Breve guía para entender lo que pasa en España

Pedro Sánchez adelanta las elecciones luego de la debacle de la izquierda en las autonómicas y municipales. Bajo un nuevo mapa ideológico, la ultraderecha de VOX está a un paso de entrar al gobierno.

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Hoy vamos a volver a un país del que hace tiempo no hablamos, y al que me encantaría que me lleven para cubrir sus elecciones en julio, pleno veranito, cañas, tapas y jamón crudo. Están pasando cosas importantes en España. Luego de un triunfo contundente de la derecha en las elecciones municipales y autonómicas de fines de mayo, el presidente Pedro Sánchez adelantó las generales para mitad de año. La alianza de gobierno, compuesta por el partido socialista (PSOE) y Unidas Podemos (UP) se juega la supervivencia. Un mal resultado le abriría las puertas de La Moncloa a un gobierno del Partido Popular (PP) y Vox, la ultraderecha. 

Hoy quiero que entiendas cómo se llegó a este punto, y por qué hay tanto en juego. 

La debacle del 28M

El domingo 28 de mayo, el PP desplazó al PSOE como principal fuerza territorial, al ganar en 9 de las 12 comunidades autonómicas en juego (algo así como nuestras gobernaciones provinciales). En 7 de esos casos le arrebató el gobierno a la izquierda. A nivel municipal, además de mantener plazas importantes como la ciudad de Madrid, ganó en Sevilla, Valencia y Palma, entre otras, bastiones tradicionales de los rojos. 

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En la mayoría de esos nuevos gobiernos, sin embargo, el PP va a necesitar de Vox, que duplicó los resultados que obtuvo hace cuatro años, se consolida como tercera fuerza nacional y se vuelve socio predilecto –e indispensable– para los populares. Hay acá un cambio importante en el bloque: Ciudadanos, la fuerza de centroderecha liberal que supo jugar en las grandes ligas hace unos años, desapareció del mapa. El PP absorbió la mayoría de esos votos, y así se explica parte de su mejora. Ahora ese campo tiene solo dos partidos, y su destino parece unido. 

Más interesante es lo que pasa en la izquierda. Lo que explica la pérdida del puñado de gobiernos autonómicos y municipales no es tanto un mal resultado del PSOE –que se mantiene en un nivel similar de voto, en torno al 28% a nivel nacional– como de sus socios a su izquierda, principalmente Podemos. Los morados no consiguen representación en la comunidad y ayuntamiento de Madrid, la ciudad que los vio nacer, quedan fuera de Valencia y retroceden en todo el país. Es una catástrofe. Al resto de las izquierdas no les fue mucho mejor: partidos similares de corte más nacionalista/regionalista perdieron en Barcelona y Valencia; Más Madrid, la fuerza de Íñigo Errejón, ex número 2 de Podemos, mejora apenas sus votos en la Comunidad de la capital y retrocede en el ayuntamiento. 

Esto es una señal de alarma para Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda del gobierno y flamante candidata que busca liderar el nuevo espacio a la izquierda del PSOE. Pero no nos adelantemos.

Breve cronología sobre política española

Propongo un recorrido acotado y arbitrario sobre los años previos a este gobierno:

2015. Todo el mundo habla de Podemos. El partido fundado por universitarios madrileños luego del movimiento de indignados del 2011 despierta adhesiones y atención mediática dentro y fuera de España. Es la salida por izquierda a la crisis económica que golpea al sur de Europa, asfixiada por las recetas de austeridad. Su líder es Pablo Iglesias, un profesor con cola de caballo, desaliñado pero a propósito, que se hizo conocido por un ciclo audiovisual de entrevistas. Pablo está rodeado de cuadros jóvenes y no tanto, la mayoría militantes de izquierda que detestan al PSOE, como Íñigo, su versión prolija, nerd y visiblemente más aniñada, que se hizo cargo de la primera gran campaña del partido, en las elecciones europeas del 2014. 

