Siete ventanas, siete destinos posibles del arte

La ventana separa el adentro del afuera, es un umbral que puede llenarse de misterio o revelar más de lo previsto. En este Hilo abrimos y cerramos ventanas de la historia del arte, la poesía, el cine y el psicoanálisis como destinos inesperados y posibles.

Hola, ¿qué tal? Espero que estés lo mejor posible. Yo bien, con mucho trabajo, para variar. Tratando de balancear la energía y los deadlines. Hay días que me sale mejor y otros en los que termino muy cansada. Mientras escribo esto, mi vecina violinista ensaya con otros músicos a metros de mi ventana y me llega un sonido reconfortante y antiguo a la vez. A veces necesito apoyarme en estos paisajes sonoros y evadirme. Apagar por un rato la radio y sus noticias, que fueron demasiadas en los últimos días.

Para entrar rápidamente a lo que nos convoca, hoy se me ocurrió hablar de un objeto cotidiano y necesario que funciona como umbral. Me refiero a las ventanas, justamente, y a toda la interacción que permiten. Quiero ocuparme de ellas y de sus emplazamientos de una manera levemente distinta a como hago siempre. Voy a hacer una lista de ventanas. De entradas y salidas a ventanas famosas de diferentes manifestaciones artísticas. Pueden saltar de una ventana a otra, pueden abrirlas y cerrarlas, o dejar todas abiertas al mismo tiempo. Es que las ventanas son esos espacios límite que separan la intimidad de lo que hay en el exterior. Son la forma que tenemos de ventilar los ambientes, de que entre el aire y salga el tufo. De sacar la cabeza o expandir la vista. A su vez, la ventana provoca muchas metáforas. La más obvia es la de abrir nuevas “ventanas” en la computadora (del sistema operativo Windows). Mientras tipeo, miro de costado por la ventana de casa a la calle a través de las rejas. Vivo en una planta baja, así que veo dos árboles de tilo sin hojas, que sé que brotarán en breve, y algunos autos gris pálido al nivel del suelo. Está todo bastante quieto y calmo. Pero si miro delante mío, hay 16 ventanas abiertas en mi navegador: del mail al drive, de las noticias a los chats instantáneos. Mucho movimiento y estímulo. Todas estas ventanas virtuales no sé si expanden o constriñen mi mundo.

Empecemos ya mismo a visitar ventanas. A conocer ventanas nuevas.

UNO. Mujeres en el umbral

Me sincero y les cuento que este Hilo se me ocurrió cuando leí una nota de Guadalupe Treibel en el suplemento Las12, de Página/12. Ella, que siempre está atenta a cosas curiosas que suceden por el mundo, reseñó una exposición en la Dulwich Picture Gallery

de las afueras de Londres llamada justamente Reframed: The Woman in the Window, que me encantaría ver. Es que reúne unas cincuenta obras de los últimos tres mil años (!!!) en las que el tópico de la mujer en la ventana es el hilo conductor. La curadora, una historiadora llamada Jennifer Sliwka, cuenta que le interesó en particular que la gente note que los artistas han usado el dispositivo de la ventana como un portal entre lo real y lo imaginario, entre lo sagrado y lo profano y entre lo público y lo privado. Lo que salta a la vista en su selección de obras es que provoca multiplicidad de lecturas. Por un lado, la mujer en la ventana confinada en los espacios privados que anhela un afuera que no le está permitido; por otro, la mujer cosificada o alienada que usa la ventana como espacio de escape. Pero también la mujer doméstica o sensualizada que es vista por otro (el pintor, en primer lugar) mientras está en la ventana. O que se cuelga mirando para afuera sin mucha explicación. Aprovechando la exposición y el tópico, usaremos cuadros con mujeres en ventanas para ilustrar el newsletter. Elegí imágenes de distintas épocas y de distintas estéticas para acentuar justamente esta transversalidad.

