Sean eternos los laureles

Historias del fútbol olímpico. La generación que se viene.

Hola, ¿cómo estamos?

No sé ustedes, pero yo no puedo parar con la fiebre de la Selección. Por suerte están los Juegos Olímpicos para enloquecernos de amor por nuestros colores. En Río 2016 vi tanto la tele que me dolía la cabeza y descubrí que me había aumentado la miopía. Este newsletter debería madurar un día y dejar solo de hablar de fútbol. Por ahora, cuesta. Pero espero que sepas perdonarme y ya te sorprenderé.

Sean eternos los laureles

El horno no estaba para bollos en las oficinas del Camp Nou. Joan Laporta ahora regresó a la presidencia, pero para esos días acababa de zafar de una moción de censura. Pep Guardiola tenía 37 años. Era una mezcla de ex ídolo con el entrenador de las inferiores al que le acababan de dar el plantel de Primera. Su decisión fundacional era picante: echar a Ronaldinho y a Deco. Los capitanes le suplicaban que dejara a Samuel Eto’o. Barcelona debía disputar la pre-fase de Champions League. Le tocaba el Wisla Cracovia de Polonia. La pequeña chance de la derrota prefiguraba un gigantesco terremoto. Estaban de pretemporada en Nueva York cuando el técnico vio que detrás de los pelos largos del 10 había una cara de culo fulminante. «Cuando estoy caliente no lo puedo disimular. Se daban cuenta. Y en algún punto era para demostrarles que si me quedaba en la pretemporada, iba a ser de esa forma”, recordó Lionel Messi cuando se cumplieron diez años de la medalla dorada lograda. Los Juegos Olímpicos no son torneos bajo la órbita de FIFA. En los papeles, los clubes no tienen la obligación de prestar a los futbolistas. El entrenador se encerró en un cuarto con su protegido y le preguntó: “¿Quieres ir?”. A los 20 años, le robó una sonrisa que valdría tres años del mejor proyecto del mundo. Desde ese día en adelante, Guardiola supo dos verdades:

  1. Messi, con un gesto, podía definir el destino de un equipo.
  2. Con el amor que siente el 10 por la Selección, no se jode.

En la zona de entrevistas del estadio de Trabajadores de Beijing, tras el gol con forma de deja vu de Ángel Di María picándosela al arquero nigeriano Ambruse Vazenkin, en el anteúltimo título de la Selección Argentina, Messi divisó dos periodistas catalanes: “Díganle, por favor, al míster que le agradezco mucho que me haya dejado venir”. Guardiola había contado con una ventaja para esta decisión. En 1992, en los Juegos de Barcelona, compartiendo plantel con Luis Enrique y con Kiko Narváez, había ganado la dorada para España. Su decisión con el 10 le rindió: esa temporada, obtuvieron la Liga, la Copa del Rey, la Champions League. Su protegido devolvió las gentilezas: 38 goles y 17 asistencias en 51 partidos jugados.

Fueron apenas tres los días en que Messi pudo estar en la Villa Olímpica. Se sentó a almorzar, alzó la cabeza y vio un gigante a su lado. Kobe Bryant se enteró que aparecería el heredero de Diego Maradona y fue a pedirle una foto. Pau Gasol, pívot español, vino al instante y ofició de traductor con tal de conseguir un retrato. Cuando se dieron cuenta, la fila era interminable. Rafael Nadal y Novak Djokovic cayeron un rato más tarde. Michael Phelps era la atracción: menos que el imán argentino. Para los futbolistas, resultaba una novedad compartir un comedor comunitario. La idea del amateurismo la habían abandonado en la pubertad. Tuvieron que irse. “Era increíble estar con todos. Conocer a Ginóbili o a Nalbandian. La pasamos muy bien, pero tuvimos que irnos. Leo no podía ni siquiera bajar a comer. Nos trasladaron a un hotel. Fue una pena para los demás, pero era lo mejor para él”, recuerda, ahora, con una sonrisa, Lautaro Acosta, que formó parte de aquel plantel glorioso.

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Cuatro años antes, en Atenas 2004, en la noche de Argentina, una cena de festejo de todos los deportistas, Marcelo Bielsa charlaba con Sergio Vigil. Los entrenadores de fútbol y de hockey ya tenían una intensa relación. Había comenzado porque las hijas del rosarino jugaban al deporte del palo y la bocha. Salían a caminar de madrugada por la Villa Olímpica. Conversaban -literal- hasta las lágrimas. Pero el Loco, en su tono formal, quiso probar si su par pensaba lo mismo:

–¿Qué es lo que ve acá?
–Las ganas, la euforia, las ganas de conseguir una medalla.
–No.
–¿La deportividad?
–No.
–¿Y qué?
–Que acá no hay ningún hijo de putas.

