Traducción de mundos

Un Hilo muy literario dedicado al noble y delicado oficio de trasladar textos de una lengua a otra.

Hola, ¿qué tal? Espero que estés lo mejor posible. Yo en un ritmo más acelerado del que querría tener durante febrero. Tratando de preservar cierta calma que conseguí en las vacaciones y a la vez de organizar un año que pinta, por lo menos, cargadito. Así que sin demasiados preámbulos, pasemos al eje que nos convoca.

Hoy traigo un tema muy literario, para variar, que venía bocetando hace un tiempo. Vamos a hablar de la traducción, ese oficio que tuvo y tiene una gran tradición, por el cual alguien se encarga de volcar en una lengua un texto que originalmente fue escrito en otra. Siempre me pareció muy fascinante y a la vez muy delicado este trabajo, porque requiere manipular palabras de otros y volverlas legibles en un idioma que probablemente el autor o la autora en cuestión no habla ni conoce. Así que hoy vamos a reflexionar sobre la traducción mayormente literaria, y tomar también algunos atajos. Por ejemplo, quiero empezar agradeciéndoles a todos y todas las traductoras anónimas que de manera desinteresada se apuran y preparan los subtítulos de las películas que quiero ver y que bajo de internet. Esa gente que se reúne en Subdivx se ganó el cielo de una manera muy merecida. 

Para ilustrar este Hilo, elegí los poemas visuales del artista catalán Joan Brossa (1919-1998), porque en algún punto la operación que él hace es también una traducción. Brossa toma las letras en su materialidad más elemental y compone con ellas obras que las hacen decir otras cosas. Las ubica en otra situación discursiva. Me acuerdo de haber ido a una gran retrospectiva que se hizo de su obra allá por 2006 en el Centro Cultural Recoleta en la que me quedaba un rato mirando cada una de sus producciones tratando de desentrañar su sentido (o de entender lo que decía en catalán). Por momentos fue un artista conceptual y por otros tuvo un compromiso más social (les dejo más abajo su “Elegía al Che”). Y también armó varios poemas-objeto. Si les interesa saber más, en Barcelona existe una Fundación Joan Brossa que preserva su biblioteca, sus producciones y organiza actividades a partir de su legado. 

Escritores que traducen a otros escritores

Baudelaire tradujo a Edgar Allan Poe al francés y Julio Cortázar hizo lo propio al castellano. Borges tradujo, entre otros libros, Las palmeras salvajes de Faulkner y la novela Orlando de Virginia Woolf (me intriga saber qué le habrá parecido). César Aira y Marcelo Cohen vivieron muchos años de su trabajo como traductores. Y Juana Bignozzi también, sobre todo cuando se radicó en España. Cito estos nombres porque son todas personas que tienen una obra propia y que además traducen la obra de los otros. En algunos casos, seguro hubo tráficos de estilos, de influencias. Selecciones léxicas que torcieron o ajustaron los sentidos primitivos y muchos entretelones de los cuales las lectoras ni nos enteramos. 

Hablando de esos entretelones, devoré un libro hermoso que acaba de publicar Entropía llamado Se vive y se traduce, de la poeta y traductora Laura Wittner. Escrito a modo de diario, o de cuaderno de notas que incluso incorpora los tiempos de la pandemia, ella va volcando una serie de impresiones sobre su tarea como traductora del inglés durante años, tratando de entender –y de desentender también– qué es lo que está haciendo y cómo cada nuevo libro implica meterse en un nuevo mundo y estar a la altura de sus desafíos. Uno de los muchos aciertos de este libro es que Wittner considera la traducción como una tarea que se puede compartir. Que si bien implica muchas horas de concentración y soledad, también se puede hacer extensiva a otras personas, y entonces cuenta anécdotas de talleres de traducción que coordina, y suma citas de otros colegas que están pensando cosas parecidas a las que piensa ella, o que le abren la cabeza respecto de algún problema específico con las palabras. La traducción para Wittner se imbrica todo el tiempo con la vida: hay coincidencias, cruces, hechos que relacionan su presente con lo que sucede, por ejemplo, en la novela sobre la que está trabajando. A la vez, Laura es poeta, entonces sus observaciones e imágenes logran ser muy sutiles y exactas. Les dejo algunas frases que marqué.

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¿Qué es traducir?

