PSG vs City, el tesoro de los no inocentes

La semifinal de la Champions League tiene detrás el enfrentamiento entre Catar y Emiratos Árabes.

Hola, ¿cómo estamos?

Los Mártires de Chicago eran un pequeño equipo del barrio de Villa Crespo que levantaba las banderas de los obreros asesinados por luchar en la ciudad de Estados Unidos. En La Paternal, estaba Sol de la Victoria, un conjunto que lucía ese nombre en homenaje al Himno de los Trabajadores del Partido Socialista italiano. Anarquistas y socialistas se fusionaron y parieron a Argentinos Juniors.

Lo repito porque es obligatorio: el club donde nació Diego.

Hoy es el Día del Trabajador y los Bichos merecen su reconocimiento, tras un comienzo tremendo en la Libertadores. Lidera un grupo con Universidad Católica (campeón de Chile), Nacional (campeón de Uruguay) y con Atlético Nacional (uno de los dos colombianos en haber obtenido este título). 

Esta semana se trajo una merecida victoria de Santiago. 

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El primer gol del equipo de Gabriel Milito es una obra de arte y no deben perdérselo.  

PSG vs City, el gas vs el petróleo

Las historias de las dinastías tienen mil mitos sobre herencias del trono: solo uno ocurrió en una cancha de tenis. Nasser Al-Khelaïfi es catarí y está sentado sobre un trono en París porque a su papá, un pescador, las raquetas lo enloquecían. Traspasó su obsesión a su hijo que, en un entrenamiento a los 14 años, peloteó con un nene de 8. Era el cuarto hijo del emir Hamad bin Jalifa Al-Thani. Pero éste no es otro tonto relato de película estadounidense que quiere vender falso ascenso social. Su carrera profesional apenas desembocó en un poco destacable puesto 995 en el ranking de la ATP. Su talento no radicaba en su drive, pero sí en su fábrica de empatías: en 2005 lo nombraron personal jerárquico de la Qatar Investment Authority, la corporación de la familia real que buscaba negocios por fuera de la exportación infinita de gas. Era el número 1 del mercado.

El PSG nunca tuvo el peso en Francia que exhibe hoy. Lo fundaron en agosto de 1970 y fue ocupando el espacio vacante del Racing de París, ahora perdido en la quinta división. Su segunda fundación data de 2011. Nasser ya era la máxima autoridad de la cadena de televisión Al Jazeera, cuya ventana deportiva es la señal Bein Sports. Catar decidió meterse en el corazón de Europa por dos carriles hacia el mismo país: compró el equipo de París y los derechos televisivos de la Ligue 1. 

“Todo lo que tenía que decir se los dije en la cara a los ingleses y a los que la votaron. Pero, ¿qué querés que te diga? Yo no voy a vivir en el 2022, que se arreglen”. Ernesto Cherquis Bialo, exvocero de la AFA, cuenta que eso le dijo Julio Grondona cuando se terminó de definir, en 2011, que el Mundial se jugaría en Catar. Luego, desde Gran Bretaña, el gran perdedor de esa elección, se hizo circular que Joseph Blatter, suizo líder de la FIFA hasta ese momento, y el argentino habían cobrado por arriba de los 74 millones de dólares. Años más tarde, las acusaciones cayeron más fuertes sobre Michael Platini, líder de la UEFA. Desde el entorno del fallecido político oriundo de Sarandí confirman que quería que fuera en Estados Unidos. El secreto se lo llevó. 

Ocurrió hace diez años. El club, la tele y el mundial. El primer paso de la gestión de Nasser fue la compra de Javier Pastore. El enganche le sacaba brillo a la pelota en el Palermo de Sicilia y enamoraba a los gigantes. Era la Copa América 2011 y, desde Argentina, el ex Huracán soñó que estaba de vacaciones en la Torre Eiffel. Llamó a su pareja y a su representante y les dijo que apostaran a Francia. Le respondieron que el objetivo era clasificarse a la próxima Champions League. Dos años después, en el vestuario ya estaban David Beckham y Zlatan Ibrahimović.  

Pastore es un testigo clave de la exploración de los cataríes en el fútbol. No sólo porque su agente quedó envuelto en un juicio por, supuestamente, haber recibido 200 mil euros -está prohibido hacer aportes a terceros en una operación-. Nasser se volvió su amigo y le consultaba detalles de las contrataciones. “A Messi lo querían traer todos los años”, le detalló esta semana, entre risas, al periodista Marcos Durán. “Me preguntaban por los jugadores a los que iban a llamar. Siempre lo viví de forma muy natural, pero era algo muy loco. Estaba hablando con el Rey de Catar. El dueño de un país”, relata, ahora, desde Roma.