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Johannes Vermeer, Mujer leyendo una carta con la ventana abierta (1657–1659)

DOS. Ventanas del mundo, unidas

Durante el confinamiento estricto de 2020, descubrí una web hermosa que no me canso de recomendar. Se llama Window Swap. La idea es sencilla y perfecta: distintas personas (de las que solo conocemos su nombre de pila), filman con cámara fija una ventana de su casa (de adentro hacia afuera) durante unos cinco minutos y la suben a esta web, consignando en qué ciudad del mundo están. Y las que entramos hacemos clic y aparecemos ahí, en esa casa, mirando fijamente esa ventana. Ahora, por ejemplo, caí en la casa de Eunmee, en Seúl, Corea del Sur. Está nevando mucho afuera y se ve un árbol en primer plano y más al fondo una autopista con bastante tráfico en ambas direcciones. Qué hipnótica es la nieve al caer. Hago clic y cambio: ahora espío por un gran ventanal de la casa de Donik, en Sozopol, Bulgaria. Parece un lugar de veraneo, porque se ve mucho mar con rocas, algo de viento y un cielo que parece acercarse al atardecer. La web tiene la opción de activar o no el sonido ambiente: se escucha una suave música de fondo que no logro descifrar, pero parece de la radio.

Me fascina esta web, podría quedarme horas mirándola y trasladándome. El hecho de que nos dejen mirar por sus ventanas me parece de una sutileza inusitada. A veces espiamos en el video un poco del interior de las casas, sus decoraciones. Pero no se siente invasiva la intromisión. Es más bien un gesto amable el de compartirnos esa visión de su porción del mundo. Además, me encanta no saber dónde voy a caer, ni en qué estación del año está el lugar y tratar de adivinarla. El contraste entre lugares calmos y naturales y entornos urbanos abarrotados de rascacielos es notable también. En un momento en el que cuesta tanto viajar, o incluso escapar de nuestra mente, sitios como este son un hallazgo para salir del agujero interior. Usé mucho esta web como disparadora de consignas de escritura (si sos docente de cualquier asignatura, recomiendo inventar algo con ella).

Henri Matisse, Mujer en la ventana

TRES. Pontalis siempre al lado de una ventana

“Podría marcar las etapas de mi vida como una sucesión de ventanas que se abren”, dice Jean-Bernard Pontalis (1924–2013) en su hermoso libro Ventanas. Si no lo conocen, les cuento que Pontalis fue un escritor y psicoanalista francés que trabajó con Sartre en la revista Les Temps Modernes, que participó en los célebres Seminarios de Lacan y que tradujo para Gallimard a Freud y a Winnicott. Escribió más de quince libros, de los cuales varios están editados en español en la editorial Topía. Este volumen es pequeño y delicioso, y está compuesto no de ensayos teóricos, sino de reflexiones bastante íntimas que forman lo que él llama un “pequeño léxico de uso personal”. Con escritos breves de una o dos páginas, va pasando por tópicos como el sueño, el llanto, su rol como analista, la vejez y, claro, las ventanas. Podemos pensar que cada uno de estos textos es como una ventana que se abre y queda abierta, con ideas para que pensemos sobre él, sin cerrarla ni clausurar ninguna interpretación. Si quieren saber más, acá hay una interesante lectura sobre el libro en la pluma de Tomás Abraham.

CUATRO. La que separa y atrae, según Rilke

Y justamente el libro de Pontalis me llevó a un poema muy bello de Rainer Maria Rilke, que el psicoanalista usa como epígrafe. Rilke la verdad que no necesita mucha presentación. Les dejo un fragmento porque justamente habla de la ventana como lo que separa y atrae, como lo que muestra y refleja al mismo tiempo.

