25 millones al año para investigar el uso de armas de fuego

Información vs narrativa: la genetista uruguaya que logró identificar a un sospechoso de femicidio y una pequeña reactivación de la investigación de violencia con armas de fuego en Estados Unidos.

Holis, ¿cómo andás? Esta semana fue el Día del Periodista. Nadie me dijo feliz día y está bien, porque no lo soy. Sin embargo, en 2020 y 2021 me escuché decir “trabajo como periodista”. La cobertura de la parte más incierta de la pandemia y de los momentos álgidos se parecieron bastante. No soy periodista, pero los periodistas son mis colegas. Feliz día para ellos y para nosotros. 

Construiré una cama para tu comodidad

Ayer terminé de leer un ensayo espectacular. Se llama “La intimidad como espectáculo” y es de Paula Sibilia. En un momento toma a (Walter) Benjamin (un crítico literario alemán) y hace una reflexión sobre el recorrido histórico del saber y la información. Dice algo así como que en la época de la tradición oral el saber llegaba desde la lejanía, ya fuera geográfica o temporal. Y ese saber tenía una autoridad válida a pesar de no ser experimental, de no poder comprobarse empíricamente. Ahora, en cambio, estamos en una era de la información y la información no es lo mismo que el saber. Aspira a una verificación inmediata, a ser comprensible en sí y para sí, no a través de su vínculo con lo que nos dice sobre la condición humana. No tiene narrativa, cuya elegancia consiste en evitar las explicaciones.

En esta efeméride, entonces, deseo que quienes trabajamos con información tengamos tiempo, espacio y remuneración adecuada para transformarla en saber, para, sin dejarlos de lado, por supuesto, ir más allá de transmitir compendios de hechos verificados. Anhelo para nosotros la ilusión del relato.

Y pintaré una casa con tus lágrimas y lágrimas

Otra efeméride. Hace pocos días fue 3 de junio y el séptimo aniversario de #NiUnaMenos. La información llenó las noticias. Cantidad de femicidios desagregados por lugar de ocurrencia, si había denuncias previas por violencia de género, si hubo niños que quedaron huérfanos. Estas coberturas me dejan siempre con la misma impresión. Por un lado, se busca que esta información sea una explicación acerca de la violencia machista. Por otro, que los 7 años de #NiUnaMenos sean la narrativa de la emancipación. 

Miro los datos: cada vez nos matan más. Miro el relato: cada vez estamos más cerca de que deje de suceder porque se habla del tema. Y claro, cómo no va a ser esta una era de la información si se equipara narración a mentira.

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No quiero contraponer a la mediatización de #NiUnaMenos la verdad que podría conferir una historia armada con una serie de datos, encaramados en las experiencias de sujetos construidos en torno a una identidad impuesta y un análisis de la mutación de esa identidad en otra, erigida alrededor de la transformación de la acumulación de evidencia en tejido social. Es mucho, inabarcable y por eso no resiste la intención explicativa, elucidatoria, casi epifánica de las cadenas causales encadenadas, que tanto se usan para armar descripciones burdas de la violencia machista.

Por eso, este apartado no será una reconstrucción del pasado, sino un recuerdo. El de Lola Chomnalez, asesinada en 2014 en Uruguay cuando tenía 15 años. No un recuerdo como homenaje, sino como práctica, la de Natalia Sandberg, encargada del Registro Nacional de Huellas Genéticas del Ministerio del Interior uruguayo que, a un dato, a una información: ¿quién mató a Lola?, no opone una explicación, sino una historia en la que los hechos previos no son huellas que desencadenan el presente sino la posibilidad de tener un ahora.

En 2012, Sandberg participó del montaje del laboratorio que hoy permite hacer entrecruzamientos entre material genético hallado en escenas del crimen y una base de datos compuesta por los perfiles genéticos de todas las personas procesadas penalmente con y sin prisión del país. Al igual que nuestro Banco Nacional de Datos Genéticos, también almacenan muestras de familiares de personas desaparecidas o ausentes que luego se cotejan cuando se encuentra un cadáver sin identificación.

