“Yo voy a votar lo mismo que Máximo”

La oposición reclama conocer la letra chica del programa con el Fondo. La fecha probable del acuerdo. Los debates internos para no quedar en el medio de las diferencias del oficialismo. El enojo presupuestívoro de Carrió.

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“Antes de Navidad”. La aproximación que un altísimo dirigente del Frente de Todos reconoció ante #OffTheRecord como deadline para un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional evidencia que en las últimas semanas se aceleraron las negociaciones entre el gobierno argentino y el organismo que preside la búlgara Kristalina Georgieva. En una conversación que mantuvo el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, con algunos intendentes especulaban con la conveniencia de postergar el entendimiento para después del 19 y 20 para no poner más presión sobre las organizaciones de izquierda en una fecha sensible. Si el gobierno creyera que esa variable es atendible, tiene otra igual o más: el 22, el país enfrenta uno de los vencimientos con el Fondo. Horacio Verbitsky publicó el domingo en El Cohete a la luna un revoque fino sobre los términos del posible acuerdo:

“la Argentina podrá usar los 4.300 millones de dólares de la última ampliación de los derechos especiales de giro (DEG) para paliar las consecuencias de la pandemia (…) No habrá reforma previsional ni laboral. Al mismo tiempo se reducirá el déficit primario, por el crecimiento de la economía, del consumo y de la recaudación (…) Para cumplir con los pagos que comenzarán dentro de tres años, el país contaría con asistencia crediticia por 26.000 millones de dólares del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de Desarrollo de América Latina (…) Además, el país recibiría fondos del fideicomiso de resiliencia y sustentabilidad que decidió crear el FMI. Más recursos provendrían de la relación bilateral con otros países que no necesitan los DEG que les asignó el FMI, como México, Portugal, España, Francia y la Federación Rusa, aunque no se conoce el avance de las respectivas negociaciones. Cualquier mejora futura de condiciones que acordara el FMI a otro país miembro se extendería a la Argentina. Estados Unidos dejó saber que no vetaría en el directorio del FMI los términos que la Argentina acordara con los equipos técnicos y con la dirección que ejerce Kristalina Georgieva”.

No hace falta cotejar con el resto de los programas del Fondo para entender que ese escenario, dentro de un panorama sombrío como es un acuerdo con el FMI -parte de “la ciencia lúgubre” como la llamaba el historiador victoriano Thomas Carlyl-, sería uno de los más optimistas para la Argentina. Si bien Martín Guzmán lleva meses de negociación con el organismo, la probable llegada de un entendimiento aparece en un contexto que hace recordar al pase de comedia entre Margery Resnick y Jorge Luis Borges en una conferencia del escritor argentino en el MIT en abril de 1980. 

–“¿Alguien tiene alguna pregunta más?”, propuso la académica.
–“La vida es breve. Tengo 81 años. Les sugiero que se apuren, puedo morirme en cualquier momento. Por favor, procedan”, concluyó Borges.

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Sin un acuerdo con el FMI y la llegada de fondos frescos para nuestro país, las posibilidades de un salto cambiario durante el verano criollo aumentarían considerablemente. Este diagnóstico, antipático para los ojos oficialistas, es compartido por los economistas más heterodoxos de la coalición que, si uno los hipnotizara en público, sorprenderían por la coincidencia de análisis con sus pares opositores en más aspectos de los que que la feligresía de ambos espacios estaría dispuesta a tolerar.

Sobre este escenario se recorta la carta de Cristina Fernández de Kirchner que tuvo dos efectos que benefician a la vicepresidenta en términos inmediatos: comprobó la centralidad de su figura política y permitió correr la agenda del fallo que dispuso su sobreseimiento, el de Máximo y Florencia Kirchner, junto a otros acusados, en la causa por lavado de dinero por el funcionamiento de las inversiones hoteleras heredadas de Néstor Kirchner. Las lecturas, como en una letra del Indio Solari, son múltiples. Interpretar cuál es la que podría aproximarse, una tarea más compleja. La mención de CFK a las mieles del gobierno de Néstor Kirchner como una posible crítica al Presidente soslaya un aspecto institucional: Alberto Fernández fue, y con mucha centralidad, el jefe de Gabinete de esos cuatro años. También es un mensaje. “Nosotros somos esto, no otra cosa”, en referencia a aquellos acuerdos y canjes de deuda. Cristina aprueba la negociación con el Fondo y tiene dos certezas: que puede ser algo que le ponga un coto al crecimiento de la Argentina en el corto plazo y que la alternativa de no acordar es una garantía de estallido. 

