Mauricio Macri se fue de vacaciones

No importa cuando leas esto.

Se fue de vacaciones cuando era candidato, se fue de vacaciones a menudo cuando fue presidente (se fue a pasar las fiestas a Villa La Angostura pocos días después de asumir el gobierno en diciembre de 2015, en el período en que las nuevas administraciones están generalmente frenéticamente ocupadas en completar los organigramas y lograr aprender cómo funcionan las estructuras del Estado). Durante 4 años de gobierno se tomó 146 días de vacaciones. Navidad y Año Nuevo en Villa La Angostura, fines de semana en la estancia Lago Escondido o en el club de golf de San Martín de los Andes, “escapadas” a la residencia de Chapadmalal. Se fue de viaje de descanso apenas asumió el poder y también se fue de viaje de descanso apenas perdió las elecciones en octubre del año pasado.

No es, por supuesto, que los presidentes argentinos anteriores no se tomaran vacaciones, o que no merecieran tiempo de descanso; por supuesto, los y las presidentes siguen trabajando aún cuando no están en Buenos Aires. Aunque no puedo en este momento recordar si Raúl Alfonsín se tomaba mucho tiempo libre (supongo que no, ya que como una vez contó su hijo Ricardo, se aburría mucho si no podía hablar de política), sí existen fotos de él en la playa. Carlos Menem volvía muy a menudo a Anillaco, en donde como todos sabemos se hizo construir una pista de aterrizaje para el Tango 01 y donde hacía legendarios asados. Néstor y Cristina Kirchner pasaban las fiestas y parte del verano en su casa de Calafate, pero no eran muy adeptos a viajar al exterior: en algún lado leí que Néstor Kirchner nunca había tramitado el pasaporte antes de ser electo presidente.

Pero no cabe duda de que a Mauricio Macri le gusta viajar. Como presidente, Macri promedió Macri unos 36 días de descanso anuales (según esta nota de Página 12). Antes de ser presidente, pasaba los veranos en Europa: en el año 2011 recuerdo que cuando Cristina Fernández de Kirchner ganó las PASO (¿O era la elección de octubre?) contó que Macri la llamó para felicitarla desde un yate en el Mediterráneo.

No debería causar sorpresa, entonces, que en el contexto de la pandemia Mauricio Macri siga viajando. Primero viajó a Paraguay, en donde se reunió con el expresidente Horacio Cartes; el viernes partió junto a su familia hacia París, con destino último en Suiza para reunirse (o no, no se sabe bien) con el presidente de la FIFA.

Me interesa reflexionar sobre estos viajes desde el punto de vista de su mensaje político. Lo primero que hay que decir es que no hay nada ilegal en ellos: el expresidente pidió los permisos correspondientes y cumplió (por lo que sabemos) los protocolos sanitarios. Es cierto, los vuelos de retorno a Argentina regulares están cerrados, pero nada impide que Macri se pague un avión privado para volver ya que tiene los recursos. 

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Me interesa pensar las curiosas vacaciones de Macri en París en el medio de la pandemia usando este útil instrumento que es la navaja de Ockham. No es necesario pensar teorías conspirativas. Los expresidentes argentinos no se fugan ni se jubilan. Es mucho más sencillo creer lo que dice la prensa de Macri: que la hija mayor de su esposa visita a su padre en Bélgica, que siempre pasó el invierno en Europa,, que el no ser presidente le da la oportunidad de volver a hacerlo, y que va a pasar un tiempo de descanso y reuniones por zoom en la campiña francesa. 

