Trump bloqueado en redes

Facebook eliminó la cuenta de Trump en Facebook e Instagram hasta que deje de ser presidente, mientras que Twitter borró tres de sus tuits antes de suspendérsela por 12 horas.

Hola, ¡feliz año! Espero que hayas empezado bien el 2021. Ojalá este año sea mejor que el que se fue. Por lo pronto, te cuento que trae algo nuevo que me tiene contenta: en 2021, y más pronto que tarde, #Burofax va a tener una versión auditiva además de una escrita. En otras palabras, se vienen los podcast en Cenital. 

Vamos a lo de hoy. Había pensado escribir este newsletter sobre un propósito personal para el 2021: pasar menos tiempo en mi teléfono celular. Iba a hablar de las aplicaciones, los estímulos, la adicción y todo eso que nos hace mirar una pantalla por horas, pero resulta que el miércoles pasó algo extraordinario: fanáticos del presidente Trump que protestaban los resultados de la elección en Estados Unidos tomaron el Congreso de ese país. El Colegio Electoral debía certificar la victoria del Partido Demócrata en las elecciones presidenciales, pero este proceso fue interrumpido cuando gente que venía de un mitin de Trump entró al edificio. Los congresistas fueron evacuados y en las siguientes horas los “manifestantes” se pasearon más o menos tranquilos por varias partes del Capitolio mientras la policía no está muy claro qué hacía. Si no viste fotos de esto, te sugiero buscarlas, son realmente impresionantes. 

Hay muchas cosas para decir sobre lo que pasó, pero me concentro: Twitter primero intervino los tuits de Trump (se podían citar, pero no retuitear o likear),  luego eliminó tres mensajes, y finalmente bloqueó su cuenta por 12 horas. Esto dio lugar al siguiente meme que, sinceramente, me hizo reir mucho:

El tuit dice “TENGO QUE USAR TU CUENTA DE TWITTER” y en la foto se ve a Trump gritándole a un niño que está cortando el pasto. Lo cierto es que pasadas las 12 horas Twitter le devolvió la cuenta a Trump y mientras te escribo veo el video que Trump acaba de postear allí –al presi también le cuesta largar el teléfono–.

Twitter explicó su decisión en un hilo. Trump debía eliminar los tuits que violaban la política de Integridad Cívica de la empresa y, luego de eso, la cuenta permanecería bloqueada por 12 horas. Si Trump no eliminaba los mensajes, la cuenta seguiría bloqueada. Un vocero de Twitter dijo que la decisión de la empresa respondía a que prevenir violencia pesaba más que el “interés público”. 

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Pero esta empresa no estuvo sola. Facebook decidió eliminar al menos hasta el 20 de enero (cuando dejará de ser presidente) las cuentas de Trump en Facebook e Instagram. Mark Zuckerberg lo explicó en un post. Básicamente, Zuck consideró que Trump incitaba a la violencia, y por eso le quitó sus cuentas. 

No es la primera vez que se discute qué deben hacer estas empresas con posteos o personajes “polémicos” ni es la primera vez que estas empresas toman medidas explícitas y se salen de lo común (acá es importante tener en cuenta que estas empresas moderan todo el tiempo, y no solo cuando sacan un cartel). Sin ir más lejos, hace muy poco hablamos en este newsletter de cómo Twitter había empezado a comentar los tuits de Trump. Hoy vamos a discutir otra vez el tema -centrándonos sobre todo en qué queremos del debate público- con la ayuda de gente que sabe. 

¿Qué hicieron las plataformas?

Esa pregunta simple y obvia fue la primera que les hice a Santiago Armando, licenciado en Filosofía y especialista en teoría política, y a Tomás Guarna, estudiante de la maestría en Comparative Media Studies en el MIT. Ambos coinciden en que las plataformas mostraron que juegan fuerte y que son muy relevantes. Tomás agrega que las plataformas dejaron claro que son sitios privados, con reglas sobre qué puede decirse y qué no: Trump incumplió esas reglas, las plataformas lo castigaron. Sin embargo, ve dos problemas en este movimiento. Por un lado, lo arbitrario de esas reglas; por el otro, Tomás considera que las plataformas son en los hechos el sitio más importante de debate público, y en ese sentido es al menos extraño que el presidente de un país no pueda participar. Entonces se pregunta: ¿estamos cómodos con el derecho de admisión de las plataformas?

