Todos despiden a la globalización menos vos

Estados Unidos aprieta el acelerador en la batalla tecnológica contra China. El fantasma de la relocalización recorre el mundo.

¡Buen día!

Es un placer darte la bienvenida a una nueva edición de Mundo Propio, un newsletter de política internacional en el que, si quisiéramos, podríamos hacer chistes sobre la tecnología 5G y la abstinencia sexual, por ejemplo, pero preferimos no hacerlos por cuestiones de sofisticación. O eso creemos. 

Hoy tenemos una edición cargada, así que empecemos con una historia importante.

HUAWEI, GUERRA FRÍA Y LA ÉPOCA DE PENSAR LOCAL

El viernes Trump reabrió el frente tecnológico con China. Lo hizo con una medida que limita la capacidad de Huawei de adquirir tecnología estadounidense en el exterior. Los argumentos fueron de seguridad nacional y apuntan contra la empresa china que lidera el desarrollo en 5G, la próxima red de comunicaciones móviles que será central en el mundo que se viene (si no sabés qué es 5G y por qué tanto rollo, intenté explicarlo en esta nota).

El contexto. El gobierno de Estados Unidos ya ha vetado a Huawei en la construcción de sus redes nacionales de 5G e insta a países aliados a hacer lo mismo. Pero también ha tomado otras medidas que limitan las exportaciones de insumos tecnológicos de empresas estadounidenses a Huawei, que solo lo pueden hacer mediante licencias especiales de exportación. Una ventana de escape que había encontrado la empresa china era adquirir esos insumos estadounidenses –mayormente semiconductores– mediante empresas extranjeras que también los comercializaban. Esa ventana es la que se cerró el viernes.

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Por qué es importante. Trump había moderado el pulso con Huawei tras la última tregua comercial con China, un pedido que no venía únicamente desde Beijing –que considera a la empresa como una punta de lanza en sus objetivos de desarrollo– sino también desde compañias estadounidenses que se veían afectadas por el cese de ventas. La medida vuelve a abrir la batalla tecnológica con China en un momento donde la tensión ya es de por sí alta. Es importante también porque las consecuencias para Huawei pueden ser severas. La empresa, que sigue siendo muy dependiente de los semiconductores estadounidenses, admitió que su supervivencia se encuentra en riesgo. TMSC, la empresa taiwanesa que es la mayor productora de semiconductores del mundo, ya avisó que dejará de venderle a Huawei, uno de sus principales compradores.

Quiero que empecemos a hacer zoom out con esta historia y veamos tres aristas que ayudan a entender buena parte del momento global y su futuro inmediato. Para esto conversé con Esteban Actis, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, y Juliana González Jáuregui, directora de la cátedra de estudios sobre China de FLACSO. 

1) La batalla tecnológica entre Estados Unidos y China

Desde que comenzamos a escribirnos hace casi un año (andá pensando qué hacemos para festejar el aniversario) una de las cosas en la que ahondamos bastante fue que detrás de la batalla comercial entre EEUU y China se encuentra la disputa tecnológica. Y que es esa disputa la que en definitiva va a condicionar la relación entre ambas potencias, con su consiguiente impacto en el tablero global. 

El pulso con Huawei es un gran síntoma de esa batalla. En este caso se da en 5G, un terreno –comunicaciones móviles– que ocupa un rol central en el ecosistema digital del futuro y donde China va ganando: no hay otra empresa con el nivel de desarrollo y capacidad de brindar equipamiento a escala global y bajo costo como Huawei. Al ser un terreno tan sensible (hablar de comunicaciones móviles es hablar de un volumen gigantesco de datos e información personal), EEUU alza la bandera de la seguridad nacional y le dice a sus aliados que construir 5G con Huawei es habilitar el espionaje, que cómo le vas a dar tus datos a los comunistas chinos, ¿vos estás loco? 