¿Cómo es que leo una oración en inglés y mi cerebro elige y ordena palabritas en castellano? A veces trato de frenar el mecanismo en algún punto para observarlo y creo enloquecer.

Y en las épocas en que no traduzco, ¿en qué empleo ese mecanismo tan específico de traspaso? ¿En procedimientos mentales que no lo necesitan, entorpeciéndolos?

*

Traducir es ir pegada a la espalda de alguien.

*

A veces para traducir un poema intentamos meternos en la mente del autor bastante más hondo de lo que se metió él mismo.

Realmente no sé quiénes nos creemos que somos.

*

Es la última escena del libro que vengo traduciendo hace meses y la narradora pone la radio del auto y yo pongo la misma canción para las últimas líneas de mi traducción porque quién soy si me sacan los rituales.

*

Traducir rápido es como galopar: viene el impulso y nos pone a teclear como si fuéramos un caballo espoleado, de pronto sentimos que vamos cubriendo terreno, llenamos de letras la pantalla en blanco como el caballo deja doble huella en la tierra sin pasto. 

(Claro que después habrá que volver sobre las huellas)

Si les interesó, acá hay una linda columna de Martín Kohan sobre el libro, y acá una entrevista que le hice a Laura en diciembre pasado, en el marco del ciclo Conversaciones del Museo Malba (en la que también hablamos largamente de su poesía y de los libros que escribe para niños y niñas).

Otro poeta que se dedica a la traducción cotidianamente es Ezequiel Zaidenwerg (a quien ya mencionamos en otro Hilo sobre la escucha por su proyecto de lectura de poemas Orden de traslado). En su página web (y antes en su blog), traduce desde 2005 un poema por día, como ejercicio y como manera de dar a conocer obras a las que de otra manera no accederíamos. Pero también fue más allá y publicó un libro divertido e inquietante llamado 50 Estados. 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos en el que supuestamente selecciona, compila y traduce la obra de otros, y en el que incluye también entrevistas a esos poetas. Pero digo “supuestamente” porque el libro es un artefacto todo armado por él mismo. Esos 13 poetas a los que traduce no existen, sino que son inventos suyos a través de los cuales leemos distintos tonos y estilos de poesía: hay algunas voces más líricas, otras más confesionales, otras más narrativas, o lisérgicas. Y para las entrevistas, confiesa que se valió de las respuestas de un puñado de amigos y amigas escritoras que se prestaron al juego de responder preguntas como si fueran otros. Esta interesante antología ficcional llena de heterónimos recuerda, claro que sí, a los distintos enmascaramientos de Pessoa, y también a las Vidas imaginarias de Marcel Schwob pero en el siglo XXI. Si quieren saber más del proceso del libro, y de cómo piensa su autor, pueden consultar esta entrevista que le hizo Hernán Vanoli para la revista Crisis en 2018.

Lost in Translation

Pasemos ahora a la experiencia de aquellas personas que tienen que usar más de una lengua en su vida cotidiana. Que están todo el tiempo traduciendo mentalmente o switcheando entre un idioma y otro para pensar o para darse a entender. Esto es particularmente notable en niños y niñas que tienen, por ejemplo, una madre de una nacionalidad y un padre de otra, y que logran aprender a hablar las dos lenguas a la vez con bastante más naturalidad que los adultos que intentamos de más grandes aprender de cero un nuevo idioma.

Hay dos libros puntuales que leí en los últimos años que de alguna manera tratan sobre esto. El primero es Vivir entre lenguas, de la escritora y profesora argentina Sylvia Molloy, radicada hace muchos años en Estados Unidos. En este pequeño volumen publicado por Eterna Cadencia, Molloy va hilvanando recuerdos de su infancia y adolescencia caracterizados por el plurilingüismo. Es que ella hablaba en español con su madre, en inglés con su padre, en una mezcla de los dos con su hermana, y en francés cuando estudiaba. Cada idioma cumplía una función afectiva y ocupaba distintos espacios de su vida. “¿En qué lengua se despierta el bilingüe?”, se pregunta. Y también: “¿En qué lengua soy?”. Es muy inteligente Molloy, y súper culta, así que llena estos fragmentos de reflexiones y de referencias literarias. Pero los más entrañables, a mi entender, son los que arrojan un manto de dudas sobre la pertenencia y pertinencia de cada lengua para cada situación puntual, como si hubiera ahí una inestabilidad deseable y accesible solo para quienes dominan varios idiomas a la vez. Las demás tendremos que conformarnos con los sentidos de una sola lengua, sin hacer esos cruces tan fecundos. Para terminar con Molloy, va esta cita: 

Me pregunto cuál será la lengua de mi senilidad, si en ella caigo, y en qué lengua moriré. ¿Seré trilingüe o en los desechos que emita primará una lengua sobre las otras? Por otra parte me alivia el hecho de que, por una vez, no tendré que elegir. 

