Cuando el deporte no condenaba las guerras

Se cumplen veinte años de la invasión a Irak. Rusia hoy está prohibida por Ucrania. Estados Unidos fue celebrado.

Hace veinte años exactos, George W. Bush (hijo) anunciaba desde la Casa Blanca que Estados Unidos iniciaba sus “operaciones militares para desarmar a Irak, liberar a su gente y defender al mundo de un grave peligro”. En el Staples Center de Los Ángeles, casa de los Clippers, el local recibía a los Nuggets, de Denver. Los aficionados vieron primero en pantalla gigante el discurso de Bush y lo mismo sucedió en otros escenarios de la NBA. Hubo partidos que decretaron “tiempo muerto” para pasar a escuchar al presidente. Se oyeron aplausos. Pero también silbidos. Dos años antes, Estados Unidos había sufrido el ataque a las Torres Gemelas y la invasión inmediata a Afganistán contó con fuerte apoyo. No sucedía lo mismo con Irak. El argumento, jamás comprobado, de la nueva invasión eran las conexiones entre Saddam Hussein y Osama Bin Laden y armas de destrucción masiva (que jamás fueron siquiera detectadas).

La Operación “Freedom Iraq”, casi sin resistencia (imposible olvidar las estatuas de Saddam derribadas), duró un mes y diez días, pero la guerra se dio por finalizada a fines de 2011, con cerca de dos millones de muertes iraquíes (además de unos cinco mil soldados estadounidenses), millón y medio de desplazados y un país devastado que abrió paso a guerras internas eternas, religiosas, étnicas y políticas. La batalla contra lo que Bush llamó “El Eje del Mal” (Irak, Irán y Afganistán) potenció una islamofobia de la que el deporte, hoy durísimo para expulsar a Rusia por la guerra de Ucrania, jamás hizo autocrítica alguna. Peor aún, los primeros Juegos Olímpicos posteriores a la invasión, la edición de Atenas 2004, sirvieron en bandeja a la campaña reeleccionista de Bush, que meses después derrotó al candidato demócrata John Kerry. La previa de aquellos Juegos especuló que la política dañaría al deporte ante la amenaza de atentados terroristas como represalia a la invasión. Los Juegos, efectivamente, fueron politizados. Pero no por los terroristas.


“VOTE BUSH-CHENEY”

“En 1972 había 40 democracias en el mundo. Hoy, 120. Y en estos Juegos Olímpicos habrá dos naciones más libres y dos regímenes menos terroristas”. El anuncio de campaña en la TV de Estados Unidos, en plena disputa de los Juegos de Atenas, terminaba con el cartel inevitable: “Vote Bush-Cheney”. “La libertad –decía el narrador- se extiende por el mundo como un amanecer”, mientras la imagen mostraba a un nadador iraquí y ondeaban las banderas de Irak y Afganistán. La única queja que expresó entonces el Comité Olímpico Internacional (COI), y que obligó a frenar temporalmente el video, fue por el uso ilegal de los símbolos olímpicos. No más. Lo más interesante, sin embargo, sucedió a medida que avanzaba la competencia. La selección de fútbol masculino de Irak fue revelación. Llegó inclusive a semifinales (perdió ante Paraguay) y cayó contra Italia por la medalla de bronce. Campaña inédita. Estados Unidos, representado políticamente en Atenas por el general Colin Powell, secretario de Estado, líder del operativo militar, sugirió un posible viaje de Bush a la capital griega, para apoyar a la selección iraquí.

Otra vez, el COI en silencio (como si, ya no sus atletas, sino Vladimir Putin y sus generales quisieran ir a los Juegos Olímpicos de París 2024). El viaje no se concretó porque los propios jugadores iraquíes frenaron la iniciativa. Dijeron que estaban siendo utilizados políticamente, y no por los aliados del derrocado Saddam Hussein, sino por Estados Unidos. El DT Adnan Hamad afirmó que “nunca vamos a creer que Bush está con nosotros, ayudó a destruir nuestro país. No tenemos libertad, tenemos una fuerza de ocupación. Este es uno de nuestros momentos más miserables. Libertad es solo una palabra para los medios”. Más impactante fue el jugador Salih Sadir: “Irak como equipo no quiere que el señor Bush nos use para la campaña presidencial. Él puede encontrar otra forma de publicitarse”. Y su compañero Ahmed Manajid: “¿Cómo se enfrentará [Bush] a su dios después de haber masacrado a tantos hombres y mujeres?. Ha cometido tantos crímenes”.