Pero es una estrategia puramente defensiva, y ahí su problema: Estados Unidos no ofrece –porque no tiene– una contraoferta. No hay un Huawei yanqui. Pero sabe que todavía tiene muchas cartas para jugar, que el rótulo de primera potencia no lo tiene por nada y se basa también en su propio desarrollo tecnológico. En definitiva: que no todo es Made in China. Y Huawei, así como otras empresas chinas, todavía sigue dependiendo de los insumos tecnológicos estadounidenses para subsistir. Porque así está establecido en la cadena global de valor. Entonces decide que es momento de hacerlo valer. 

China, mientras persigue el sueño de la autosuficiencia, enfrenta el dilema de cómo responder. El domingo, su ministro de comercio avisó que Beijing analiza tomar represalias contra empresas estadounidenses como Apple, Cisco o Qualcomm. Pero también sabe que no es el mejor momento para tensar la cuerda y si la escalada se desborda sus objetivos de desarrollo pueden verse detenidos. La carrera por encontrar proveedores alternativos se ha acelerado. 

Volviendo al campo estadounidense, Actis me habló de una trifecta de movimientos con el objetivo de balancear el terreno de juego. Además de la medida del viernes, la administración Trump festeja por la decisión de la empresa TSMC –la de semiconductores que mencioné unos párrafos más arriba– de abrir una planta en Arizona. La tercera es la medida del Departamento de Estado, que va a exigir un “camino limpio” en todas las comunicaciones diplomáticas bajo la red 5G, negándole acceso a proveedores chinos como Huawei o su escolta ZTE. 

Para González Jáuregui, Estados Unidos está centrando la guerra tecnológica en Huawei, pero está perdiendo de vista la expansión de otras empresas chinas, vitales para lo que se conoce como “La Ruta de la Seda digital” y cuyo crecimiento empieza por Asia Pacífico. Estas empresas son fundamentalmente tres: Baidu, que seguro lo conozcas como “el Google chino”, que está experimentando con inteligencia artificial (IA) en autos autónomos; Alibaba, otro gigante que comenzó como plataforma de comercio electrónico y se reprodujo a otras áreas como la construcción de ciudades inteligentes; y Tencent, la empresa que alberga a WeChat, también conocido como “el WhatsApp chino que tiene hasta sistema de pago incluido”, y está experimentando con IA en campos como la medicina. Estas empresas, me dijo Juliana, por ahora no están siendo atacadas por EEUU. Hizo hincapié en el “por ahora”.

La decisión de Trump del viernes es un dolor de pecho para Huawei y las ambiciones chinas en 5G. Pero es importante entender a ese dolor como producto no de una puñalada sino del retiro del material punzante. Ese proceso se llama desacople. Hacía ahí vamos. 

2) El Gran Desacople

Una de las grandes diferencias entre la competencia de la Guerra Fría del siglo pasado y esta es que así como la interdependencia económica entre la URSS y EEUU era casi nula, la de EEUU con China es altísima. El jueves pasado Trump dijo que está dispuesto a “cortar toda la relación con China”. Se refería, principalmente, al desacople. 

El desacople implica revertir la interdependencia económica entre ambos países al desmantelar –voluntariamente– las cadenas globales de valor que los unen. Esta interdependencia está en el corazón del proceso de globalización de los 90, y es la manera en la que Estados Unidos decidió integrar a China en la economía global. La carcasa del iPhone de tu prima reza: «Diseñado por Apple en California, montado en China». Trump quiere que esto deje de ocurrir. No está solo: es un consenso compartido cada vez más por las elites políticas y militares de Washington y de Beijing, que ven a la autosuficiencia como un pilar clave en su modelo de desarrollo a futuro.

En ambas administraciones han ganado preeminencia las voces que sostienen que la mejor manera de lidiar con la otra superpotencia es reduciendo la interdependencia. El primer foco, y que explica por qué es un objetivo compartido por las elites de seguridad, es en las cadenas de valor en tecnología, aunque se extiende al resto de las industrias. Trump quiere relocalizar la producción en Estados Unidos o en la denominada “Red de Prosperidad Económica”, que incluye a países amigos como Australia, Corea del Sur, India, Vietnam o Japón. El apuro ha brotado con la pandemia. 

