Crisis hídrica en Uruguay: ¿qué pasa cuando nos quedamos sin agua potable?

Cruda situación en Montevideo. Qué se podría haber hecho y que se está haciendo para paliar la falta de agua. Qué nos dice el escenario mundial en relación a la emergencia de los uruguayos.

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Hoy vamos a hablar de una de las noticias más importantes de nuestra región de las últimas semanas: la escasez de agua en Montevideo. Habrás visto en las noticias que desde principios de julio hubo un countdown para determinar cuándo la ciudad se quedaría sin agua. 

Un tema que nos preocupó a los y las argentinas durante todo el año, porque sufrimos una de las peores sequías de la historia, que afectó a la cosecha e impactó en la economía.  Pero, ¿qué pasó en Uruguay?

Bebible, pero no potable

Durante los últimos años, el país tuvo una disminución significativa de precipitaciones. Esto ocasionó una baja en las reservas de agua dulce, que llegaron a niveles mínimos históricos. La acumulación de este proceso llevó a que en estas semanas el país esté atravesando una crisis hídrica muy severa. 

Esta crisis se materializa particularmente en una reducción muy grave en la cantidad disponible para el consumo, debido a la reducción de la reserva a menos de 2% de su volumen de agua en la represa de Paso Severino, la principal fuente de agua dulce que alimenta a la capital y sus zonas aledañas.

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Montevideo tiene una planta potabilizadora que tradicionalmente tomaba agua del río Santa Lucía, pero dada la reducción del caudal, se empezó a combinar esa agua con la del río Paraná (que a la altura de Montevideo, ahí nomás del océano, es mucho más salada que acá en Buenos Aires) para asegurar el suministro. 

La población, entonces, encuentra que sale agua al abrir las canillas, pero con niveles muy altos de cloruros y de sodio. Según el gobierno, es “bebible, pero no potable”, algo así como que no genera enfermedades tomarla, pero no se recomienda. Incluso hay discusiones respecto de su seguridad para bañarse por los vapores que se generan.

¿Cuál es el plan?

Por un lado, pedir que llueva para recomponer los niveles del embalse Paso Severino a partir de la recuperación del caudal del río Santa Lucía. Algo que, por suerte, estaba ocurriendo en las últimas horas.

Por el otro, el presidente Lacalle Pou anunció la construcción de una represa de emergencia para abastecer de agua a la población. La obra demoraría 30 días.

¿Por qué llegaron hasta acá?

Una concatenación de factores. Por un lado, la sequía generada por el fenómeno meteorológico de la Niña -eventualmente agravado por el cambio climático- en los últimos años. 

Luego, según contó el geógrafo Marcel Achkar al sitio Diálogo Chino, la falta de ordenamiento territorial con un enfoque puesto demasiado en el uso del agua para la producción ganadera, agrícola e industrial y descuidando la regeneración de la cuenca del río Santa Lucía.

Tercero, la falta de planificación estratégica. Según dijo el mismo Pepe Mujica: “nos dormimos todos” y no arrancaron cuando debían con las obras de las represas necesarias para el abastecimiento de agua potable. 

¿Cómo se ve la perspectiva a nivel global?

Hace pocos meses se publicó un reporte de las Naciones Unidas sobre el agua. Veamos las principales conclusiones.

Por un lado, el reporte cuenta que durante los últimos 40 años el uso de agua a nivel mundial vino aumentando aproximadamente 1% al año, en especial en los países en desarrollo debido al crecimiento poblacional, económicos y los cambios en las formas de consumo. 

Se estima que la demanda seguirá aumentando, lo que incrementará la presión sobre el recurso hídrico. ¿Cuánto? Depende de la evolución en tamaño y eficiencia en los tres grandes sectores que utilizan el agua: los hogares, la industria y la agricultura. 

Este aumento de la demanda implica una disminución de la disponibilidad de agua per cápita, que ha estado disminuyendo en todo el mundo (aunque obviamente varía mucho por región). El descenso fue aproximadamente de 20% entre 2000 y 2018, y mucho más marcadamente en los países con menores recursos hídricos internos renovables, que en su mayoría se encuentran en África y Asia.

En la siguiente imagen vemos el mapa mundial y los países que tienen más y menos recursos hídricos internos renovables.

La disminución de la disponibilidad de agua per cápita genera un aumento del estrés hídrico alrededor del mundo. Según el informe de la ONU, se calcula que la población urbana global que sufre escasez de agua alcanzará de 1.700 a 2.400 millones de personas en 2050, y prevé que India sea el país más afectado. 

Este proceso no está exento de impactos económicos (si lo sabremos en Argentina…). Según el Banco Mundial, en algunas regiones, las tasas de crecimiento podrían caer hasta en un 6 % del PIB para 2050 como consecuencia de los problemas vinculados con el agua en la agricultura, la salud, los ingresos y la propiedad.

Nunca está de más volver a mirar este mapa de impactos y riesgos del cambio climático en Argentina, que aparece en el Plan de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático de la Secretaría de Cambio Climático, donde las regiones de Cuyo y el Norte de nuestro país son las más afectadas por potenciales crisis hídricas.

¿Qué nos dice todo esto?

Aunque acá hubo problemas de planificación y estrategia, vemos continuamente -y en todo tipo de países- que todos los avances sociales, económicos y tecnológicos que logró la humanidad no logran evitar que cada tanto en diferentes rincones del mundo se esté rogando que llegue la lluvia. 

Se puede planificar y gestionar mejor, desarrollar nuevas tecnologías y otras yerbas, pero nada nos va a liberar de la dependencia del funcionamiento de los ciclos de la naturaleza. Deberíamos tenerlo mucho más presente. 

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Eli

Soy licenciada en Ciencias Ambientales, magíster en Políticas Públicas y becaria doctoral en Ciencia Política en la UNSAM. En todos los ámbitos que puedo me dedico a sumergirme en los dilemas que nos presenta el desarrollo sustentable, uno de los mayores desafíos que enfrentamos en este siglo.