Bielsa potenciaba su odio a la prensa, a los dirigentes y al empresariado que rondaba el fútbol. Cachito lo había convencido de que llevara a los futbolistas a convivir a la Villa Olímpica para que salieran de la burbuja. El experimento funcionó.

Almorzaba el plantel en el comedor comunitario cuando vieron que en una mesa cercana estaba Yao Ming. El chino de 2,29 metros era la figura de los Houston Rockets en la NBA. Los futbolistas pretendían una foto. Le solicitaron a su capitán que por favor se encargara de la gestión. Roberto Ayala venía de ganar la Liga española siendo un emblema del Valencia. Estaba en su momento de fama. Se acercó amablemente, requirió la foto y lo dejaron frío: “No”. Los jugadores se burlaban desde lejos. Recién unos días más tarde, les explicaron que no era una descortesía. La tradición en China es no levantarse mientras se está comiendo. Los Juegos Olímpicos sirven para entender que todos son iguales y diferentes. A la vez.

Atenas 2004 y Beijing 2008 son los únicos oros de Argentina en la pelota once contra once. Nuestro país tiene Comité Olímpico desde el 31 de diciembre de 1923. Antes estaba despelotada la cosa con Pierre de Coubertin y sólo iban deportistas sueltos de este país. Debutó orgánicamente en París 1924, pero recién mandó fútbol en Ámsterdam en 1928. Sacó medalla plateada. Los uruguayos metieron una secuencia en que nos tuvieron de hijos: campeones olímpicos y campeones mundiales. El desquite aconteció en 1929 cuando, en el estadio de San Lorenzo, los vencimos en el Campeonato Sudamericano (ahora, Copa América).

La segunda participación olímpica fue en Roma en 1960. Todos juveniles. Uno sería famoso y campeón mundial con los años: Carlos Bilardo. El goleador del equipo fue Juan Carlos Oleniak, el delantero de Racing que es mencionado en El secreto de sus ojos. En Tokio, en 1964, arrancó con empate ante Ghana y perdió con Japón 3 a 2. De los jugadores argentinos, uno sería muy famoso y muy brillante como profesional: Roberto Perfumo. 

El retorno fue en Seúl 1988. Al equipo lo dirigía Carlos Pachamé. Un empate (con los Estados Unidos) un triunfo (con Corea del Sur) y dos derrotas (con el campeón Unión Soviética y con Brasil). Carlos Alfaro hizo tres goles en el torneo. Nombres con fama en el plantel: Luis Islas, Néstor Fabbri, Néstor Lorenzo, Hernán Díaz, Pedro Monzón.

En Atlanta 1996, la Argentina de Daniel Passarella concluyó subcampeón. Perdió la final con Nigeria 3 a 2. Empezó con una victoria (3-1 con los Estados Unidos) y con dos empates (Portugal, 1-1; Túnez, 1-1). Ya había cambiado la modalidad: un Sub 23 con la regla de los tres mayores. Hernán Crespo y Bebeto, los goleadores del campeonato. Mirando desde el presente, en ese equipo estaban un miembro del actual cuerpo técnico de la Selección (Roberto Ayala, luego campeón olímpico), el entrenador del Atlético de Madrid, Diego Simeone, y el de River, Marcelo Gallardo.

La octava participación olímpica del fútbol argentino fue en Río de Janeiro 2016. Tres partidos y eliminación en primera rueda (derrota con Portugal, triunfo con Argelia, empate con Honduras). El entrenador, de emergencia, fue un campeón mundial de 1986: el Vasco Olarticoechea. Giovanni Simeone ingresó en el mundo olímpico veinte años después que su papá. Los rosarinos Giovanni Lo Celso y Ángel Correa son los dos de ese plantel que este año se consagraron campeones de América con la Selección.

Si la pelota es un oficio de humanos intervenido por algunos superhéroes, Javier Mascherano bien podría ser el homo sapiens sapiens que logró estar a la altura de algunos mutantes. Diego Maradona, Lionel Mesi y él son los únicos en disputar cuatro Mundiales. Hay una estadística más que lo dispone como estrella al volante central: el polista Juan Nelson y él son los únicos argentinos que conquistaron dos medallas doradas en la historia de los Juegos Olímpicos -Atenas 2004 y Beijing 2008-.

Coronados de gloria

Sapporo no es tierra santa argentina. En 2002, el diseño de Hiroshi Hara sonaba a marciano. Un estadio con una iluminación especial y con un césped sostenido en una superficie que estaba en el aire. Pensado como un palacio de los deportes capaz de cambiar su arena dependiendo de si había fútbol, béisbol o un recital. El 7 de junio de 2002, Argentina perdió contra Inglaterra 1-0. El primer mazazo de una herida que perduraría para siempre. La Selección quedaba afuera en primera ronda.