Una de las grandes preguntas que flotan la arista es cuál va a ser el grado de adhesión de las empresas nacionales. Trump aspira a conseguirlo con recortes de impuestos y otros incentivos, y tiene palos por si no funcionan las zanahorias. Actis me apuntó que algo importante cambió con la pandemia: la retórica anti-China desplazó a la economía como boleto para la reelección, ante la magnitud de la crisis. Si antes las empresas jugaban un rol más fuerte forzando a Trump en dar marcha atrás, y este se veía obligado a cuidar el libreto económico, esos incentivos ya no existen más. “Lo único que le queda es tensar la relación con China”, me dijo. 

Un punto más. El desacople es una cirugía de alta complejidad: esta interdepencia está en la base de la economía global. Por eso no es lo mismo quien la comanda: las elecciones de noviembre importan también por esto. 

Pasemos a la tercera arista. 

3) Todos despiden a la globalización menos vos

No es únicamente Trump quien puja por alterar las cadenas globales de valor. Aunque el sentido no sea el mismo, otras potencias como Japón, la Unión Europea y o India han hecho hincapié en relocalizar la producción fuera de China para reducir la dependencia y trasladarlas a lugares más cercanos geográficamente. 

La frase de Narendra Modi, que hasta hace poco era uno de los últimos defensores acérrimos de la globalización en foros como el de Davos, lo puso así: “El coronavirus nos ha enseñado la importancia de las cadenas de suministro locales. La época nos ha enseñado a pensar local». Emmanuel Macron, otro famoso abanderado, comentó: “Tenemos que reducir nuestra dependencia del exterior en sectores estratégicos, proteger nuestras inversiones y ser más ambiciosos para atraer o relocalizar industrias clave”. 

Grandes frases motivan grandes tapas:

Para ser claros, el pesimismo, además de los cambios en la producción, las inversiones y el comercio, incluye el augurio de fronteras más cerradas, con menos movilidad de personas, entre otras cosas. Y no tiene que ver principalmente con las sospechas sobre la tecnología china: la pandemia ha enseñado el riesgo de que buena parte del material sanitario se produzca en China, así como otros insumos estratégicos. 

También podemos diferenciar al fin de este modelo de globalización con el fin de la globalización como tal. Hay muchas cosas para decir sobre la crisis de la globalización. Hoy quiero que nos enfoquemos en esto: al cuestionamiento de la hipercentralización de la producción en China, una tendencia que ya estaba presente pero se acelera y toma otro rumbo con la pandemia, se le agrega el componente geopolítico. 

En palabras de Esteban Actis: “Lo que vamos a ver, sobre todo en el sector tecnológico pero también en otros sectores, es la relocalización de esas cadenas globales de valor, de la inversión y el comercio. Y si antes se ponderaban únicamente los costos –logísticos o laborales– ahora la condición principal van a ser los riesgos geopolíticos, con la disputa entre Estados Unidos y China como tensión central, demandando condiciones a sus capitales nacionales y aliados internacionales”. 

Esto tiene varios significados posibles. Uno podría ser que la pandemia, a diferencia de lo que suele percibirse, abre también espacios de oportunidad para Washington en detrimento de Beijing. Otro puede ser abordado en clave regional: es cada vez más importante para el resto del mundo, y especialmente para quienes tengan una dependencia elevada en ambas potencias, desarrollar una inserción quirúrgica. Los márgenes de acción, en un tablero global cada vez más bifurcado, se reducen considerablemente.

NETANYAHU RENUEVA EL PULSO POR LA ANEXIÓN DE CISJORDANIA

El domingo comenzó formalmente el nuevo gobierno de Israel, una coalición conformada principalmente entre el Primer Ministro Netanyahu y Benny Gantz, el opositor centrista más votado en las últimas elecciones. Según el acuerdo, este lo relevaría a Bibi en el poder en 18 meses, mientras controla por ahora carteras de peso como Relaciones Exteriores y Defensa. 

