BarçaGate

La campaña sucia del club catalán. Milito se lanza a la política.

Hola, ¿cómo estamos?

Hay que admitir que la cuarentena nos permitió conocer mucho personaje insólito. Pero yo creo que Ryo Miyake hace campaña a lo grande para meterse en podio. El esgrimista japonés, que en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 ganó una medalla plateada y que tenía pensado participar de Tokio 2020, decidió usar su tiempo libre para trabajar de repartidor de Uber Eats. Lo insólito es que, por patrocinios, tiene los ingresos suficientes como para estar en su casa en vez de andar pedaleando. “Pensé que era un poco descarado recibir apoyo en tal situación. Así que le dije a los sponsors que esperaran con el dinero”, le blanqueó a la prensa local. Suma 19 dólares por día y está contento por cómo se mueven las cifras en función de los kilómetros recorridos. Un tipo insólito.

Campaña sucia: vuelve el Barcelona 

“No hubo maquinaria más grande de trolls que en México en 2012, y nosotros armamos esa maquinaria. Para que te hagas una idea: en un solo día, Twitter nos bajó 48.000 cuentas. Teníamos 150.000 cuentas”. El empresario argentino y experto en redes sociales Gastón Douek da una entrevista para La Nación en septiembre de 2019 y habla de su acompañamiento al ex presidente mexicano Enrique Peña Nieto y de la campaña de Cambiemos de cara a las elecciones en las que Alberto Fernández se terminará imponiendo. No sabe –porque pocos lo saben– que en febrero de 2020, la Cadena Ser hará una de las denuncias más escandalosas de la historia del Barcelona y él quedará en el medio: durante meses, desde el club saldrán unos silenciosos pagos de 200 mil euros a la firma I3 Venture –el monto máximo para que no tengan que pasar por la Comisión Contable– y esa pista escupirá lo que se denominó el BarçaGate

Demostrará que Josep Bartomeu, presidente del club, contrató a la empresa de comunicación dedicada a generar opinión en las redes sociales, cuyo titular es Carlos Ibáñez, uruguayo, socio del argentino, conocido como el Señor de los trolls, parte de un entramado que termina en Cambridge Analytica –el documental Nada es privado es indispensable para entender esto–. Que lo hizo con tres objetivos: hablar bien de su gestión, criticar a grandes figuras del Barcelona que no se le alinearon y ensuciar opositores. Y abrirá la etapa más maradoniana de Lionel Messi, quien apenas escuchó esto declaró: “La verdad es que veo todo un poco raro”. Y siguió apuntándole desde, primero, a Eric Abidal, secretario técnico del club, hasta al propio presidente, en marzo, acusándolo de generar barro en el tema de la baja de salarios, a partir del freno por el coronavirus: “Desde dentro del club hubo quien tratará de ponernos bajo la lupa e intentará sumarnos presión para hacer algo que nosotros siempre tuvimos claro que haríamos”. Una actitud inusual en el 10, que poco se pronuncia sobre la vida política, ni siquiera sobre la independencia de Catalunya. 

La relación de Bartomeu con la empresa de BigData fue hasta lugares que nadie imaginó en el Barcelona –un club históricamente politizado, graficado aquí por el politólogo Jaume Ríos o hermosamente contado en el libro Barca: la pasión del pueblo, de Jimmy Burns–. La maquinaria difamó a Messi, en el medio de la renovación de su contrato, y satirizó a su pareja, le atribuyó a Piqué cambiar su reivindicación de la independencia catalana por hacer negocios en España, acusó a Guardiola de elogiar a los países de Medio Oriente a cambio de dinero.

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“El club está en un estado de debilidad”, dijo Piqué, antes del coronavirus. La solución de la institución fue contratar a la auditora PriceWaterhouseCoopers –una red global en la que confluyen famosas entidades como Deloitte o KPMG– para que diera un veredicto. En los próximos días, estará la respuesta. Las aguas siguen turbias: esta semana, echaron del Barcelona a Noelia Romero, la compliance officer, encargada de controlar que se cumplan protocolos, normas y leyes –algo así como una oficial anticorrupción–.

