¿Conocen a alguien que esté en contra del mérito?

Analizamos las discusiones en torno al mérito y la distribución del ingreso. Los indicadores económicos, los temas de la semana y algunas cositas más.

Hola, ¿cómo andás? Esta vez esperé un par de horas antes de mandar el newsletter a ver si Pesce anunciaba algo nuevo pero, por suerte, no sucedió. Igual fue otra semana movidita, así que quedó más largo de lo normal, el que avisa no traiciona (pero prometo que vale la pena).

El mérito, una fibra muy delicada

“Lo que nos hace evolucionar o crecer no es verdad que sea el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años. El más tonto de los ricos tiene más posibilidades que el más inteligentes de los pobres. Mientras eso no ocurra, no podemos estar tranquilos con nuestra conciencia. Ese tratamiento desigual nos pone en un mal lugar como sociedad. No es un buen sistema. Las mejores sociedades son las que, precisamente, a todos les dan la oportunidad de desarrollarse”.

La frase que dijo el presidente en un discurso la semana pasada desencadenó una apasionada discusión sobre el mérito. Lo primero interesante a destacar es que nos muestra cómo se instala un tema en agenda. Algunos medios, rápidos de reflejos, titularon que el presidente estaba en contra del mérito. Esto generó una avalancha de críticas en redes que terminaron llevando a la aclaración por parte de Alberto Fernández. A pesar de esto, otros medios como Clarín siguieron como si nada.

Si bien la frase fue desacertada porque parece estar en contra del mérito como mecanismo de progreso, al leer la segunda oración queda más en claro a dónde apunta. De todas maneras, el objetivo no es ser un exégeta del presidente, sino desarrollar y precisar los conceptos que están atados a esta discusión, ya que en el 99% de las veces el problema es de (mal)interpretación y no de diferencias en las posturas.

¿De qué hablamos cuando hablamos de movilidad social?

En el fondo, la discusión es acerca de la movilidad social, es decir, la capacidad de una persona de progresar en la escala social y de incrementar su nivel de ingresos (en realidad, lo más importante es mejorar su calidad de vida, pero ambas cuestiones suelen ir de la mano y para los fines explicativos es mejor utilizar los ingresos).

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La manera de comparar para saber si hay movilidad o no puede ser en relación a los padres (es decir, una comparación intergeneracional) o en la propia vida de una persona en relación al resto (intrageneracional). Esto último está asociado a lo que comúnmente llamamos la distribución del ingreso, junto con los distintos indicadores vinculados a la inequidad: Coeficiente de Gini, Curva de Lorenz, brecha de ingresos, etc. (ver, por ejemplo, el último informe del INDEC y su apéndice metodológico).

Esta diferencia nos lleva, a su vez, a otra aclaración que es fundamental, entre movilidad absoluta y relativa. Al comparar entre generaciones, o incluso dentro de una propia generación, el nivel de ingresos de un país (“el tamaño de la torta”) se puede haber incrementado, con lo cual, puede haber movilidad intergeneracional como así también se puede observar un aumento en el ingreso de todas las personas sin que eso afecte la distribución del ingreso. En este caso, decimos que hubo una mejora en la movilidad absoluta (en términos intergeneracionales) pero no hubo cambios en la movilidad relativa (intrageneracional).

Pero claro, si los países no crecen ahí se genera una tensión, porque para mejorar el ingreso de algunos es necesario reducir el de otros. O peor, como en el caso argentino actual, donde la torta se está achicando y por ende la discusión pasa por ver quién pierde menos (a quién se compensa y cómo se financia esa compensación). No es casualidad que ahora estemos discutiendo sobre el mérito y la (in)equidad.

No buscamos la igualdad, lo que nos mueve es la injusticia

La cuestión de la movilidad social y la distribución del ingreso conllevan fuertes discusiones porque tocan un plano simbólico sumamente delicado: el de la justicia. Dentro de las cosas que más nos molestan o nos generan bronca están aquellas que consideramos injustas (si quieren comprobarlo por ustedes mismos, vean este juego y piensen qué harían ustedes).

Y precisamente acá es donde entra en juego el tema del mérito. Por ejemplo, la predisposición de una persona de altos ingresos a pagar impuestos más elevados está muy afectada por su consideración en relación a lo que se haga con ese dinero. Eso va a depender fundamentalmente de lo que piense respecto de las personas de menores ingresos que reciben ese beneficio.