El proceso de toma y almacenamiento de las muestras duró 2 años y en 2014 el laboratorio empezó a estar operativo. Las muestras se identifican mediante códigos alfanuméricos, es decir que están anonimizadas. Las personas que las manipulan no tienen información personal sobre la persona a la que pertenecen y esta no está disponible hasta que un entrecruzamiento da positivo y sitúa a esa persona en una escena de homicidio.

El procesamiento de las muestras se hace mediante un software llamado CODIS diseñado e instalado por el FBI, que también capacitó al personal para su uso. Funciona confrontando electrónicamente perfiles genéticos, que es leer las secuencias genéticas de ambas muestras (la que se guarda en el laboratorio y se extrajo de una persona procesada y la que se encontró en la escena del crimen) y ver si coinciden. Los perfiles genéticos son únicos de cada persona y están en todas las células del cuerpo. El único caso en el que no pueden distinguirse los perfiles de dos personas distintas es en el de gemelos univitelinos (producidos por la unión de un óvulo con un espermatozoide que luego se dividió; los mellizos, en cambio, son producto de dos óvulos y dos espermatozoides).

En octubre de 2021, la base de datos contaba con 77.500 perfiles genéticos, de los que 75.000 corresponden a procesados y formalizados con y sin prisión. De los 1.650 casos criminales sin resolver, el laboratorio ha encontrado coincidencias para 820. Es decir que para el 50% de los casos en los que el material genético hallado no coincidía con el ADN de los sospechosos que habían surgido en la investigación o no había sospechosos, se encontró a quién pertenecía con estas técnicas de comparación electrónica.

Al laboratorio ingresan alrededor de 1.200 muestras por mes. Desde 2014 hasta comienzos de este año, Sandberg corrió una y otra vez el CODIS para ver si alguna de las muestras nuevas coincidía con el perfil genético del material hallado en la mochila y el DNI de Lola Chomnalez. Siempre obtuvo resultados negativos.

Hace dos años, empezó a trabajar en una idea en secreto para que nadie pudiera ser alertado sobre lo que estaba sucediendo. La cosa fue más o menos así: resulta que, al estar compuesto por material genético de ambos progenitores, el ADN tiene una línea materna y una paterna. Lo que Natalia pensó fue que si se analizaban por separado, podría hallarse algún tipo de filiación entre la muestra recuperada de la escena del crimen y algún perfil genético de la base de datos. Es decir, buscar a algún pariente.

Esto es distinto de lo que suele hacerse con el software diseñado para investigaciones criminales, que coteja perfiles completos para determinar coincidencias. Natalia tuvo que hablar con varios colegas para ver si su idea era factible y cómo configurarlo para que sirviera a tal fin. Investigación latinoamericana, hacer lo que se quiere con lo que hay.

Al procesar la línea materna, se encontró una coincidencia con un hombre que estaba preso por otra causa. De la muestra extraída de la mochila de Lola, se sabía que pertenecía a alguien de sexo masculino. El siguiente paso, entonces, fue buscar a la madre del hombre preso y extraer una muestra de su ADN. Así, se comprobó que se trataba de un medio hermano del recluso.

La madre declaró haber tenido 11 hijos, 8 de ellos varones, de los cuales 3 tenían antecedentes penales, pero se sabía que no eran los de la muestra porque sus perfiles genéticos estaban cargados en el sistema y no coincidían. Entre los 5 restantes, uno había sido dado en adopción a una familia de Rocha, donde ocurrió el asesinato, y tenía entecedentes por violación y violencia. Su perfil genético no estaba en la base de datos porque los delitos habían sido cometidos de forma previa a la creación del laboratorio.

La policía conocía el nombre del sospechoso pero no podía ubicarlo. Apareció cuando él mismo denunció haber sido víctima de un robo y entregó sus datos personales. Al realizar el allanamiento de su vivienda se negó a proveer una muestra de ADN, pero el juez autorizó que se llevaran un cepillo de dientes de su casa y, con el material genético que extrajeron de él, pudieron comprobar que el ADN que sacaron de las pertenencias de Lola es el suyo.