La explicación más sencilla es que para Mauricio Macri “ser Mauricio Macri” incluye entre otras cosas tener la libertad efectiva de viajar por todo el mundo cuando quiera y donde quiera, y que Mauricio Macri no ve en las circunstancias actuales ninguna razón para limitar sus desplazamientos. ¿Por qué no viajaría uno, si tiene el dinero suficiente para chartear un avión privado, si puede llevar un médico personal, hacerse hisopados, pagar un hotel de 1800 euros por noche para pasar los 14 días de cuarentena? Otra vez, nada de todo esto es ilegal, ni ilegítimo. Ser rico en el día de hoy no es sólo “tener dinero” sino sobre todo tener la capacidad (que da el dinero, pero no sólo el dinero) de decidir en dónde va a estar uno en cada momento: si en su casa o trabajando, si aquí o allá. Algunos pueden fácticamente decidir, y otros no. María Laura Avignolo lo explicó en el diario Clarín: “Un empresario millonario, acostumbrado históricamente a los grandes hoteles, Macri detesta que le señalen el status de sus alojamientos. Considera que es su decisión natural, que él tiene derecho a elegir cómo y dónde vive porque paga de su propio presupuesto”. 

Su derecho natural es elegir ya que tiene con qué. Tal vez no sea raro que las regulaciones al movimiento nacidas de la pandemia, que recortan la libertad de decidir que para algunos es tan natural (mientras que para otros no existe), sean vividas como imposiciones intolerables.

Políticamente, el viaje de Macri y su declaración de que “aquí (en Francia) se vive con libertad y responsabilidad” fueron un baldazo de agua fría incluso para sus mismos seguidores. En medio de la peor pandemia en un siglo y de la peor crisis económica en casi 20 años, el expresidente no sólo se va, sino que nos explica que se siente afortunado por poder ir a otro lugar en donde se vive mucho mejor. Es cierto que no le toca gobernar en la crisis (lo cual agradece “a algún ángel”, como dijo hace unos días). Pero bien podría estar en Argentina tratando de ayudar a los muchos millones que tienen tanto menos que él: organizar una cadena de donaciones y reparto de cajas como hace Rodrigo Zarazaga; comprar y donar respiradores; fundar una red de voluntarios que asistan a mayores de 65 años (que son su base electoral); construir una fábrica de vacunas para que esté lista el año que viene como está haciendo Bill Gates en Estados Unidos; financiar cooperativas, comedores y PyMES al borde de la quiebra. En vez de hacer algo de eso, se va de vacaciones y nos explica que eligió un lugar mejor porque este país (nuestro pobre, pobre país, del que no podemos salir porque no podemos pagar aviones charter) es opresivo.

Finalmente, una pregunta. Sabemos que el viaje y las declaraciones cayeron bastante mal en los votantes, pero los votantes (digamos) vienen y van. ¿Cómo cayeron en los dirigentes de Juntos por el Cambio, sobre todo los que gestionan? ¿Qué pensará Néstor Grindetti que gobierna un distrito populoso  cuyo principal hospital está derivando pacientes porque está agotado su recurso humano? ¿Guillermo Montenegro, cuya ciudad vive de un turismo hoy inexistente y que tuvo hace un par de días récord de contagios? ¿Horacio Rodríguez Larreta, con 1.200 casos diarios? ¿Su aliado Gerardo Morales, que tuvo que gestionar médicos de otros distritos para ir a atender a Jujuy por la escala de los contagios? ¿No querrían ellos también tomarse un mes en Francia? ¿Mauricio Macri querrá volver a ser presidente o preferirá una vida más relajada? Dios sabe que esto último es comprensible: no disfrutó ser presidente y nunca quedó claro cuál era su visión de país que pretendía realizar. ¿Seguirán los dirigentes con gestión de Juntos por el Cambio considerándolo el líder indiscutido cuando vuelva?

Porque, como dije antes, no caben dudas de que Mauricio Macri va a volver. Volverá, eso sí, cuando las cosas mejoren.

Estamos en contacto,

María Esperanza

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Soy politóloga, es decir, estudio las maneras en que los seres humanos intentan resolver sus conflictos sin utilizar la violencia. Soy docente e investigadora de la Universidad Nacional de Río Negro. Publiqué un libro titulado “¿Por qué funciona el populismo?”. Vivo en Neuquén, lo mas cerca de la cordillera que puedo.