Claramente estará más reticente a pagarlos si cree que las personas de menores ingresos se encuentran en esa situación por motivos propios -es decir, por falta de mérito, esfuerzo y/o malas decisiones personales- que si eso se debe a factores fuera de su control, como por ejemplo el lugar donde nació, los padres que le tocaron o su género. La primera situación le parecería injusta (sobre todo si además cree que sus ingresos se los “ganó” gracias a su esfuerzo/mérito personal), mientras que el segundo escenario no lo vería de esa manera.

Esta encuesta realizada en Estados Unidos confirma precisamente lo anterior, ya que muestra que es mucho menos probable que una persona apoye medidas redistributivas si cree que trabajar mucho es la clave para tener éxito frente a otra que crea que eso depende fundamentalmente de la herencia, su raza, su género o su educación.

Fuente: La Economía, cap. 19, Core Economics.

Suerte mata mérito

A partir de lo anterior, la pregunta que nos queda responder es: ¿Qué determina la movilidad social? ¿Es el mérito y/o el esfuerzo personal el principal factor que explica el ascenso social? La respuesta, bastante lógica, es que no.

El principal elemento que explica el desempeño económico de una persona es su origen de nacimiento, es decir, un factor azaroso sobre el que no tenemos control. Si una persona nació en una familia de bajos recursos, lo más probable es que su ingreso también sea bajo, mientras que si una persona nació en una familia adinerada, lo más probable es que termine con altos ingresos.

Si nos detenemos a pensar en esto un segundo nos daremos cuenta que hay un sinfín de motivos que permiten explicar esta diferencia, todos asociados a las mayores dificultades que enfrenta la persona de bajos recursos frente a la que proviene de una familia de mayores ingresos (en términos de alimentación, soporte económico, nivel educativo logrado, la imposibilidad de acceder a las mejores escuelas/universidades, la red de contactos, etc.). Este video lo resume a la perfección.

A nivel empírico, la “persistencia” intergeneracional mide qué tan vinculados están los ingresos de los hijos respecto de los padres, donde el 0% implica que están totalmente desconectados (hay una altísima movilidad) y el 100% significa que están totalmente determinados por la herencia (hay nula movilidad).

Según este exhaustivo trabajo de la OCDE, la persistencia intergeneracional promedio para los 24 países miembros es del 40%. Para entender bien qué significa esto, imaginemos dos personas “idénticas” (en todas sus características personales como la inteligencia o la dedicación) cuya única diferencia es que los padres de una ganan en promedio $100.000 por mes, mientras que los padres de la otra ganan $50.000 por mes. Según muestran los datos de la OCDE, por el simple hecho de haber nacido con esa única diferencia, el ingreso del hijo de la familia de mayores ingresos sería de $84.000, mientras que la persona que proviene del hogar de menores ingresos ganaría $60.000 (una brecha del 40%).

Un punto a destacar es que estamos comparando el ingreso de ambas personas, no su riqueza. Esto es importante porque, como sabemos, la riqueza se hereda; con lo cual, a esa brecha de ingresos se le debe agregar la diferencia entre la riqueza de cada familia, que va pasando de generación en generación.

Viendo el vaso medio lleno, alguien podría decir que entonces a la larga esto implica que los ingresos se están acercando, ya que para la siguiente generación (los hijos de los hijos) la brecha será aún menor. Si bien es cierto, el trabajo muestra que eso se lograría recién luego de 4-5 generaciones, es decir entre 100 y 125 años.

El gráfico a continuación refleja eso: A partir del cálculo de la persistencia y la inequidad actual, cuánto le llevaría a los países reducir la brecha de ingresos por el simple hecho de paso del tiempo (sin modificar otras variables). Para Argentina eso llevaría 6 generaciones, por encima de la gran mayoría de los países de la OCDE, pero igual que Francia, Alemania o Chile y por debajo de Brasil, China o Colombia.

Cantidad de generaciones necesarias para que una persona que se encuentra en el 10% de los ingresos más bajos llegue al ingreso medio de la sociedad

Fuente: OCDE (2018).