Lo blanquearon en 2020: 1.200 millones de euros en salarios y en contrataciones costó que el equipo arribara a la final de la Champions League. Una catarata de dinero que reventó el mercado cuando, en 2017, le pagaron al Barcelona 222 millones por Neymar. Aunque cayeron en esa instancia contra Bayern Munich, el mayor susto se lo tragaron en 2018 cuando a la UEFA no le quedó más remedio que aplicar el Fair Play Financiero hacia el conjunto de París.

Por el desembarco de chinos, de yanquis, de árabes y de rusos en el fútbol europeo, en 2009, los máximos dirigentes impulsaron la reglamentación para evitar que el lavado de dinero hiciera la diferencia deportiva.  Los tres puntos básicos que plantea el Fair Play Financiero son:

  1. Los clubes que se clasifiquen a competiciones europeas deben acreditar que no tienen deudas con jugadores, con clubes o con autoridades tributarias.
  2. Se puede gastar solamente cinco millones más de los que se ingresa.
  3. Los ingresos se deben justificar.

Al PSG se le quemaron los papeles en el segundo. Según la acusación, había gastado 101 millones de euros más que los que había ingresado en ese período. Tan grotesca era la falta que, incluso dentro de esa cuenta negativa, se incluían unos 145 millones supuestamente aportados en materia de sponsors por la Autoridad de Turismo de Catar. Entre tires y aflojes, aceptaron la pena: 60 millones. Ese mismo año, para equilibrar formalmente la historia, vendieron a Pastore. Su primer emblema. 

Nasser continúa con la obsesión de ganar la Champions League. La compra y la venta de figuras globalizadas hicieron del PSG un modelo del fútbol imperial: de afganos a yanquis que haya diferencias, pero con la casaca de Mbappé. Captar los mejores talentos y gastar lo que haga falta para traerlos. Un técnico argentino: Pochettino. Kaylor Navas, un arquero costarricense. Una defensa de Florenzi –italiano de Roma-, el paulista Marquinhos, Kimpempe -un francés- y Bakker, de Países Bajos. En el medio, Gueye, un senegalés, en compañía de Leandro Paredes y del tano Verrati. Un ataque genial: Ángel di María, que va por su temporada número quince en Europa y los ídolos de la juventud, el mágico Neymar y Kylan Mbappé. 

Quizás no lo sepan, pero el martes que viene, a las 16, se enfrentarán no sólo al Manchester City. También representan a Catar. En una carrera megaespacial contra los Emiratos Árabes. 

Pep Guardiola sobrevive en la cima. La década anterior también surfeaba la ola de la hegemonía. Lideraba al Barcelona de Messi y de la filosofía de la formación de jugadores. El centro de formación La Masía era palabra del Señor y lo que el mundo entero envidiaba: Víctor Valdés, Puyol, Piqué, Busquets, Iniesta, Xavi, Fábregas, el 10 y Pedro. La reivindicación era bajo la ideología de Johan Cruyff, tótem de la fusión holandesa-catalana. No sólo era la perfección del fútbol de posesión: era la exhibición mundial de una cultura que, a la par, ladraba por su independencia. Catalunya representaba el bien, la belleza y la educación. Desde el césped, con justicia absoluta. 

Dirigía con ambo, chaleco, corbata, zapatos y casi ninguna sonrisa. Su aislamiento durante un año en Nueva York y su llegada a Bayern Munich comenzó a desestructurarlo. Según el libro La Metamorfosis -realizado por su escritor de cabecera, Martí Perarnau, exdeportista olímpico-, parte de ese relajo se escenificó en la vestimenta: Guardiola apareció en Manchester City, su tercer club, con suéter y zapatillas deportivas. Cuando le consultaron sobre el secreto del éxito del proyecto, se sinceró: “Hay que comprar tantos jugadores buenos como sea posible”. En el viejo modelo o en este, Pep siempre lidera.

El Sheik Mansour es medio hermano de Jalifa Al Nahayan, presidente de los Emiratos Árabes. Su papá era el emir de Abu Dhabi. Con 20.000 millones de dólares, figura como el dirigente con mayor patrimonio en la historia de la pelota. Su mayor activo es la petrolera Mubadala. Su máximo delirio es la empresa Virgin Galactic, una firma que planea ofrecer vuelos espaciales en unos años. En 2008 apareció su obsesión futbolística, dejó por un rato su adicción a los caballos y compró al Manchester City. Su primer gran berretín fue tirar monedas en Carlos Tevez. Sin tapujos: se lo sacó del plantel a su clásico rival, el United.

