Vote por Klopp presidente

Perfil político del conductor del Liverpool.

Hola, ¿cómo estamos?

Hay ideas a las que no les alcanzan las palabras. El video se emite a las seis de la mañana. Es 2019. La noche anterior desembocó fatídica. Al arquero Loris Karius el planeta le hace bullying por errores que le entregaron en bandeja la Champions League al Real Madrid. En Liverpool, el pronóstico indica tristeza. El consuelo nunca es alegría. Hasta que aparece la pieza en que Jürgen Klopp canta, bebido, con Campino, el líder de los Die Toten Hosen. Celebra el subcampeonato con algunos hinchas, con su ayudante de campo y hasta con algunos periodistas. Tres ediciones después, el entrenador alemán arriba a la misma final, contra el mismo rival y con la misma hinchada detrás. La resiliencia también puede ser una pelota y el punk rock.

“Yo llevo una gorra de béisbol y una barba mal afeitada”, se define Klopp, el cerebro y el alma que desafiará al Real Madrid el 28 de mayo en París por la Champions League. En el torneo que más cómodo le queda al escudo más poderoso de la historia. La frase florece en otro contexto. Es febrero de 2021 y el Covid regresa a hacer de las suyas. Le consultan: “‘¿Le preocupa que otra vez pueda propagarse?”. Hierve. Contento o enojado, él o sus equipos, siempre parecen en ebullición. Ladra: “No me gusta que la opinión de un entrenador o de la gente famosa sea importante en un tema tan serio”. Acaso ese sea el puntapié para describir lo que se siente al ver el comportamiento de Liverpool: una delantera de un colombiano, un egipcio, un senegalés y un director alemán que no se exhiben como estrellas.

La pandemia persiguió al entrenador. Su equipo obtuvo la Premier League y la hinchada concurrió a festejar a la orilla del río Mersey. Una escena típica inglesa de fanáticos que culminan en lanzamiento de botellas de whisky. El club sacó un comunicado indignado por violar las leyes de confinamiento por el Covid. Klopp no esquivó y volvió a ladrar: “Soy un humano y la pasión de ustedes es la mía. Lo más importante es que no tengamos estas reuniones públicas. Se lo debemos a los más vulnerables de nuestra comunidad y al personal sanitario que no para de trabajar”.

Glatten se esconde en un bosque oscuro dentro de Stuttgart. Es un pueblo que habitan 2400 personas. Allí soñó con ser médico. “Tengo el síndrome de ayudar, realmente la gente me importa”, planteó en una entrevista en The Guardian. La medicina se frustró por sus calificaciones. Es una carrera con cupos en Alemania y sus notas no alcanzaban para poder progresar. Avanzó con el fútbol. Gran parte de su trayectoria transcurrió en el Mainz 05. “Tenía pies para ser de cuarta división y cabeza de primer nivel”, explica, ahora, encuadrando por qué la vida lo determinó como uno de los mejores entrenadores del mundo. Tanto que comenzó como delantero y culminó como defensor. Mientras, cursaba en la Universidad Goethe la Licenciatura de Ciencias del Deporte. Su tesis se sustentó en la marcha atlética. Una base piramidal que define las estampidas de su equipo en el césped.

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Klopp colgó los botines en 2001 y el equipo de su vida lo invitó a ser su entrenador. Con paciencia para un proyecto. En su cuarta temporada, viajó con el Mainz hacia la Bundesliga, nuestra A. El cráneo poseía luces y las luces. Lo instaló en mitad de tabla. Hay una hipótesis didáctica entre los entrenadores de fútbol que indica que no importa qué ejercicio se entrene sino qué es lo que el conductor premie. Un grito trasluce un estilo de juego. El equipo se desplazaba por toda la cancha. A velocidad supersónica. Trabando y fuerte en cada superficie. Un perro que se parecía a su dueño.

Asume que debió aprender. Sus dirigidos en el Mainz habían sido sus compañeros. Su moral le reclamaba honestidad. Tomó una estrategia que, ahora, considera absurda: a cada futbolista le diría individualmente si sería titular o suplente. El escollo apareció en que las habitaciones eran dobles. “Tu jugarás y tú no”, blanqueó y comprendió el desastre. Conducir no es prolongar la propia forma de vivir sobre los demás.

Otro escollo ocurrió años más tarde. Cuando aceptó que el tiempo había pasado. Su Borussia Dortmund se enfrentaba al Bayern Munich. Al que no vencía desde dos décadas atrás. La motivación es un músculo extraño. Los entrenadores disponen de las pociones mágicas más extravagantes para excitarla. Pep Guardiola convocó a uno de los de Viven, como se denominó a los sobrevivientes del accidente aéreo del equipo de rugby uruguayo en 1972. Ricardo Caruso Lombardi le hizo prometer a Néstor Kirchner dos televisores de regalo para el plantel de Racing. A Klopp le resultó evocar Rocky IV. Filmada en 1980. Sólo dos jugadores sabían quién era Iván Drago. Así que debió improvisar cuando el dominó discursivo se le cayó.

La preocupación de Klopp por comprender a los jugadores como seres humanos es verídica. A su familia le gusta vivir como lo hacen los locales. Asumieron el té como infusión rutinaria. Utilizan el inglés como lengua casera. Incita a sus futbolistas a que hablen el idioma del país donde juegan. Prioriza lo nacional: “Si tengo dos jugadores del mismo nivel, opto por el inglés, porque comprenderá más el lugar”. Mora en un pueblo cercano a Liverpool. Tan cerca de la ciudad de Los Beatles como de Manchester. En definitiva, están apenas a 50 kilómetros de distancia. 

