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Internas en Juntos por el Cambio en la Ciudad de Buenos Aires. El fallo de Hotesur, a pedido de Patricia Bullrich. Las extravagantes ideas de Javier Milei.

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El momento elegido para la reapertura de la causa Hotesur-Los Sauces hace imposible despegarlo del calendario electoral y de los resultados de las encuestas que llegan tanto a los comandos de campaña como a los escritorios de los hombres de negocios más importantes de la Argentina. Coincide, seguramente de manera fortuita, con un crecimiento exponencial de la beligerancia que ejercen algunos medios vinculados políticamente con Juntos por el Cambio sobre la figura de Javier Milei. La decisión de transformarse en una empresa de demolición contra candidato de La Libertad Avanza necesita insumos y, a la vez que lo llaman “emperador” con la misma creatividad y eficacia que ejercían contra Cristina Fernández de Kirchner, también precisan condensar el antikirchnerismo en la figura de Patricia Bullrich para darle una oportunidad de entrar en el ballotage. Uno de los firmantes fue Diego Barroetaveña, proxy de la Corte y representante en el Consejo de la Magistratura. Juez de alto perfil y ligado al nosiglisimo, Barroetaveña -junto a Daniel Petrone- le dieron a la oposición una agenda que para la sociedad es costo hundido, como demostró en las últimas tres elecciones. Sí es relevante para el oficialismo contemplar las externalidades: Sergio Massa deberá enfrentar seguramente en el debate preguntas sobre la situación procesal de Cristina.

En la oposición celebran moderadamente el crecimiento de Bullrich en las encuestas. Según el tracking de Federico Aurelio, la candidata de JxC alcanzó los 24 puntos y busca contener todo el voto de las PASO mientras que Massa se acerca a los 30 y Milei a los 36. Mientras tanto, la mayor deliberación del macrismo se da en la Ciudad donde se abrió un enfrentamiento por el ministerio, que el radicalismo gobierna de la mano de José Luis Giusti -y que se encarga, entre otras cosas, de las concesiones-, y la presidencia del Banco Ciudad. Este conflicto se desató entre Jorge Macri y Daniel Angelici representado por Emiliano Yacobitti. Otro lugar muy demandado por sus capacidades para hacer política pública es la vicepresidencia primera de la Legislatura porteña donde Emmanuel Ferrario debate su continuidad con Darío Nieto -pedido por Mauricio-, Matías López -del equipo de Diego Santilli- y Eugenio Casielles de LLA.

El oficialismo por su parte tuvo sus escarceos característicos otra vez protagonizados por La Cámpora en respuesta a las declaraciones de Axel Kicillof que fueron agenda en la última entrega. Mayra Mendoza eligió una frase que la organización que integra le dedicó en afiches a empresarios y políticos opositores enfrentados históricamente con CFK para reflexionar sobre las declaraciones del gobernador de la Provincia de Buenos Aires y Juliana Di Tullio forzó la introducción del tema en un reportaje con Futurock. La misma musicalidad que en los orígenes del conflicto con Alberto Fernández. En los últimos días esa tensión se morigeró, pero Kicillof -como varios de sus colegas- debería mirar con atención un aspecto más relevante: la economía en un gobierno de Milei. Ya hay equipos de mandatarios provinciales que encargaron trabajos de emisión de cuasimonedas frente a un gobierno libertario que prescinda de las transferencias a las provincias o les envíe solo lo que recaudan. Una paradoja interesante: de ocurrir eso, la más beneficiada sería la provincia de Buenos Aires. Es en territorio bonaerense donde Carolina Píparo ya figura segunda a varios cuerpos de Néstor Grindetti, arrastrada por la boleta nacional donde su candidato a presidente está entre 6 y 8 puntos arriba de las PASO, lo que implicaría un crecimiento de alrededor de tres puntos a nivel nacional. Milei tiene una preocupación que va en paralelo al proceso electoral: evitar un juicio político. Es por eso que el legislador y candidato Oscar Zago es uno de los encargados de conseguir los que falten para llegar al escudo legislativo de 86 diputados.

En la segunda entrevista con Alejandro Fantino desde su triunfo en las PASO, Milei volvió a caer en algunas de las lógicas que lo convirtieron en un popular personaje televisivo cuyas ideas se alejaban de los consensos técnicos vigentes y, por eso mismo, aparecían a la vez polémicas y, por el tono técnico, atractivas para los no especialistas. El economista y presidenciable expuso al conductor, con tono docente y argumentación compleja, los motivos por los cuáles la devaluación -y más genéricamente los aumentos en los costos de producción- no serían inflacionarias en el agregado de la economía. El argumento de Milei guarda una enorme similitud con el que desarrolló Federico Sturzenegger en relación a la política de shock tarifario que impulsó el macrismo hasta que encontró un límite tanto en sus propios aliados como en los resultados económicos. Puesto más o menos sencillo, ambos postulan que, si se sostiene la restricción presupuestaria, la suba de algunos precios debería impulsar a una reducción equivalente en otros precios, ya que, por definición, el presupuesto para cubrir la cantidad total de gastos sería el mismo. El argumento tiene dos problemas serios.

