Una forma de contar América Latina

Tres apuntes sobre Ñamérica, el nuevo libro de Martín Caparrós.

¡Buen día!

Espero que te encuentres bien. Yo me estoy recuperando de una semana en la que prácticamente viví entre dentistas: recorrí guardias y consultorios que no se ponían de acuerdo en qué era lo que tenía, por qué me dolía tanto la boca, una molestia que me dejaba fuera de juego. Al final resultó ser una mezcla de cosas y ya me encuentro bien, aunque sospecho que esta semana los voy a extrañar. Es que me acostumbré al régimen del delantal, sus indicaciones absurdas e inapelables, el olor de los consultorios. Me acostumbré a la tecnología del terror, su Guantánamo portátil, el sonido de la motosierra. Descubrí que para la mitad de la semana, cuando ya llevaba tres consultas, lo que antes me aterraba ahora me reconfortaba. Quería venganza. Quería que le hagan daño a ese diente hijo de puta que no me dejaba dormir. Quería venganza y los dentistas fueron mis aliados, y por eso les estoy agradecido.

Por suerte, en la travesía dental –que no supo de horarios– tuve compañía: leí Ñamérica (Literatura Random House, 2021), el último libro de Martín Caparrós. Como nos tiene acostumbrados, es un proyecto ambicioso: contar la región desde sus puentes, ver qué tienen en común 20 países y 400 millones de personas. Si el número te pareció corto es porque Brasil no está incluida: su historia, cultura, idioma y tamaño, según Caparrós, distorsionan el mapa. Es “un mundo en sí mismo”. El libro entonces es sobre la América que habla con eñe: ñamérica. Para el autor, la región es única precisamente por parecerse. Por su idioma, su historia y también por sus temas. Ese es un hecho cultural. 

El problema, para Caparrós, es que durante mucho tiempo los países de la región se ocuparon de desunirse. La construcción de una identidad nacional supuso la negación de la identidad regional. La tarea entonces es volver a la historia común pero también enfrentar clichés y mitos del presente –amplificados por las ficciones culturales del Norte– y retratar los cambios recientes. Hay uno que es fundamental: de qué manera la región se convirtió en una predominante urbana. El dato es elocuente: “En 1960 la mitad de los ñamericanos vivían en ciudades; ahora son más del 80 por ciento, cuatro de cada cinco”. El libro entonces mezcla crónicas de ciudades capitales escritas para la ocasión con otros capítulos de ensayo, que contienen a su vez pedacitos de crónicas, apuntes y recuerdos que Caparrós capturó en las últimas décadas. 

La cuestión es que el libro me tomó. Lo suficientemente largo para saciar la demanda de compañía que necesitaba, es también un viaje poderoso por los principales temas y escenarios que dominan la región actualmente. Hoy quiero hacer foco en tres que hemos recorrido en correos previos y seguramente aparezcan en futuros. 

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Las nuevas clases medias

Son historia reciente condensada: los millones de personas que lograron salir de la pobreza durante el ciclo de gobiernos posneoliberales y que podrían volver a serlo –que ya están volviendo a serlo– con la pandemia. 

Para Caparrós, llamarlas clase media es “un abuso del lenguaje”. El hecho de que rápidamente puedan caer otra vez en la pobreza se acerca a su rasgo definitorio, que es la precariedad, la falta de una red de contención. Cuando el ciclo económico cambia, como vemos ahora, la idea del futuro como amenaza se hace presente. La otra emoción dominante es la insatisfacción, que para Caparrós es la base de la “sociedad de consumo” que explotó a la par de la mejora económica del sector. Los grandes embotellamientos en las principales ciudades son una síntesis de esa expansión, que hoy se ve detenida.

Caparrós insiste en diferenciarlas de la clase media tradicional, más instalada en la formalidad laboral, quizás con alguna propiedad, más altos niveles de educación.

Mientras la clase media tradicional tenía cierta sensación de solidez, basada en el ahorro, la propiedad, esas cosas, esta clase a medias se siente –¿está?– siempre al borde del precipicio, tironeada por las deudas y la precariedad de sus fuentes de ingreso y el deber del consumo. 

Me pregunto si esa diferencia se traduce también en las expectativas hacia la política o si los estallidos que vemos desde 2019 en la región las tienen como protagonistas por igual. Para los investigadores Cecilia Güemes y Ludolfo Paramio, lo que cuenta es el factor subjetivo: “Sentirse ‘clase a medias’ se traduce en una serie de demandas por servicios públicos de calidad que no alcanzan a verse satisfechos en la familia o por el mercado. En esto las nuevas clases medias se parecen a las clases medias tradicionales: ambas manifiestan una profunda insatisfacción con los servicios públicos”, escriben. Entender las motivaciones y el grado de participación en los estallidos de estos dos sectores de la clase media –los recién llegados, los establecidos– me parece igual de importante que saber si efectivamente se puede hablar de dos sectores en las protestas. El hastío y la sensación de inseguridad –precariedad– social parecen estar instaladas en toda la “clase”. 

