Europa: capitales modernas y progresistas en lo urbano, conservadoras en lo nacional

La victoria de Sadiq Khan en las elecciones municipales de Londres repite un patrón en las grandes ciudades orientales y occidentales: más y mejor transporte público, menos autos. ¿Se puede trasladar a Latinoamérica?

Sadiq Khan, el primer alcalde musulmán de Londres, se encaminaba –al cierre de esta edición– hacia una nueva reelección que le permitirá seguir en el cargo hasta 2028. El recuento de votos comienza en unas horas pero según todas las encuestas, Khan debería vencer a la candidata conservadora Susan Hall, que quiso convertir la elección en un referéndum sobre las zonas de bajas emisiones.

La posible perdedora jugó fuerte a favor de un enfoque basado en el automóvil.

Primero dijo que si ganaba iba a frenar la expansión de las ultra-low emission zones (ULEZ) que limitan el tipo de vehículos que pueden entrar al centro de las ciudades y le permiten al gobierno local cobrar una tasa diaria de 12 libras a aquellos que no cumplen con los requisitos ambientales. Después, y en línea con el primer ministro Rishi Sunak (también del Partido Conservador), anunció que en caso de ser elegida iba a subir los límites de velocidad y terminar “la guerra contra los automovilistas”.

“Estoy escuchando a los londinenses,” dijo Hall al lanzar su manifiesto.

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Sin embargo, las encuestas previas ya habían mostrado que apenas el 6% de los londinenses creía que las ULEZ eran una prioridad. El tema más acuciante, según el 41% de los votantes, era (y sigue siendo) el costo de vida, seguido de seguridad, salud y vivienda.

El dato es importante porque confirma una tendencia que se viene observando en grandes ciudades de países gobernados por partidos bien a la derecha del espectro político, donde en lugar de ir por más de lo mismo, los votantes a nivel local optan por una figura más cosmopolita y moderna.

El laborista Khan, nacido en un hogar de origen pakistaní en las afueras de Londres, revalidó su gestión centrada en el transporte público, la vivienda asequible, la promoción de la diversidad y las medidas frente al cambio climático.

Una de sus estrategias fue cambiar el enfoque en torno a las ULEZ: en lugar de una medida contra los autos, fue presentada como una política a favor de la calidad del aire. Sacarla del área de tránsito y meterla en la de salud pública.

Además, para esta elección, prometió un “plan de crecimiento para Londres” con el que busca generar 150 mil puestos de trabajo de alta calidad, además de construir 6.000 viviendas bajo el régimen de alquiler controlado (según el cual el valor de los alquileres tiene un tope máximo de un tercio del ingreso medio en el área) y otras 40.000 viviendas públicas conocidas como council homes.

Los progresistas de Europa Central

Mientras tanto, en Europa Central, un oasis de progresismo (local) en un mar de conservadurismo (nacional) es la regla más que la excepción.

En Budapest, el actual alcalde Gergely Karácsony llegó al poder en 2019 como líder de un partido ecologista y parte de una amplia alianza de fuerzas opositoras al primer ministro Viktor Orbán, a quien muchos conocen por haber sido de los pocos líderes internacionales que viajó a la Argentina para la asunción de Javier Milei. A poco de tomar el cargo, Karácsony se unió a sus pares de Praga, Varsovia y Bratislava para firmar el “Pacto de Ciudades Libres” que declaraba su intención de promover “la libertad, la dignidad humana, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho, la justicia social, la tolerancia y la diversidad cultural”.

Hay aspectos muy propios de la política europea que ayudan a explicar esta movida (que Karácsony encaró en abierta oposición a Orbán, una suerte de euroescéptico que durante un tiempo compartió afinidades políticas con otros líderes populistas de ultraderecha en Polonia, Eslovaquia y República Checa), pero en el fondo lo que se discute es el modelo de ciudad deseado.

Un ejemplo concreto: Budapest se propuso llevar adelante una “renovación verde” del Puente de las Cadenas, el primer puente permanente de la ciudad. El costo total de la obra ascendía a 72 millones de euros y el gobierno nacional había acordado poner 16 millones. Pero después uno de los ministros de Orbán salió a decir que el Ejecutivo no iba a poner un centavo porque la obra impedía el paso de vehículos particulares.