También, naturalmente, deja una puerta abierta para un escenario donde las condiciones sean difíciles de soportar para una sociedad ya muy castigada por los cuatro años del gobierno de Mauricio Macri y estos dos de una pandemia que amenaza con alargarse. Tal vez por eso la ocurrencia de un importante diputado opositor ante la consulta de #OffTheRecord: “Yo voy a votar lo mismo que vote Máximo”. “Aunque sea el mejor acuerdo del mundo, va a ser pesado para la gente; no vamos a quedar nosotros pegados al ajuste del gobierno mientras Cristina se despega”, amplió el legislador nacional. En un sector de la oposición todavía anida la idea que el jefe del bloque oficialista en la Cámara Baja podría no validar la propuesta de la Casa Rosada. “Lo que les pasa a ellos es que después del desastre que hicieron con el Fondo si les tiramos un ladrillo hueco lo tienen que votar igual”, analizó ante este medio un ministro de Alberto. Sobre algunos de estos temas hablaron durante más de 40 minutos -en la iniciativa Democracia 40 que CIPPEC presentó en La Rural de Palermo- el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro -luego de aceptar una selfie pedida por la senadora electa Carolina Losada-, y el representante en Argentina del FMI, Trevor Alleyne, que en algunas semanas dejará el país con nuevo destino. Este escenario se erige sobre algunas diferencias en el oficialismo que tuvieron una instancia el viernes en un encuentro entre Alberto Fernández y Máximo Kirchner. El mitin, donde se plantearon algunos acuerdos y otras posiciones encontradas, promete no ser el último si el oficialismo quiere encontrar la síntesis que necesita para los próximos dos años.  

Entre los muy interesantes aspectos que tiene la cultura de oriente, existe uno que se destaca por su utilidad y es una lógica de pragmatismo casi absoluto. Como sugiere Francois Jullien en Conferencia sobre la eficacia, el honor no está vinculado a mantener inalterable la palabra ya que el contrato empeñado es producto de las circunstancias. La opción de un acuerdo con el Fondo sin reforma jubilatoria, ganar tiempo para activar las exportaciones de hidrocarburos y después cumplir el programa “en los términos de Argentina” es un diseño probable. La necesidad de readecuar tarifas -con segmentación u otro mecanismo que proteja a los sectores más castigados- se impone en el horizonte inmediato y es probable que antes de la apertura de sesiones de marzo ese esquema esté resuelto. En síntesis, Argentina tiene un escenario con urgencias, pero también abierto: firmar, armar rápidamente una estrategia para repagar con una lógica diferente a poner a la economía en recesión para generar excedentes de dólares e intentar crecer bajo un programa con el Fondo. Nadie dijo que fuera fácil.

El ya mencionado fallo sobre Hotesur y Los Sauces dejó aspectos singulares. Roberto Gargarella es profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad de Buenos Aires. Por sus escritos teóricos, casi unánimemente etiquetado dentro del sector más progresista del constitucionalismo. En más de una ocasión, manifestó su apoyo al Frente de Izquierda. Esta semana, Gargarella sorprendió con un reclamo de sanción para los jueces por el contenido de sus fallos alegando un grosero incumplimiento jurídico que fundó en la supuesta obligación de examinar las causas sobre malversación de fondos públicos bajo «presunción de culpabilidad, no de inocencia». El constitucionalista Gargarella atacó uno de los pilares básicos de las democracias liberales y lo hizo desde un lugar de teórico progresismo. Por sus amplios estudios y jerarquía, no cabe presumir una confusión con alguna de las particularidades procesales de las causas de lavado o enriquecimiento ilícito -algo que tampoco aclaró posteriormente que haya sido el caso- y, en cambio, sirve de advertencia sobre los riesgos democráticos de la demonización de los rivales políticos, algo que a veces, erróneamente, se piensa confinado a una minoría de gritones y nostálgicos de dictaduras.

Mientras tanto, la conversación de la semana giró alrededor de la medida del Banco Central que impidió el financiamiento de pasajes y paquetes de viajes al exterior en cuotas sin interés. La medida es, a la vez, antipática y de justicia elemental. Los paquetes de cuotas al exterior -normalmente ofrecidos sin intereses o con interés pequeño- significan una vía evidente de acceso facilitado a dólares cuyo valor aparece subsidiado en relación a su valor de mercado, determinado por el valor financiero. En un contexto de incertidumbre, inflación elevada y debilidad económica estructural, un dólar para el comercio exterior puede tener sentido. 