Pero hay otra cosa acerca de la motivación de estas “nuevas clases medias” que me parece importante. Para Caparrós, estas quieren separarse. Esto se vincula con el nudo del capítulo: la desigualdad, una de las características centrales de la región (hay una idea que vale la pena discutir y es la del “Estado contenedor”: las clases medias y ricas pagan sus impuestos no para recibir servicios públicos de calidad –salud, educación, seguridad– sino para que el Estado contenga –con servicios mínimos, subsidios– a los pobres y entonces alejarlos de la tentación de prender fuego todo). Para él está claro:

Ahora, en Ñamérica, la aspiración de los que quieren ser clase media es separarse: vivir en un barrio sin pobres, mandar a sus hijos a escuelas privadas donde no se mezclen con los pobres, recurrir a sanatorios privados donde esos pobres no estén, comprar en malls donde los pobres no puedan entrar. Nuestras sociedades no tienen espacios comunes donde los más pobres y los más ricos se crucen, se mezclen –como pudo ser, por ejemplo, la escuela pública argentina. Y la aspiración de las nuevas clases medias no es armarlos sino cambiar de espacio, “llegar” a los ansiados: “progresar”. 

La migración como fenómeno endémico

Quizás uno de los cambios que grafica mejor el estado de cosas en la región es el aumento de la migración en un continente que históricamente estuvo caracterizado por recibir gente. Treinta millones de latinoamericanos viven fuera de sus países, un número que casi se triplicó en los últimos treinta años. México, con más de diez millones, encabeza –y distorsiona– el cuadro, pero El Salvador, Colombia, Guatemala, Honduras, Cuba, Dominicana, Perú y Ecuador tienen más de un millón cada uno, la mayoría, claro, en Estados Unidos. Si a eso se le suma el éxodo venezolano, que ya supera los 5 millones según Naciones Unidas, queda claro que este es un tema al cual deberíamos prestarle más atención en los próximos años. 

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Esto lo digo, claro, desde el Cono Sur. La migración hace tiempo que es nota dominante en Centroamérica, y el que gobierna la relación con Estados Unidos. Esta semana, por ejemplo, Biden deportó más de dos mil migrantes haitianos de los quince mil que llegaron. Pero también esta semana, miles de chilenos protestaron contra la recepción de migrantes venezolanos. No fue solo un grito al cielo: entraron a un campamento, les quemaron sus pertenencias y los golpearon. Un día antes los habían desalojado de una plaza. Las escenas distópicas que muchos confinaban a la Europa de los refugiados hoy aparecen en la prensa de América Latina.

Entre los efectos secundarios de la migración, Caparrós señala dos que me llamaron la atención. Habla de los que se van a Estados Unidos, pero la figura es interesante: ÑUSA, un país cada vez más teñido por la inmigración latinoamericana –aunque todavía principalmente mexicana. Ahora, gracias al celular, los migrantes construyen un “entorno virtual nacional” que les permite una participación y vínculo con su país de origen que antes no tenían. Pero la migración es, también, un lugar de encuentro latinoamericano. Es en el afuera donde irrumpe esa identidad regional, muchas veces soslayada en los países de origen. 

Eso para no hablar del vacío que dejan en los países de los que deciden migrar. Y lo que dice. 

Nunca tantos buscaron en otros sitios lo que los suyos no les daban: el reflejo más brutal de la desesperanza.

La influencia latinoamericana

La palabra influencia aparece varias veces en el transcurso del libro. Aparece, por ejemplo, para decir que la supremacía cultural de Estados Unidos sigue siendo decisiva, mientras que su influencia política, militar y económica en la región registra el nivel más bajo de su historia (un diagnóstico similar publicó Axios la semana pasada). Se habla también de la escasa influencia que tiene la región en la economía global, sobre todo en el sector de la innovación tecnológica, donde el registro de patentes es mínimo comparado al de otras regiones. El autor, sin embargo, deja un campo donde su peso es “gozosamente desproporcionado”: la cultura. 

Se trata de una producción cultural ambivalente. Por un lado, no tiene un mercado cultural regional sino que aquello que produce –música, gastronomía, fútbol– lo hace para afuera. Y eso pesa. Pero al mismo tiempo es una víctima participante y productora de clichés, que condicionan la manera en la que la región está representada en las grandes maquinarias culturales: la más exótica, colorida, violenta, el paraíso de los Narcos. La que hizo bailar al mundo con “Despacito”, que “ya no es un tema sino un ícono, un hecho cultural”. Son formas que portan de todos modos con cierta potencia, al venir de las clases populares. “La cultura ñamericana que se nota es un producto de sus pobres”, dice. 