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El primero es empírico. En las economías modernas, los aumentos de precios de la divisa o de otros precios básicos como el de la energía derivan en aumentos del nivel general de precios. Con una macroeconomía ordenada, estos efectos pueden ser transitorios, de una sola rueda, o moderados, es decir que generan relativamente poca inercia. El efecto obviamente se acentúa cuando la macroeconomía es inestable pero, como demuestra el caso europeo tras la guerra en Ucrania, estos efectos son independientes del orden macroeconómico.

El segundo problema es de composición. Si aceptáramos las premisas de Milei y Sturzenegger y el efecto señalado llegara a producirse, no sería virtuoso sino brutalmente recesivo. El nivel general de precios se compone de tres tipos de precios de productos y servicios: transables, no transables y regulados. El nivel de los regulados lo determina el Estado: se trata de precios políticos donde impactan costos, niveles de subsidio y de gasto público. El ejemplo típico son las tarifas. Los transables son aquellos bienes y servicios que son susceptibles de ser exportados e importados fácilmente, es decir, aquellos en los que predomina la competencia con el mercado internacional. Esto significa que se encarecen o abaratan en línea con la evolución del precio del dólar. Si el peso se devalúa, es más costoso en términos de pesos adquirir estos bienes, insumos o maquinarias para producir, ya sea porque son de origen importado y deben pagarse en dólares -o cualquier otra moneda convertible- o porque pueden exportarse -lo que haría que, por la devaluación, el productor prefiera obtener dólares en el mercado internacional en vez de pesos en el mercado local. Por último aparecen los bienes no transables, es decir, aquellos que no compiten con el mercado internacional, porque es imposible o logísticamente inconveniente su importación y exportación. El caso de manual son los servicios personales. Podemos pensar en la limpieza o el corte de cabello. En general, este tipo de precios están vinculados en gran medida a un alto componente de trabajo humano, sea realizado por trabajadores autónomos o asalariados.

Si, contra toda evidencia, se lograran generar los efectos descritos en la entrevista, el resultado de una devaluación -que en un país pequeño aumenta los precios de los bienes transables- debería ser una reducción de otros precios. Si el dólar determina el valor de los bienes y servicios que compiten en el mercado internacional, y las tarifas aparecen retrasadas respecto a los costos de producción y presionan sobre el déficit fiscal, los únicos precios que podrían potencialmente reducirse sensiblemente serían, por definición, los no transables. ¿Y cuál es el principal elemento determinante de los costos del trabajo humano? El salario que se paga en el mercado de trabajo. Es decir que, de acuerdo a la lógica que el propio Milei mismo postula, un aumento del precio del dólar debería resultar, en el escenario ideal, en una baja en los salarios de los trabajadores. Como un Aníbal Lotocki de la economía, Milei difunde y diagnostica recetas de mala calidad, que pueden sonar atractivas y novedosas, pero producirían resultados muy dañinos, con costos enormes y muy difícilmente reversibles. En ese mismo sentido deberían leerse las declaraciones de Horacio Rosatti a El País y su impugnación jurídica a la dolarización. ¿Dirá Milei que el titular de la Corte Suprema es parte de la casta que impide el desarrollo de la Argentina o El Briga transformará al león en un gatito de departamento?

Sin embargo, las confusiones no terminan allí. La entrevista que le realizó el conductor Tucker Carlson, echado de la cadena Fox luego de haber difundido teorías conspirativas contra la democracia norteamericana, incluyendo un inexistente fraude electoral y el apoyo al que la propia justicia estadounidense calificó como un intento de insurrección con la toma del Capitolio, fue un éxito publicitario para los libertarios. Cualquiera a quien el tuit haya pasado frente a sus ojos y lo haya mantenido unos segundos entiende lo relativo de los cientos de millones de reproducciones que cosechó, pero es igual de cierto que el número es relevante. Quizás aún más hayan sido los elogios y la promoción activa del segmento realizada por Elon Musk, el hombre más rico del mundo y propietario de X, la plataforma de transmisión de Carlson. Musk, cuyos logros como empresario innovador en PayPal, Tesla o SpaceX impresionan en la misma medida que la rusticidad de sus opiniones de temas de agenda pública, estuvo dedicado últimamente a la promoción de ideas de la ultraderecha estadounidense que coquetea con el racismo, el antifeminismo y la estigmatización de la comunidad LGBTI+.

