Recordar a Néstor Kirchner

Néstor Kirchner fue el presidente de la cercanía. Viajó por todo el país para poder mostrarle a la gente que él la veía. Reconstruir otra esperanza.

El 27 de octubre se cumplen 10 años del fallecimiento de Néstor Kirchner. Murió el día del último censo nacional. Su biografía estuvo de alguna manera conectada con lo público hasta el final. También, como buen líder carismático que era, pareciera que eligió un día feriado para morir sabiendo que todo el mundo estaría entonces libre para irse caminando hasta la Plaza de Mayo a despedirlo.  

Es difícil hoy recordar a Néstor Kirchner con objetividad. ¿Qué estamos recordando? ¿Fueron las cosas así como las pensamos? ¿Estamos recordando lo que fue o estamos seleccionando elementos del pasado a la luz de nuestras necesidades afectivas del presente? Hace poco estuve revisando algunas fechas claves de los primeros años de gobierno de Néstor Kirchner, y todo lo que yo recordaba con total seguridad no había sido tan así. El acto de descolgar el cuadro de Videla había sido en la Escuela del Ejército en 2004, mientras que el relevo del general Brinzoni y la plana mayor del Ejército fue apenas tres días luego de asumir –en mi recuerdo había sido al revés–. El discurso de “No tengo miedo, y no les tengo miedo” que pronunció frente a filas de oficiales formados (varios de los cuales se dieron vuelta o retiraron), fue en 2006; o sea, tres años después de asumir la presidencia seguían las tensiones con un sectores del Ejército. La marcha de Juan Carlos Blumberg fue a inicios de 2004, también mucho más temprano en el período de lo que yo recordaba. Los y las historiadoras saben esto y por eso siempre se triangulan los recuerdos o las historias orales con los materiales de archivo que puedan existir. La memoria humana es una máquina automática de construcción de narrativas, y las narrativas se anclan en el presente. Recordamos de adelante para atrás, del hoy al ayer, y nunca al revés. 

Recordamos a Néstor Kirchner a la luz de las cosas que hizo bien, de los años a tasas chinas, del No al Alca, de los juicios de derechos humanos. Creo que es injusto, de alguna manera, no recordar las crisis, los peligros, los momentos en los cuales todo parecía estar por irse al zanjón en cualquier momento; inclusive, es necesario recordar los errores y las limitaciones del proceso. Decisiones que ahora parecen las únicas posibles (romper con Duhalde, por ejemplo, la decisión de las candidaturas testimoniales de 2009) fueron ferozmente criticadas en su momento por gente que hoy las reivindica. Lo que definió la figura de Néstor Kirchner fue su coraje para tomar decisiones en momentos de tremenda incertidumbre.

Retrospectivamente, creo que lo que más recuerdo de Néstor Kirchner fue la manera en que reconstruyó la autoridad presidencial luego de la crisis del 2001. Paradójicamente, la reconstruyó no volviéndose más remoto y solemne, sino haciendo una performance constante de cercanía. En su gobierno, Néstor Kirchner recorrió el país. Un país que en 2001 había quedado roto por el hambre y la violencia; por los saqueos en el Conurbano, en Rosario, en Neuquén, por los cuarenta asesinados en la represión del 20 de diciembre de 2001, por el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, por las huelgas docentes de meses de duración, por los secuestros extorsivos.

El día de su asunción, Kirchner se lanzó a la gente rompiendo el protocolo. Cuarenta y ocho horas después fue personalmente a Entre Ríos a destrabar la huelga docente. Entre 2003 y 2004 visitó tres veces Cuartel Quinto, en el partido de Moreno, un barrio con historia luchadora y solidaria que había quedado con fuertes heridas sociales por los saqueos de vecinos a vecinos. Viajó al velorio de catorce mineros de Río Turbio que habían muerto sepultados en el socavón. En el 2005 viajó a San Martín de los Andes, en Neuquén, para el aniversario del pueblo; la primera vez que un presidente lo hacía. Y hay decenas de historias así.  En todos lados siempre se sumergió entre la gente, los abrazó, los miró. La teoría política ha escrito mucho sobre cómo el cuerpo del o la gobernante se transforma en un símbolo para ser mirado y descifrado por sus votantes/audiencias. Pero se ha escrito poco sobre el efecto político que tiene ver a un presidente viajando a un barrio o una ciudad y mirando al pueblo (con pe minúscula, “un” pueblo, no El Pueblo) reunido frente a sí, que a su vez lo mira mirarlos. Mirarlos, tocarlos, hablarles. Néstor Kirchner fue el presidente de la copresencia constante. 

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Me quedo para ver esto con una foto. El autor es Leo Vaca, fotógrafo entonces del diario Clarín. Es durante la visita que hizo al barrio Almafuerte, entonces Villa Palito, La Matanza, en el año 2004. Esta foto tiene capas y capas de sentido. Villa Palito tenía una historia de medio siglo, ya que en 1963 recibió habitantes del desalojo compulsivo de villas de la Capital Federal de Frondizi. Luego, creció en el modelo aluvional de asentamiento precario. Sin embargo, en el barrio creció también un fuerte activismo de organizaciones vecinales, movimientos piqueteros y de la Iglesia.  (Recomiendo a quien le interese este artículo de Pablo Forni, Luciana Castronuovo y Mariana Nardone sobre el proceso organizativo del barrio.) Vemos ambas cosas en la foto: el cartel del grupo piquetero Corriente Clasista y Combativa, y la pelada del Padre Bachi, histórico cura del barrio, que va a abrazar a Kirchner y al que Kirchner parece reconocer. 

Vemos a un Kirchner totalmente metido entre la gente, que casi lo cubre. Al fondo, un canal de televisión (esta foto fue portada del diario Clarín al día siguiente; podemos recordar un tiempo en el que Clarín no había roto lanzas con el kirchnerismo). De fondo hay un contexto de pobreza, pero en realidad lo que vemos primariamente es la cercanía, la emoción. Lo que vemos en esa foto es esperanza. 

Néstor Kirchner murió en 2010; el padre Bachi murió en 2020 de Covid. En el 2001 éramos muy jóvenes, ahora no lo somos. Atravesamos el año más duro desde el 2001. Ojalá podamos construir una nueva esperanza.

María Esperanza

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Soy politóloga, es decir, estudio las maneras en que los seres humanos intentan resolver sus conflictos sin utilizar la violencia. Soy docente e investigadora de la Universidad Nacional de Río Negro. Publiqué un libro titulado “¿Por qué funciona el populismo?”. Vivo en Neuquén, lo mas cerca de la cordillera que puedo.