Maldita comodidad

Una docente desesperada trayendo las últimas novedades sobre el coronavirus en las infancias y los primeros exploradores de América.

Holis, ¿cómo andás? Yo acá, en este hermoso momento bianual que vivimos los docentes: la contemplación de la pila de trabajos para corregir. Y digo contemplación porque, a pesar de los esfuerzos de la ciencia para explicarlo, aunque una se pase el día corrigiendo, la pila no disminuye. Así que te escribo en un estado catatónico de tedio desesperado, una emoción que acabo de inventar entre palabras aparentemente contradictorias pero que describe con precisión mi situación actual. Además, ¿qué se puede hacer frente a un misterio sobrenatural más que encontrar nuevas formas de combinar lo conocido, que estimulen la imaginación hasta revelar la novedad? ¿Qué otra cosa que eso es la ciencia?

Es jodido el tema de la docencia y la vocación, ¿no? Bah, el tema de la vocación en general. Yo tengo la suerte de haber elegido un oficio y hacer cosas que me gustan con él, pero qué bajón son estos momentos de tareas odiosas en los que aparece la falsedad de un momento imaginario de paz, tranquilidad y ocio que llegará cuando se concluyan. La maldita comodidad como falsa esperanza.

A mí igual no me encanta ser docente, lo que me gusta es la posibilidad de acompañar a otros docentes en la implementación de la Educación Sexual Integral en todo el país, conocer sus experiencias, acceder a sus testimonios, participar de otras realidades. Pero, sí, cuando tus estudiantes son docentes más que nunca aplica lo de en casa de herrero cuchillo de palo.

Y, bueno, el otro problema de ser una mujer pasional es que se me junta el ganado vocacional. La pila espera mientras te escribo y no puedo evitar hacer las dos cosas a medias. Pero la comodidad es una idea y el mandato de productividad una realidad, así que mejor me pongo a contarte cosas de ciencia a ver si con una pasada rápida por las últimas novedades llego a terminar nuestra carta antes del anochecer y me da el tiempo para transitar un par de veces más la certeza de que no se me entiende cuando hablo y otro par la satisfacción de verme parte de una construcción pedagógica que garantiza y amplía derechos. 

Tener que andar así

Si las vocaciones no son cómodas, las pandemias menos. Y me imagino que transitar uno con niños a cargo es el epítome de la incomodidad. Lo bueno es que a esta altura ya nos hemos resignado a todo, a la mentira de que si hacés lo que te gusta el trabajo no se siente como trabajo, aplicada a las vocaciones o a criar personas (no puedo evitar pensar en los colegas docentes que trabajan con infancias, que está claro que no crían pero educan, en un entrecruzamiento fenomenal de dificultad general y estos dos años sumamente particulares. Saludos a todos y gracias).

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

En fin, hechas las pompas y ceremonias de introducción al apartado, van unas notitas sobre infancias y pandemia:

1- El tema de los contagios y la transmisión del virus en niños fue confuso y, si bien ya está recontra chequeado que se contagian y transmiten, la medida en que lo hacen sigue siendo confusa porque, ante la gran cantidad de asintomáticos, es difícil contabilizar los casos.

Esta nota cuenta que, mientras las agencias reguladoras estadounidenses debatían sobre el uso de la vacuna de Pfizer en chicos de entre 5 y 11 años, un científico de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades dijo que, según sus estimaciones, para junio el 42% de los niños ya había estado infectado.

Para muchos expertos, la estimación es exagerada y, entre otras críticas, señalaron que se incluían tests que se sabe que tienen una gran cantidad de falsos positivos que indican la presencia de anticuerpos cuando no hay. 

Por otro lado, la estadística fue elaborada con base en testeos de muestras de sangre de niños a los que les habían sacado sangre por exámenes de rutina u otras enfermedades, lo que no constituye una muestra representativa, ya que, en general, a los niños no se les extrae sangre sin razones específicas. Por ejemplo, se podría haber incluido a chicos con cáncer u otras patologías que debilitan el sistema inmune, lo que los hace más propensos a infectarse con coronavirus. 