Y hablemos brevemente también del ensayo narrativo de la mexicana Valeria Luiselli, Los niños perdidos. Un libro duro y bello construido a partir de las 40 preguntas que los niños indocumentados que llegan a EE.UU. deben contestar ante la corte migratoria si es que quieren quedarse en ese país. Luiselli, que vive en Harlem hace una década, comenzó a trabajar como traductora de los niños a la hora de llenar esos cuestionarios, y así conoció de primera mano el complicadísimo proceso legal por el que tienen que pasar y se dejó conmover sobre todo por sus historias de desamparo y violencia. Como intérprete de esos relatos, y con la responsabilidad de redactarlos de tal forma que generen el efecto deseado en las audiencias, Luiselli se sumerge por completo en las experiencias de esas familias y empatiza con su dolor, sin por eso dejar de ser aguda y reflexiva al momento de volcar sus impresiones. (Gran parte de este material y de estos temas aparecen también en su novela Desierto sonoro, más ficcionalizados.)

La traducción como cofradía

Repasemos brevemente tres experiencias de traducción que demuestran que se trata de procesos que pueden hacerse en comunión con otros.

  • El ejemplo quizás más famoso sea el de la traducción colectiva de la novela polaca Ferdydurke, escrita por Witold Gombrowicz. Adolfo de Obieta (hijo de Macedonio Fernández y amigo de Witoldo) cuenta que la experiencia fue un desquicio: “Se trataba de transponer al español el libro de un polaco que apenas sabía español, con ayuda de cinco o seis latinoamericanos que apenas sabían un par de palabras de polaco. Y todo, en mesas de café y en un ambiente a menudo digno del absurdo ferdydurkeano. En ocasiones, Gombrowicz le tomaba gran afecto a una palabra española cuyo sentido no comprendía bien y la imponía porque su sonoridad o su fisonomía le parecían evocadoras…”, cuenta. Entre ese grupo de latinoamericanos estaba el cubano Virgilio Piñera, que en general se comunicaba con Gombrowicz en francés. Como sea, en 1947 lograron publicar la novela en Argentina en la editorial Argos, y esa edición sirvió para realizar la versión francesa también.
  • Ya más cerca del presente, en 2021 se estrenó el ciclo Alta Traición, que consiste en una serie de videos presentados como “bitácoras de traducción” en los cuales “traductores acercan la literatura del mundo en sus propias voces”. Se pueden encontrar por ejemplo videos de Eduardo Berti traduciendo a Boris Vian, de Matías Battistón sobre su experiencia de traducción de Beckett, o de Andrés Ehrenhaus hablando y leyendo a Dylan Thomas. Está bueno acceder a autores gracias a ellos y también conocer sus procesos de trabajo. 
  • Por su parte, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires es un blog que funciona desde 2009 en el que se comparte información y se fomentan discusiones sobre el oficio. Comandado por Jorge Fondebrider, es un sitio que va documentando también el estado de la situación y que comparte una larguísima lista de aportes que hicieron muchos traductores y traductoras en medios nacionales e internacionales. También tiene información sobre subsidios y ayudas de diversos países y cada tanto hacen reuniones de manera presencial.

Elegía al Che

Un experimento con Google Translate

En tiempos en los que la tecnología está tan a mano, me pareció interesante experimentar con ella y jugar con la traducción. Así que tomé un poema de Idea Vilariño, una poeta uruguaya que en general usa el lenguaje de manera bastante directa, y me lancé a hacer algunas pruebas, a ver qué pasaba. Les comparto los resultados. Spoiler: los traductores (de carne y hueso) en la poesía son importantísimos para no tergiversar las intenciones, el ritmo y la sonoridad de los poemas.  

El poema original de Idea Vilariño es este. 

Ni con delicadeza
ni con cuidado.
Acaso
tiene delicadeza
vivir
romperse el alma.