Antes, fue suspendido de su cargo Jaume Masferrer, asesor personal de Bartomeu, para algunos el principal responsable del BarçaGate. Disgustados y apretados, dimitieron seis miembros de la Comisión Directiva. Siempre vale apuntar: Real Madrid, Osasuna, Athletic Bilbao y Barcelona son los pocos equipos gobernados por asociaciones civiles en España, con elecciones para votar dirigentes a cargo. Los culés tendrán cambio de autoridades en 2021 y Bartomeu no puede presentarse, aunque pretende imponer a algún alfil, posiblemente a Emili Rosaud. La pertenencia a la Comisión Directiva es un gran lujo en la burguesía catalana, de la que forman parte muchas familias que exhiben su pedigree con doble apellido dividido por una i, con presencia de entidades como la Caixa, que en la crisis de 2009/2011 hizo fortunas con las hipotecas que no podían pagar los ciudadanos. Su presidente anterior, Sandro Rosell, estuvo preso dos años, acusado del blanqueo de capitales, en una causa vinculada con el FIFAGate, operada por el FBI. Pasó dos años en prisión y su relato en esta entrevista sacudió al público: “En la cárcel, el primer día nos dieron cuatro preservativos y cuatro bolsas con vaselinas”.

¿Por qué es fundamental esta información? Marcos López –periodista de El Periódico y flamante productor del documental de Iniesta– explica muy bien en qué estado vuelve el Barcelona al fútbol, que hoy juega contra Mallorca, a las 17, por ESPN. El 10 seguramente renovará su vínculo, pero desde su entorno transparentan que está cansado de la política del club. Hace tiempo, pide que se jerarquice la delantera, susurrando el nombre de Neymar y, ahora, espera a Lautaro Martínez, cuya negociación está tan larga como posible de caerse.

El Barcelona marcha puntero, con 58 unidades, a dos del Real Madrid, que el domingo, a las 14.30, recibirá a Eibar. Quique Setién, entrenador de los culés, apenas pudo ejercer su cargo 61 días, tras reemplazar a Ernesto Valverde. Su principal falencia residió en las áreas: defender mejor, hacer más goles. Nobleza obliga: le ha faltado Luis Suárez. Para conocerlo, vale este capítulo en The Coach Voice que desarrolla su ideología: “El balón por encima de todo”.

Aclaración de vestuario: más allá del duro panorama político, siempre que Messi vuelve a jugar es una alegría. Verlo será un mimo entre tanta cuarentena sin belleza. Hace unos días, un amigo me preguntó por qué el 10 es un genio. Le conté esta anécdota que vi de cerca: 

En la previa del partido Argentina-Perú, por las Eliminatorias del Mundial 2018, estaba practicando tiros libres en una cancha del predio de AFA. Uno, dos, tres y cuatro seguidos pegaron en el travesaño. Me arrimé a alguien que conoce muy bien a la Selección y me lamenté: “Pucha, no le están saliendo”. Me miró y me iluminó: “Si te fijás, esta cancha es más chica. Los arcos tienen diez centímetros menos. Él lo sabe. Tranquilo, los está metiendo todos”.

El Príncipe que no es Maquiavelo

La tarde del 9 de febrero de 2020, antes de que Marcelo Díaz se volviera mito, Diego Milito tuvo un parpadeo de mal presagio: el 24 de febrero de 2013, estaba en su departamento en Milán, recuperándose de una rotura de ligamento en la rodilla. Desde su ventana, se veía el San Siro, donde sus compañeros de Inter estaban jugando el clásico de la ciudad. En el televisor, tenía el derby italiano y, en la computadora, el de Avellaneda. Casi al mismo instante, escuchó un grito, vio que la pantalla grande mostraba a Stephan El Shaarawy definiendo para los rivales y que, en la chiquitita, Independiente metía el 1-0. Insultó para todos lados. Siete años después, la memoria se le disparó porque, otra vez, se jugaban los dos partidos el mismo día. Con una diferencia, Lolo Miranda, que en aquel día marcaba el gol de los rojos, ahora era una de las contrataciones que había realizado en su función de manager de Racing.  “Esta vez, vamos a ganar”, se dijo: Inter venció 4-2 y la Academia 1-0. 

