Cómo convertir el dolor en escucha: el caso de la fundación “Tade Es”

En 2020 Tadeo se suicidó, de ese dolor su mamá y amigos crearon una organización para que otros adolescentes encuentren ayuda a tiempo.

Milagros Larraula es la mamá de Tadeo, un chico que en 2020 decidió terminar su vida en Chascomús, provincia de Buenos Aires. En el transcurso del trabajo de posvención junto al equipo de salud mental de la ciudad, Milagros decidió que la tragedia tenía que servir para algo. Los encuentros de los martes en el patio de su casa se trasladarían primero a la vieja estación y, luego, a todos los barrios. Allí se acercan todas las semanas personas de distintos lugares para contar sus problemas, compartir una experiencia y, en caso de ser necesario, seguir con un tratamiento individual con un psicólogo o psiquiatra del Centro de Día. Cómo es ir a buscar a la población joven para que pueda contar sus problemas y acercarlos a un equipo de salud mental, en esta entrevista a Milagros.

Cenital: ¿Cómo surgió “Tade Es”?

Milagros Larraula: Creamos “Tade Es” con Alexia, que hoy tiene 19 años pero en ese momento tenía 16 años. La creamos después del suicidio de mi hijo en septiembre de 2020. Nos empezamos a juntar porque ella era su amiga, venía a mi casa, me acompañaba en un momento muy tremendo simplemente para eso, para acompañarnos. Y en un momento vimos que se acercaba la fecha de cumpleaños de Tadeo y le dije a Alexia si quería que organicemos juntas una competencia de freestyle para esa fecha, el 1º de junio. Con ese mensaje, la prevención del sucidio. Ella convocó a todos los amigos de Tadeo, a pibes que hacen freestyle. Vinieron a casa, hicimos una reunión. Ellos podrían haber dicho que no, porque es algo muy fuerte. El mayor en ese momento tenía 24 años y después eran todos de la edad de Tadeo, 16, 17 años. Y arrancamos con eso. 

¿Y cómo se sumó eso a un proyecto sobre salud mental?

A esa competencia se sumó el equipo de salud mental de Chascomús, que es el Centro de Día y Consumos Problemáticos, con el psiquiatra Carlos Tisera que fue quien me acompañó en el proceso. Como estábamos en pandemia, el patio de mi casa hacía las veces de consultorio. Todo el Centro de Día nos acompañó como familia haciendo la posvención. En una de esas sesiones yo le dije que no iba a quedar así el el suicidio de Tadeo, que no se podían suicidar los pibes y que no pase nada. Le dije que iba a hacer algo. Yo siempre pensé que había que respetar su decisión, por más que no esté de acuerdo. Y que yo tenía que seguir adelante por respeto a él. Así que ahí comenzamos a juntarnos todos los martes en la vieja estación. Después empezamos a salir por los barrios. Pero lo más importante fue ese trabajo de los adolescentes. Es el trabajo de ellos. Que tranquilamente podrían haber dicho que no. 

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¿Y cómo evolucionaron esos encuentros? 

Nos seguimos juntando los martes, como siempre. Pero en vez de ir a un lugar específico vamos todos los martes a un barrio diferente. Entonces, personas que no pueden llegar porque les queda lejos se encuentran con nosotros ahí. Vamos con el psicólogo, el psiquiatra y la gente del Centro de Día. Lo que se hace es que las personas lleguen a ese lugar que definimos: en general, al aire libre, una plaza, una sociedad de fomento, lo que sea. Hasta hemos ido a casas de personas que nos ofrecen. Entonces, ahí las personas tienen la primera escucha. Rompen con esto de sacar el turno, ir al centro de salud mental, que les da vergüenza, les cuesta un montón. Vas a una plaza, a un lugar más descontracturado donde tenés una primera escucha y después sí, te dan los turnos y si hace falta seguís en el Centro de Día. Pero por lo menos tenés un primer acercamiento. Un lugar donde hay un mate, llevás algo para compartir y ves al psiquiatra o al psicólogo de otra manera. Después hacemos otro tipo de actividades. El 1º de junio acá en Chascomús es el Día de la concientización y prevención del suicidio adolescente por un proyecto que presentamos nosotros y se aprobó en 2021 y para esos días tenemos organizadas muchas actividades para colegios, institutos, dirigidas principalmente a jóvenes.  