Desde 1967, los celestes de Manchester no ganaban ni un torneo local. En 2012 y 2014, aparecieron las alegrías y obtuvieron la Premier. La sed no alcanzaba. Con la creación del Etihad Stadium y del Etihad Camp -se llaman así porque gran parte del capital salió de la segunda aerolínea oficial de Emiratos Árabes-, revolucionaron al club. El gimnasio de entrenamiento parece tan de la NASA que tiene una sala de bicicletas a la que se le puede regular oxígeno que circula. Pero faltaba -falta- la Champions. Como carecían de un modelo claro para lograrlo, compraron otro. En enero de 2018, Guardiola admitió que la principal razón por la que estaba en esa ciudad de insoportable lluvia y aguanieve era la presencia en la dirigencia de sus amigos Ferrán Soriano y Txiki Begiristain. El primero fue la cabeza del proyecto en Barcelona. El segundo formó parte de esa etapa y, además, fue compañero suyo en el Barcelona Dream Team de Cruyff.

Construyeron una obra de arte. Un proyecto arquitectónico del juego asociado. Fuera de la cancha se les presentó el mismo problema que a sus rivales de semifinales: el Fair Play Financiero. Estrictamente, se los acusaba de haber inflado sus ingresos por marketing entre el período 2013 y 2017. No entraba en la caja lo que salía en salarios. Por un tiempo, se mantuvo una sanción: la prohibición de disputar esta misma Champions League. Era duro, puesto que muchos futbolistas abandonarían el equipo por no poder intervenir en el mejor torneo. Finalmente, se acordó una multa de 10 millones de dólares.

La apuesta de Emiratos Árabes no sólo está en Manchester. Tampoco en el Arsenal, el Milan o en el Real Madrid, que tienen como sponsors a la aerolínea Fly Emirates. El City inauguró el Grupo City. Una corporación que reúne al New York City, Melbourne City, Yokohama City, Montevideo Torque City (rival al que venció Independiente el último miércoles), Girona City, el Sichuan Jiniu de China, el Mumbai City y Lommel City de Bélgica. Que en su concepto de imperio empieza a modificar algunos lineamientos del mercado. Ayer, el periodista Manuel Olivari informó que Estudiantes de La Plata no había vendido a su futbolista Darío Sarmiento al Manchester City sino que lo había dado al Grupo en general. Por ser un niño de 18 años con poca trayectoria, no cumple con los requerimientos mínimos de la Premier League. Lo que quiere decir que puede terminar en cualquiera de las otras bases. 

La semifinal de la Champions League pondrá sobre la mesa a dos comensales de Medio Oriente que miden más que el acceso a una final. Como mis conocimientos sobre geopolítica son muy básicos, le pregunté al periodista especializado Ezequiel Kopel -cuyo libro Medio Oriente, lugar común es espectacular- cómo funcionaba la relación entre los dos países: 

“Catar tiene la idea de independizarse de la línea más general, encabezada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes, con respecto al rumbo del Consejo de Cooperación del Golfo. Que es como una mini Unión Europea donde todos más o menos siguen lo que define Arabia Saudita. 

Desde la Primavera Árabe, en 2011, Catar y Turquía armaron un bloque de poder. En oposición a los otros, que respaldaron a Kadafi en Libia o a Mubarak en Egipto. Quedaron apoyando la Hermandad Musulmana, que es como el islamismo político. Han tenido disputas políticas como la de Egipto y sangrientas como la de Libia. Esa disputa seguro, de alguna manera, pasa al deporte”.

El fútbol, ni por todo esto, deja de ser un juego. Cuando ingresan a la cancha, los 22 sueñan bajo las reglas de la pelota y con los talentos enroscados en sus tobillos. Detrás, están los palcos. En épocas de pandemia, los propietarios y directivos son de los pocos que acceden a los estadios para seguir disfrutando del espectáculo. 

El capitalismo se mueve en el prime time muy por encima de la discusión de Argentina sobre sociedades anónimas o asociaciones civiles. La Champions exhibe cómo actores muy poderosos hacen del sentimiento un patrimonio económico. El dinero del gas es Neymar y la plata del petróleo es Kevin de Bruyne. La carrera espacial hoy también corre detrás de una pelota y ni les hace falta poner a su cultura o a sus ciudadanos para que ejerzan de soldados.

Pizza post cancha

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Esto fue todo.

La receta que propongo para el aislamiento es mirar y mirar fútbol.

Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.