De la teoría a la práctica

¿Entonces el mérito no importa? Nadie está diciendo eso. Sin dudas hay personas que se esfuerzan más, que son más inteligentes o más perseverantes que otras y por ende en esos casos está bien que se observen diferencias en los ingresos. El tema es que para que eso suceda hay que permitir que todas “compitan” en igualdad de condiciones (asegurando mínimos niveles de educación, de ingresos, de cobertura sanitaria, etc.). Y para lograr eso, sobre todo si la torta se achica, hay que redistribuir ingresos desde los estratos más altos hacia los de menor ingreso. De esta manera no solo estamos mejorando las posibilidades de las generaciones actuales sino también de las futuras.

De todas maneras, y en particular para el caso argentino, hay otros elementos adicionales que podrían explicar la reticencia a pagar mayores impuestos, vinculados con otro tipo de inequidad. Por ejemplo, una persona de ingresos medios-altos que tiene un trabajo en blanco no estaría dispuesta a pagar más por el Impuesto a las Ganancias hasta que no lo pague todo el poder judicial (que, dicho sea de paso, según el presupuesto para 2021 representa una pérdida de recaudación para el fisco de más de $41.000 millones, un monto para nada despreciable); hasta que un cuentapropista de ingresos similares no pague un monto similar por el monotributo; o hasta que las personas con ingresos similares o mayores que no pagan sus impuestos lo hagan. A diferencia del tema del mérito, estos son reclamos válidos que el Estado debería tener en cuenta a la hora de ver cómo incrementar su recaudación.

Pero, en definitiva, son dos discusiones distintas. Lo más importante, y espero no pecar de optimismo, es que creo que existe consenso en nuestra sociedad acerca de que el Estado utilice la política fiscal para elevar las condiciones mínimas de calidad de vida y que eso permita igualar las oportunidades de todos/as.

Los indicadores económicos, ¿saliendo de cuarentena?

PBI: El INDEC publicó el Producto Bruto Interno (PBI) para el segundo trimestre del año, que mostró una caída del 19,1% en relación al segundo trimestre del año anterior. De esta manera, la caída fue mayor a la observada en el primer trimestre de 2002 (16,3%), convirtiéndose en la más importante de las últimas décadas.

Los sectores que más se vieron afectados fueron los hoteles y restaurantes (-73% anual), servicios comunitarios, sociales y personales (-68%), construcción (-52%) y servicio doméstico (-38%), mientras que los menos perjudicados fueron la intermediación financiera (-1%), electricidad, gas y agua (-3%), enseñanza (-9%) y agricultura, ganadería y pesca (-11%).

Al analizar la demanda global se observaron reducciones en todos los componentes: formación bruta de capital fijo (-38%), consumo privado (-22%), consumo público (-10%) y exportaciones de bienes y servicios reales (-12%).

Precios: El IPC de agosto marcó un aumento en los precios de 2,7% en relación al mes anterior y 40,7% en términos anuales. En lo que va del año la inflación acumulada fue del 19%.

El dato de agosto rompe con la desaceleración de los últimos meses, ya que entre abril y julio había promediado 1,8%. No obstante, aproximadamente un tercio del aumento se explica por lo sucedido en el rubro alimentos y bebidas, cuya causa principal estuvo en los incrementos autorizados para la canasta de Precios Máximos, que fueron de entre 2 y 4,5% según los productos. Por otro lado, el incremento del 4,4% mensual en los precios mayoristas podría anticipar nuevos ajustes en los próximos meses, si es que se trasladan a los minoristas.

Resultado fiscal: Se conocieron los resultados fiscales de agosto, que confirman la tendencia del mes pasado y volvieron a mostrar una recuperación de los ingresos y una desaceleración del gasto respecto del pico de la pandemia. Por el lado de los ingresos, la recuperación estuvo principalmente explicada por el buen desempeño de los recursos tributarios, en particular el Impuesto a las ganancias y Bienes Personales. Por el lado de las erogaciones, si bien aquellas asociadas a la pandemia son las que siguen impulsando al alza el gasto (ATP, IFE, Tarjeta alimentaria, etc.), se redujeron bastante respecto de los meses previos de la mano de una mayor movilidad y de la recuperación de la actividad.

De esta manera, el déficit primario para agosto fue de $89.500 millones, mientras que el financiero (que suma el pago de intereses de la deuda pública) fue de $145.500 millones. En el acumulado del año, el déficit primario alcanza el 4,2% del PBI y, según el Presupuesto recientemente publicado, a fin de año llegaría al 8,3% del PBI.