Su defensa de estas causas “políticamente incorrectas” y sus habilidades como emprendedor lo convirtieron en un héroe de la ultraderecha en todo el mundo, incluyendo por supuesto a la Argentina. No sorprendió que Diana Mondino celebrara el guiño de Musk calificándolo como “la persona más brillante e influyente del planeta”. Las consecuencias, sin embargo, terminan allí. En su entrevista con Carlson, Milei insistió en su idea de no mantener relaciones a nivel de gobierno con la República Popular China, por estar gobernada por el Partido Comunista. Es de suponer que la definición no es compartida por Musk. Con toda su “incorrección política” -que lo llevó a cuestionar por ejemplo las políticas de Alemania contra la difusión de ideas neonazis y antisemitas, la sindicalización en los lugares de trabajo, o las políticas de impuestos en los estados progresistas estadounidenses- no se escuchó nunca de Musk una crítica a gobiernos autoritarios con los que tiene negocios. Recientemente se mostró muy comprensivo de la posición china sobre la isla de Taiwán, posiblemente el tema más relevante de confrontación con los Estados Unidos, cuya situación homologó a la de Hawaii y mantuvo fructíferos contactos con las autoridades del país asiático, donde Tesla prosperó como productora de autos eléctricos, y donde también tiene a muchos de sus principales proveedores en la cadena de valor de sus baterías, que alcanza hasta el 40% del valor total. La incorrección política de Musk, a diferencia de la de Milei, es pragmática, y por lo tanto, lejos de evitar los negocios con China, se benefició de ellos enormemente, al tiempo que tomó ventaja de la generosidad del complejo militar industrial norteamericano y, también, de su política verde. Un bocón que es, a la vez, un empresario todoterreno que no consume de la que vende.

Una mirada geopolítica pragmática será importante de cara al futuro cercano para cualquier agenda de desarrollo innovador. Más allá de la importancia propia de China o los Estados Unidos a nivel político y comercial, la pericia y el equilibrio en el manejo de la agenda global serán claves para la Argentina. La reciente foto del exministro de economía Martín Guzmán con el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, estuvo vinculada a la colaboración que Guzmán le está prestando al gobierno de Brasil en relación a la agenda que llevará adelante el país vecino cuando asuma la presidencia del G-20 en enero del año que viene. Una de las cuestiones centrales se relaciona con la agenda global de semiconductores que son hoy un elemento central en toda la producción global y su restricción puede afectar no solo a las cadenas de tecnologías informáticas, sino a casi todas las cadenas de producción internacionales relevantes, como demostró el golpe que recibió la industria automotriz por su escasez durante la pandemia.

Esta cadena, donde existe un fuerte control por parte de EEUU y sus aliados, está seriamente afectada por la sanción -con apoyo bipartidista- de la Chips and Science Act (ley de chips y ciencia), una legislación dirigida a contrarrestar el avance de China en tecnologías avanzadas y militares a partir del control de aquella cadena, que establece subsidios por 53 mil millones de dólares a la producción de semiconductores en los Estados Unidos al tiempo que desincentiva la instalación de fábricas en China. Estas medidas, junto con las administrativas para la prohibición de exportación de chips avanzados y de maquinaria para su producción, ponen severamente en cuestión el modelo de comercio abierto a nivel de la OMC, por lo que amenaza el flujo de bienes en este mercado. Por su propia lógica, estas medidas son susceptibles a su vez de contramedidas chinas, lo que podría poner en riesgo el suministro global.

La coyuntura brasileña es también útil para pensar una posible reconfiguración de la política argentina en caso de un eventual triunfo de La Libertad Avanza. La reapertura de las causas contra la vicepresidenta en Hotesur, Los Sauces y la insólita acusación por el acuerdo con Irán refrendado por el Congreso dispuesta por la Cámara de Casación resultan, independientemente de los méritos de cada una, fuertemente análogas a la situación de Lula en 2018, cuando enfrentaba en forma fáctica e ideacional la oposición del pleno del Poder Judicial. La elección de Jair Bolsonaro, sus exabruptos y, muy especialmente, su respuesta negacionista a la pandemia -que lo convirtieron en un presidente legislativa y socialmente divisivo y vulnerable- significó el cambio de rol de los guardianes de la ley. De ser una herramienta indispensable en la destitución de Dilma y la proscripción de Lula, se convirtió en un contrapeso y hasta en un antagonista principal de Bolsonaro, que hoy funciona de manera articulada con la reconstrucción del sistema político que intenta Lula. ¿Podría pasar algo así con una presidencia de Milei? En su columna del domingo para La Nación, Jorge Liotti sugiere mirar al fuero Contencioso Administrativo. “Creemos que en la nueva etapa vamos a tener la oportunidad de demostrar la importancia de una justicia independiente que ejerza un rol rector en el cumplimiento de las leyes”, evocó a “un importante magistrado”. La cita de una fuente en la Corte es también sugerente. Sostienen en off que no eludirían responsabilidades. Una señal para el hombre de la motosierra, pero también para un progresismo que, en los últimos años, cavó trincheras que acaso se vea obligado pronto a cruzar.

Antes de terminar quiero recomendarles especialmente que se den una vuelta por la web de Cenital. Allí acabamos de publicar “No digan cómo vivo”, un nuevo dossier que indaga en las razones y posibles soluciones a la crisis de alquileres que fue coordinado por Federico Poore. Hay cifras que permiten cobrar dimensión e historias para entender que hay personas detrás de esos números. Hay una génesis del aspecto legislativo y también análisis acerca de los factores disruptivos que inciden en el mercado de la vivienda. Y por supuesto, hay también propuestas para pensar una salida a un problema que afecta a un 40% de la población menor de 35 años.

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Iván.

Es director de un medio que pensó para leer a los periodistas que escriben en él. Sus momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no le gustan los tatuajes. Le hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que es un conservador popular.