Borré resiste a los dólares

Perfil del delantero que eligió River sobre Palmeiras.

Hola, ¿cómo estamos?

En este mismo instante que te está llegando este correo, está empezando a jugar el Manchester City contra el West Ham. Ponelo de fondo, aunque sea. El equipo de Guardiola pasa su mejor momento: 26 partidos sin perder. Desde el 15 de diciembre de 2020, gana todos los partidos. Son 19 victorias seguidas. En 25 fechas, en la Premier, le lleva 10 puntos al United. En la semana le ganó 2-0 por los octavos de la Champions al Borussia Mönchengladbach. Lo importante: volvió Sergio Kun.

Si en el medio tenés un rato, se juega uno de los platos fuertes en España. Hoy, Sevilla vs Barcelona, a las 12.15. Messi va contra su víctima predilecta: con 37 gritos, es al club al que más veces le convirtió. Creo que va a ser un partidazo.

La intensidad de Borré

Hay un subgrupo de personas a las que se les dice por un apodo con el que ellos denominan al resto. Él pertenece a ese sector: cada diez palabras dice “Máquina”. Tanto que sus compañeros lo catalogaron de la misma manera. Eso también le pasó a Xavi Hernández en Barcelona, hasta que todos pasaron a llamarlo Maqui. Suele ser gente intensa. Rafael Santos Borré, el máximo goleador del ciclo de Marcelo Gallardo, rompió la lógica mercantil de la pelota esta semana: llegó Palmeiras, le ofreció un contrato de tres millones de dólares, su acuerdo con River se terminaba por lo que no tenía ni que pedir del todo permiso y decidió quedarse. 

El mercado brasileño se aprovecha del dólar flaco de Argentina. Es muy complejo imponer una forma de valuar en una industria globalizada como la pelota donde todo es en billete verde o en euro. Un futbolista de otro club dejó de entrenarse molesto con el presidente de un club que no le quería actualizar el acuerdo que habían firmado en junio de 2018: 1=28 pesos. Eso pone contra las cuerdas la renovación de papeles. El ciclo de Borré en River parece que llegará a su final a mitad de año y, según filtra su entorno, algo intentarán inventar para que el club de Nuñez no se quede sin nada. Este recorrido sobre la vida del delantero puede ayudar a entender el porqué de estos gestos.

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Rafael dormía con una pelota y, si se la quitaban, a la hora que fuera, se despertaba. Se metía a bañar con un limón, lo pateaba, hacía jueguitos y, si su mamá entraba a sacárselo, él agarraba la tapita de la pasta de dientes y le daba. Si iba caminando, agarraba una lata de cerveza o una piedrita y armaba jugadas. La vida en el barrio Santo Domingo de Barranquilla era limitada económicamente, pero él definía en arcos imaginarios pateando llantas de autos. Todo esto lo cuenta Ismael, profesor de matemática, su papá. Y quizás sea la mejor hipótesis para detectar la razón por la que Borré sale disparado hacia la pelota, como un cachorro desesperado, cuando el árbitro pita el inicio del partido.

Santo Domingo es su piedra angular. Cuando sus papás se separaron, él se fue a vivir a Valledupar, al norte de Colombia, con Ismael. A Barranquilla volvía de vacaciones. En 2007, Federico Chambs, el presidente del club Neogranadinos, anotó a su equipo en el torneo Asefal y le faltaban jugadores. Le escribió a varios colegas. Pipo, un amigo del barrio, le propuso tres y le aclaró que había uno más que estaba ahí de vacaciones. No hizo ningún gol en el campeonato, pero impresionó. Querían ficharlo y su papá autorizó que se quedara allí con dos condiciones: que le consiguieran donde vivir y que fuera a la escuela.

Tenía una personalidad de esas que avasallan. A los cuatro años, un profesor citó a su padre para plantearle un problema: “Quiere cobrar todas las cosas. Faltas, córners, amarillas”. Ismael pretendió defenderlo y lo justificó. El problema, según el profesor, era que Rafael quería cobrar las propias y las del contrario. La pelota y, sobre todo, ser futbolista lo enloquecían. Un día su familia no tenía plata para el transporte hacia la cancha. “Es para la ida o para la vuelta”, le plantearon y su respuesta fue de profesional: “Vamos en bus a la ida y a la vuelta caminando, así no se me cansan las piernas para jugar”.

Era un torneo de barrios y, cada semana, preguntaba cuándo les tocaba contra Santo Domingo. Desde la primera a la décima fecha consultó hasta que llegó. El primer tiempo fue 0-2 para las calles que lo parieron. Chambs le pidió al entrenador si podía hablarle a Rafa un minuto. “¿Todo el año preguntando para que juegues así?”, lo apretó. Arrancó y metió el descuento. Pero cuando hizo el empate fue corriendo al alambrado, se llevó el dedo a la boca y lo mandó a callar. Al rato, convirtió el 3-2. A Borré el profesionalismo le corría por las venas.

