Si el futuro se convierte en lo que luchamos siempre

Un popurrí de información que nos permitirá pensar en las diferencias en el acceso a la producción de conocimiento según el género.

Holis, ¿cómo va? No sé si sabías, pero hoy, 11 de febrero, es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Y, según el Informe diagnóstico sobre la situación de las mujeres en ciencia y tecnología elaborado por el Programa Nacional para la Igualdad de Géneros en Ciencia, Tecnología e Innovación, “la disparidad en términos de espacios de liderazgo y toma de decisiones entre varones y mujeres es notable al interior del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación argentino”. 

Entre muchos indicadores que dan cuenta del problema que representa la llegada a cargos jerárquicos, se destaca este párrafo: “Las mujeres se encuentran bajo el techo de cristal, ya que solo el 22% de los puestos directivos de los Organismos de ciencia y tecnología son ocupados por ellas. A nivel de política universitaria, es auspiciosa la representatividad mayoritaria de las mujeres en el caso de las secretarías académicas (59%). Asimismo, las secretarías de CYT tienen una representación cercana a la paridad (46%). Sin embargo, la brecha se amplía al enfocarse en puestos de vicerrectoría (30%) y, sobre todo, en los puestos de rectoría donde el número se reduce notoriamente a un 11%, valores que se sostienen similares respecto de años previos. Tal como fuese mencionado en informes anteriores, si bien se destaca la participación de las mujeres en secretarías académicas, no se debe perder de vista que estas áreas son las que mayor carga laboral administrativa representan; además de estar abocadas a la docencia, que como es sabido, ya desde los niveles iniciales es ejercida mayoritariamente por mujeres”.

La edición de hoy entonces va a ser un poco un popurrí de información que nos permita pensar en las diferencias en el acceso a la producción de conocimiento según el género como algo que ejemplifica y alimenta una forma de desigualdad estructural (esta nota que escribí hace unos años resume bastante esta perspectiva). Y no fue casual que eligiera arrancar con el diagnóstico del sector educativo: esta semana las docentes porteñas volvieron a las escuelas y la que viene empezarían las clases presenciales, cosa que no solo impacta en un sector altamente feminizado como la educación. ¿Te acordás que en varias ediciones destacamos que en pandemia las mujeres científicas publicaron menos y pudieron dedicar menos horas a la investigación porque se multiplicaron sus tareas de cuidado? 

Además, la ANMAT aprobó la producción y comercialización de misoprostol por parte de un laboratorio público, algo que no puede pensarse sin tener en cuenta la planificación estratégica del sector científico – tecnológico en un contexto como el argentino en el que el movimiento feminista es uno de los más conovocantes y representativos.

Así que tenemos mucho para pensar y conversar, aunque ya lo sé, vos venís por los memes

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Soy de sangre combativa, en mi cuerpo soberana

Como te adelanté en la introducción, la ANMAT autorizó a un laboratorio público santafesino (LIF) a producir y comercializar misoprostol, la droga recomendada por la OMS para realizar abortos farmacológicos. Para saber qué implica este anuncio, conversé con Érica Hynes, ex ministra de ciencia de la Provincia de Santa Fe y actual diputada provincial. 

Antes de arrancar y ya que estamos, dado que este año nos la pasamos anunciando aprobaciones de este organismo, te cuento que se ha relanzado su revista científica, donde podés chequear cómo vienen las novedades en cuanto a los criterios de regulación de productos.

Ahora sí, vamos con la entrevista:

  • ¿Qué diferencia hay entre este misoprostol y otros?
    La diferencia más notoria es que se fabrica en un laboratorio público y eso impacta en el precio. La producción pública no busca lucrar, sino proveer a todos los efectores de salud del Estado. En nuestra provincia, el misoprostol del LIF se podía distribuir desde 2019 y ahora se va a poder hacer en todo el país. Desde la legislatura no tenemos los números finos de la gestión, pero en 2018/2019 habíamos calculado que el valor de compra para el Estado con esta modalidad terminaba siendo entre un 20 y un 30% menos (N. de la A. Sonia Tarragona, subsecretaria de medicamentos del Ministerio de Salud de la Nación, declaró que actualmente el medicamento cuesta $6.500 en farmacias, que el estado lo compra a $2.800 y que se espera que el LIF pueda producirlo a un costo de entre un tercio y la mitad de esos valores).

    La provisión de medicamentos dentro del propio circuito estatal disminuye mucho los costos de la cartera de salud, que puede reasignar partida presupuestaria a otras áreas. En su momento, el 70% de los medicamentos que se distribuían en el sistema de salud público de Santa Fe eran producidos por laboratorios públicos. Y esto no solo impacta en el sector estatal, además impacta en el valor de mercado. 

