Atlético Tucumán: de bandera la ilusión

El Decano sigue puntero y faltan siete jornadas para el final del torneo. El proceso que llevó al equipo tucumano a ser la sorpresa el fútbol argentino.

Hola, ¿cómo estamos?

Este domingo, a las 15, estoy convencido de que cambiará la historia.
Bah, no, ya se transformó.
Boca va a jugar la última fecha del campeonato de fútbol femenino en una Bombonera que estará al palo.
Todavía hay gente que no se lo toma en serio.
Que se mejoren.

Atlético Tucumán: de bandera la ilusión

No es posible una cuadra de San Miguel sin una casaca de Atlético. Ni media. La ilusión roza el estadio José Fierro y el grito de guerra: “Tucumán, Tucumán”. Esta es una provincia expresiva, las gargantas arden. Si en 2018 el cielo habían sido los cuartos de final de la Libertadores, lo de ahora es un corazón encendido. Porque hasta unos cuantos de los propios pensaban que se iban a caer y, desde abril, continúan en pie. Justificadamente en la cima. A siete jornadas del desenlace, después de dar el golpe en La Paternal. En la primera semana en que pueden respirar y afirmar que el colchón de puntos les saca la patada ninja del descenso. Venía la primavera y el verano se anticipó. Pobre de quien quiera robarles la ilusión.

Hay un click. Lucas Pusineri flasheó dedicarse a los chanchos. Un micro larga distancia para tomarse el palo del fútbol. Pablo Michelini, compañero en los días campeones de San Lorenzo, lo invitó a sumarse al negocio de las estaciones de servicio. A los 35 años, se había jubilado. La única semilla para dirigir se la había plantado Claudio Borghi. En 2008, en Independiente, habían gestado una hermosa amistad. Tanto que lo invitó a que se retirara en Argentinos. Pero no: “No podía hipotecar quince años de platea con mi viejo”. Nunca había jugado en Platense, aunque fueran los colores de su corazón y regresó para despedirse en Vicente López. En 2013, el Bichi lo citó como ayudante de campo. La misión incluyó el descenso del Bicho y gestionar las últimas obras maestras de Juan Román Riquelme. Nada más. Pasaron cinco años y le sonó el tubo. El Cúcuta le proponía subir a Primera. No había nada para perder en el ascenso colombiano. Tampoco imaginó lo que había para ganar. Dos años después, tras un exitoso paso por Deportivo Cali, con el cabello lleno de canas, la voz tanguera en honor al Polaco Goyeneche, se tomaba un avión para dirigir a Independiente. Hora de volver a casa.

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El fútbol y casa son antónimos. La alta competencia resulta nómade. Él había sido una rareza: solo en 2003, marchó de Buenos Aires, tras ser fichado por el Saturn de Rusia. Al año, ya había pegado la vuelta por Avellaneda. Surgió de Almagro, lo fichó San Lorenzo y besó la gloria en el Clausura 2001. Lo quisieron, pero el amor floreció al año siguiente. Al Independiente del Tolo Gallego le sobraba magia: el Rolfi, el Pocho, el Cuqui. Entre tanta ensalada de talentos, la vida cruzó a aquel equipo con el Boca del Maestro Tabárez: Delgado, Tévez y Guillermo. Los héroes no se prefijan. Peleaban el campeonato mano a mano, fechas finales, ganaban los bosteros, centro, la cabeza y gol. Pusineri, en un instante, pintaba su casa y su corazón de Rojo. Para siempre.

No sólo se trata de saber jugar. Sino de esa inexplicable pulsión por darse la bocha contra la pared. Un gen deportista. Se hallaba tranquilo y seguro en Cali hasta que le sonó el teléfono. Los Moyano lo convocaban para conducir al club de su cielo. El huevo o la gallina. Si esa posibilidad le llegaba porque Independiente se hallaba roto o si le hubiera tocado con el club en buenas condiciones. Germinó mal. Puso el pecho y se bancó haber perdido contra Racing con dos jugadores de más. Se alejó. Para barajar y dar de nuevo. Adonde fuera. Incluso a Atlético Tucumán. Que tras las gestiones del Cholo Guiñazú y del Vasco Azconzábal se enfocaba en los guiños del descenso.

Hay un cuerpo. Que late. Porque si alguien representa a Atlético es el Bebe Acosta. Que, a los 34 años, se posa sobre el centrocampo y distribuye el sueño. Impasable. Aunque su hijo Thiago lo encaró este año y lo picó para que terminara el secundario. Aprovechó un convenio del club con el Instituto de Ciencias Empresariales y comenzó a meterle pata. Le cuesta el inglés. Pero el tucumano le sale bárbaro. Haber nacido en Banda del Río Salí y haber pateado la pelota provincial desde San Jorge hasta Atlético Concepción lo dispone como el heredero de Luis Miguel Rodríguez. El Pulga se había calzado la casaca en casi trece temporadas. Repartidas desde el Federal A hasta la Libertadores. Su partida a Colón se sentía como la de Messi al PSG. Después, qué importa del después. O sí. Porque el despliegue y los giros de Acosta se transformaron en la manija necesaria. De volante por derecha se reconvirtió a doble cinco. Pero si faltaba un toque de identidad provincial, floreció el desequilibrio Ignacio Maestro Puch, pieza fija de la Selección Sub 20 de Javier Mascherano, a quien le permitieron marginarse de la última cita para continuar peleando por el campeonato.