“La idea de eliminar el tráfico de vehículos motorizados para que el puente pueda servir a los fines del transporte público y el ciclismo viene de hace tiempo”, respondió Karácsony en una entrevista reciente. “Se trata de una cuestión muy importante y simbólica que generó un gran debate público, y nos gustaría ampliarlo a un debate sobre el futuro de la ciudad. No podemos seguir viviendo igual que en décadas anteriores porque es sencillamente insostenible. Nuestra mentalidad debe cambiar”.

La capital húngara también tuvo que hacerle frente a las políticas de austeridad del gobierno de Orbán, que hicieron más difícil financiar el transporte público. Asfixiada económicamente, Debrecen, la segunda ciudad más grande de Hungría, se vio obligada a sacar una parte de su servicio de tranvías y reemplazarla con autobuses.

Un año antes de la elección de Karácsony, otro político liberal se convirtió en alcalde de Varsovia (e insisto con la aclaración: en buena parte de Europa el mote de liberal se relaciona con los valores liberales clásicos, en general en oposición a partidos populistas y reaccionarios).

Rafał Trzaskowski -de él hablamos- dedicó sus primeros años de gestión a expandir la red de tranvías y autobuses, ampliar la cantidad y calidad de los espacios verdes en la capital polaca. También firmó una declaración de 12 puntos a favor de la comunidad LGBT que lo enfrentó al partido conservador Ley y Justicia (PiS) que gobernaba a nivel nacional.

El eje quedó tan corrido a la derecha que fue acusado de “izquierdista” por el PiS siendo que su partido de origen, Plataforma Cívica, es como mucho de centro (y bastante pro-mercado en algunos aspectos).

“Desafortunadamente, los populistas están por todas partes. Cuando el PiS llegó al Gobierno de Polonia, le decía a todo el mundo que no se trata solo de un fenómeno húngaro o polaco, sino que las fuerzas populistas están debilitando la democracia. Recuerdo la incredulidad de mis amigos estadounidenses. Después de Donald Trump, entienden perfectamente lo que digo”, dijo en un reportaje al diario El País.

Gobierno de urbanistas

En Bratislava, la capital de Eslovaquia, el alcalde Matúš Vallo -un joven arquitecto que estudió en Estados Unidos gracias a una beca Fulbright- promocionó activamente el uso de la bicicleta e implementó una política de estacionamiento medido con abonos para residentes. Elegido en 2018, hace poco fue nombrado presidente de la iniciativa “Mayors for Inclusive Growth” (alcaldes a favor del crecimiento inclusivo) de la OECD.

“Cuando diseñás mejores espacios públicos, cambia la relación de los residentes con la ciudad, pero también entre ellos”, explica Vallo, resumiendo el gran eje de su gestión.

Uno de los problemas más graves que enfrentaba Bratislava al momento de su asunción era el enorme número de autos transitando por la ciudad, un fenómeno que el alcalde buscó atacar lo antes posible.

“Como en muchas otras ciudades antes que nosotros, vemos la solución en conseguir que la gente pase del auto al transporte público o a la bicicleta. Queremos que la gente utilice el transporte público con regularidad, pero sólo lo hará a condición de que sea más limpio, seguro y rápido. Como queremos motivar a la gente, hemos introducido un descuento del 25% para los pases de un año de nuestro transporte público”.

Si bien Gobierno local también apuesta por la micromovilidad y la movilidad compartida, buzzwords de la época, no descuida los grandes proyectos de infraestructura, como la renovación integral del sistema de alumbrado público, el reequipamiento de los edificios públicos y la modernización de las infraestructuras del suministro de agua y de la gestión de residuos.