    Por otro lado, cuando se empezaron a hacer las formulaciones, el misoprostol que se conseguía en Argentina tenía un recubrimiento de otra droga, diclofenac, ya que era un medicamento indicado para problemas gástricos. La decisión de producir misoprostol solo implicaba una visibilización de que se iba a usar para interrumpir embarazos y esa fue una decisión política pionera. El misoprostol del LIF se produce en dos presentaciones: de administración vaginal, de uso hospitalario y de administración oral, para uso ambulatorio.
  • ¿Qué representa esta aprobación en cuanto a políticas públicas de ciencia y tecnología?
    En 2017, cuando se decidió iniciar la producción pública, lo que vimos fue que la voluntad de implementar políticas feministas derivó en la necesidad de invertir en investigación. Como no había fabricación nacional no había datos, así que hubo que hacer consultoría, convocar expertos, generar mecanismos de colaboración internacional. Es cierto que al ser una droga conocida no implicó investigación en el sentido tradicional para el diseño del fármaco, pero sí fue una gran innovación en la que sobre todo se invirtió tiempo. No es fácil destinar gente a tareas de planificación y restárselas a la producción de otros fármacos como paracetamol, menos en un contexto en el que se lo veía como una demanda superflua, ya que ni siquiera estaba en los planes el primer debate de la ley en el Congreso.
  • ¿De qué manera este hecho expresa la conexión del sistema CyT con los reclamos populares y la coyuntura política?
    La posición del discurso social con respecto al aborto cambió más rápido en la calle que en la política. Por suerte, la política no quedó tan atrás y además en Santa Fe se habían tomado decisiones con anterioridad, pero el fenómeno de la Marea Verde facilitó mucho abrir estos temas y empujarlos, sobre todo ante las resistencias. Hay que recordar que una fuerza política, la de Amalia Granata, cuya propuesta de campaña fue casi exclusivamente oponerse a la legalización del aborto, metió 6 diputados provinciales.

    Además de impulsar la agenda feminista en un contexto con reticencias, creo que la presencia en las calles también logró sostener este proyecto, ya que en el medio hubo un cambio de gobierno hacia una administración que frenó otras iniciativas de salud sexual y reproductiva pero continuó con esta.
  • ¿Cómo se preparará la provincia para implementar la ley?
    Hay algunos claroscuros. Ya observamos un retroceso en la provisión de anticonceptivos. Varias organizaciones informan que van a los centros barriales de salud y no hay. También algunas agrupaciones de socorristas dicen que no se están garantizando las interrupciones de embarazos, que hay problemas tanto con las que entran en el marco de la nueva ley como con las que entran bajo los causales estipulados en el marco legal anterior. Para saber más sobre la situación hicimos un pedido de acceso a la información a la ministra de salud, pero aún no hubo respuesta.

Es educando para no matar y no para evitar la muerte

A partir del lunes, el personal docente y no docente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires está ocupando sus puestos de trabajo. En las siguientes semanas, se espera que los estudiantes vuelvan a clase presencial de manera escalonada.

El Gobierno de la Ciudad hizo circular dos documentos con recomendaciones: un protocolo para el inicio de clases y otro llamado “#PrioridadEducación. Orientaciones para la presencialidad”.

El tema sin dudas es muy complejo. La página del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades dice: “Los brotes en escuelas no han sido un rasgo predominante en la dinámica de la pandemia de COVID-19. La transmisión en los edificios escolares parece estar determinada por los niveles de transmisión comunitaria. (…) Sin embargo, varios estudios han mostrado que los chicos pueden infectarse y transmitir la infección”. Respecto a las recomendaciones, son bastante similares a las de la Ciudad: el énfasis está puesto en el distanciamiento dentro del aula, la reducción de los grupos y la rotación horaria.

Hasta acá entonces no pareciera haber motivos de alarma. Pero miremos el primer punto de la guía de la OMS para la vuelta a clases: “Llevar a cabo detección temprana, testeos, rastreo de contactos y cuarentena de los mismos, investigar clusters, asegurar la distancia física, prácticas de higiene y uso de máscaras, proteger a los grupos vulnerables. Las iniciativas comunitarias para desmentir noticias engañosas también juegan un rol importante en reducir el riesgo de infección”. Ya se complicó la cosa, ¿no?

En el protocolo no hay ningún tipo de indicio de un plan de detección temprana, testeo y rastreo de contactos especialmente creado para la vuelta a clases. No es que en otros países se haya hecho uno particular para las escuelas, sino que ya estaba en marcha. Mientras escribo estas líneas no puedo evitar preguntarme (bueena Carrie Bradshaw) si en realidad no estamos haciendo mal la pregunta cuando buscamos evidencia. La mayoría de las veces discutimos este tema tratando de responder si abrir las escuelas aumenta los contagios cuando en realidad deberíamos pensar si están las condiciones dadas en nuestra comunidad para frenarlos. En el primer caso, vamos a cruzar bases de datos y verificar si efectivamente la apertura de escuelas en otros lugares fue correlativa a un aumento de casos. En el segundo, observaríamos nuestra dinámica epidemiológica y pensaríamos que las escuelas, como parte de la comunidad, responderían a la misma lógica. 

