Natalia Denegri y el derecho al olvido, ¿podemos borrar nuestro pasado?

La Corte Suprema falló a favor de Google en la causa donde Denegri quería que se desindexaran noticias suyas vinculadas al caso Coppola. ¿Quién es dueño de nuestro pasado?

Hola, ¿cómo estás?

Ayer escribí en el chat de mis compañeros de la secundaria: “Amigos, ¿siguieron el caso Natalia Denegri y el derecho al olvido? El fallo de la Corte Suprema. ¿Tienen opinión?“. La primera respuesta fue esta: “¿Quién me la puso, quién me la puso? Es lo que quiero saber”. Lo que escribió mi amigo, un memorioso, es una parte de la canción que Denegri cantaba en los programas de la tarde en los noventa cuando se hizo famosa por ser parte del caso Coppola. Denegri quiere ahora que ciertos resultados vinculados a ese caso dejen de aparecer en Google cuando tipeamos su nombre o versiones de su nombre. La Corte Suprema le dijo que no.

En este newsletter te cuento sobre los protagonistas del caso, sobre el fallo y sobre algunas preguntas que surgen. Como Denegri no es, por poner un ejemplo extremo, una persona que participó en delitos de lesa humanidad que siempre querremos recordar, vale la pena discutir qué hacemos con su pedido ante la Justicia de que Google la deje de linkear a ciertas noticias que la involucran. Las preguntas que guían este newsletter entonces son qué hacemos con el alud de información, qué capacidad tiene cada uno de moldear su historia y cómo la tecnología impacta en eso.

Natalia Denegri

Natalia Denegri tiene 45 años y una larga carrera en el periodismo. Vive en Miami, Estados Unidos, donde ha ganado varios premios por su trabajo. En su trayectoria lleva acumuladas 22 estatuillas, fue nombrada una de las 25 personas más poderosas por la revista People en Español en 2018 y es ampliamente reconocida. Tiene un foco particular en las causas humanitarias que cubre en diversos documentales -cubanos emigrados a Venezuela y luego a Estados Unidos, el abuso sexual a gimnastas estadounidenses, entre varios otros que van desde historias para llorar a temas algo más políticos-. En su página web se destaca no solo su impresionante carrera, sino además su devoción a las causas “humanitarias”.

El caso Coppola

En la pestaña dedicada a su biografía Natalia hace un cuidadoso ejercicio de curaduría. En su versión, su carrera empezó en 1998, con una obra de teatro. Sin embargo, cualquiera con una tele en los noventa en Argentina sabe que Denegri saltó a la fama antes, más precisamente en 1996 en el marco de lo que se conoció como “el caso Coppola”. En octubre el juez federal Hernán Bernasconi ordenó allanar la casa de Guillermo Coppola, por aquél entonces manager de Diego Maradona, aduciendo que Coppola lideraba una banda narco. La causa estaba caratulada como “tenencia ilegítima de estupefacientes con fines de comercialización, agravada por la cantidad de intervinientes”. En la casa de Coppola se encontró un jarrón con una bolsa con 406 gramos de cocaína. Coppola fue a la cárcel por casi 100 días, el tema se volvió protagonista de los medios, hizo famosa a una cantidad de gente incluido el juez, produjo momentos televisivos de pésimo gusto y resultó ser todo falso. Al parecer, Bernasconi simplemente quería un poco de fama y armó todo. Coppola fue absuelto y en 2002 Bernasconi fue condenado a casi diez años de prisión por falsedad ideológica, adulteración de documento público y asociación ilícita en perjuicio de “ricos y famosos”. El chiste le costó 150 mil dólares al Estado argentino.