En su discurso: Netanyahu habló de extender la soberanía israelí y prometió formular para julio un plan de anexión de los asentamientos colonos en Cisjordania y el Valle del Jordán, un 30% del territorio que, junto con la Franja de Gaza, conforman el territorio de Palestina. Esta respondió al anuncio dando por finalizados los acuerdos de Oslo (1993) con Israel y EEUU.

Netanyahu: que ya había prometido la anexión en campaña, se encuentra seriamente golpeado por un juicio de corrupción en el que es acusado de fraude, soborno y abuso de poder. El domingo tendrá que comparecer personalmente ante la justicia. El arreglo con Gantz, motorizado por la pandemia, le ofrece un salvavidas inmediato para seguir en el poder y una mejor posición para enfrentar los cargos. 

Para entender el pulso renovado por la anexión parcial de Cisjordania –causa que comparten ambas cabezas del gobierno– hay que volver a enero (parecen años en el calendario pandémico), cuando hablamos sobre el acuerdo propuesto por Estados Unidos para alcanzar la “paz” entre Israel y Palestina. El acuerdo prometía una solución de “dos Estados” con un 70% de Cisjordania para Palestina –es decir, avalando la anexión israelí de asentamientos y el Valle de Jordán– mientras incluía otras cláusulas inaceptables para las autoridades palestinas que, por supuesto, lo rechazaron de cuajo. Netanyahu propone avanzar con el plan estadounidense de todas maneras, al menos en el área de la anexión. 

Como aquella vez, volví a llamar a Ezequiel Kopel, periodista argentino especializado en Medio Oriente, para que me comparta sus impresiones.

Kopel no cree que Netanyahu vaya a avanzar en la anexión por el momento. “Está haciendo lo que hace siempre: situarse entre el centro y los extremos. El anuncio funciona porque corre el foco de sus problemas legales y une a su base de derecha, mientras se asegura un salvoconducto: si no sucede nada puede decir que fueron los elementos centristas de la coalición quienes no lo dejaron hacerlo”. 

Algunos elementos que aporta Kopel y conspiran contra la anexión efectiva:

  1. El Ministerio de Defensa israelí que controla los asentamientos en Cisjordania ya ha avisado que cualquier anexión necesita de una inyección importante de dinero para llevarse a cabo. No parece la mejor inversión en momentos de pandemia, donde la economía va a quedar severamente golpeada.
  2. La anexión es una línea roja para las monarquías del Golfo y otros países árabes como Egipto o Jordania, que se han acercado a Israel en los últimos años con el rechazo a Irán y el sponsor de EEUU como pegamento simbólico. La causa palestina, entre otras cosas por esto, es cada vez menos gravitante en el Mundo Árabe; e Israel mantiene un status quo regional que le funciona. ¿Para qué ponerlo en juego?
  3. Avanzar con el acuerdo propuesto por EEUU implica un Estado con menos territorio y capacidades para Palestina, pero es un Estado al fin, y Netanhayu se ha opuesto a esa idea desde su llegada al poder. Utilizar el acuerdo como marco deja abierta la puerta a esa posibilidad, rechazada por parte de la base radical interna a la que la anexión busca apelar.
  4. Si bien el embajador estadounidense en Israel dijo que Washington estaba dispuesto a avanzar con la anexión, voces del Departamento de Estado recuerdan que el acuerdo está sujeto a un mínimo de diálogo con Palestina, que hoy no existe. Washington por ahora ha mostrado cautela ante el anuncio, en contraste del júbilo que exhibió cuando presentó el plan. Al margen de esto, Israel sabe que en noviembre hay elecciones, y una presidencia de Biden podría ponerle freno a cualquier anexión. 

“No lo veo por ahora, pero con Netanyahu puede pasar todo. Es capaz de hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder. Si más adelante se ve acorralado podría usar la anexión para retomar el control. O dar un último golpe si ya sabe que va a caer”, agrega Kopel.

Hay dos cosas para mirar del nuevo gobierno israelí. La primera es el frente judicial de Netanyahu, que va a condicionar sus movimientos. La segunda es qué va a pasar con el acuerdo de relevo de poder entre él y Gantz. “Tengo mis dudas de que eso vaya a ocurrir. Nada garantiza que Netanyahu no se pase estos meses intentando desgastar a Gantz para desarmar la coalición y forzar unas nuevas elecciones en las que pueda hacerse otra vez como Primer Ministro”, cierra Kopel.