En este sentido, a pesar de que en la Ciudad de Buenos Aires la circulación comunitaria está lejos de estar controlada, podríamos pensar que si no se ha comprobado que la apertura de escuelas sea un evento superpropagador, no va a empeorar la situación. Y ante este escenario de “qué le hace una mancha más al tigre”, el énfasis podría estar en que la apertura puede mejorar mucho la situación personal en los hogares. Esta nota del New York Times respecto al aumento en la carga de cuidados durante la pandemia es realmente impactante e incluye una visualización con audios de madres agotadas, artículos exhaustivos y algunos datos de Estados Unidos: desde que empezó la pandemia se perdieron 4.367.000 puestos de trabajo y el 32% de las mujeres entre 22 y 44 años sostuvo que el cuidado de niños es la razón de ese desempleo.

Sin embargo, aunque encontremos un buen enfoque reflexivo, la pregunta acerca de las condiciones comunitarias para frenar el virus no es abstracta. ¿Qué posibilidades tienen nuestras escuelas de aplicar los protocolos?

Pero más allá de esto, que es bastante menor, los testimonios de la vuelta a las escuelas incluyen: termómetros que no funcionan, falta de productos de limpieza y de protección personal, aulas en las que no entra la cantidad de bancos designada por turno e infraestructura en condiciones de abandono. Esto no solo impide garantizar la seguridad de docentes y alumnos, sino también cumplir un rol fundamental de la escuela: promover prácticas de cuidado comunitarias.

De yapa y porque a veces sirve lo de “reír para no llorar”, te cuento algunas perlitas de los protocolos. La primera es respecto al término “burbuja”, cuya definición es “aula/curso/grado”. O sea que se inventó una palabra pandémica para un concepto preexistente que todos comprendemos. Por otro, el protocolo habla de dejar la ropa de trabajo en un lugar aislado para “evitar la contaminación cruzada”, un término que designa un riesgo en cadenas alimenticias.  Por último, se insiste mucho con la desinfección frecuente de superficies. Esto es sin dudas controversial, dado que los expertos señalan que si bien este tipo de contagio es posible en teoría, sin dudas es poco frecuente en la realidad.

Para no perder la costumbre, la conclusión a la pregunta “¿hay que abrir las escuelas?” es… ninguna. Una pregunta compleja basada en indicadores extrapolados nunca debe tener respuestas taxativas. Ahora bien, respecto a una pregunta como: dado que las escuelas cumplen un rol fundamental en la organización social y la garantía de derechos y que no hay evidencia determinante de que si abrieran con protocolos correctos esto supondría un aumento de casos significativo, ¿deberíamos hacer la prueba de volver a la presencialidad? La respuesta tampoco la sé, pero por ahora los supuestos no están dados, así que más bien me surge otra pregunta. Puesto que ya se ha determinado que la prueba se va a hacer, ¿cómo nos organizamos para reclamar que se haga en las condiciones adecuadas?

Que si existe la igualdad también contempla a disidentes

Como decimos siempre en este news, la igualdad no es solo cuestión de calidad laboral, acceso a la educación y desarmar estereotipos. No solo queremos producir conocimiento, sino cambiar sus estándares.

Van entonces algunas lecturas:

1- Hace dos años, la revista médica The Lancet publicó un número dedicado a la brecha de género en la investigación en salud. En este hilo cuentan algunas cosas que pasaron desde entonces. Algunas: una política contra los all male panels, sus editores no pueden participar en eventos sin mujeres y los que organiza la revista tienen que tener al menos un 50%, aumentaron la representación femenina en sus comités de asesores (de un 30% en 2018 a un 50.6% actualmente).

2- Esta entrevista sobre cannabis medicinal a Silvia Kochen, directora del Laboratorio de Neurociencia Clínica, Epilepsia y Cognición del Instituto de Robertis de Biología Celular y Neurociencia, además de una de las fundadoras de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología. Un fragmento:

“Millones de veces me enfrenté a situaciones que más que techos de cristal eran bodoques de cemento imposibles de perforar sin morir en el intento. Pero acá estoy, no morí y una puede tener más o menos conciencia pero el patriarcado siempre se siente, tanto en el área de la ciencia y la tecnología como en otras áreas. 

En nuestro caso (la ciencia), no se ve reflejado en el salario y a igual posición académica igual salario, pero lo que sí está clarísimo es que para que una mujer tenga la misma posición académica que un varón, tiene que mostrar más currículum y ser mejor. Siempre demostrar un poquito más. Nosotras pasamos por pruebas que a los varones jamás se les cuestionan o se les pregunta. 