Canasta básica: En agosto, la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y la Total (CBT) aumentaron 2,6% y 2,1% mensual, respectivamente. Así, una familia tipo -conformada por dos adultos y dos hijos menores de seis y ocho años- necesitó $18.800 para no encontrarse por debajo de la línea de indigencia y de $45.500 para ubicarse por encima de la línea de la pobreza.

Los temas de la semana

Uno de los principales rubros afectados por la restricción a la compra de dólares para el pago de la deuda privada de las empresas es el energético, cuyas inversiones se (re)financian en buena medida con capitales externos. Esto queda claro al analizar los datos del Balance Cambiario que publica el BCRA, donde se comprueba que es el sector que más colocaciones de deuda realizó durante la gestión de Cambiemos (sin tener en cuenta a los bancos), por casi USD 11.500 millones. Para las empresas es un doble desafío, tanto por las complejidades que acarrea una reestructuración (que se agrava en el caso de empresas que hayan realizado colocaciones de deuda en el mercado y por ende deben negociar con un gran número de acreedores, a diferencia de lo que sucede en el caso de que sea un préstamo con un banco), como por la dificultad para obtener nuevo financiamiento.

Ya que estamos con este sector, YPF anunció un incremento de sus combustibles que en promedio es del 3,5% (rige desde el sábado pasado), con un incremento mayor para el área metropolitana de Buenos Aires, donde la suba promedio fue de 4,8%.  Este aumento “se encuentra en línea con la decisión de recomponer asimetrías históricas entre las provincias, recortando brechas entre la Capital Federal y el interior del país”, sostuvo la empresa. Tanto Shell como Puma confirmaron que seguirán los pasos de YPF con incrementos similares, mientras que desde Axion informaron que todavía no ajustaron sus precios, a la espera de evaluar el impacto en el mercado. Este tipo de comportamiento es un gran ejemplo del equilibrio de Stackelberg para la teoría de los juegos.

La semana que viene el INDEC publica el dato de pobreza para el segundo trimestre, el período de mayor impacto del COVID-19. Según el Observatorio de la UCA la cantidad de personas por debajo de la línea de la pobreza se habría incrementado al 44,7% del total de la población (a fines de 2019 para este instituto era del 38,4%), mientras que la tasa de indigencia habría pasado del 8,7% al 10,3% de la población. Por otro lado, si bien el comportamiento de CABA no es idéntico a lo que sucede a nivel nacional, los datos del segundo trimestre de 2020 ya fueron publicados y muestran un incremento importante, ya que la pobreza pasó de 20,9% a fines de 2019 a 28,2% para el segundo semestre de 2020.

¿Más economía?

Ya directamente pasamos de los webinario a los cursos gratuitos y online (¿pandemia no te vayas nunca?). En ese caso, un curso de 6 semanas sobre el impacto de los tratados de libre comercio e inversión en la región, desde una mirada crítica. Arranca el lunes 5 de octubre y la inscripción cierra en estos días. Contenidos, inscripción y más información acá.

En el año del bicentenario belgraniano y el día del economista (21/9), la Biblioteca del Ministerio de Economía lanza su sello editorial “Manuel Belgrano”, cuya primera publicación es, precisamente, un libro que recopila sus principales escritos económicos. Los libros están orientados principalmente a los estudiantes de la Carrera de Ciencias Económicas, quienes, en tiempos de pandemia, pueden ingresar en forma virtual a la Biblioteca desde cualquier punto del país. Lo pueden descargar acá.

El podcast de esta semana no podía ser sobre otro tema que no sea el dólar (y sus nuevas regulaciones). En Esto pasó posta, Lucía Pezzarini, economista de la consultora Ecolatina, explica en qué consisten estas medidas. Además, Mariana Luzzi, investigadora del CONICET, repasa las “recetas” que aplicaron otros gobiernos para resolver la falta de dólares.

Hasta acá llegamos por hoy. Ojalá que algo de todo esto te haya servido para que ahora entiendas un poco más de esta cosa tan difícil que parece la economía argentina. Si no aguantás hasta la semana que viene, la seguimos por acá.

Espero tu respuesta. Te mando un abrazo grande.

Juanma

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Me dedico a estudiar la macroeconomía argentina, algo que en este país debe ser similar a tener un doctorado en física molecular. Soy magister en Desarrollo Económico en la UNSAM y estoy haciendo el Doctorado homónimo en la UNQUI. Padre de gemelas y docente universitario.