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Entre la gente que saltó a la fama con el caso estaban dos chicas de 19 años: Samantha Farjat y Natalia Denegri, que conocían y salían con Coppola. Pasaron de actuar de informantes en el caso a frecuentar la tele y shows varios. En las noticias que pueden encontrarse en Google y videos que están en YouTube puede verse a una joven Denegri haciendo lo que seguramente la Denegri adulta considera como mínimo papelones -desde cantando un tema titulado “¿Quién me la puso?” hasta peleándose con otras mujeres (literalmente agarrándose de las mechas), todo en vivo-.

Lo que ella quiere

Denegri quiere que su nombre no aparezca vinculado al caso Coppola. Es decir, que si alguien escribe “Natalia Denegri” en Google, no aparezcan resultados que tengan que ver con su participación en aquel caso. Ella misma aclara en diversas entrevistas (que te linkeo abajo de todo) que no desea que se borre la información respecto al caso Coppola, ni siquiera que se borre la información respecto a ella y el caso Coppola. Lo que quiere es que si una busca información sobre ella, no aparezca esa parte particular de su historia.

Para lograr esto recurrió a la justicia. Hace seis años interpuso una demanda pidiendo que Google desindexara su nombre de 32 urls (esto incluye artículos de prensa y videos) relacionadas al caso Coppola. Denegri argumentaba que había pasado mucho tiempo (más de 20 años) y el tema ya no tenía interés público, además de que ella ya no se identificaba con aquella etapa de su vida -“esa ya no soy yo”-. También alegó daño a su honor e intimidad, como mujer, esposa y madre de familia.

Denegri también dice que sacaron provecho de ella. Que ella era menor de edad (19 cuando la mayoría de edad era 21 años), que entendía poco de lo que pasaba a su alrededor, y que un juez, unos policías y varios productores de TV se aprovecharon de ella y la expusieron. Samantha Farjat, por cierto, comparte esta opinión y también ha mostrado interés en la posibilidad de que su participación en aquél caso sea olvidada por Google.

El derecho al olvido

En 2014 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea le dio la razón a Mario Costeja en su demanda contra Google. Resulta que hace muchos años Costeja le debía plata al Estado español y le remataron la casa. El aviso del remate salió en el diario La Vanguardia. Costeja luego pagó su deuda y ya no debe plata a nadie. Más cerca en el tiempo, Google digitalizó el diario La Vanguardia de modo que cuando cualquiera buscaba Mario Costeja aparecía su deuda. Costeja decidió “luchar contra Dios” (así llama a luchar contra Google) y demandó al buscador para que saque ese resultado. El Tribunal de Justicia consideró que esa información no debía estar en internet por una cuestión de protección de los datos personales (recordemos que la Unión Europea tiene la legislación más moderna en este sentido, con la Regulación General de Protección de Datos). El buscador, que controla el 90% del mercado, consideraba en cambio que había una cuestión de libertad de expresión, acceso a la información y al conocimiento que había que preservar.

Luego de esta sentencia y desde 2016, rige en la Unión Europea el derecho al olvido. Un ciudadano europeo puede completar un formulario y pedir que se borren ciertos links que llevan a cierto contenido -ojo, esto no implica borrar el contenido, solo esos links, pero con que el contenido haya sido grabado y reposteado estará allí disponible para quién sabe buscarlo-. ¿Quién decide cuando y si el pedido avanza? Google mismo.

El fallo de la Corte Suprema

Eso en Europa. En Argentina no hay legislación similar. Volvemos al caso. Los resultados de la demanda de Denegri fueron positivos y apelados por Google. Ahora la Corte Suprema falló, de manera unánime, en su contra. ¿Qué dice la Corte? Aquí voy a valerme de cosas que explicó el abogado Gustavo Arballo en un Twitter Spaces que podés escuchar acá. Para la Corte debe primar la protección a la libertad de expresión y la garantía al acceso a la información de cosas públicas (como fue el caso Coppola, que fue televisado). Los Supremos dicen que no existe un derecho al olvido. No hay una ley y no van a ser ellos los que legislen. El caso, además, no es lo mismo que el de Costeja, de modo que esa jurisprudencia no aplica. También distinguen este caso de uno donde la difusión es de un acto sin consentimiento. Denegri aceptó hacer eso que hizo y ese contenido existe. No hay nada ilegal entonces en difundirlo. Por último la Corte menciona una preocupación (algo que Arballo llama una especie de “carta de lector” de la Corte) respecto al funcionamiento del motor de búsqueda de Google -quién se negó a brindar información sobre cómo funciona el algoritmo pues es la receta de la Coca Cola-. La Corte “pide” que ese algoritmo sea más transparente y más entendible para los usuarios.