Nosotras como RAGCyT sabemos que estamos mejor y que esa tijera, en donde las mujeres somos mayoría en los puestos más bajos y vamos desapareciendo en los puestos de mayor jerarquía, está menos presente pero sigue estando, independientemente de la edad y del área temática. Todavía hay un largo camino a recorrer. 

El hecho de que la presidenta de CONICET sea hoy en día Ana Franchi, quien es también fundadora de la Red, es una señal de que vamos en buen camino. Pero de ninguna manera hay que aflojar. Hay que estar siempre alerta y lo que siempre le digo a las mujeres más jóvenes cuando les puedo dar un consejo es que elijan todo y que no se dejen convencer de que si quieren ser madres no pueden ser científicas o no pueden ser amantes o no pueden ser amigas: elijan todo. Porque así como los hombres eligen todo, nosotras también podemos hacerlo”.

3- Este artículo sobre una anécdota de Ben Barres, un neurobiólogo trans que murió en 2017 y que escribió varios textos hablando de su experiencia “estando de los dos lados”. En este caso, narra como un investigador tras asistir a una de sus conferencias dijo: “Ben Barres dio un gran seminario hoy, su trabajo es mucho mejor que el de su hermana Bárbara”. Por supuesto, se trataba de la misma persona.

4- Dos lecturas sobre sexismo en inteligencia artificial: esta de Victoria Caballero y esta de Tomás Balmaceda.

De la de Victoria, me gustó la categorización de los sesgos de género en 4 categorías: denigración (se refiere al uso de términos cultural o históricamente denigrantes), estereotipación (refuerza los estereotipos existentes), reconocimiento (imprecisión del algoritmo para tareas de reconocimiento), baja representación (una representación desproporcionadamente baja de cierto grupo demográfico).

De la de Tomás, esta reflexión: “Si la neutralidad valorativa en la tecnología es imposible, entonces quizá haya llegado el momento de abrazar esos sesgos y darle la bienvenida a los prejuicios para poder reconocerlos y usarlos a nuestro favor. Porque sostener que los artefactos no son “ni buenos ni malos” termina siendo la mejor estrategia para evitar dar discusión más profunda acerca de los valores no sólo técnicos, sino también éticos y políticos que hay en juego en los dispositivos, plataformas y algoritmos que hoy nos rodean en todos los ámbitos”.

5- Este perfil de Mark Bryan, un ingeniero al que le gusta usar pollera y tacos y que afirma que aunque lo empezó a hacer por gusto personal, ahora se volvió una lucha contra los estereotipos. Yo les pido mildis pero a mi la verdad un varón blanco, profesional y heterosexual que, en definitiva, es un influencer de moda, no me entusiasma en lo más mínimo. La verdad es que no veo que los estereotipos que nos impiden, por ejemplo, creer que somos lo suficientemente inteligentes como para hacer ciencia se vayan a desarmar cuando los varones se liberen lo necesario como para usar stilettos. No me malinterpreten eh, me encanta la estética de Mark y creo que luce fantástico, pero me parece un problema equiparar una elección personal de vestuario a una forma de militancia. De hecho, lo veo bastante cercano a reducir una forma de militancia o de identidad a una manera de vestirse, algo que muchas personas de las comunidades LGBTIQ+ denuncian y padecen.

6- En este día no quiero dejar de recordar que si hablamos de las mujeres y las niñas en la ciencia, hay una generación que falta. Durante la última dictadura cívico-eclesiástica-militar, muchas estudiantes universitarias fueron secuestradas, torturadas y desaparecidas. Este hilo me emocionó mucho. Arranca así y te recomiendo leerlo entero: 

—Son las 5 de la tarde —me dijo Ana casi susurrando.
—¿Cómo sabés? —le pregunté desde la celda de al lado.
—Por la proyección del sol en la pared. Se forma un ángulo, y por trigonometría, mido el seno y el coseno; así lo puedo calcular. Estudio Astronomía.
Seguimos hablando un rato, de celda a celda, en el Pozo de Quilmes. Nos habíamos levantado la venda y mirábamos por las ventanitas de las puertas de los calabozos que daban a un paredón. Un día se la llevaron. Nunca supe más de ella.

Voy agitando, transformando desde hoy, voy

Si la desigualdad es estructural la solución no es de a partes. Si la ciencia no es nuestra ni para nosotras, no es de todos ni para todos. Tal vez haya que dejar de buscar la punta del ovillo para encontrar “por dónde empezar” para conformarnos con que “estamos mejor que antes” como si eso significara que estamos yendo hacia dónde queremos y no que estamos negociando niveles de opresión. Si hay que arreglar todo hay que cambiar todo. Todo junto, todos juntos.

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d: las referencias de este newsletter son de esta canción de un joven talento argentino y muy querida amiga de la casa.

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.