En aquellos días, Milito ya sabía lo que deseaba. Su compañera de toda la vida le pedía volver y él quería recuperarse para despedirse en Racing. Todavía el presidente de la Academia era Gastón Cogorno y Víctor Blanco ejercía como un vicepresidente segundo del que nadie esperaba nada. Fue en abril de 2014 que el empresario hotelero viajó a Europa por tres razones: resolver la vuelta del campeón del 2001 y cobrar dinero que le adeudaban a la entidad desde Genoa por Ricardo Centurión y desde Catania por Lucas Castro. La recomendación del delantero, que ya conversaba a la distancia con Sebastián Saja sobre el estado del club, al flamante presidente fue: “Lo importante es tener los sueldos al día”. Con tres amigos del fútbol dialogaba sobre la idea del rol de director deportivo: Javier Zanetti, que se estaba por retirar; Nicolás Burdisso, que jugaba en Genoa; y el brasileño Leonardo, en esa tarea en PSG. Esa era una parte de su know how, lo otro brotó de su relación con el analista top de fútbol Gabriel Wainer, a quien había conocido en la Selección argentina de Marcelo Bielsa. Javier Wainer, hijo de Gabriel, de cuna de pelota científica, es uno de los responsables de la Secretaría Técnica actual.

Desde esa matriz, pensó la profesionalización del fútbol de Racing y la formulación de una Secretaría Técnica. Los resultados emergen a la vista: de toda la gestión Blanco, los dos años más flojos fueron 2016/2017, justamente los que Milito pasó fuera del club. Aun así, recién en su función de director deportivo, se chocó con una realidad que le cambió la cabeza: la política del club. Es decir, aquello que Alberto Fernández definió en Chacarita el día que ganó la primera vuelta: “La política es la administración de la realidad”. Desde ahí, hay que entender por qué Milito declaró esta semana a Infobae que le picó el bicho de ser presidente. Algo que, según admite, no hizo a propósito ni para generar un cimbronazo interno. Aunque haya generado impacto.

Milito siempre tuvo a Racing en la cabeza. Su vida es ese club: incluso cuando se pasó toda una temporada en inferiores sin jugar porque los dirigentes no toleraban que Gabriel, su hermano, hubiera decidido cruzar de vereda y le plantearon a su entrenador que no lo pusiera. O cuando en marzo de 1999 se cambió en el vestuario del predio de la UOM en Moreno y alguien le informó que la síndico había anunciado que “Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir”.

En 2011, fue nombrado socio honorario y en 2014, socio pleno. En Racing hay elecciones en diciembre de este año y al ídolo no le alcanza la antigüedad para presentarse. Pero eso no quita que Milito haya hecho sonar las campanas. En una elección en la que probablemente Blanco, que irá por su tercer mandato, no tenga contra, la política se hace dentro de las listas. Es vox populi dentro del club que el ídolo está cansado de lo que evalúa como falta de profesionalismo de algunos dirigentes, sobre todo en inferiores. El Príncipe brilló desde Milán, no desde Florencia como Maquiavelo, pero cada día mejora en sus lecturas sobre el poder.

Hasta ahora, Blanco, un presidente aplaudido cuando su nombre suena en el Cilindro, secretario general de AFA, capaz de colgar en la cancha una foto de Néstor Kirchner durante el último mandato de Cristina y de sacarla apenas ganó Mauricio Macri –además de incorporar en la Comisión Directiva al cuñado de Horacio Rodríguez Larreta, señalado dentro del club por perseguir ideológicamente a empleados y ejercer violencia de género simbólica contra una trabajadora– se ha mostrado convencido de conservar a Milito como parte fundamental del siguiente período. La prueba de fuego fue la contratación del último entrenador: el presidente quería a Ramón Díaz (hoy, en Libertad de Paraguay), el director deportivo prefirió a Sebastián Beccacece y, desde ahí, se gestó la historia con la que comienza este apartado. 

Hegerberg hace historia

Ada Hegerberg puso la moral por encima de la gloria el 29 de agosto de 2017 y conmovió al fútbol. La delantera noruega del Olympique de Lyon anunció que se tomaba un descanso de la Selección, cuando se encaminaba el Mundial de Francia de 2019. Su crítica era nítida: “El fútbol es el deporte más importante de Noruega para las niñas y lo ha sido durante años, pero las chicas no tienen las mismas oportunidades que los chicos”. Su nivel no bajó ni un poco, aumentó y, en 2018, conquistó el Balón de Oro. En la ceremonia, el DJ francés Martin Solveing la quiso hacer bailar twerk y le preguntó si sabía perrear. A Luka Modrić, ganador en masculino, no le propusieron lo mismo. Ella, obviamente, se negó y, al rato, manifestó: “Mi madre nos dio a mi hermana y a mí la confianza y el valor para usar nuestra voz y ser capaces de hacer sacrificios en nuestra carrera en el fútbol para que las siguientes generaciones crezcan con mejores condiciones”. Lo logró: acaba de firmar con Nike un contrato de 1,3 millones de euros al año, el más alto para una futbolista en Europa. Aquí sus mejores goles.

