Accesibilidad: la dimensión menos mencionada

Pablo Lecuona tiene 47 años. Está al frente de Tiflonexos, una organización que trabaja por la inclusión y la autonomía de las personas ciegas, aprovechando internet y el uso de la tecnología.

Una de las dimensiones que se menciona muy poco — por ser generosos con los adjetivos — cuando se discute sobre los sistemas de votación es la accesibilidad electoral. Se trata de una dimensión que afecta a muchísimas personas.

¿De qué hablamos cuando hablamos de accesibilidad? De que un espacio físico, un producto, un servicio, o un sistema deben ser diseñados de forma tal que cualquier persona lo pueda utilizar, con autonomía y de forma ágil, independientemente de sus condiciones físicas y su contexto.

Tiende a pensarse que accesibilidad tiene que ver nada más con que quienes puedan usar un espacio o una herramienta sean las personas con discapacidad. Incluso se cierra más aún la idea pensando en que la accesibilidad es sólo para quien usa una silla de ruedas o para quienes no vemos y no podemos leer. Pero no. Además de permitir la participación de las personas con discapacidad, la accesibilidad es algo más amplio y cuya falta puede generar barreras a muchas más personas.

Un típico ejemplo de accesibilidad física nos ayuda a comprender mejor la idea: un edificio que en su entrada tiene varios escalones no será accesible para alguien que se desplaza en silla de ruedas, salvo que tenga, además de las escaleras, una rampa con un ángulo de inclinación suficiente para que pueda ser subida autónomamente por quien utiliza esta silla. Pero tampoco será accesible para una persona mayor que tiene dificultades de movilidad que no le permiten subir muchos escalones, ni para la madre o el padre que traen un bebé en su carrito. Hacer ese edificio accesible es mucho más fácil al momento de diseñarlo, pensar en su accesibilidad al hacer el plano, y no tener que tirar paredes abajo, luego, al darnos cuenta que lo construimos con barreras. Pero no sólo un edificio puede tener barreras generadas por no pensar en la diversidad de personas que circularán por él: también las barreras se generan en el uso de productos, en el acceso a información y comunicación y en muchas actividades de la vida que se diseñan sin pensar en esta dimensión de la accesibilidad.

¿Qué tiene que ver todo esto con la dichosa boleta única de papel?

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Mucho, pues la accesibilidad de los sistemas de votación es algo muy poco abordado, muy poco visto por la mayoría como una necesidad, pero que afecta a un gran número de personas. Especialmente si, al momento de decidir cambiar el sistema de votación, no pensamos en las posibilidades de ser accesible y usado con autonomía por la diversidad de personas que tienen obligación y derecho de ejercer el voto.

Decidir un nuevo sistema de votación puede ser una gran oportunidad de incluir en el planeamiento la forma de asegurar la accesibilidad o puede convertirse en la generación de nuevas barreras.

¿Cómo es el estado de situación de la accesibilidad electoral en el actual sistema?

El sistema de boletas partidarias tiene algunos elementos que pueden facilitar su accesibilidad, aunque lamentablemente en los últimos años no se ha aprovechado. Al haber una boleta por cada partido, no es complicado colocar las pilas de boletas de manera que puedan ser identificadas no sólo por su texto o color, si no por el lugar que ocupan en el espacio. Por ejemplo usar casilleros o bolsillos en los que se puede colocar las boletas de cada partido y señalizar de diferentes formas para incluir a la mayoría de públicos: braille, números grandes, pictogramas, etc.

En las elecciones nacionales de 2011 y 2013 se implementó en cada centro de votación un cuarto oscuro accesible, que tenía las boletas organizadas en bolsillos en la pared. Cada bolsillo con el número de lista en números grandes y en relieve. En mi caso, que soy ciego, y en el de muchas otras personas, pudimos ingresar al cuarto oscuro y, sabiendo el número de lista de la opción que queríamos elegir, ejercer el voto de manera autónoma. A esto se le podrían agregar otras opciones y facilidades pero fue un buen primer paso.

A partir de las elecciones de 2015 este sistema se dejó de utilizar, porque la Cámara Nacional Electoral creó la figura del “Voto asistido” por la cual una persona con discapacidad puede ingresar al cuarto oscuro con alguien de confianza que la asista para ejercer su voto. ¿Ustedes creen que esta idea del voto asistido fue una gran idea que impulsa la autonomía? ¿Cómo se sentirían si su única opción para votar fuera tener que entrar con su madre, su hijo, su tío o cualquier otra persona de la familia, para tener que confiarle obligatoriamente ese voto que creíamos que era secreto? ¿Sería esta una forma de votar en igualdad de condiciones con los demás? No es que no sirva. Es una opción que cada persona puede elegir usar o no pero no puede ser la única medida para que el voto sea accesible.

Esto nos permite ver que el sistema en sí puede hacerse accesible, pero también debe estar la voluntad política, la normativa para que realmente se resuelvan las barreras de accesibilidad y no se limite la posibilidad de votar autónomamente.

