ¿no?

Y con respecto a la crianza, hay nuevas “ondas” como el baby led weaning, que es que al bebé no hay que darle de comer con cucharita, porque si le das con la cucharita lo estás obligando a comer y interviniendo en su deseo de comer y el chico debe tocar la textura de la banana y comerla con la mano. Es muy linda la teoría, es fantástica, pero también, viste, la casa tenés que baldearla después que el nene come una banana o un brócoli, porque no saben comer, los nenes de seis meses no pueden comer. Usar herramientas es parte de la evolución y del desarrollo de los animales. A mí me parece que esas cosas tan polarizadas son un poco caricaturescas y me parece que no, que son un gran esfuerzo para el papá y la mamá y es un quilombo para el nene. Las redes sociales tienen un poder inmenso. Es el nuevo foro donde se reúne la humanidad para discutir los temas centrales y los no centrales. Todo lo que está en las redes es LA verdad.

Sí, a pesar de los avances enormes que hay, en la autonomía de las mujeres y esta cuestión de la presencia mayor de los padres, veo que la exigencia sobre las mujeres es infinitamente mayor que sobre los hombres, porque además las mujeres se sienten muy observadas en su rol de madres: si el chico está bien, si no se enferma, si habla a tiempo, porque además todo el mundo sabe a qué edad debe hablar el chico, cuántas palabras debe decir al año. Si el chico no cumple, la madre es cuestionada, es mirada de reojo. Es tremendo, vivimos observados como bajo un microscopio, cosa que ocurre en los pueblos chiquitos, las redes han transformado el mundo en un pueblo chiquito, donde todos observan a todos, controlan a todos, bajan línea a todos y las mujeres somos las mayores víctimas de eso.

Puericultora Universitaria y Psicóloga Social especializada en el acompañamiento de la maternidad. Autora del libro #Yodoylateta.

Terapista Ocupacional, Especialista en Neurodesarrollo y Estimulación Temprana.

Médica y escritora. Autora de varios libros, entre ellos Sobre lo natural, pequeño ensayo crítico sobre las modas en materias de salud y nutrición.