En diciembre de 2017, la Federación Noruega de Fútbol suscribió un acuerdo para que los varones y las mujeres ganaran lo mismo, pero Hegerberg tenía su resolución asumida y profundizó: “No es solo plata, es posibilidades”. Lo increíble es que tenía 22 años cuando adoptó esa determinación. Su talento es enorme y el mercado está pagando por ella: embolsa 450 mil euros al año de contrato con Lyon. Un gran salto, pero que no se compara con los 85 millones que recibe Lionel Messi de parte del Barcelona.

No es, sin embargo, la jugadora que más gana en el mundo: la delantera del Orlando Pride, Alex Morgan, percibe 5,13 millones de dólares al año, siendo la única futbolista que se encuentra entre las primeras quince fortunas de mujeres deportistas. Es una discusión interesante para pensar el desarrollo del deporte el hecho de los aportes de sponsors de manera individual, ya que corre el riesgo de construir estrellas más que desarrollar  equipos.

El Lyon, último campeón, será parte de la etapa final de la Champions League, que se jugará en Bilbao y en San Sebastián. Los que definirán los cuartos de final son: Atlético de Madrid vs Barcelona, Lyon vs Bayern Munich, Glasgow- Wolfaburgo y Arsenal-PSG.  

El salto salarial de Hegerberg se da en el marco de otra posible gran noticia para el fútbol femenino: en España, la Real Federación Española de Fútbol anunció esta semana la “competencia profesionalizada”. No se sabe si es lo mismo que profesionalismo. Así lo comunicó, pormenorizando que ”hasta el momento, estas competiciones eran consideradas como de fútbol aficionado”.

Por otro lado, me resulta realmente interesante la decisión de las jugadoras del Chelsea de donar las 100 mil libras que obtuvieron como premio por ganar la Women’s Super League a la asociación Refugio, dedicada a apoyar y a proteger a víctimas de violencia de género.

Guardiola recupera a un gran pensador: Lillo

Ángel Matute Morales, el talentoso enganche noventoso que faltó a su presentación como jugador de la Sampdoria por irse a comer una pizza con un amigo, es clave para entender esta historia. El miércoles, a las 16.15, el Manchester City se topará con el Arsenal, en el mejor partido de la fecha de la Premier League que regresa. La gran mutación es que Pep Guardiola incorporó a su cuerpo técnico al mítico Juan Manuel Lillo, uno de los tipos que más sabe de posesión de pelota en el mundo, con quien César Luis Menotti cena cada vez que pasa por Buenos Aires. La novedad resonó en el planeta y es raro que un ayudante de campo genere tanto entusiasmo. Una argumentación podría ser que Lillo ya condujo 16 equipos como director técnico –incluso fue ayudante de Jorge Sampaoli, en Sevilla y en Chile–. La otra remite a una vuelta a las raíces del técnico catalán, que en febrero de este año, contra Real Madrid por la Champions League, mostró una de las versiones más defensivas que se le conocen.  

El Matute, que en 1999 le hizo este golazo a José Luis Chilavert, devela una de las claves de esta relación: “Vivíamos en Sinaloa, una ciudad difícil, en medio del desierto, al norte, con muchísimo calor. Nos entrenábamos en una montaña y por arriba pasaban las avionetas. Decían que eran de los narcos. Andaban todos armados. Escuchábamos tiroteos bastante seguido. Guardiola ya estaba terminando su carrera, venía con la idea de ser técnico, y como tenía gran afinidad con el entrenador español Juan Manuel Lillo, fue para allá. De hecho, hubo como cinco partidos en los que estuvo lesionado y daba instrucciones a los jugadores y hacía algunos ejercicios. Ya era técnico”.