Desde el 2015 que reside en Inglaterra. Atravesó nada más y nada menos que el Brexit. La separación del Reino Unido de la Unión Europea señalaba una escisión con Alemania, máxima potencia de la entidad continental. Su patria. Edificó dos argumentos. “Hay personas que dicen que ni se nota. Yo sí. Es visible hasta en el precio de la libra. Hay gente que acá se queja de que España está cara y no, lo cierto es que la divisa no es tan fuerte. No ha habido un solo episodio en la historia en que la división conduzca al éxito”. La segunda, un dardo: “Cuando Mr. Cameron -ex primer ministro- tuvo la idea, pensé que no podía ser que fuera algo que una persona sola pudiera decidir de un día para otro. Es cierto que todos estamos influenciados, pero necesitamos información. Entonces, le dieron la chance a la gente para que votara. Salió 51 a 49. Hubo 49% que estaba en desacuerdo. Si eso ocurre, hay que comenzar de nuevo, porque no se puede tomar una determinación en esas condiciones”.

Distinto actuó cuando, este año, el Reino Unido decidió congelar los activos del Chelsea por la cercanía de su propietario, Roman Abramovich, por sus supuestas cercanías con Vladimir Putin. “Creo que el gobierno británico ha hecho lo correcto, siendo completamente honesto. Hay un solo hombre que es responsable de esto y es Vladimir Putin. No sé qué papel ha jugado Abramovich en todo esto, pero por lo que dicen era muy cercano a él”, advirtió. 

Un periodista amigo sugiere jocosamente que Klopp podría ser presidente si se lo propusiera. En 2018, habló de esta situación, en referencia a Angela Merkel: “Es una señora que tiene dos semanas de vacaciones. Solo eso. Siempre aparece la misma foto en el mismo momento del año. Ella caminando con su marido por la montaña. Es un trabajo que, para lo cansador que es, está muy mal pago. La verdad, prefiero ser el entrenador del Liverpool”.

Dejan Lovren es un futbolista bosnio que pasó por el tamiz del entrenador. Hace unos días, mientras analizaba a las nuevas generaciones en un canal, recordó una anécdota en Liverpool. Un juvenil recientemente promovido al primer equipo apareció en el entrenamiento con un reloj y un auto lujoso. Klopp utilizó tres preguntas para sacudirlo y hacerlo cambiar de mercancías:

–¿En qué auto viniste?
–En un Mercedes.
–¿De qué marca es tu reloj?
–Rolex.
–¿Cuántos partidos tenés en Primera?
–Ninguno.

Hay conductores que ganan y hay otros que, además, logran imponer relevancias tácticas. Guardiola rediseñó la manera de iniciar el juego, con los defensores a los costados del arquero. Klopp ha logrado que muchos equipos del mundo copien su manera de presionar. Consiste en una orientación a mitad de camino. Su equipo se para con tres delanteros. Los extremos esperan a media altura entre el central y el lateral. Su centrodelantero aguarda entre el arquero y el volante central. Apenas el toque llega a alguno de los rivales, sus futbolistas acorralan. Pastores contra vacas. 

También hay técnicos que se transforman en paradigma por sus formas de ser. La soberbia de Mourinho se volvió un objeto encantador. Klopp ha sacudido ese cascabel. Tan mundano como para relatar en un documental sobre el Borussia Dortmund que, una mañana después de salir campeones, no sabe cómo, se despertó tirado adentro de un camión, completamente bebido. 

Esa sencillez no es una escenografía. El alemán la despliega ideológicamente. Acaba de firmar la renovación de su contrato en Liverpool con una sola petición: aumentar los salarios de sus colaboradores. Una ley de la Premier League indica que no hay medallas para los futbolistas que disputaron menos de cinco partidos en una temporada: “No sé a quién se le ocurrió esa idea, pero no creo que sea algo bueno. La gente no entiende qué tan importante es para el equipo ganar un torneo. Entrenas cinco millones de veces al año y, si no lo haces al máximo nivel, no tienes chances de ganarlo”. Otra vez, concurrió a una estación de servicio a cargar nafta, se encontró con la tía de un niño con distrofia muscular, hincha del Everton, rival de la ciudad, y decidió mandarle un video de saludo invitándolo al clásico de la última fecha.

Klopp parece un impulso. Sabe de lo que habla. No es una corteza o un humo. Su pensamiento va tan al fleje como sus equipos. Sin importar ni el interlocutor. Por eso, no dudó en anunciar en una conferencia de prensa en una liga que prohíbe las expresiones políticas: «Mi forma de entender la política es la siguiente: si a mí me va bien, quiero que a los demás también les vaya bien. Si hay algo que no haré nunca en mi vida es votar a la derecha».

Pizza post cancha

  • Inside Borussia Dortmund es la serie que retrata los días de Klopp en el equipo alemán. Está en Amazon Prime y posee una infinita cantidad de historias.
  • Heavy Metal es un librazo sobre Klopp. Lo escribió Leandro Burgos. Búsquenlo en Data Klopp.
  • Un 7 de mayo de 1916, se inauguró el Viejo Gasómetro. En Cine.ar, pueden encontrar la película Volver a Boedo. Un documental dirigido por Sergio Criscolo que explica las razones de por qué San Lorenzo debe volver a su barrio de origen. 

Esto fue todo.

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Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.