La forma más precisa para estimar la seroprevalencia (cantidad de personas con anticuerpos para el virus) es la extracción de muestras de forma aleatoria en los hogares, lo que lleva mucho tiempo y requiere mucho personal capacitado, además de la dificultad para convencer a un gran número de familias de sacarles sangre a niños sanos.

Por último, esto ya lo aclaramos muchas veces pero va de nuevo. Haber cursado una infección no asegura la inmunidad, por lo que las vacunas siguen siendo necesarias, lo que nos lleva al siguiente punto.

2- En este artículo de Chequeado hay 10 preguntas y respuestas sobre vacunación en niños en Argentina que está buena para hacer circular entre conocidos que tengan dudas al respecto. Van algunos puntos importantes:

  • La vacuna autorizada en nuestro país para su aplicación en niños mayores de 3 años es la Sinopharm, que utiliza una tecnología muy conocida llamada virus inactivado, parecida a otras que se aplican a menores desde hace un montón, como la de la polio o la hepatitis A (en esta nota que escribí para VICE explico cómo funcionan las tecnologías más usadas en vacunas contra la COVID). 
  • En China, Emiratos Árabes Unidos y El Salvador ya están vacunando a los infantes con esta vacuna.
  • En Argentina se aplicaron más de 9 millones de dosis de Sinopharm y hasta el momento es la vacuna con menor tasa de efectos adversos graves reportados.
  • La revista médica The Lancet publicó los resultados de fase I y II de un ensayo clínico en personas de entre 3 y 17 años y concluyó que “la vacuna es segura, bien tolerada y provocó una fuerte respuesta inmunológica contra la infección por SARS-CoV-2 después de 2 dosis”.

Callando mis sentimientos

Bueno, ahora sí me puse incómoda. ¿Te acordás que en esta edición te hablé del vacío de información sobre los efectos de la vacunación en el ciclo menstrual? Si no te acordás, va breve: muchas personas reportaron cambios en el ciclo menstrual luego de la vacunación pero nadie estudió la relación. La hipótesis más manejada es que, como el endometrio (la capa de revestimiento del útero que se expulsa durante la menstruación) es parte del sistema inmune, podría haber una reacción transitoria que genere que se atrase o adelante el ciclo, abundancia de sangrado o más dolor.

Bueno, este artículo de Infobae habla de los resultados de una encuesta hecha en más de 12.000 mujeres por Ovia Health, una plataforma de salud que decidió investigar los cambios en el ciclo menstrual y el estrés percibido durante la pandemia, con la intención de ver cuáles podrían ser sus efectos en personas que estaban recibiendo tratamientos de fertilización asistida. O sea, nada de investigar cosas que puedan afectar la salud de las personas sin orientarlo a los negocios (adiviná si Ovia provee estos tratamientos y si lo hace gratis). 

Ya que estamos, va otra adivinanza: ¿creés que en el estudio incluyeron la fecha de vacunación para ver si alguna alteración en el ciclo tenía que ver con eso o lo limitaron a lo que les interesaba previamente para comprobar su hipótesis? La respuesta no te sorprenderá (es no).

Los que sí lo hicieron fueron los de la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios del Gobierno del Reino Unido (¡oh sorpresa! un organismo público), que registró 35.707 problemas menstruales en mujeres después de recibir la vacuna, según publicó el Daily Mail. Pero los expertos temen que haya subrepresentación porque muchas mujeres que experimentaron los cambios probablemente no los informaron.

Volviendo al estudio de Ovia, la encuesta tenía 4 ítems de la Escala de Estrés Percibido y preguntaba qué cambios notaron en su ciclo y por qué pensaban que había sucedido. Como tampoco es que tenemos estudios sobre menstruación y pandemia para tirar al techo, te digo algunos resultados: 1 de cada 3 mujeres dijo haber experimentado cambios en sus ciclos y síntomas menstruales durante la pandemia. El 87% por ciento dijo que se le atrasó o adelantó. El 29% informó molestias más intensas durante la menstruación, como dolor lumbar, calambres o cambios en la secreción.  Y el 27% dijo que el sangrado era más abundante. Los resultados son similares a los de otros estudios que investigan los efectos del estrés episódico en la menstruación y a uno de la Universidad Northwestern que hizo una encuesta similar pero en una muestra más pequeña, de 210 mujeres. 