Henry Peralta era otro de los dirigentes de Neogranadinos. Se comunicó con Agustín Garizabalo, uno de los más famosos descubridores de futbolistas en Cali -también encontró a Juan Cuadrado, a Luis Muriel, a Gustavo Cuéllar y a Abel Aguilar-, quien se caracteriza por escribir sus informes en formas de crónicas bellísimas. “Yo sabía que él era exagerado, así que tardé un poco en ir, pero descubrí magias y sensaciones que me motivaron a ese proyecto.”

Hubo dos características que enloquecieron a Garizabalo:

  1. “El día que fui a verlo (en un entrenamiento) me llamó la atención su dinámica y su calidad técnica, en esas edades no es fácil. Sus movimientos eran incesantes pero también económicos. Me hizo recordar a Freddy Montero -hoy en el Vancouver de la MLS-, que casi no sudaba mientras jugaba.”
  2. “Cuando hablaba con él me gustaba su alegría, su forma de preguntarme cosas sobre el juego, su capacidad para tratar de entender, por ejemplo, aquello de ‘salir para entrar’, el movimiento que debe hacer un delantero para ponerse en situación de gol (regresar medio metro para quedar libre de marca) cuando la pelota la tiene un compañero sobre un costado.”

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Borré volvió de un entrenamiento en España, buscó los oídos siempre pendientes de Ana, su pareja, y le dijo lo más duro que alguna vez pensó: “No sé si esto es para mí”. Su amor lo tranquilizó. La estadía en Atlético Madrid y en Villarreal eran mucho más duras de lo esperado. Se había destacado en Deportivo Cali -donde debutó en noviembre de 2013-, había hecho historia metiéndole un triplete a Millonarios y se había perdido las últimas fechas del campeonato ganado en 2015 por estar en el Mundial sub20 en Nueva Zelanda. Su sociedad con Harold Preciado resultaba desequilibrante. Los colchoneros decidieron adquirirlo como capital futuro. Él no encontraba espacio.

No era la primera vez que le pasaba en la vida. Fue citado a los 17 años a la Selección del Atlántico. Tuvo un mal torneo y llegó a ser silbado. Garizabalo estaba preocupado, hasta que entendió que delante tenía un jugador preparado para triunfar: “Lo más importante es que no sufría por eso, sabía que era un momento difícil por el que tenía que pasar, pero que no tenía que ver con su calidad. Yo estaba más preocupado que él y eso me irritaba un poco. Finalmente me dijo: ‘No te preocupes, máquina, vendrán mejores tiempos’. Esa capacidad de resiliencia es lo que más valoro de Rafa”.

Marcelo Gallardo cree que a Borré lo complicó la venta de Lucas Alario. Un mediodía el Bayer Leverkusen efectuó la cláusula y se llevó al delantero ganador de una Libertadores y de dos Copa Argentina. La presión recayó sobre el colombiano, que venía sin continuidad. Le costaron los primeros seis meses hasta que una noche, en Avellaneda, contra Racing, se destapó y no paró nunca más. “Muchas veces leo que River lo cambió, pero no es así. En Cali era igual. Lo diferente es que acá le devolvieron la confianza sus compañeros y el cuerpo técnico”, reflexiona Ana Caicedo, quien además de ser su pareja y la mamá de su hija Guadalupe es periodista.

Borré es un convencido del entrenamiento. Vive para el fútbol. Tiene un psicólogo y un coach personal. Sus padres confiesan que la única vez que lo vieron bebiendo alcohol fue en su casamiento, cuando brindó con un champagne. Más allá de las intensas prácticas en River, tiene un preparador físico y un técnico para perfeccionar movimientos. “Intento mejorar los perfiles, los controles orientados, los tiros libres. Invertir mucho tiempo en mí siento que me mejora”, detalla el futbolista, que está a quince goles de superar a Juan Pablo Ángel como el máximo artillero colombiano de la historia del club.

Deja el alma en cada detalle porque así lo quiso. De niño, una vez su padre lo fue a buscar a un entrenamiento. Él, serio, le consultó: “¿Crees que llegaré a jugar profesionalmente?”. Ismael fue tajante: “Nunca más me preguntes eso. Dios le da lugar a cada persona y el tuyo es ser futbolista”. Pidió perdón y prometió jamás volver a hablar de eso. Solamente ir para adelante en busca de esa pelota que, todavía, lo enloquece cuando el árbitro pita para que se inicie el partido.

Pizza post cancha

  • Iván Pablo Orbuch y Juan Pablo Susel acaban de publicar el libro Maradona en rojo y negro, que reconstruye las emociones de los 145 días en los que el 10 fue jugador de Newell’s.
  • Hoy se cumplen diez años de la muerte de Moacyr Scliar, un escritor brasileño lleno de magia que en uno de sus libros hizo eje en el fútbol y lo reivindicó como pasión de su pueblo. Se llama La colina de los suspiros. Si pueden, vayan por esas páginas.
  • Netflix estrenó Pelé. Un recorrido por la vida de O Rei. Hay que verlo.
  • Imprescindible entrevista a Gareth Thomas en The Guardian. El ex rugbier habla sobre vivir con HIV y la homofobia en el deporte. 

Esto fue todo.

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Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.