Mientras leía el capítulo pensaba en el boom del trap latino, y me acordé de este delicioso perfil de Bad Bunny. 

Nadie le tienta a cantar en inglés, dice, porque ya saben la respuesta. Ha actuado con Drake, con Cardi B, con Jennifer Lopez, pero en español. La tendencia que veía en Latinoamérica a idolatrar a las estrellas estadounidenses le sacaba de quicio. “Hay que romper eso de que los gringos son dioses… No, papi”. 

Caparrós señala una clave que al menos vale la pena considerar para pensar el impacto del trap latino: el contenido de las letras y el despliegue visual del género, con cuerpos, guita y autos como protagonistas (desde Bad Bunny a Duki, que aparece como personaje en el libro) tienen mucho más que ver con el modelo cultural norteamericano, the american way of life, que con cualquier otro ¿relato? regional. Supremacía, al fin y al cabo.

Entrelíneas. Ñamérica llega en un momento donde la pregunta sobre quién y cómo nos van a contar la región es más relevante que nunca. Caparrós elige –y domina– uno de esos recursos, la crónica. Otra pregunta es si para contarla hace falta recorrerla, mirar y hablar con su gente in situ. Yo creo que sí. Creo en ese periodismo que se complementa muy bien con otros que pueden analizarla a distancia. En un contexto de crisis de los medios de comunicación latinoamericanos, la viabilidad de ese periodismo, sus condiciones de posibilidad económica, importan. ¿Sólo los medios con recursos, como la bestia del Times, van a ser capaces de contarnos la región? ¿O vamos a ser nosotros mismos quienes nos la contemos?

Lee en Cenital. Jon Lee Anderson: “Siempre ha sido un esfuerzo convencer a los editores de que América Latina importa”.

Qué estoy siguiendo

Elecciones en Alemania

Y bien, llegaron los resultados en Alemania. Resumo para que retomemos la semana que viene:

  • La socialdemocracia ganó las elecciones con poco más del 25%, un resultado mejor que el de 2017 pero todavía en bajos históricos. La CDU –el partido de Merkel– la tuvo peor: hizo la peor elección de su historia y tiene altas chances de quedarse fuera del poder. Las encuestas en líneas generales acertaron.
  • La formación de una coalición de gobierno, de todos modos, está abierta, y seguramente dure meses. Tres opciones aparecen con fuerza: una entre socialdemócratas, Liberales y Verdes; la misma pero con la centroderecha en lugar de la socialdemocracia; y una gran coalición entre los dos primeros. Empezaría mirando a los dos más chicos: ellos tienen la llave.
  • El péndulo hoy favorece a la socialdemocracia, cuyo candidato, Olaf Scholz, se vendió como un continuador del legado de Merkel (una manera de matizar la derrota: ninguno de los principales candidatos ofrecía una ruptura). Son los socios preferidos por Los Verdes, el partido que más creció en estas elecciones. Los Liberales, que también suman, prefieren a los conservadores, pero se muestran abiertos a ambas.
  • Este es un buen caso para seguir lo que abrió Facu sobre el retorno de la socialdemocracia europea al poder. La alemana sigue en números bajos, pero se aprovecha de la crisis de la derecha tradicional y el ascenso de nuevos partidos de nicho como Los Verdes, a priori más disponibles para formar coalición. Un mejor resultado de la izquierda –Die Linke– podía haber mejorado las cartas para negociar. 
  • Más Cenital: ¿Te acordás del referéndum sobre la expropiación de viviendas en Berlín que te contó el comunista de Fer Bercovich la semana pasada? Ganó el sí.

PICADITO

  1. El regreso de Meng Wanzhou a China y la liberación de los canadienses detenidos ponen fin al ‘caso Huawei’.
  2. Suiza aprueba el matrimonio igualitario.
  3. Chile: el primer debate entre candidatos inicia la campaña presidencial.
  4. Paul Rusesabagina, el héroe de “Hotel Ruanda”, es condenado a 25 años de prisión.
  5. En medio de la crisis climática, China promete ante la ONU detener nuevas centrales de carbón en el extranjero.

Bueno, hasta acá llegamos hoy. Antes de despedirte te quiero dejar este meme que se vincula con lo que hablamos la semana pasada sobre la alianza entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, que entre otras cosas le cagó un contrato de submarinos a Francia. ​​

Algo me dice que el meme se va a repetir.

Nos leemos el lunes.

Un abrazo,

Juan

Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.