Los efectos sobre la producción, los precios y el funcionamiento de los mercados de los bienes importados no merecen mayor desarrollo aunque han sido explicados de sobra. La contracara es la posible subfacturación de exportaciones, que contrariamente a cierta sabiduría convencional que la ubica en el Río Paraná, hoy parece tener la mayor sangría de divisas en las exportaciones de servicios de la economía basada en conocimiento, uno de los sectores más dinámicos y exportadores del país. 

A diferencia del comercio internacional, aun en el peor contexto, mantener un tipo de cambio diferenciado para el turismo no tiene sentido económico. Estos dólares, obtenidos a precios inferiores que los de mercado -muy marcadamente inferiores para quienes consiguen descontar ganancias- repercuten en gastos en el exterior, que no generan prácticamente empleos ni beneficio alguno para el país y sus consumidores. Ofrecer pagar con cuotas en pesos por algo que permite a prestadoras aeronáuticas y turísticas acceder al mercado oficial, tampoco parece una estrategia racional en un país con las condiciones del nuestro. Las probabilidades de arbitrajes tienden a 1 y no es casual que las agencias se encuentren entre las principales apuntadas por beneficiarse de la venta ilegal de dólares.

El problema de la medida es político. Las quejas fueron variadas e incluyeron incluso a algunos referentes que, desde posiciones de izquierda, combinaron la proclamación del derecho inalienable a pagar con pesos las importaciones de servicios en cuotas con el reclamo de no pagar la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Argentina, no lo entenderías. 

Por fuera de las expresiones de insensatez, aun en los momentos de mayor atraso cambiario las encuestas coinciden en que poco más del 10% de la población total accedió a viajar al exterior. Quizás como el propio dólar, la posibilidad forma parte de aspiraciones que exceden la cantidad de quienes tienen posibilidad de hacerlo. Mirado en reservas monetarias, si bien la carga por turismo ha impactado fuertemente en el resultado de la cuenta corriente en años no pandémicos, que paquetes y pasajes se ofrezcan en cuotas significa un esfuerzo adicional relativamente pequeño. Poner fin a la práctica de financiar pasajes en cuotas es tan justo como sintomático de la  situación de las reservas internacionales disponibles para la autoridad monetaria. Una medida en sentido correcto que parece más una cuchara que raspa en el fondo de la olla mientras espera por alguna salida más sostenible pero de costo indubitablemente alto.

Por otra parte, otra norma dictada en forma casi simultánea, también de relativamente bajo impacto en el balance de divisas pero de sentido contrario, pasó desapercibida. Mientras se restringían las condiciones para las ventas de pasajes al exterior, se flexibilizaban las de las importaciones de bienes de capital para pymes, con un límite de un millón de dólares. Presentadas juntas, hubiera quedado clara la intención del gobierno de priorizar los dólares para producir en desmedro de los dólares para consumir. Aunque la persistente torpeza oficial de no mencionar ambas en una comunicación de prensa simultánea no puede soslayarse, que ningún medio entre los más tradicionales lo haya hecho y que esta última medida prácticamente no tomara repercusión dice mucho de la neutralidad informativa. Nada que sorprenda demasiado.

Como esta columna repite casi semanalmente -no porque sea un latiguillo, sino porque, bueno, cada semana pasan cosas- Argentina deberá enfrentar sus muy serios  problemas en un contexto global desfavorable, por amenazante e incierto. Mientras los fantasmas de la inflación golpean en todo occidente -desde la Unión Europea hasta México y Chile, desde Brasil hacia los Estados Unidos, a caballo de los enormes problemas de cadenas de suministro- la aparición de la variante Ómicron, cuyos efectos aún no están claros pero han sido señalada por la OMS y la FDA estadounidense como de enorme riesgo, amenaza con alimentar un marco de estanflación o corregir la inflación del peor modo: colocando en recesión las economías y matando la recuperación. El petróleo, uno de los precios básicos de la economía que venía en valores récord, se desplomó el viernes y retomó temporalmente valores de 2018, en la misma semana en que Joe Biden -en una señal eminentemente política- había anunciado que utilizaría, por primera vez sin un gran conflicto bélico que lo justifique, la reserva estratégica de petróleo para impulsar los precios a la baja. Cuánto durará qué cosa, cuál de todas las tendencias se impondrá sobre la otra, es un misterio bastante más difícil de resolver que el de qué Director Técnico le quitó la emoción de la incertidumbre a los superclásicos en definiciones coperas.

