Un orden global en crisis

Cuál es el impacto internacional y cómo modifica el mapa geopolítico la invasión de Rusia a Ucrania. ¿Se pueden prever las intenciones de Putin?

La invasión a Ucrania por parte de Rusia significa la crisis más profunda del orden de seguridad europeo como lo conocimos desde el fin de la Guerra Fría. Una crisis en donde los dividendos de la paz parecen diluirse. Ese orden se construyó sobre dos expectativas fundamentales: (1) que la expansión de la prosperidad y la expansión de la seguridad irían de la mano a través de la ampliación de la Unión Europea y la OTAN y (2) que la interdependencia económica y comercial con Rusia (especialmente de Alemania) generaría incentivos para establecer vínculos estables, pacíficos y predecibles con Moscú. Nadie era inocente. Los conflictos entre Bruselas y Moscú, claro, aparecerían. Pero el costo del conflicto armado sería muy elevado como para tomarlo seriamente.

Este equilibrio entre prosperidad y seguridad se fue disolviendo de a poco cuando Putin percibió que no se estaba quedando ni con manteca ni con cañones, y comenzó a desarrollar una política exterior de carácter más ofensivo. La puso en práctica en Georgia en 2008 y en Ucrania en 2014. La actual guerra en Ucrania tira definitivamente por la borda las dos expectativas arriba señaladas. La ampliación de la UE y de la OTAN hacia el este de Europa, incorporando a los antiguos miembros del Pacto de Varsovia, fue ampliando la sensación de inseguridad del lado ruso. La interdependencia, con el tiempo, dejó de crear incentivos para la cooperación y comenzó a ser vista como un instrumento coercitivo para torcer las preferencias de la contraparte, en un contexto de resurgimiento nacionalista y un sentimiento de revancha por parte de la Rusia de Putin. El actual conflicto pone fin también a la Ostpolitik alemana, que supuso que involucrar a Rusia al orden europeo llevaría la modernidad a Moscú. Más en particular, supone tirar al suelo al Acta de Helsinki de 1975, negociada entre Estados Unidos, Europa y la Unión Soviética, que consagró los principios de igualdad soberana, integridad territorial y en particular la inviolabilidad de las fronteras europeas.

Resulta difícil predecir hacia dónde se dirige Europa. Las guerras desarrollan sus propias dinámicas y los acontecimientos se van precipitando muchas veces de maneras insospechadas. Hay, sin embargo, dos factores que me parecen fundamentales: el nivel de revisionismo ruso y el nivel de respuesta de Occidente a la incursión rusa. Mientras escribo estas líneas, no está claro cuál es el juego final de Putin. Puede exigir concesiones a cambio de paz; puede querer un cambio de régimen que instale un gobierno pro-ruso; puede buscar eliminar directamente la soberanía de Ucrania y puede, incluso, ir más allá de Ucrania y mirar hacia Georgia o hacia Moldavia. Tampoco está claro hasta dónde piensa llegar Europa y qué combinación de diplomacia, sanciones y ayuda militar terminará orquestando. Lo que sí sabemos es que romper un país es relativamente sencillo en relación al esfuerzo necesario para reconstruirlo y dejar un gobierno funcionando. También podemos estimar que la OTAN post-conflicto será una OTAN con mayor gasto militar, con mayor cooperación entre los miembros y con un renovado enfoque puesto en la disuasión convencional y, también, la nuclear, además de pensar en cadenas de suministro alternativas.

Más allá, la crisis del orden europeo se despliega sobre una crisis mayor, la del orden liberal internacional. Esta crisis está impulsada fundamentalmente por tres procesos: (1) el ascenso de China y su giro hacia una política exterior más asertiva; (2) la recesión democrática (crisis de representatividad, populismo y polarización) y geopolítica (retracción de los conflictos internacionales) por la que atraviesan Europa y Estados Unidos y (3) el cambio climático que obliga a diseñar una transición hacia un modelo productivo que reduzca sustantivamente las emisiones. En este contexto, primero el shock pandémico del Covid-19 y ahora el shock geopolítico del conflicto en Ucrania, no harán otra cosa que hacer más disfuncional el orden internacional. 

China debe demostrar que además de pensar en términos de razón de estado piensa en términos de razón de sistema (internacional). De lo contrario, no habrá consumido capital político en el conflicto en Ucrania, ciertamente, pero tampoco habrá ganado capital diplomático y reputación. Mientras tanto, Estados Unidos y Europa observan los acontecimientos con la impotencia de quien tiene recursos de poder pero que no puede traducirlos a un poder efectivo. La polarización, la economía y los efectos de la pandemia han absorbido, y seguirán absorbiendo, buena parte de la atención política. Son, además, democracias que no pueden en este momento internalizar los costos de un conflicto armado, cómo si lo puede hacer Putin. Y el conflicto armado, junto a otras malas decisiones, está revalorizando el petróleo y el gas, dándoles, nuevamente, no solo un sentido económico sino también geopolítico. Pensar en un orden internacional que funcione en estas condiciones no va a ser tarea fácil. Requerirá de una China responsable por la estabilidad del sistema internacional; de una Unión Europea que desbloquee un nuevo nivel de cooperación en política exterior y de un Estados Unidos que reduzca sus ambiciones al nivel de sus capacidades. Tamaña tarea.

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Director de la Maestría en Política y Economía Internacionales de la Universidad de San Andrés.