¿Qué es lo que más aparece en esos encuentros entre los jóvenes que se acercan?

En cuanto a adolescentes, lo primero que aparece es el hecho de no poder comunicarse con los adultos. Eso pasa mucho. Ellos se acercan a estos lugares porque están con otros adolescentes. Hoy en día tenemos más gente mayor, pero al principio eran sólo adolescentes los que se acercaban. El hecho de estar acompañados por otros adolescentes es sumamente importante. Por eso los chicos se acercan tanto y esta iniciativa tuvo éxito. Hoy en día ya somos más adultos: hay una mamá de otro chico que se suicidó, hay esposos, hermanas, suegras. Pero, por lo general, es increíble ver cómo se acercan los adolescentes. A veces me cuesta creer la afinidad que me tocó tener con los chicos. 

Después del encuentro, ¿quienes participan puedan seguir con una consulta individual?

Cada cual después puede tener su espacio de acompañamiento, sea psiquiátrico o psicológico. También a veces llega gente suelta, que pasa por ahí. Hace pocos días pasó una señora que venía de una internación psiquiátrica y contó su experiencia. Fue muy importante para desmitificar la internación de un paciente psiquiátrico. Fue hermoso escucharla hablar con una sonrisa en la cara, una tranquilidad, diciendo simplemente: cuando hay que internarse hay que internarse. Eso fue fantástico y es muy necesario en la sociedad. Cuando pensamos en internaciones psiquiátricas todos vemos cosas horrorosas, se nos representa Melchor Romero con todo el horror. Y no es así. Ella llegó a este lugar con la mamá y ahí vimos la importancia de lo que siempre decimos: el amor. Sea en una internación, en un trabajo ambulatorio de un profesional de la salud mental, lo importante es el amor. El acompañamiento de alguien que esté a tu lado para hacer ese tratamiento. 

En este proceso que viviste, ¿con qué prejuicios venías y qué cosas te encontraste?

Tenía prejuicios con los adolescentes. Cuando yo era adolescente era bastante discriminada, era metalera y a los padres de mis amigos no les gustaba que se junten conmigo. Eran los años 90, otra época. Y me pasaba con los amigos de Tadeo, ellos lo saben porque se los cuento. Una vez entró a casa con todos sus amigos y yo los veía pasar: diferentes colores de pelo, aritos, piercing. Después cuando se fueron le pregunté a Tadeo quiénes eran y me dijo: “son todos delincuentes amigos míos”. Todos esos “delincuentes” están hoy conmigo. Yo tenía ese prejuicio enorme de que él se juntara en la plaza con esos chicos. Yo lo pasé cuando era adolescente y sin embargo me olvidé. Cuando uno es adulto a veces se olvida de que también fue adolescente. De lo que sintió, de lo que querías hacer. Hay que volver a ponerse en ese lugar. Desmitificar que los chicos no hacen nada, que son vagos. Mirá estos adolescentes: les tocó vivir un dolor enorme, que los va a acompañar toda la vida y, sin embargo, pudieron salir adelante ayudando a otros.

¿Qué cambios creés que pudieron conseguir con el trabajo de la fundación?

Algo que se dio muy bueno es una reglamentación para el tema de suicidio en los medios de comunicación. Nosotros nos juntamos con un equipo, creo que de la mesa de salud, y le pedimos a los medios de comunicación trabajar sobre la forma en la que se comunica el suicidio para no hacer apología. En su momento fue difícil esa discusión, porque muchos creían que por contar cómo se había suicidado alguien no estaban haciendo apología. Y la verdad es que por ahí del otro lado hay alguien que la está pasando mal, que ya tuvo algún intento fallido de suicidio. Hay que ser muy cuidadoso con este tema y no solo los medios de comunicación. Todos tenemos que trabajar en la prevención del suicidio. En Chascomús lo pudimos hacer y está dando su resultado pero va a llevar tiempo.

Es politólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director de la agencia de comunicación Monteagudo. Es co editor del sitio Artepolítica. Nació en Olavarría, una metrópoli del centro de la provincia de Buenos Aires. Vio muchas veces Gladiador.