Maradona, el ausente más presente

¿Qué hubiera dicho sobre este Mundial en Catar?

El periodista argentino aterriza en el aeropuerto de Doha. Empieza el Mundial. Se sube a un Uber. Lo maneja un hombre nacido en Bangladesh, parte de una masa del 80% de los habitantes de Catar, trabajadores inmigrantes. El tema se impone: Maradona. Que Diego esto, que Diego aquello. Hasta que Juan José Panno, enviado de Página/12, le pregunta cómo le afectó la muerte de Maradona: “¡Cómo que se murió Maradona!”. A dos años de su muerte, la escena acaso sirva para comprender que Diego es eterno, que no es medular si está o no está en la Tierra y que es un símbolo del sur del mundo.

Maradona, lo sabíamos, “jugaría” de alguna manera el Mundial. Si los argentinos recordamos en la madrugada del martes, antes del partido con Arabia Saudita a las 7, una publicidad del Mundial asiático de 2002 en la que Diego nos despierta tocando el timbre de cada casa, meta ring raje, la selección eligió que sonara La mano de Dios, de Rodrigo, en el calentamiento en el estadio Lusail. La última vez que la Argentina había perdido en un debut mundialista había sido en Italia 90, ante Camerún. Carlos Bilardo hizo cinco cambios de ese partido al siguiente -como nunca antes como DT-, mandó a borrar las tres tiras del pantalón negro por “mufas” y les dijo a los jugadores: “Si no clasificamos, que se caiga el avión”. Maradona, el capitán, fue el único que le respondió a Bilardo, porque el fútbol no es de “vida o muerte”, sino un juego: “Avíseme en cuál va usted, a mí me esperan Dalma y Giannina”.

A Diego, es cierto, ya no lo vemos en los estadios mundialistas cuando juega Argentina. Lo buscamos en milagros. Tampoco en los programas televisivos con Víctor Hugo Morales, como en los últimos dos Mundiales, un espacio de análisis, dardos y estrellas. En Brasil 2014, la FIFA de Joseph Blatter le impidió la entrada para el primer partido, ante Bosnia. Más cercano a Gianni Infantino, actual presidente de la FIFA, en Rusia 2018 fue iluminado por el cielo de San Petersburgo. Cuatro meses antes de su muerte, en plena pandemia, Diego había dicho que Infantino lo había decepcionado por nombrar a Mauricio Macri como presidente de la Fundación FIFA. “Yo veo que le dan un premio a Macri. ¿Un premio a qué? Una patada en el culo hay que darle. Y volvió Platini y volvió Blatter… Las aguas se calmaron, se repartieron la plata entre ellos y nadie devolvió nada. Así que yo renuncio a la FIFA”. Hoy, en las canchas donde juega la selección, vemos a Macri. ¿Qué hubiera dicho del Mundial en Catar, de la prohibición de las cintas de capitán en apoyo a la comunidad LGBTIQ+, porque todo Diego es político y porque en México 86 se peleó con la FIFA de João Havelange por los horarios de los partidos en el mediodía infernal, en estadios sin aire acondicionado? “Maradona -dijo Alejandro Dolina tras su muerte- nació para molestar. A los poderosos y a cierto sentido común que se elabora a partir de un modelo pequeño burgués”.

La FIFA de Infantino lo homenajeará este viernes en Doha con el encuentro “Bajo la estrella del 10”. También hay Maradona Fan Fest. Recuerdos licuados, en medio de las disputas por los derechos de imagen y los reclamos de sus herederos. Pero la pasión popular por Diego está más viva que nunca (la moda pasajera, post mortem, pasará como toda moda). En Catar hay remeras, pinturas y gigantografías. “Y hay una bandera especial, de El Barwa argento, un barrio que construyeron para el Mundial y que después va a quedar para los trabajadores inmigrantes -me cuenta Nicolás Zuberman, periodista argentino y maradoniano, desde Doha-. Está alejado del centro, como si fueran los monoblocks de Ciudad Evita. Era el más barato que había para alojarse y muchos de los argentinos están ahí”. Zuberman estuvo en la caída ante Arabia Saudita. Detalla: “Mi hermano me dijo que le marcara dónde iba a estar para buscarme en la transmisión, y le mandé una foto como referencia. No me di cuenta, estaba nervioso por el partido, fue de casualidad: en tres banderas está Maradona”. En el barrio El Barwa, los argentinos les prestan una bandera de Diego a los extranjeros que quieran sacarse una foto (con él).

La foto que le mandó Nicolás Zuberman a su hermano.

Maradona está presente en Catar, primer Mundial sin él in situ en 44 años, porque juega la selección amada. Y porque juega Lionel Messi, heredero de la zurda y el 10, a veces una mochila inevitable y agotadora puesta por todos. En Catar, su quinto Mundial, Messi superó a Maradona en cantidad de Mundiales jugados. Y este sábado, ante México, lo igualará en cantidad de partidos mundialistas (21). Maradona nos ayudó a vivir. Pusimos hasta demasiado en él. No lo dejamos morir, aunque muchos nos digan que murió hace dos años. Porque vive -o revive- en cada lugar del mundo en el que haya un hombre del sur del mundo. Desde Bangladesh hasta Villa Fiorito. “Diego -sintetizó con maestría Jorge Valdano, su compañero en el Mundial 86- es el ausente más presente”. Maradona siempre será el gran héroe emocional de la pelota.

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Soy periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supe antes de frustrarme como futbolista. Trabajé en diarios, revistas y webs, colaboré en libros y participé en documentales y series. Debuté en la redacción de El Gráfico y aún aprendo como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribo. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.