En el ensayo de Sibilia, Benjamin también es citado por haber declarado la muerte del narrador. Cuando la lectura pasa a ser algo accesible para una gran parte de la población, se traslada de la esfera pública a la privada. Los instrumentos de la narración se individualizan y la figura de ese artesano alrededor del cual la gente se reunía para escuchar historias desaparece. Con ella, desaparece también la autoridad del saber colectivo acumulado a lo largo de los años de escuchar todos, en distintos lados y por distintas personas, las mismas historias. 

Un recuerdo no era entonces la evocación de una información, sino de una narración. La memoria no era un archivo, sino un ejercicio. Las cosas se recordaban porque eran útiles para el quehacer cotidiano, no porque servían para explicar lo que sucedía a cada minuto. 

Los femicidios no son un conjunto de expedientes informativos de la violencia de género, son el testimonio vivo que permite el relato que, a través de las experiencias de las oprimidas, transmite el valor y el estado de nuestra condición humana.

Juntaré en toneles

Muchas veces reducimos un problema complejo a un mapa interactivo de informaciones. Medimos cuánto sabemos evaluando qué información tiene disponible el otro. Pensamos que la historia de las cosas surge de los nodos entre hechos. 

En este panorama, la experiencia no cuenta, no es un valor nutritivo. ¿Quiénes son los school shooters? Un parámetro, un promedio, un retrato surgido del entrecruzamiento de datos. 

En un fenómeno localizado y específico en la sociedad del entretenimiento que todo lo registra y espectaculariza, pareciera que toda la información está disponible y que la narrativa se esconde en los intereses de quiénes la interpretan. Pero no. Durante 20 años no hubo investigaciones sobre violencia con armas de fuego financiadas por fondos federales en Estados Unidos. En 2019, se aprobó una partida de 25 millones de dólares al año para tal fin. O sea que los investigadores del país con el sistema científico-tecnológico más grande del mundo no han estudiado durante mucho tiempo un fenómeno único de su nación. Y acá Gachi y Pachi con 4 datos sobre cantidad de tiroteos en escuelas y legislación estadounidense sobre armas están parados en un estudio de televisión caracterizando la cuestión con cara de constipación.

En estos informes, “la cultura de las armas” pareciera ser el fenómeno que todo lo explica. La verdad es que hay gente que es verdaderamente superdotada y puede dar cuenta de entes complicadísimos sin necesidad de recurrir a un acervo bibliográfico sobre la cuestión. Pueden saber y opinar sobre algo que desde el siglo pasado no es investigado con dinero público por los científicos del lugar donde sucede. Impresionante.

Te pido disculpas, entonces, por hacerte leer a una mujer mediocre que no puede dilucidar mecanismos estructurales de un país que visitó en vacaciones dos veces en su vida con 3 gráficos que vio en Twitter, habiendo tantos eruditos. Así que haré lo que puedo con lo que tengo y resumiré parte del podcast de Nature que te linkeé más arriba:

Algunos datos de la entrevista a Ashley Van Ness, directora de justicia criminal en una organización que financia investigación respecto a violencia con armas de fuego:

  • En 2019, 16.1% de las muertes por lesiones en Estados Unidos estuvo relacionada con armas de fuego. La tasa de homicidios con armas de fuego es 25 veces más alta que la de otros países de altos ingresos. Más personas murieron por esta causa que en accidentes de tránsito. 
  • Hay preguntas básicas para pensar en cómo prevenir la violencia con armas de fuego sobre las que no hay datos, por ejemplo: ¿de dónde saca armas la gente? No hay información sistematizada sobre de dónde vienen las armas utilizadas para los tiroteos
  • Existe una gran brecha de información entre los datos gubernamentales sobre, por ejemplo, las víctimas mortales de accidentes de tránsito, los sistemas de monitoreo de VIH y la información disponible sobre las víctimas de armas de fuego. En 2001, 2002 y 2004, los Centros de Control de Enfermedades midieron los problemas de la posesión de armas a través de una encuesta llamada Sistema de Vigilancia de los Factores de Riesgo del Comportamiento. Pero después de ese año eliminaron la pregunta sobre posesión de armas de la encuesta.
  • 25 millones de dólares al año es más que cero, por supuesto, pero mientras las armas de fuego matan a una cantidad similar de personas que los accidentes de tránsito, el presupuesto para la investigación de lo segundo es de 90 millones de dólares.