La preocupación principal es que los efectos estresantes de la pandemia podrían ser a largo plazo (ya vamos 2 años y no sabemos qué consecuencias va a tener en nuestra salud mental en el futuro).

Vos dirás, ¿tanto enojo, Agostina, por un estudio hecho por una empresa con intereses comerciales en la salud reproductiva que omite algo que a vos te interesa? Y, si te digo que sí te miento, porque lo que me disparó la furia uterina fue esta declaración de una especialista que consultaron para el artículo: “El ciclo menstrual normal varía entre 25 y 36 días y el sangrado tiene una duración que va de 3 a 7 días. Cuando la mujer se encuentra ante cambios en ese periodo o incluso ante su falta se crea mucha angustia, ya que suele asociarse con enfermedades en pacientes que aún no han tenido relaciones sexuales o con embarazos en quienes sí han iniciado la actividad sexual”, dijo la médica, que describió una serie de recomendaciones para que las adolescentes tengan un ciclo menstrual normal: “Llevar una alimentación balanceada, respetar las cuatro comidas diarias y darse tiempo para realizarlas, dormir al menos 8 horas diarias, restringir la cantidad de tiempo frente a las pantallas, hacer actividades al aire libre, utilizar materiales ecológicos, como copa menstrual o toallitas femeninas de tela, realizar actividades que nos den placer, charlar con amigos, ayudar en las tareas domésticas”. Creo que no hace falta chequear una por una las afirmaciones como para desestimar cualquier consejo de alguien que, ante un potencial problema de salud, literalmente nos está mandando a lavar los platos.

Huyendo de la verdad

Hablando de incomodidad, recién recibí un audio de mi amiga que se tuvo que ir a sacar sangre y la pasó como el orto porque no le caben nada las agujas.  Me puse a pensar que mi amiga Lauri también padece agujafobia (?) y a mi amiga Leili le tuve que agarrar la mano mientras nos vacunaban, pero ella tiene tantas fobias que ya no sé por qué era lo de la manito. En fin, para ellas todo, pero especialmente esta noticia: parece que en Japón están muy cerca de patentar el “parche vacunatorio”, un coso que te pegás en la piel y va liberando los fármacos, que se absorben por vía cutánea. O sea, una alternativa para escapar de la atemorizante realidad de las agujas.

La efectividad, hasta ahora, se midió en ratones. El equipo australiano-estadounidense utilizó parches de un centímetro cuadrado salpicados con más de 5.000 puntas microscópicas recubiertas con una vacuna experimental. El parche se pone con un aplicador que parece “un disco de hockey”. Me vuelvo el meme del gaucho y traduzco: “que parece un tejo” y la sensación es como la de un golpe.

La vacuna que usaron se llama “de subunidades” y reproduce los picos (la corona) del coronavirus. Los ratones a los que se le colocó el parche produjeron niveles más altos de anticuerpos neutralizantes que con las jeringas después de dos dosis, inclusive en los pulmones, lo que es muy útil para detener la COVID. Además, un subgrupo de ratones que recibieron una sola dosis de vacuna que tenía un adyuvante (sustancia adicional que estimula la respuesta inmunitaria) ni se enfermaron.

¿Por qué la mayor eficacia? Las inyecciones se administran en los músculos, que no tienen muchas células inmunitarias que reaccionen al medicamento. El parche, en cambio, con sus diminutos picos, provoca microlesiones en la piel que alertan al organismo de un problema y desencadena una respuesta más robusta.

También tiene ventajas logísticas. En primer lugar, cuando se recubre en seco en un parche, la vacuna es estable durante al menos 30 días a 25 grados  y una semana a 40, en comparación con unas pocas horas a temperatura ambiente para las vacunas de Moderna y Pfizer. En segundo lugar, no se necesita una alta capacitación para poder aplicarlos. 

Por otro lado, Burak Ozdoganlar, profesor de ingeniería de la Universidad Carnegie Mellon de la ciudad estadounidense de Pittsburgh, quien también trabaja en esta tecnología desde 2007, ve otra ventaja: «Una cantidad menor de vacuna administrada con precisión en la piel puede activar una respuesta inmunitaria similar a la de la inyección intramuscular», dijo. Se trata de un factor importante, ya que muchos países todavía no pudieron adquirir suficientes vacunas contra la COVID-19 como para inmunizar a una porción significativa de su población.