Ventana, tú, oh medida de espera
tantas veces ocupada
cuando una vida se impacienta entera
hacia otra vida deseada

Tú que separas y que atraes,
y que cambias como el mar,
espejo en que mi rostro miro
mezclado con lo que del otro lado se ve;

muestra de libertad comprometida
por el destino presente;
apoyo por el cual se iguala entre nosotros
lo demasiado de afuera

Edward Hopper, Morning in a city (1944)

CINCO: Tenebrosa y deslumbrante, según Baudelaire

Pasemos al Baudelaire no de Las flores del mal sino de los Pequeños poemas en prosa, publicados póstumamente en 1869 y también conocidos como El spleen de París. Acá en pocas líneas el gran poeta francés tira muchas ideas. Me encanta saber que para él no hay objeto más misterioso que una ventana vista desde afuera. Me dio ganas de salir de noche a mirar ventanas iluminadas y a imaginarme todas las vidas que hay del lado de dentro, solo que iluminadas por lámparas de bajo consumo en vez de velas.

Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive.

Por sobre las olas de los tejados, acierto a entrever a una mujer madura, arrugada ya, pobre, perpetuamente enfrascada en su tarea y que nunca sale. Con su rostro, con su atuendo, con sus gestos, con apenas nada, he reconstruido la historia de esta mujer, o quizá fuera mejor decir su leyenda, y de vez en cuando, entre lágrimas, me la recito a mí mismo.

De haber sido un pobre anciano, habría reconstruido la suya con la misma naturalidad.

Y me acuesto, satisfecho de haber vivido y padecido en la piel de otros.

Y tal vez me digan: «¿Cómo sabes que esa leyenda es la verdadera?». ¡Qué me importa la realidad que se halle fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy.

SEIS: Las vidas privadas al otro lado del vidrio

Saltamos al siglo XXI. Ya sé que lo obvio hubiera sido recomendar La ventana indiscreta, pero a esta altura ¿quién no vio la peli de Hitchcock? Así que sobre ventanas y vecinos encontré este corto de 20 minutos que ganó el Oscar en 2020 (y que se puede ver gratis acá con subtítulos), llamado justamente The Neighbors’ Window, dirigido por Marshall Curry. Acá se cuenta la vida mundana de un matrimonio con hijos pequeños que se fascina envidiando la vida de sus vecinos del edificio de enfrente, jóvenes, pasionales y refrescantes. Se obsesionan con ellos, se convierten literalmente en voyeurs. Peeeero, como nos tienen acostumbradas, no todo es lo que parece. Así que hacia el final hay algunas sorpresas no necesariamente felices. Una peli bien hecha que pone en crisis la idea de rutina y que resume en la ventana justamente el reflejo de otras vidas posibles, lejos y cerca al mismo tiempo.

Salvador Dalí, Muchacha en la ventana (1925)

SIETE. Dejame que yo sea tu ventana

Terminemos el listado con una canción. De todas las que podría elegir, me quedo con “Soy tu ventana”, una versión de la banda Los Besos, cantada hermosamente por Paula Trama, que adapta a nuestra lengua y comprensión la hermosa “I’ll be your mirror”, de The Velvet Underground & Nico. Es interesante el deslizamiento de la letra por el cual un espejo se transforma en ventana. Los dos objetos se prestan a reflejos, a encierros y también a escapes. En este tema, ella le dice a la chica que le gusta: “No puedo creer que no te des cuenta/ De lo hermosa que sos/ Y bueno si es así y estás medio ciega/ Busquemos la canción y al bailar verás/ Que estás re cerrada y qué sé yo/ Déjame que yo sea tu ventana / Quédate por ahí / Yo me abriré”. Qué lindo que alguien te ofrezca, en un momento malo, ser tu ventana y abrirse, ¿no?

Bartolomé Murillo, Dos mujeres en la ventana (1665–1675)

Ahora sí, me despido hasta dentro de quince días.

Espero que este Hilo te haya dado ganas de mirar a través de ventanas elevadas o al nivel de la calle y concentrarte por un rato en el contraste entre el afuera y el adentro.

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Gracias por leer. Y por favor cuidate mucho.

Malena

Soy licenciada en Letras por la UBA y trabajo hace muchos años en la industria editorial. Fui editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Formo parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tengo un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumulo en mi biblioteca. Lo que más me gusta es viajar.