Algunos puntos de la investigación de Lisa Wexler que trabaja con indígenas en Alaska y obtuvo fondos de la nueva partida: 

  • El derecho a portar armas se relaciona con cuestiones como la autodeterminación y las libertades personales. En las comunidades indígenas esto es especialmente relevante cuando se tiene en cuenta, por ejemplo, que el gobierno restringió su acceso a los alimentos con prohibiciones para cazar en tierras que reclaman como propias y de las que han sido desplazados. En estos casos hay argumentos que señalan restricciones gubernamentales para el ejercicio de libertades tribales,  no todo se trata de personas en ciudades que quieren defenderse si alguien quiere robarles.
  • En Alaska, el suicidio es la principal causa de muerte en varones indígenas menores de 24 años. Hoy, los fondos federales destinados a la investigación se están usando para saber si, por ejemplo, guardar las armas bajo llave o dejarlas sin carga podría prevenir los suicidios sin restringir el acceso a las armas per se. La idea detrás de esto es que si tardás 10 minutos más en acceder a un arma cargada podrías tener dudas y no hacerlo, ya que muchos suicidios son impulsivos.

Un par de apreciaciones de Maeve Wallace, investigadora que trabaja con personas embarazadas y que también recibió financiamiento del nuevo programa:

  • La mayoría de los homicidios de mujeres embarazadas y puérperas se cometen con armas de fuego y son perpetrados por sus parejas, es decir, personas involucradas en violencia doméstica.
  • Resulta útil investigar las leyes estatales como posibles medios para prevenir la mortalidad materna por homicidio con legislación que prohíba o restrinja  la posesión de armas de fuego entre personas condenadas por violencia doméstica o que tienen restricciones por el mismo motivo.
  • Al observar las tasas de mortalidad materna y posparto se observa que los estados que están implementando este tipo de legislación están observando una disminución en este tipo de homicidios en los años subsecuentes.

“La cultura de las armas en Estados Unidos”, contrario a las narrativas premodernas, que eran historias sobre la experiencia, es hoy una ficción informativa que no recaba lecciones de lo sucedido. Es un conjunto de explicaciones autoevidentes sin evidencia, datos incompletos puestos juntos sin puntos de unión. Lo contrario al saber.

Para que vengas a llorar

Se hizo de noche, pero como se hace de noche temprano no sé si es hora de despedirnos o de trabajar en la oscuridad. Aunque este oficio siempre se hace entre la penumbra de un suave interior, ¿no?

En el ensayo que me mira desde el atril porque no lo terminé de fichar, Sibilia recupera dos metáforas freudianas sobre los recuerdos: Roma y Pompeya. En la primera, la memoria reconstruye sobre vestigios capas temporales, se arma sobre ruinas que aparecen espontáneamente, que no están distribuidas en orden cronológico en el espacio. La historia contenida en los indicios de lo distinta que puede ser la experiencia de habitar lo mismo. En Pompeya, en cambio, lo que se recuerda está fijo, no convive. Recordarla es acceder a verla tal como fue. Tener información.

En la ciencia, todos los caminos conducen a Roma, como dijo Newton, si se puede ver más lejos es porque trepamos a hombros de gigantes. En estas cartas, espero que los caminos nos estén llevando a contarnos lo que somos en la época que compartimos, a testimoniar algo que ya está en ruinas, a no necesitar un fichero para volver a este momento y, en cambio, poder narrarlo porque dejamos de almacenar nuestros recuerdos para aceptar que su espacio no es un resguardo sino ese misterioso lugar exterior donde todavía no empieza el otro.

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d: las refes de esta edición son de esta canción hermosa que recuerda que la tristeza ajena no se reconforta, se aloja

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.