Matúš Vallo, el alcalde de Eslovenia, es arquitecto, urbanista y bajista de una banda de rock. Fuente: Andrew Wheeler / OECD

Un socialismo moderno para la ciudad

De regreso a la Europa occidental, es más que interesante el ejemplo de Anne Hidalgo, la alcaldesa socialista de París. Elegida en 2014, Hidalgo llevó adelante una gestión transformadora de la capital francesa, difícil de resumir en unos pocos párrafos. Pero aquí va mi intento:

  • Nombró como asesor especial al urbanista Carlos Moreno, que ayudó a desarrollar en París el concepto de la ciudad de los 15 minutos. Lejos de ser una distopía tecnocrática, fue un intento por desarrollar servicios de cercanía -bibliotecas, centros deportivos, espacios culturales- y desplegar un espacio urbano más amable con residentes de todas las edades.
  • Alentó la participación ciudadana con la creación de un Consejo de Generaciones Futuras (en el que funcionarios, representantes sindicales y residentes discuten temas sociales y ambientales), un Consejo de Ciudadanos (un espacio de deliberación para habitantes de barrios populares) y hasta un Consejo Nocturno, enfocado en la seguridad, el transporte y la cultura durante la noche parisina. Hoy el 5% del presupuesto total de la ciudad se asigna según criterios participativos.
  • Desplegó más de 1.000 kilómetros de ciclovías y logró que en la capital el uso de la bicicleta ya supere al del auto, según cifras dadas a conocer este mes. Su objetivo es terminar de crear una red de ciclovías que recorra las líneas de metro más transitadas “para descongestionar el transporte público y ofrecer una alternativa igual de rápida y segura”. También prohibió la circulación de autos a orillas del Sena, espacio que devolvió a los peatones.
  • Propuso una iniciativa (aprobada este año por los votantes) para triplicar el valor del estacionamiento de las camionetas SUV, bajo el argumento de que “ocupan demasiado espacio en las estrechas calles parisinas, contaminan demasiado y amenazan nuestra salud y nuestro planeta”.

Los desafíos que hoy enfrenta Hidalgo son enormes (la cuarta metrópolis más grande del mundo llega con lo justo a la organización de los Juegos Olímpicos, en medio de tensiones raciales y una situación explosiva en los banlieues o barrios periféricos) pero hasta sus detractores reconocen que a lo largo de la última década le cambió la cara a la ciudad. Y todo esto con una campaña y una gestión abiertamente progresistas.

En 2020 fue reelecta con casi el 50% de los votos.

La alcaldesa de París impuso límites al tráfico motorizado a orillas del Sena, que ahora vuelve a ser de peatones y ciclistas. Fuente: RdA Suisse

La success story de Anne Hidalgo merece algunas aclaraciones. En Francia, el escenario político a nivel nacional es diferente al de Polonia o Hungría. El presidente Emmanuel Macron, que según los criterios de casi cualquier political compass se ubicaría en la centroderecha, construyó poder desde su llegada al gobierno en 2017 declarándose “ni de izquierda ni de derecha”. Al mismo tiempo -y aquí el paralelismo con los populismos centroeuropeos- hace dos décadas que el apellido Le Pen amenaza con llegar al Palacio del Elíseo.

Hay una división política clara entre las élites urbanas y la Francia periférica, que encontró un canal de expresión en la revuelta de los “chalecos amarillos” y que hizo que el intento de la alcaldesa de saltar a la política nacional fuera un fracaso. En 2022, como candidata presidencial del Partido Socialista francés, Hidalgo sacó apenas el 1,7% de los votos.

Es decir que si bien este tipo de política resulta excelente para mejorar la ciudad, no le servirá de mucho a los alcaldes que “usan” la ciudad como trampolín presidencial.

Más acá

Los ejemplos que di en esta columna son todos europeos y las realidades políticas en este lado del mundo pueden ser algo diferentes. En Brasil, por ejemplo, los gobernadores Joao Doria (San Pablo) y Wilson Witzel (Río de Janeiro) terminaron enfrentados a Jair Bolsonaro, pero no son ni por asomo figuras progresistas y hasta habían apoyado al candidato de ultraderecha en las elecciones generales de 2018, como me explica el politólogo Julián Dieguez.

Dicho esto, las políticas urbanas encaradas por los alcaldes que mencioné en esta columna son la prueba de que los votantes de las grandes metrópolis se sienten a gusto en ciudades modernas y cosmopolitas, que premian los esfuerzos por mejorar el transporte público o la vivienda social y de que, sí, el progresismo gana elecciones (locales, al menos).

Es magíster en Economía Urbana por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) con especialización en Ciencia de Datos. Cree que es posible hacer un periodismo de temas urbanos que vaya más allá de las gacetillas o las miradas vecinalistas. Sus dos pasiones son el cine y las ciudades.