Por el bien del fútbol

La ignota Fundación FIFA. Los juegos de Mauricio Macri y Gianni Infantino y la furia oportunista de la dirigencia argentina.

Hasta el martes 28 de enero de 2020 nadie, o casi nadie, en Argentina, y acaso en el mundo, tenía noticias sobre lo que significaba la Fundación FIFA. Tiene menos de dos años de vida, pero, desde que Mauricio Macri fue anunciado como su nuevo presidente, analistas locales la han descript-externoo como «una de las Fundaciones más importantes del mundo».

Los dos únicos miembros que tiene la Junta de la Fundación tampoco son precisamente conocidas: la ex jugadora Sonia Fulford (presidenta de la Federación de fútbol de Islas Turcas y Caicos) y Lydia Nsekere (presidenta de la Federación de Burundi). Nsekere reemplazó a Kuesi Nyantaky, el abogado ghanés que duró apenas meses, cuando la Junta de la Fundación comprendió que no era bueno tener como miembro a un banquero que acababa de ser acusado de recibir sobornos y arreglar partidos en su país.

El presidente de la Junta de la Fundación FIFA es el propio presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino, que a su vez designó como CEO del proyecto a Youri Djorkaeff. Campeón mundial con Francia en 1998, Djorkaeff es una «Leyenda» que ayuda a la Fundación a promover el desarrollo del fútbol como herramienta social y educativa en los lugares más desfavorecidos. Igual que Forward 2.0, la Fundación es uno de los nuevos programas sociales de la FIFA de Infantino. Reemplazan al Proyecto Goal que manejaba su predecesor Joseph Blatter y que, según sus críticos, era usado para ganar votos. En 2018, la FIFA de Infantino declaró ingresos de 4.600 millones de dólares. A la Fundación le destinó una suma inicial de 4,4 millones. El 0,1 por ciento.

Apenas asumido, en 2016, la Comisión Ética de la FIFA le observó a Infantino un viaje para ver al Papa Francisco porque voló en un avión privado, supuesta propiedad de un magnate ruso cercano a Vladimir Putin. Infantino también fue investigado por supuestas presiones para poner a un aliado suyo como nuevo presidente de la Confederación Africana (CAF). Hubo más denuncias, pero Infantino echó a los jefes de la Comisión Ética que habían liderado las sanciones del escándalo de corrupción FIFAGate que derrocó a Blatter, el alemán Hans-Joachim Eckert y el rumano Cornel Borbely. En su lugar, según me ironiza un ex dirigente, puso «algo así como a Laura Alonso».

Meses después, Infantino reaccionó furioso cuando apareció su nombre en los Papeles de Panamá. En 2006, como director de Asuntos Legales de la UEFA, había avalado con su firma una venta de derechos de TV a Ecuador cedidos a Cross Trading (una offshore creada por el estudio panameño Mossack Fonseca en Niue, pequeña isla del Pacífico), filial de Full Play, la empresa de los argentinos Hugo y Mariano Jinkis, ambos implicados en el FIFAGate. Infantino hoy es el nuevo rey de la FIFA. Para 2021 tendrá su nuevo Mundial de Clubes con 24 equipos y para 2026 el Mundial con 48 selecciones. Populismo suizo. Fue reelegido en 2019. Por aclamación, sin siquiera necesidad de votación. Como solía sucederle a Blatter.

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Un precedente: el almirante Lacoste

La FIFA y Argentina recuerdan un grave encontronazo dirigencial. En 1984, la renacida democracia que lideraba Raúl Alfonsín no toleró que el almirante Carlos Lacoste, la bota militar de la dictadura en el deporte, siguiera representando al fútbol argentino dentro de la FIFA. Joao Havelange lo había designado vicepresidente en 1980, premio por el Mundial 78, el primero que celebraba la FIFA bajo la presidencia del brasileño.

En junio del 78 hubo en Argentina secuestro, tortura y muerte, pero el Mundial, dijo Havelange, tuvo una organización impecable. Fue la Copa que la dictadura usó para mostrarse al mundo, al costo que fuere. Y que sirvió a Havelange para cotizar a partir de allí el juguete de los Mundiales al mejor postor. Lacoste, entonces, pasó a ser su «protegido». Por eso, el brasileño se irritó con Julio Grondona cuando la AFA, por la presión del nuevo gobierno radical, comunicó a la FIFA que no podía seguir apoyando al marino. Como represalia, Havelange quitó esa vicepresidencia a la Argentina y se la dio al uruguayo Eduardo Rocca Couture. Puso en la congeladora a Grondona, que recién pudo desembarcar en la FIFA en 1988.

Los tiempos y los casos hoy son distintos. Furioso, y con algunos de sus dirigentes acomodados a los nuevos tiempos peronistas, es el fútbol argentino el que ahora expresa furia a Infantino por la designación de Macri, por inoportuna, y porque no hubo siquiera un mínimo aviso previo. Cauta, la AFA de Claudio «Chiqui» Tapia, usó el término de «inapropiada».

Macri invita, Infantino premia

La indignación incluyó a presidentes de clubes que votaron y elogiaban públicamente a Macri. Pero también están los dirigentes que más sufrieron y se opusieron desde siempre a sus presiones.