El reencuentro no fue mejor. Casi veinte años más tarde, la Sub 23 de Fernando Batista padeció en el debut. Fue 2-0 contra Australia. El árbitro expulsó a Francisco Ortega, en una segunda amarilla por forcejear en el área. Ocurrió en el primer tiempo y la montaña se hizo irremontable.

“Dependemos de nosotros mismos”, reflexionó el entrenador. España y Egipto, los otros del grupo donde se clasifican dos a los playoff, igualaron 0-0. El problema es que los ibéricos incluyeron futbolistas que intervinieron en la Eurocopa: Pedri del Barcelona, Marcos Asensio del Real Madrid, Unai Simón del Athletic Club o Dani Olmo del Leipzig. No será fácil, pero después de la Copa América hay que admitir que poseemos un fervor que, por instantes, nos hace sentir imbatibles. 

El plantel argentino guarda algunas curiosidades. Así como Messi salió campeón siendo futbolista libre, está Hernán de la Fuente, lateral derecho ex Vélez, cuyo pase no le corresponde a ningún club. También hay un miembro de la Primera Nacional: Fernando Valenzuela, quien juega para Barracas Central -estuvo, también, en Familacao de Portugal-, el equipo del Chiqui Tapia.

Hay muy pocos jugadores que militen en Europa. Alexis Mac Allister es del Brighton y anda en la Premier League. Facundo Medina es titular en el Lens de Francia. Jeremías Ledesma es el arquero del Cádiz de España. El pase de Nehuén Pérez pertenece al Atlético de Madrid, aunque la última temporada permaneció a préstamo en el Granada. Leonel Mosevich integra en el Vizela de Portugal. Adolfo Gaich y Ezequiel Ponce viven en Rusia: en el CSKA y en el Spartak. 

Como demostración de un gran mercado emergente, están Esequiel Barco y Claudio Bravo. El mediapunta campeón de la Sudamericana con Independiente funciona como una pieza muy importante del Atlanta United, que acaba de despedir a Gabriel Heinze como entrenador. El lateral izquierdo ex Banfield viste la camiseta de Portland Timbers. Culmina el sector América del Norte el volante Santiago Colombatto del León de México, conducido por Ariel Holan.

El fútbol argentino nunca pierde su fertilidad. Lautaro Morales, de Lanús, y Joaquín Blázquez, de Talleres, completan la nómina de arqueros. Atrás, se suman Marcelo Herrera de San Lorenzo y Ortega de Vélez. En el mediocampo, aparecen Fausto Vera de Argentinos, Martín Payero de Banfield -recientemente vendido al Middlesbrough-, Thiago Almada de Vélez, Tomás Belmonte de Lanús y Agustín Urzi de Banfield. El único atacante es Pedro de la Vega de Lanús. 

Al menos curioso resulta que no haya futbolistas formados en Boca -podría tener a Leonardo Balerdi, hoy en Olympique de Marsella, quien quedó marginado por sufrir Covid-. Mac Allister vistió la casaca xeneize, pero su semillero fue Argentinos. River tampoco posee jugadores en este selectivo: a Medina lo vendió a Talleres tras la superposición de laterales izquierdos y a Colombatto lo dejó libre a los 17 años. Julián Álvarez, campeón de la Copa América, registra 21 años y cumple con los requisitos para participar, pero no lo prestaron. Independiente encuentra su representación en Barco, a quien vendió en 2018 a la MLS. Racing podría presentar a Valenzuela, pero lo dejó libre hace unos años. También a Lautaro Martínez o a Matías Zaracho, ex jugadores del club, ahora en Inter y en Atlético Mineiro, no cedidos para esta competición.

No será sencillo para Argentina pasar de ronda. El próximo cruce es con Egipto mañana domingo a las 4.30 de la madrugada. Una buena medida para saber qué tan viejos estamos es si nos quedaremos despiertos o recién nos estaremos despertando. Lo importante, siempre, es alentar a la Selección.

Pizza post cancha

  • Cien años de fútbol olímpico es un librazo de Eduardo Cántaro.
  • El fútbol es historia te puede alegrar el fin de semana. Una serie impecable de Christian Rémoli sobre la pelota argentina. Narrada por Darío Grandinetti y guionada por Ezequiel Fernández Moores. Yo no me la perdería.
  • En Beijing 2008, Argentina la rompió. La sociedad Messi-Riquelme quizás era demasiado. Acá el resumen de la competencia.

Esto fue todo.

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Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.