Pues bien, lo pegué en el Google Translate y lo traduje al ucraniano. El resultado lo volví a pegar y lo traduje de nuevo al español. Quedó esto.

No delicadamente
no con cuidado
quizás
tiene delicadeza
en vivo
romper tu alma

Este resultado lo volví a traducir, esta vez al islandés. Y de nuevo su resultado lo traduje al español, porque no se entendía nada. Quedó así: 

en un regalo
no con precaución
cuestionarios
son frágiles
vivir
romper tu corazón

Se puso rara la cosa. Por último, tomé este poema y lo traduje al turco, y eso de nuevo al español. Resultado final:

un regalo
no es cuidadoso
encuestas
son frágiles
vivir
romper el corazón de alguien

A ver, este jueguito sencillo lo podría haber seguido muchas vueltas más y observar cómo cada vez quedaba menos Vilariño acá. De todas las operaciones entre lenguas, me impresiona que el verso “romperse el alma” del final de poema, con esa palabra “alma” tan asociada históricamente a la poesía, se haya transformado en “romper el corazón de alguien”, por ejemplo. Y a la vez cómo persiste el verbo “vivir”, ¿no? Un significado universal. Las invito a hacer sus propias pruebas. O incluso a traducir otro tipo de textos y volver al español, a ver qué transformaciones automáticas nos sorprenden esta vez.

Cantar en otro idioma

Antes de terminar, pasemos al apartado musical de esta quincena. Les dejo por acá interpretaciones de diversos músicos cantando en una lengua que no es la suya. ¿Cantarán por fonética? ¿Se habrán sentido cómodos intentándolo? Muchas veces se traducen sus canciones para conquistar otros mercados y siempre un poquito se nota que está forzado. Pero en estos temas que elegí, no tanto. Bueno, depende en cuál.

  • “Peperina” en inglés. Este clásico de Charly me gusta también en la lengua del imperio. “I Love You I Hate You Give Me More”. 
  • Only Love Can Sustain, de 1979, es el disco entero que Luis Alberto Spinetta grabó en inglés. Estuvo producido por Guillermo Vilas (amigo personal de la familia y padrino de Dante) y se grabó en EE.UU. con la participación de casi cien músicos. Parece que a Spinetta lo trataron como a una estrella rutilante y lo pasearon en limusina. Las canciones son pop medio jazzeras, con arreglos excesivos para mi gusto. Es de hecho el único álbum de su carrera en el que el Flaco no fue productor artístico… Cuestión que el álbum no funcionó y pasó rápidamente al olvido. Es que es tan raro escuchar a Spinetta cantar en otro idioma. Como que pierde toda su naturalidad.
  • Jonathan Richman (frontman de The Modern Lovers y también el músico que aparece cantando en Loco por Mary) suele interpretar canciones en italiano y en español con un encanto sutil y rítmico. Me encanta Jonathan. Y cuando tocó en Buenos Aires en 2010 en el Salón Real, probó algunos de esos temas y todas terminamos bailando un poco. Les dejo las canciones “Cosi veloce” y “A qué venimos sino a caer”. 
  • Dan Bejar es un músico canadiense más conocido como Destroyer que también se animó a cantar el español con un resultado dignísimo (bueno, no soy muy objetiva porque me gusta mucho todo lo que hace y aprovecho este espacio para pedir por enésima vez que lo traigan a tocar al país, aunque sea a uno de esos festivales multitudinarios, por favor les pido). Su disco Five Spanish Songs, de 2013, reúne canciones del español Sr. Chinarro con una interpretación muy sensual y adorablemente torpe. Lo banco siempre. 
  • Y Mike Patton, el cantante de Faith No More, también se probó en italiano con su disco Mondo Cane, en el que interpreta canciones tradicionales del pop tano de los años 50 y 60 interpretados por una gran orquesta de sesenta músicos. Se los dejo por acá.

Cabeza de buey

Ahora sí, me despido hasta dentro de quince días. 

Ojalá este Hilo te haya dado ganas de aprender una lengua nueva. O de intentar traducir chapuceramente un texto o una canción, a ver qué te sale. Es muy divertido y liberador el ejercicio. 

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Gracias por leer, y por favor cuidate mucho.

Malena

Soy licenciada en Letras por la UBA y trabajo hace muchos años en la industria editorial. Fui editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Formo parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tengo un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumulo en mi biblioteca. Lo que más me gusta es viajar.