En el actual sistema son muchas las formas posibles de accesibilidad, se pueden pautar colores específicos por boletas, poner pautas de diseño que favorezcan el reconocimiento de las diferentes opciones por parte de personas con baja visión, o con baja alfabetización, incluso con la tecnología se pueden incluir códigos de barras o QR que permitan que con un celular se pueda acceder de diferentes formas a los datos de cada boleta.

Veamos ahora qué pasa con la accesibilidad en el sistema de boleta única y cómo se puede incluir, o no, esta dimensión al momento de elegir cuál sistema de boleta única utilizaremos.

Arranquemos por contar una experiencia exitosa en estos términos cómo es la de Santa Fe. Desde las elecciones de 2011 esta provincia tiene incorporado en su proceso electoral herramientas de accesibilidad para personas con discapacidad visual. Esto no incluye a todos los públicos, pero es un primer avance. Al ser el sistema de Santa Fe un sistema que utiliza una boleta única por cada categoría electoral, esta boleta no está recargada de información y tiene una sola casilla por cada candidato o partido. Entonces para cada votación se confeccionan plantillas en papel, impresas con la información de la votación, la categoría y el distrito en sistema braille, así como con los números de cada opción de voto y el nombre del primer candidato. Y en distritos grandes, donde las listas de candidatos son extensas, se incluyen también cuadernillos en sistema braille con los números de partidos y las listas de candidatos de cada partido.

Esta plantilla tiene un agujero por cada casilla de votación, de forma que si se la coloca sobre la boleta sobre la que se debe votar, cada agujero coincide con la casilla. Así, una persona con discapacidad visual puede marcar su voto de forma autónoma, ágil y segura.

El sistema de Santa Fe no sólo facilita el voto a las personas ciegas. Al contar con una boleta por cada categoría de votación, es más sencillo incluir los nombres de partidos y candidatos, o fotos de los candidatos, pues tenemos mayor espacio y esto le facilita la comprensión del voto también a quienes tienen bajos niveles de alfabetización, perdieron parte de su vista (algo muy frecuente en personas adultas mayores) o tiene una discapacidad cognitiva.

Pensemos ahora en el otro modelo en pugna, el que el dictamen de mayoría propone para avanzar en su implementación y que se conoce como el modelo de Córdoba. Este sistema coloca en una misma boleta todas las categorías, incluyendo además de una casilla por cada partido en cada categoría, otra casilla para votar por el mismo partido para todas las categorías.

Esto hace que en una elección podamos tener en una misma boleta tres, cuatro e incluso cinco categorías, cada una en una columna, más otra para el voto por todo el partido. Cada casilla tiene que tener la información al menos del primer candidato y todo en un espacio manejable para que no se convierta en boleta king size.

¿Cuántas casillas de votación, columnas y nombres tendría por ejemplo una boleta de elecciones PASO en la provincia de Buenos Aires? Para hacer una plantilla de voto accesible como la de Santa Fe, estaríamos fabricando prácticamente un colador, con tantos agujeritos. ¿Y si a eso le tuviéramos que agregar los nombres en Braille (cuando el braille tiene un tamaño de letra único) o los nombres o números de partidos en letras grandes? ¿Cómo se sentirá quien tiene dificultades para leer o para comprender cuestiones complejas cuando tenga que enfrentarse a esta boleta llena de información y cuadraditos?

Ya sé que me dirán no importa, puede votar con alguien de su confianza pero, ¿y la autonomía? Al menos en el sistema actual de boleta partidaria tenemos estrategias de autonomía. Aunque cada vez que voy a votar tengo que pelearme porque las autoridades se asustan y tienen miedo de que me rompa si me quedo sólo en el cuarto oscuro, puedo pedirle al presidente de mesa que me lea de qué partido es cada pilita, tomar la referencia de donde está la boleta que quiero elegir, pedirle que se vaya y solo agarrar la boleta elegida, cruzando los dedos para que mi orientación y mis referencias hayan sido correctas.

Pero ante una boleta única sin medidas de accesibilidad, ¿se les ocurre alguna estrategia para mantener el secreto de mi voto?

Esta historia de la accesibilidad para votar no me pasa sólo a mí, una persona ciega que tuvo la suerte de formarse, de aprender estrategias, de ser independiente. Le pasa a una gran mayoría de personas con discapacidad, que son entre el 10 y el 15% del padrón electoral. Les pasa a muchas personas con baja alfabetización, con problemas visuales que no llegan a ser discapacidad, a muchas otras que, ante un sistema nuevo, no les será nada fácil estar seguros de su voto si el sistema no es sencillo y amigable.

En varios de los proyectos que circulan se incluye la idea de la accesibilidad pero sólo como una declamación. Se dice que se deberán hacer plantillas braille, sin contemplar otras necesidades, o sin contemplar su factibilidad. Por el tamaño y el diseño de la boleta, si no se lo piensa accesible desde el principio, no habrá plantilla que lo salve. Y sobre todo, si al momento de decidir los sistemas no se tiene en cuenta a esta amplia parte del padrón que podrá votar o no de forma autónoma según lo que elijan. Para ellos es fundamental consultar a las partes interesadas a las que, hasta ahora, solo se ha invisibilizado.

Fundador de Tiflonexos, biblioteca digital para personas con discapacidad visual. Emprendedor social de la red de Ashoka.