Santiago precisa el efecto de intervención de las plataformas en el tiempo de transmisión de la información. Esto es, Trump bien puede seguir hablando por otros medios, pero eso será más lento que si tuitea o postea en Facebook. En efecto, una crítica extendida a las redes es que van demasiado rápido. Santiago me dice “uno retuitea antes de pensar” y todos podemos pensar en algo que posteamos o tuiteamos impulsivamente y luego nos arrepentimos (excepto los que no tienen redes, mis respetos a ellos). Ahora bien, cuando Twitter te dice que no leíste eso que estás por retuitear, está creando una interfaz que te obligue a pausar. Te recuerdo otra vez que no está interviniendo solo ahí, sino que las redes están diseñadas para esa inmediatez: compartí lo primero que se te pasa por la cabeza, dónde estás, con quién, ya ahora. Pero al intervenir a Trump, agrega Santiago, las plataformas decidieron frenar la velocidad de lo que estaba pasando.

¿Estuvo bien lo que hicieron las plataformas? 

Tomás hace una distinción: está de acuerdo con la decisión tomada, pero no le parece bien que sean las plataformas las que deban tomar esa decisión. En otras palabras, no cree que sean ellas las que deben decidir qué puede decirse o no.

Mientras que Santiago cree que tanto Twitter como Facebook están todavía tanteando el modelo de foro que quieren sostener. Hay algunos más regulados como Reddit y otros menos como 4chan, y los resultados son diversos. En principio, Twitter y Facebook entendieron que el vale todo ya no funcionaba, y decidieron intervenir. 

¿Cómo impacta esto en el debate público? 

Santiago señala cómo el hecho de que en Twitter haya mucha gente pensando y opinando resulta en cosas buenas (inteligencia colectiva, lo llama él), y cosas malas (por ejemplo, la violencia). Él cree que es difícil saber si estas características son producto del diseño o de la escala. Estas dudas también están relacionadas con que todo esto es nuevo: “La humanidad no tiene experiencia en foros colectivos de este tamaño”. ¿Puede existir una ciudadanía informada que delibera democráticamente, como el ideal de Jürgen Habermas? A escala masiva no lo hemos visto aún. 

Tomás también resalta la novedad de lo que sucede en estas aplicaciones y lo usa para criticar sus reglas y criterios: “Las plataformas no tienen aprendizaje institucional, es decir una historia de reglas y casos”. Trump incita a la violencia, es cierto, pero ¿acaso otros activistas con los que a priori simpatizaríamos no incitan a la violencia también cuando llaman a manifestarse? Por otra parte, un efecto de eliminar tuits o ciertas cuentas es que esa gente se irá a otras plataformas segmentando y polarizando el debate aún más.

¿Qué alternativas hay a la moderación por parte de empresas privadas? 

Tomás menciona algunas cosas que se están pensando. Por un lado, descentralizar el contenido de las plataformas de modo que sean más parecidos al e-mail (esta es la propuesta de Mike Mansick que Twitter está estudiando). Por el otro, crear una web que funcione más como servicio público (esta es la propuesta de Ethan Zuckerman) y priorice “la conversación razonable entre pares y no solo el engagement”. Para esto Zuckerman propone que la sociedad civil cree foros abiertos de debate, y contribuya, a través de la multiplicidad de actores y sitios, a la democratización de internet. En todo caso, Tomás señala que las plataformas son mejores en moldear el debate (mediante modos e interfaces a través de los cuales interactuamos) que en moderarlo. 

Santiago me apunta los problemas de todo eso: “Es difícil construir un consenso sobre qué formas de discurso pueden ser toleradas, más difícil todavía es confiar en la discrecionalidad de un decisor”. Cualquier moderador va a cometer errores. ¿Cómo construimos espacios de debate más amables, con espacio para la disidencia sin hostilidad? Santiago cree que multiplicando esos moderadores, los sitios, los lados del debate, las comunidades, innovando y a prueba y error. Pero claro, le ve pocas chances en un contexto en el que las plataformas en cuestión son tan poderosas y tienen tan poca competencia. 

Una idea

Retomo algunas cosas mencionadas: la necesidad de menos velocidad y la de multiplicidad además de la experiencia. Las plataformas no lo están haciendo, pero quizás podemos hacerlo por y para nosotros mismos. Si es deseable pensar antes de hablar, sin dudas es deseable pensar antes de postear o retuitear. Del mismo modo, puede ser ventajoso no participar en un solo sitio, no ser parte de una sola comunidad, no guiarse por un solo moderador. En las redes como en la vida.

Cosas que pasan

Gracias por llegar hasta acá.

Un abrazo

Jimena

PD: Desde hace meses recibo en mi casilla varios de los newsletters de Cenital, y ahora estoy (también) del otro lado. Si tenés ganas, podés colaborar con nuestro periodismo acá.

Soy economista (UBA) y Doctora en Ciencia Política (Cornell University). Me interesan las diferentes formas de organización de las economías, la articulación entre lo público y lo privado y la relación entre el capital y el trabajo, entre otros temas. Nací en Perú, crecí en Buenos Aires, estudié en Estados Unidos, y vivo en Londres. La pandemia me llevó a descubrir el amor por las plantas y ahora estoy rodeada de ellas.