Casi nunca. Salvo en el fútbol, lo imposible no ocurre. Matías Orihuela había cumplido 18 años y corría detrás de un camión juntando basura. Su coequiper le avisó de un picado. Lo fichó y lo agitó para que hiciera una prueba. Buscó en internet. Vio que cerca de la casa estaba Deportivo Morón. Que en octubre harían pruebas. Quién te quita lo bailado. Se acercó, lo midieron durante dos veces y luchó para que no lo limpiaran por ser flaquito. El Gato Daniele, símbolo noventoso de Central, decidió darle una chance. Debutó en el Gallito, una noche en la que, como hábito, convirtió Damián Akerman para los del Oeste. Acodado en el lateral izquierdo escaló hasta Atlético Tucumán. Las expulsiones y las decisiones de los técnicos lo marginaron. No bajó los brazos. Ni cuando ingresaron a robar a su casa, se quejó públicamente y lo terminó recibiendo el gobernador. Hoy, es una pieza fundamental.

Guiñazú apenas pudo comandar durante ocho fechas. Continuó Azconzábal, quien cargaba con el jerárquico pasado de haber ascendido a Atlético en 2015. Las cosas no funcionaron. En la Copa de la Liga, apenas venció en dos encuentros. El promedio comenzó a apretar. A Pusineri, dicen, ya lo habían querido traer y nunca se había dado. La historia sonrió a lo grande. El entrenador rotó el cuerpo técnico con el que había laburado y se quedó con Matías Villavicencio como ayudante. Dio confianza a lo que había. Una muestra gratis aparece en el mediapunta por izquierda. Joaquín Pereyra perdía los mano a mano y no encajaba los pases. Hoy, se comporta como uno de los mejores asistidores del torneo.

Uno de los grandes volantazos se dio con Carlos Lampe. Alto, con experiencia internacional en la Selección de Bolivia, con manos grandes por herencia basquetbolista. Los tucumanos y Gimnasia comparten hasta ahora la valla menos vencida: once gritos en veinte partidos. La última racha del Laucha Lucchetti defendiendo los tres palos de Atlético había sido poco firme. Aunque se la guarda un aprecio inmenso por haber sido alma del plantel que en la Libertadores de 2018 superó a Atlético Nacional en octavos y cayó -de pie- frente a Gremio por los cuartos.

Sin Ramiro Carrera no hay fiesta. Cuando en mayo se especuló con la posibilidad de que se fuera a Newell ‘s, tembló el suelo. Pudo ordenarse su contrato. Su continuidad. Sus dientes mordiendo sus labios cuando convierte un gol y agita las manos para que el estadio se sacuda. Comparte el doble cinco con Acosta, pero sin el rol posicional de su compañero. “Con la llegada de Pusineri, todo cambió. Es increíble lo que está pasando y cómo lo siente la gente”, se sincera, ante una historia de la que es responsable con seis goles y dos asistencias en lo que va del campeonato.

La presencia en torneos internacionales y el ingreso de divisas que eso conlleva le dio crecimiento a la institución. Un gimnasio de nivel es la punta de lanza. Con dos canchas en buen estado, se arreglan. En inferiores, todavía, falta inversión en salario y los empleados necesitan de otros laburos. El crecimiento se sostiene. Mario Leito lleva cinco mandatos como presidente y trece años al mando. Un animal de la política. Del club y del país: ejerce como diputado nacional por el Frente de Todos. La participación social es un legado de su padre, el dirigente gremial Mario Alberto, y de su madre Nelly, docente, diputada provincial y detenida en la dictadura militar. El mandatario de Atlético tomó posturas fuertes hacia la AFA, apoyando críticamente a Chiqui Tapia, asumiendo su afinidad con Marcelo Tinelli. También a nivel nacional: nunca escatima en elogios para Juan Manzur, jefe de Gabinete de Alberto Fernández. Gabriel Alperovich -hijo de José, ex gobernador, en juicio por una denuncia por abuso sexual-, es su vicepresidente.

La biografía de Atlético es extensa. Su actualidad personifica el anhelo de un pueblo con deseos de desplazar la omnipotencia de Buenos Aires, su política y sus equipos. Su fundación en 1902 dio el puntapié a una tradición copiada por muchos: fue el primer conjunto en seleccionar el celeste y blanco como color de casaca. Al igual que muchos equipos de fuera de Buenos Aires, durante décadas no participó de los campeonatos al no estar afiliado directamente a la AFA. La década del setenta representó la primera época de luces: entre el 73 y el 84, participó de nueve torneos nacionales. Lo mejor viene ocurriendo y late al ritmo de una avalancha de pasión y de amor. Pusineri comanda un barco que nadie esperaba. Que se replica en pantaloncitos, gorritos, camperitas y lo que sea tono cielo. De bandera la ilusión. Que se den cuenta que están cerca.

Pizza post cancha:

  • La tecnología y el Big Data. ¿En cuánto mutó el deporte? ¿Qué se modificó? Son algunas de las variables que piensa Marcelo Gantman en su último libro El final del deporte como lo conocimos. Lo buscan por acá.
  • Se retiró Roger Federer. El documental Pinceladas de genio relata intensamente sus duelos con Rafael Nadal. Lo complicado es que hay que hallarlo en Apple TV.
  • La historia de Guillermo Pérez Roldán sacudió al deporte cuando dio una entrevista durísima a La Nación. Net TV hizo un documental del mismo calibre. No se pierdan una historia de presión.

Esto fue todo.
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Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.