Para este año tienen planes grandes: irrumpir en algunos parlamentos regionales con otras fuerzas similares y competir en las generales de fin de año. Algunos hablan de sorpasso: fantasean con que Podemos rebase al PSOE y le arrebate el mando de la izquierda. Otros se animan a pensar en un primer puesto a nivel nacional, por encima del PP, entonces conducido por Mariano Rajoy. Podemos mola. Sus spots de campaña son ingeniosos y emotivos; hasta las izquierdas universitarias latinoamericanas hinchan por ellos. 

Las elecciones generales se producen en diciembre. Podemos y sus aliados consiguen el 20% de los votos y 69 escaños, apenas un par de puntos por detrás del PSOE y bastante menos que el PP, que saca 28 y gana las elecciones aunque sin mayoría para gobernar. No hay sorpasso, pero nada mal para un debut.

2016. Con la irrupción de Podemos en la izquierda y Ciudadanos en la derecha, ningún partido obtiene la mayoría necesaria para gobernar y los números para formar gobierno no cierran. Pedro Sánchez, entonces candidato del PSOE, se acerca a Ciudadanos antes que a Podemos, al que ve como una amenaza directa. Flota en el aire la posibilidad de una coalición tripartita, pero las diferencias pesan más. Se convocan a unas nuevas elecciones para junio. El PP mejora sus resultados, el PSOE los empeora, y Podemos, que ahora se llama Unidas Podemos porque se junta formalmente con Izquierda Unida, tampoco suma nuevos votos. El resultado es peor al de 2015. Mariano Rajoy es investido presidente en octubre, con los votos de la mayoría de la bancada socialista. La derecha conserva el poder.

La rosca dentro del PSOE por el apoyo a Rajoy produce la salida de Pedro Sánchez como líder del partido.

2017. Enemistado con la vieja guardia conservadora que lo echó el año anterior, Pedro Sánchez es elegido otra vez como líder del partido por los militantes, en unas primarias a mitad de año. Sánchez parece renovado, con un discurso más cercano a la izquierda y abriendo la puerta, por qué no, a un mayor acercamiento con Podemos. 

Pero el 1 de octubre pasa algo más: las fuerzas independentistas de Cataluña organizan un referéndum que el gobierno de Rajoy y la justicia rechaza y reprime. Crisis constitucional: se interviene el gobierno comunitario y todo el país discute sobre la cuestión catalana. El orden de la transición muestra fisuras. Pregunta para Twitter: ¿qué es España?

2018. En mayo la justicia emite las primeras sentencias del Caso Gürtel, un escándalo de corrupción que golpea al PP, y Sánchez, que a esta altura ya es un político ávido y maduro (y bastante alto y bastante buen mozo), huele la oportunidad. Convoca a una moción de censura contra Rajoy, proponiéndose a él mismo como presidente, y es investido con el apoyo de Podemos y los independentistas catalanes de izquierda, entre otros partidos. El PSOE vuelve al poder.

El 3 de diciembre, ya con Sánchez acomodado en La Moncloa, hay elecciones en Andalucía, el bastión histórico del PSOE. Vox consigue 12 escaños. Titulares: la ultraderecha ha llegado a España. Su discurso combina el españolismo, a flor de piel tras el incidente del 1-O, el antifeminismo y otros caballitos habituales como la inmigración. 

2019. El año arranca con todo. En enero, Íñigo Errejón pega el portazo de Podemos para ser candidato en la Comunidad de Madrid con una nueva plataforma junto a  Manuela Carmena, que controla el ayuntamiento de Madrid y es una de las aliadas de los morados a nivel nacional. La salida del ex número dos es la culminación de una interna que lleva dos años, y que Iglesias había ganado en un congreso partidario conocido como Vistalegre II, en 2017. Errejón y su junta fueron corridos del centro, y las diferencias en torno a la estrategia del partido se hicieron públicas. La ruptura evidencia las tensiones personales dentro de Podemos, dominado por Iglesias. A Errejón luego lo seguirán otras figuras y Pablo se quedará con su círculo. Problemas: Podemos ya no controla la agenda y tiene cada vez menos cuadros nacionales.