La oposición, por su parte, no vive un momento mucho más armónico. La Coalición Cívica festejó sus 20 años en La Picaza Polo Club, en la localidad de Open Door, en Luján, propiedad de Viviana Novelle y Carlos Reyes Terrabusi quienes se oponen al centro ambiental para reconvertir un enorme basural a cielo abierto. Allí, Elisa Carrió no honró a los anfitriones e intentó cerrarle la puerta a la iniciativa que un sector del radicalismo planteó públicamente en relación a la conducción del bloque y el interbloque opositor en el Congreso de la Nación. “Si no ponemos caras decentes, experimentadas y sin demasiados antecedentes de todo tipo les va a estallar la figura en la cara de todos ustedes. Sepan lo que eligen en la presidencia de los bloques. Yo no me fui de un partido que tenía corruptos para venir a hablar con los hijos privilegiados de esos corruptos, que manejaron Medicina o la Franja [Morada] de Ciencias Económicas con la mayor corrupción que se conoce en la historia”. El exocet iba dirigido a Enrique Nosiglia a quien Carrió mencionó explícitamente en otro pasaje de su alocución -“no se puede ser amigo del ‘Coti’ toda la vida”, dijo-, pero fundamentalmente a sus herederos políticos y de sangre como Martín Lousteau, Emiliano Yacobitti y Juan Nosiglia que a partir del 10 de diciembre desembarcará en la Jefatura de Gobierno porteño como subsecretario de Deportes debajo de una Secretaría plenipotenciaria que comandará el hábil santillista Agustín Forchieri. El contrato moral de Carrió tiene, en realidad, un espíritu presupuestívoro: su enojo con Larreta es porque quería el cargo de Nosiglia (h) para Fernando Sánchez. 

Ese fue uno de los disparadores del enojo de la líder de la CC. Hubo otro: la mudanza de Jorge Macri al ministerio de Gobierno de la Ciudad que hasta ahora comandaba Bruno Screnci. En el encuentro que mantuvieron para ultimar detalles del nombramiento, Macri (p) le pidió a Horacio Rodríguez Larreta -entre muchas otras cosas- la jefatura del bloque del Senado bonaerense para el angelicista Christian Gribaudo. Larreta accedió. Esto generó el malestar de Diego Santilli que, en privado, pataleó: “Te cerré a todos los intendentes de este lado y vos le das la jefatura de bloque a Jorge Macri, nos van a matar, eso no lo puedo validar”. 

Un síntoma de este malestar es lo que ocurrió en la antesala del mencionado encuentro de CIPPEC. Allí se cruzaron el jefe de bloque del PRO, Cristian Ritondo, con su par de la CC, Maximiliano Ferraro. El lilito intentó un abrazo que fue reprimido por el ex ministro de Vidal. “Estoy muy caliente con ustedes”, lanzó Ritondo. Ferraro parecía tener pocas herramientas para defenderse. “Tenés razón”, alcanzó a balbucear. El fastidio del peronista amarillo se remonta al festejo de Carrió donde también fue apuntado por la líder de la CC. “Hizo una fiesta de 10 millones de pesos y nadie le pregunta nada, es amiga de D’Alessio y de Mecikovsky, al menos los amigos nuestros no están presos”, concluyó visiblemente molesto un radical señalado por Lila. 


Bonus track

  • En la perspectiva del mediano plazo, la visita de Julie Shuttleworth, CEO de Fortescue Future Industries, a territorio rionegrino, da continuidad a los anuncios de inversión en hidrógeno verde realizados durante la última COP en Glasgow. Las posibilidades de Argentina, una vez que supere su crisis macroeconómica, siguen siendo importantes. Aún más en -y no a pesar de- un marco de incertidumbre en el que no se conoce la velocidad de la transición ecológica. Del gas natural y los hidrocarburos al hidrógeno, el sol y el viento, el país dispone de recursos para mejorar en cualquier escenario.
  • La semana pasada nos alegramos por la celebración de elecciones observadas y con participación opositora en las regiones venezolanas, con un inapelable triunfo nacional chavista que reabría la posibilidad de un diálogo productivo para recuperar la institucionalidad. La alegría duró poco. El PSUV puede ganar elecciones democráticas, pero no aprendió a perderlas. Entre las 18 de 23 provincias ganadas por el chavismo no estaba Barinas, bastión de Hugo Chávez y gobernada por su hermano, donde una apretada victoria opositora parecía un hecho hasta que el Tribunal Superior Electoral decidió suspender la certificación del ganador y descalificar, ex post, su candidatura.

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Iván

Soy director de un medio que pensé para leer a los periodistas que escriben en él. Mis momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no me gustan los tatuajes. Me hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que soy un conservador popular.