Matías Manna, entrenador y actual analista de la Selección Argentina, fundador de Paradigma Guardiola desde antes de que Pep fuera técnico, conoce a ambos y desmenuza sus orígenes: “No los puedo ver por separado porque desde que los conocí estuvieron ligados. Hablábamos por internet y ellos estaban juntos. Guardiola escribía artículos y lo citaba. O se iba a entrenar como jugador una semana al Murcia que dirigía Juanma, en 2004 en medio de un parate de la liga de Qatar. Mucho después ocurrió lo de Dorados. Mis primeras conversaciones sobre metodología de entrenamiento y análisis de partidos fueron en ese contexto hace casi 20 años”. 

Lo curioso es cómo nació esa relación. En la temporada 96/97, Lillo dirigía al Real Oviedo. Guardiola era jugador de Barcelona, que en aquel ciclo ganó la Copa del Rey, con Luis Figo como figura, antes de migrar al Madrid. Cuando se cruzaron, los culés vencieron 4-2, pero el Oviedo jugó bien. Ese fue el primer encuentro: “De pronto, tocaron la puerta del vestuario y era Pep Guardiola, que venía sin haberse cambiado, para preguntarme si me importaba charlar un minuto. ¡Cómo me iba a importar hablar con el mejor mediocentro en la historia del fútbol! Él me dijo que le gustaba mucho como jugaba mi equipo y que quería mantenerse en contacto. Y lo que empezó como una cosita profesional se volvió muchísimo más».

Que Lillo es una mente brillante del fútbol es algo que comprueban muchos de los que pudieron charlar con él. Lo singular son sus últimas participaciones como entrenador y, sobre todo, los acontecimientos comunicacionales que genera:

  • Estuvo al frente del Vissel Kobe, en Japón, pedido por Andrés Iniesta. Tras algunos malos resultados, lo despidieron y declaró: «Tengo claro por qué nos echan a los técnicos: por perder. Lo que aún no sé es por qué nos contratan. Es un misterio, como el de la Coca-Cola».
  • En Atlético Nacional, tras algunos no tan malos resultados, mafias de Medellín amenazaron de muerte a jugadores, al cuerpo técnico y a algunos directivos. Lillo dispuso dar un paso al costado. Su conferencia final, con los jugadores detrás, incluido Franco Armani, fue una propuesta colectiva emocionante. Aquí está. 

Aclaración de vestuario: El puntero de la Premier League es el Liverpool de Jürgen Klopp. Lleva 82 puntos contra 57 del City, el segundo. El 21 de junio, irá contra Everton, el otro equipo de la ciudad que parió a Los Beatles y es probable que se corone campeón. Por lo que hay mucha preocupación de los posibles enfrentamientos en las calles.

La última vez que se apoderó del torneo local fue en la temporada 1989/1990 –de hecho, la Premier se llama así desde 1992, por lo que técnicamente nunca obtuvo este título–. Sus figuras eran Ian Rush y John Barnes. Lo más asombroso es que Kenny Dalglish, escocés que participó del Mundial 78, jugaba de delantero y, a la vez, era el entrenador. Aquí un repaso de esa temporada.

Pizza post cancha

  • Gareth Thomas fue un excelente jugador de rugby y el capitán de la Selección de Gales. En 2009, tras retirarse, se declaró públicamente homosexual. Una década después, comentó que tiene HIV. Esta entrevista en The Guardian te golpea el alma. El documental My secret past es un gran aporte para cambiarnos la cabeza.
  • Hoy es el día de la escritora y del escritor en Argentina. La observación de los pájaros de Roberto Fontanarrosa es un clásico, pero es mi cuento de fútbol favorito. Sin embargo, me parece muy importante mencionar a Esse est percipi, escrito por la dupla Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq. Asegura que el fútbol se terminó el 24 de junio de 1937. Increíble, pero lo escribieron sin saber que ese día, en otras décadas, nacerían Juan Román Riquelme y Lionel Messi.
  • Se cumplen 19 años de, quizás, el mejor partido de Riquelme en la Libertadores. Fue la semifinal de 2001, contra Palmeiras, de visitante. Bianchi lo puso de falso nueve. Aquí un compilado de cómo la rompió.
  • Ignacio Bogino es futbolista de Brown de Adrogué, artista plástico y escritor. Acaba de lanzar su libro Jugador de fútbol.
  • Sebastián Papelito Fernández escribe para Garra “Ser feliz era esto: a diez años del Mundial que cambió Uruguay”. Un recuerdo sudafricano hermoso.

Esto fue todo. Les propongo que recuerden el último partido de fútbol que jugaron. Junten fuerzas, que cada día falta menos para volver a las cancha.

Abrazo,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.