Denegri ha dicho que todo esto es una revictimización y que recurrirá a los tribunales internacionales.

La opinión de Google

Google está contento. Tuitearon esto.

Cuidado, hay internet

Voy a decir algo tan cierto como banal: la necesidad del derecho al olvido aparece porque hay una hiper vigilancia permanente que es francamente insoportable. El otro día mandé un mensaje de WhatsApp del que me arrepentí al instante. No lo borré porque WhatsApp, a diferencia de Instagram (también de Meta) o Telegram, no deja borrar sin rastros. Mandé entonces otro mensaje “por favor ignorá los mensajes que te acabo de mandar” y me quedé reflexionando sobre cómo la tecnología nos ha posibilitado (y por tanto inducido a pensar que es una buena idea) saber TODO del otro. Por supuesto un mensaje x entre privados tiene poco que ver con información relevante y de posible interés público, pero lo que une estas dos cosas es el registro constante.

Algunos puntos sobre el alud de información:

  1. Hay un cambio cualitativo. Uno podría decir que así es la vida, que antes de YouTube igual tenías a los chusmas del pueblo y que es imposible controlar lo que otros piensan de nosotros (esto, por cierto, me hace pensar en este poema), pero no es exactamente así porque el chusma del pueblo podrá contar historias, pero tiene menos evidencia material, tiene menos poder, etc.
  2. Nadie puede decir, con buena fe, que tener más información es simplemente mejor. El alud de datos y vigilancia no trae ciudadanos más informados. No hace falta hablar de fake news, simplemente no es cierto que la gente “sepa” más porque Google quiera poner todo ahí.
  3. Recordemos que es Google quién decide qué y cuándo muestra. Vos y yo no vemos los mismos resultados en nuestro buscador.
  4. No se le puede ganar a la matrix. Cuando googleé Natalia Denegri no aparecieron sus videos cantando el tema que mi amigo recuerda, sino sus demandas por el derecho al olvido. Es decir, de un modo u otro, Denegri nunca podrá dejar atrás sus errores de juventud, porque no importa el resultado preciso de la búsqueda, su nombre estará siempre, de un modo u otro, vinculado a esto.
  5. Y esto me lleva al último punto: la dimensión de género de todo esto. Justo ayer escuchaba una entrevista a Monica Lewinsky, una mujer que, no importa qué haga, siempre será la pasante que a los 21 años tuvo relaciones sexuales con el expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, 27 años mayor que ella.

Me parece injusto que la sociedad, la tecnología y las instituciones no nos dejen pasar de página. Por supuesto, un derecho al olvido es difícil de aplicar. Como suele pasar, los gigantes tecnológicos crean problemas para los que no tienen soluciones y luego miran a su alrededor haciéndose los despistados. Nos queda al resto de nosotros pensar qué hacemos.

El del estribo

Cosas que pasan

Gracias por llegar hasta acá.

Un abrazo,

Jimena

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Soy economista (UBA) y Doctora en Ciencia Política (Cornell University). Me interesan las diferentes formas de organización de las economías, la articulación entre lo público y lo privado y la relación entre el capital y el trabajo, entre otros temas. Nací en Perú, crecí en Buenos Aires, estudié en Estados Unidos, y vivo en Londres. La pandemia me llevó a descubrir el amor por las plantas y ahora estoy rodeada de ellas.