Es temporada electoral otra vez. En las autonómicas y municipales, que dibujan el mapa previo al de este 28M, la izquierda tiene resultados magros, pero consigue gobiernos. No en Madrid, donde la jugada de Errejón se paga caro y la izquierda pierde la capital y la comunidad, que queda para el PP. En las generales de junio, el PSOE gana con el 28%. Lo siguen el PP con 17% –peor resultado histórico–, Ciudadanos con 16%, Unidas Podemos con 11% y Vox con 10%. 

Sánchez y Podemos no se ponen de acuerdo para formar gobierno. Sánchez decide convocar de nuevo a elecciones para mejorar su mano. A votar de nuevo en noviembre. Resultados: PSOE queda igual, pero sube el PP con 20% y Vox con el ¡15%! Unidas Podemos queda con 9% y Ciudadanos se derrite: menos de 7%.

Cambio de mapa. Vox es tercera fuerza y la derecha emprende su transformación, con Ciudadanos afuera. La izquierda no puede tirar mucho de la piola. Sánchez e Iglesias pactan una coalición de gobierno, con Pablo como vicepresidente segundo. Las fuerzas chicas, como los independentistas catalanes de izquierda, dan los votos necesarios.

A cuatro años del falso sorpasso, Podemos entra como socio menor a un gobierno del PSOE. Tiene la mitad de los votos y apenas un par de cuadros: se ha descapitalizado.

2019-2023. En el camino hasta hoy pasan muchas cosas. España tiene el gobierno más progresista de su historia, con leyes de identidad de género y memoria democrática, subida del salario mínimo y pensiones, y reformas parciales al régimen laboral y a la ley de vivienda. En el medio está la pandemia y la guerra en Ucrania, dos eventos que suben el perfil de Sánchez en Europa. A mediados de 2021, ante la convocatoria de elecciones en la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias renuncia al gobierno para ser candidato y evitar lo que terminó pasando el 28M: que Podemos pierda la representación. No le va muy bien, y luego anuncia su retiro de la política. Deja a una sucesora en Podemos y a otra en el gobierno, precisamente a la ministra de trabajo, Yolanda Díaz, una dirigente más cercana a Izquierda Unida que a los morados, aunque con peso propio.

Yolanda Díaz es actualmente la líder del nuevo espacio a la izquierda del PSOE, que se llama Movimiento Sumar y a donde han acudido todos los partidos de ese universo. Podemos, luego de una larga pugna que duró meses, fue el último en firmar su incorporación.

El momento cultural

¿Cómo leer este nuevo capítulo, en el que los dos partidos tradicionales siguen firmes, Vox se ha consolidado y Podemos lucha por no correr la misma suerte que Ciudadanos?

En una entrevista realizada unos días después del 28M, Iglesias pone el foco en la pérdida de centralidad: antes Podemos fijaba los temas de la agenda y ahora no. Pablo no lo dice, pero apunta también al poder mediático, que desgastó al partido. Tiene razón: entre todas las cosas que pasaron en estos últimos años, se comprobaron operaciones entre la derecha y algunos medios para inventar noticias falsas contra los morados. 

Unos meses antes, en otra entrevista, Errejón habló de un nuevo momento cultural. Su tesis debería resonar en las orillas sudamericanas. España, dijo, vive un momento de resaca tras el proceso abierto en 2015. Es una ola reaccionaria que se alimenta de tres rencores: el rencor contra Cataluña, contra el feminismo y contra la propuesta igualitaria que implantó Podemos en su momento. Lo curioso, agrega, es que este gobierno de coalición, que se desarrolla en pandemia, arranca con la ola cambiada. Los mejores años fueron lejos del poder. 

Se trata de un interesante caso de estudio. Mientras a los progresismos que gobiernan se les achaca un foco sobredimensionado en aspectos culturales e identitarios, una agenda de pijos de grandes ciudades en lugar de hablar de economía, lo cierto es que este gobierno tiene logros en los dos frentes. Han pasado leyes de avanzada en materia cultural, pero también a nivel económico. Y sin embargo le cabe el mismo mote. 