PROHIBIDO PREGUNTAR SOBRE POLÍTICA

La FIFA, como organizadora del fútbol olímpico, había pedido al periodismo que no hiciera preguntas políticas a los jugadores. Las declaraciones fueron un sacudón, con poca prensa, claro. Hasta ese momento, los grandes medios solo habían reproducido historias sobre los nuevos atletas iraquíes que podían competir en los Juegos gracias a que su país ya era “libre”. Sus historias de superación habían llenado páginas de la gran prensa. Deportistas que inclusive habían superado torturas por haberse opuesto al régimen. El propio Saddam y su hijo Uday manejaban bajo terror el Comité Olímpico iraquí. La protesta de los jugadores, a quienes se les pidió (sin éxito) que mostraran en la semifinal una bandera de Irak y también otra de Afganistán, sirvió igualmente de poco. Estados Unidos se mantuvo en sus trece y hasta defendió el anuncio de campaña de Bush. “Estamos muy orgullosos de ese anuncio. Las dos nuevas democracias en Irak y Afganistán es algo de lo que todos los estadounidenses deberían estar orgullosos. No se trata de política. Se trata del hecho de que nuestra nación ha tenido éxito en ayudar a difundir la libertad en todo el mundo”, dijo el director de campaña Ken Mehlman.

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Pasaron veinte años. En diciembre pasado, pleno Mundial de Qatar, visité el Museo de Arte Islámico. La muestra dedicada a Bagdad que habla una y otra vez de la invasión. De las bombas que devastaron, entre otras, la calle Al-Mutanabbi, una riqueza de vida y bohemia, cines y libros. Una destrucción ignorada por Occidente, que mostró los palacios de Saddam antes que una bella ciudad destrozada. Pero la narrativa sobre Irak no cambia mucho. Por un lado, Rusia, invasora de Ucrania, sigue expulsada de la competencia olímpica. De casi todos los deportes. Y, por otro, solo un mes atrás, durante el Super Bowl, la gran final del football americano, se realizó un homenaje emotivo a Pat Tillman. Tenía 27 años, era el mejor defensor de la National Football League (NFL) y ganaba 3,6 millones de dólares al año. El atentado de 2001 a las Torres Gemelas lo hizo dejar todo. Se alistó en el Ejército y fue a Irak. “Patriota modelo”, lo elogió el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Antes del año, Tillman, lector de Noam Chomsky, ateo, se fue asqueado de Irak. “Es una guerra ilegal”, dijo a sus amigos. Decidió respetar su compromiso de cuatro años con el Ejército y fue a Afganistán. En la madrugada del 22 de abril de 2004 murió de tres balazos en la cabeza. Fue ascendido y enterrado con todos los honores. Rambo. El nuevo héroe americano. “Fue un feroz defensor de la libertad, que enfrentó a un devastador fuego enemigo” y “pese a estar herido de muerte inspiró a sus hombres a doblegar” a los talibanes, afirmó Bush.

“EN EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER”

La verdad se supo años después. Tillman había sido víctima de fuego amigo cuando intentó rescatar a un soldado de 19 años cerca de la frontera con Paquistán, territorio enemigo. Los jefes y soldados que dispararon fueron cubiertos primero y absueltos luego, cuando el escándalo obligó a una investigación interna. Imposible no citar a Kevin Tillman, hermano de Pat, que estaba entre los soldados de aquel operativo, y que con sus padres debió recurrir al Congreso en busca de apoyo. “De algún modo –dijo Pat Tillman- se tolera sacar beneficio de la tragedia y del horror. De algún modo se tolera la muerte de decenas o cientos de miles de personas. De algún modo se tolera la tortura. De algún modo la razón se descarta en favor de la fe, el dogma o el sinsentido. De algún modo nuestros líderes elegidos estaban subvirtiendo las leyes internacionales estableciendo prisiones secretas por todo el mundo, secuestrando secretamente a personas, secretamente manteniéndolas cautivas indefinidamente, secretamente no acusándolas de nada concreto, secretamente torturándolas. De algún modo, nuestros gobernantes, cuyo único crédito es mentir a su pueblo e ilegalmente invadir otra nación, se han permitido robar el valor, la virtud y el honor de sus soldados de a pie”.

Pat Tillman.

Pat Tillman, por fin, fue homenajeado en el último Super Bowl. Cuatro becarios de la Fundación Pat Tillman fueron elegidos como capitanes honorarios en la ceremonia previa. Un video con voz del actor Kevin Costner recordó que Pat “renunció a su carrera en la NFL para unirse al Ejército y finalmente perdió la vida en el cumplimiento del deber”. Así dijo Costner: “en el cumplimiento del deber”. Tampoco la trasmisión oficial de TV acotó algo más. Uno de los mejores tuits de protesta fue del escritor Andrew Maraniss: “Estoy escribiendo un libro para Primer Grado sobre Pat Tillman que contiene más verdad que la que la NFL acaba de proporcionar en el Super Bowl”.

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubró nueve Mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.