Primero como presidente de Boca y luego ya de la Nación, para que nuestros clubes pasaran a ser Sociedades Anónimas, en detrimento de su histórico rol social. Fueron presiones políticas, judiciales, impositivas y deportivas. Asfixia para luego tener que ir corriendo a pedirle auxilio al empresario supuestamente salvador.

La otra crítica a la designación de Macri, más política, apuntó al hecho de entregarle una Fundación al hombre que, en su breve gobierno, favoreció a los que más tienen y desprotegió justamente a los más pobres. Se sabe ya la vieja relación entre Macri e Infantino. Primero porque Infantino aceptó la injerencia política de Macri e impuso en la AFA una Comisión Normalizadora en 2016, una intervención «light», a la medida y capricho de Cambiemos.

Luego la invitación inédita de Macri para que Infantino pudiera exponer su remanido mensaje sobre «el poder transformador del fútbol» ante los líderes del G20 en noviembre de 2018 en Buenos Aires, cada uno de ellos, desde Donald Trump a Angela Merkel, munidos de una pelota y camiseta personalizada, «todos volviendo a ser niños», según graficó el propio Infantino, feliz por ese momento «histórico».

Y, finalmente, junio de 2019, la entrega de Infantino a Macri de un premio inventado (Living Football), en Zurich, el día que el entonces presidente fue molestado al salir del predio por dos simpatizantes kirchneristas, hermanos cordobeses descendientes de suizos, que le cantaron «Va a volver, va a volver, Cristina va a volver».

En el medio, la postulación para organizar el Mundial 2030 y la sospechada mudanza a Madrid de la final River-Boca de la Libertadores 2018. A Infantino lo escupieron en el Monumental, pero disimuló enojo porque sucedió a pocos días de su esperado debut en el G20. La frutilla en el postre se anunció el martes pasado: Macri presidente de la Fundación FIFA.

El anuncio de Infantino, que tomó de sorpresa a todos, gobierno incluido, añade un presupuesto 2019 de cien millones de dólares para la Fundación. Las fuentes citan aportes de Hamad Jalifa Al Thani, poderoso emir de Qatar, sede polémica del Mundial 2022. La gestión de Macri aspira sumar mil millones de dólares.

«Mauricio tiene el perfil ideal para liderar este proyecto que quiere poner el fútbol al servicio de la sociedad», aseguró Infantino. Macri, claro, agradeció, celebró el poder educativo de la pelota y dijo que su designación se debe también a que Argentina le dio al fútbol «leyendas únicas». Una de ellas, acaso la principal, Diego Maradona, pidió a la FIFA que «por favor revea esta decisión» y «le saquen el cargo a este impostor». No fue el único. A favor o en contra, algunos opinaron como si acaso Macri hubiese sido designado nuevo Secretario General de las Naciones Unidas y no titular de una Fundación que, hasta días atrás, reiteramos, nadie conocía. «Burla para la Argentina» clamaron unos. «Orgullo enorme para todos los argentinos», exageraron otros.

El sueño americano

A Infantino no le conmueve tanta agitación. Juega su propio juego. Como dice un slogan de la FIFA, todo lo hace «por el bien del fútbol». Sus allegados le sueñan futuro político. Después del G20, el propio Trump lo invitó a exponer hace unos días en el Foro Económico Mundial de Davos. Ante líderes empresariales, Infantino elogió a Trump y a Estados Unidos. Hasta pidió que «el sueño americano se haga realidad en todo el mundo». Y se describió, después de Trump, claro, como «el segundo hombre más importante de Davos».

Tanto ego, tanta decisión arbitraria, comienza a molestar a algunos. La Conmebol y la UEFA se reunirán el 11 de febrero en Nyon, Suiza, para mandarle un aviso. ¿Y Macri? Cuentan que Jaime Durán Barba jamás habría aprobado la vuelta al fútbol. Acaso un retroceso para otros ex presidentes. No para Macri. La pelota siempre fue una de sus principales debilidades. Y herramientas.

El nuevo cargo en la FIFA puede ofrecer visibilidad. Pero esa misma visibilidad puede terminar siendo un búmeran si, ahora que está en el llano, la justicia argentina llegara a acusarlo en alguna de las tantas investigaciones que buscan entender por qué el país se endeudó y empobreció tanto durante su gobierno.

La FIFA tiene Comisiones de Gobernanza y de Ética que, si bien bajo control del presidente, podrían objetar por qué Infantino incorporó al organismo a un dirigente político que, lejos de retirarse de la escena, anuncia su vuelta inminente como líder de la oposición en su país. Fue el fútbol, su Boca multicampeón, el que construyó al Macri presidente. ¿Servirá ahora para imaginar una vuelta? No es el momento.

Por ahora, Macri vuelve a la vida pública por los mismos motivos que impulsan a Infantino. Ambos lo hacen «por el bien del fútbol».

 

Soy periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribí columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajé en radios, TV, escribí libros, recibí algunos premios y cubrí nueve Mundiales. Pero mi mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobré siempre por informar.