“Hay que entender que efectivamente este fue un gobierno de izquierda para España, y eso genera mucho rechazo”, me dice Javier Franzé, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid. “Para sus opositores, el gobierno se ha ido hacia un extremo en el eje ideológico (izquierda-derecha), pero también en el de centro-periferia”. Habla, sobre todo, de las políticas para normalizar la relación con Cataluña, como los indultos a algunos condenados por el 1-O. “Esto generó una reacción que alcanza a votantes conservadores del PSOE, de corte españolista, e inclusive a votantes socialdemócratas clásicos, que ven a Podemos como una izquierda inquisidora”. 

Con esto Franzé nos da dos claves. “El gran problema de España es la cuestión nacional. Esto toca el núcleo del orden de la transición, que dejó algunos temas no resueltos, como las autonomías. Podemos fue el que primero cuestionó ese orden, pero lo que realmente lo puso en jaque fue Cataluña. La movida independentista, en el resto de España, fue vista como una rebelión de los ricos, los catalanes europeístas que se creen mejor”. Hay que entender, agrega Franzé, que este es un país que combina el reformismo con el tradicionalismo. Y que todavía se referencia con la transición. Esa, dice, es su mayor empresa colectiva. Al que le faltó una tarea importante: “Democratizar la idea de España”.

Pero mientras el PSOE entendió mejor esto, y fue oscilando sus posiciones en el eje centro-periferia, Podemos y la nueva izquierda eligió una posición más arrogante. Franzé no habla solo de la cuestión territorial. “Es una izquierda con aires de superioridad moral, que reta a la gente. En lugar de atraerlos a su campo, como hizo el primer Podemos, los regaña. Es una política regañona: ¿Cómo te pueden gustar los toros y la carne? ¿Es que no entiendes la problemática? Y eso para un país como España es como decirles: al final no sos europeísta como creías sino un mero provinciano”. A eso se le suman los problemas de internas y falta de implantación territorial. 

A todo o nada

Con el adelantamiento de las elecciones, Sánchez busca un último giro de timón. Apela a movilizar a la izquierda en clave moral: si te quedas en casa le dejas el gobierno servido a la ultraderecha. 

Para retener el gobierno, el bloque deberá incorporar abstencionistas y esperar a que Sumar, la plataforma de Díaz, levante vuelo. Para eso necesita saldar heridas. A pesar de que ahora toda la izquierda va junta, los recelos entre dirigentes han quedado explícitos en la discusión sobre el lugar de Podemos en las listas. El partido ha pasado de ser el lugar donde todos quieren estar a tener covid: muchos los quieren fuera. Hubo dos posturas marcadas en estas semanas: unos dicen que la izquierda no puede darse el lujo de dividirse, sobre todo en provincias chicas; otros sostienen que, con Podemos adentro, algunos votantes se espantarán e irán al PSOE.

La matemática electoral comprende dos paradojas. La primera es que, con Sánchez renovado, el PSOE ha erradicado una amenaza importante: el sorpasso de Podemos u otro espacio a su izquierda. Es el líder indiscutido del bloque. El problema es que ese viraje le ha costado votos que se han ido a la derecha. “El PSOE aguanta bien porque recibe una gran parte del voto de la izquierda, y eso compensa en cierto punto las fugas al PP y otros partidos”, me apunta Guillermo Fernández, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid. “En el peor escenario electoral, el PSOE concentra el voto de la izquierda, se convierte en el primer partido de la oposición y da por cerrado el ciclo con Podemos”.

La contraparte es un gobierno del PP con Vox adentro. Pero aquí la segunda paradoja. Si la derecha no consigue mayoría absoluta se le complica llegar al poder. Los partidos regionalistas y nacionalistas –del País Vasco, Canarias, Cataluña, entre otros–, inclusive aquellos más conservadores, que supieron apoyar al PP en el pasado, no apoyarían jamás a un gobierno con Vox, al que ven como una amenaza terminal. 

Es como el título genial de esa novela de Houellebecq, adaptado: el (nuevo) mapa y el (viejo) territorio. 

Acá dejamos por hoy. Nos leemos pronto.

Un abrazo,

Juan

Cree mucho en el periodismo y su belleza. Escribe sobre política internacional y otras cosas que le interesan, que suelen ser muchas. Es politólogo (UBA) y trabajó en tele y radio. Ahora cuenta América Latina desde Ciudad de México.