ATENCIÓN, ATENCIÓN, EL EJE FRANCO-ALEMÁN ENTRÓ EN ACCIÓN

Qué pasó: Alemania y Francia han presentado una propuesta conjunta para que la UE desembolse 500 mil millones de euros como plan de rescate ante la crisis. La suma, si bien menor a lo que se venía discutiendo en Europa, tiene como novedad la financiación mediante la emisión de deuda conjunta. El fondo sería distribuido en calidad de subsidios –y no de préstamos– a los estados más afectados. El reembolso sería a través del Presupuesto Europeo. 

Por qué es importante: La maniobra marca un giro en la posición alemana, que se negaba a la emisión de deuda conjunta y la distribución vía subsidios de los fondos. Es un salvavidas a la Comisión Europea, que no conseguía aportar una vía intermedia en el debate por la solidaridad económica entre el Norte y el Sur. El Norte, mediante voceros como el Primer Ministro austriaco, ya avisó que se va a oponer al plan, pero una vez que el eje franco-alemán –el núcleo de la UE– se pone en marcha es difícil frenarlo. Todavía quedan algunas incógnitas, como los criterios para definir qué zonas son las más afectadas, pero la maniobra promete destrabar un pedazo importante del debate urgente. La clave es si ese eje puede seguir funcionando para destrabar otros asuntos. Y si es suficiente para abordar la magnitud de la crisis europea.

PICADITO

  1. Bolivia: detienen al Ministro de Salud por sobreprecios en la compra de respiradores.
  2. China inicia sus sesiones anuales; hay expectativa por balances y objetivos ante la crisis.
  3. Finalmente, Brasil habilita el uso de cloroquina; un diputado bolsonarista muere horas más tarde a causa de un tratamiento con la droga.
  4. Macron pierde la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional tras la escisión de 17 diputados.
  5. Tras 26 años como fugitivo, detienen en París al banquero del genocidio de Ruanda.

QUÉ ESTOY SIGUIENDO

Después de meses en cuarentena, las protestas han regresado a Chile. Localizadas en el Área Metropolitana de Santiago, el epicentro de la pandemia, varias comunas se han movilizado por la falta de alimentos y otras ayudas en el marco de la cuarentena. Hubo enfrentamientos con Carabineros y hay más de una docena de detenidos. Chile registró ayer 35 muertos y 4.000 nuevos casos de contagio en solo 24 horas. Mientras el confinamiento en la zona se estira hasta fin de la semana que viene, las escenas son un recordatorio: el levantamiento que protagonizó el año pasado se vio pausado pero para nada terminado con la pandemia.

QUÉ ESTOY LEYENDO

Me gustó mucho esta entrevista (en portugués pero con traductor va joya) al filósofo Vladimir Safatle, especialmente el paralelismo entre las “camisas negras” de Mussolini y los seguidores de Bolsonaro, dispuestos a morir por la revolución conservadora. Es un buen recordatorio para evaluar escenarios alternativos a la destitución cercana.

LO IMPORTANTE

Si esta semana te sentiste medio boludo o boluda, si te asustas porque cada vez lográs concentrarte menos y te preguntas qué va a ser de tus neuronas, quiero que sepas que siempre puede ser peor. O si no mirá lo que le pasó a este diputado uruguayo de Cabildo Abierto, la derecha militarista, que quiso hacer un alegato contra los manuales educativos y terminó confundiendo un chiste con una proclama real. 

La postal de esta semana nos la donó Lilly Wachowski, una de las directoras de Matrix, que aprovechó que Elon Musk e Ivanka Trump hablaban en tuiter de tomar la “Red Pill” (pastilla roja), un concepto nacido en su película que fue resignificado por la extrema derecha, para mandarlos a ambos a la mierda. 

Necesito un poco más de esa actitud.

Nos leemos el jueves.

Un abrazo,

Juan

Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.