¿El problema? Que en la actualidad no hay nadie capaz de producir los parches en masa, pero se espera que la pandemia le dé un impulso a la industria y atraiga inversores.

Al no tenerte aquí

Incómodo, lo que se dice incómodo, es tener que armar una introducción para contarte que parece que los Vikingos llegaron a América antes que los españoles después de haber usado la pandemia como hilo conductor de esta edición (hola Male). Me enteré de esta noticia por el newsletter “Una buena historia” de MI lector Santiago Campana, un historiador que hace entregas quincenales en las que aborda alguna cuestión concatenando hechos del pasado. Es muy entretenido y, para mí, que soy una persona francamente bruta, algo bastante edificante. 

Con esto me sumo entonces a este racconto de «quién llegó primero a dónde», propuesto por nuestro creador de tendencias, Tomás Aguerre, en esta edición de su newsletter Primera Mañana, y paso a contarte un poco de la cuestión.

Para saberlo, se revisaron hallazgos de hace 60 años en L’Anse aux Meadows, en Terranova, una isla canadiense. Allí, un matrimonio de arqueólogos había descubierto ocho estructuras de madera parecidas a las construcciones vikingas de Groenlandia y algunos objetos, como un broche de bronce para la capa, también de estilo vikingo.

Las tres piezas de madera analizadas procedían cada una de un árbol diferente, conservaban su corteza exterior y habían sido cortadas limpiamente con algún tipo de herramienta metálica, lo que es otro indicio de la presencia vikinga, ya que la población local no trabajaba el metal.

Para determinar la antigüedad del asentamiento, se analizó la huella de una tormenta solar en la madera, que permitió establecer que los nórdicos estuvieron en Terranova en el año 1021. ¿Cómo? Primero, se extrajo un pedacito muy chiquito de cada anillo de árbol presente en las muestras, cada uno equivalente a un año de crecimiento, y se aisló el carbono presente en cada muestra. Ese carbono procedía originalmente de la atmósfera, pero no es uniforme, hay varios tipos. El más común es el carbono 12, que tiene átomos estables. En cambio, el famoso carbono 14 representa una pequeña parte del carbono total de la atmósfera y es radiactivo.

Ese carbono 14 se produce cuando los rayos cósmicos que vienen del sol o de afuera del sistema solar se encuentran con los átomos de nuestra atmósfera. La cosa es que hasta 2012 se pensaba que esos rayos llegaban a la Tierra de forma más o menos constante, por lo que las proporciones de carbono 12 y 14 eran bastante estables. Pero, ese año, se encontraron unos cedros en Japón que tenían niveles muy altos de carbono 14 para su edad. Esos picos de incidencia de rayos cósmicos que producen mucho carbono 14 en árboles se conocen como eventos Miyake y, si bien se han encontrado otros, son muy raros, nivel se conocen tres o cuatro en los últimos 10 mil años.

La cosa es que se sabe que otro evento Miyake se produjo entre los años 992 y 993, en la era vikinga. Los árboles encontrados en todo el mundo que datan de esa época tienen mucho carbono 14, por lo que la madera de L’Anse aux Meadows, si fuera contemporánea a los Vikingos, debería registrar mucho carbono 14 en el anillo correspondiente a ese momento, cosa que pudieron comprobar midiéndolo en todos los anillos. Después, contaron los anillos “para afuera” y vieron que el corte correspondía al año 1021.

¿Y, por qué importa todo esto? Por nada, perri. Nada más es el registro más antiguo de un cruce del Océano Atlántico. Ahora queda saber por qué les importó asentarse en la zona y a dónde fueron desde ahí.

Ni él, ni tú, ni yo sabemos renunciar

Llego al final de esta carta con tiempo para corregir en lo que queda del día. Lo logré. Y sigo creyendo que cuando termine viviré mejor, porque en algunos momentos de mi vida he experimentado la comodidad y eso me alcanza para imaginármela como un modo de existencia. Un imaginario que me aburre y me agobia, pero que me alivia en un mundo en el que sobran estímulos y falta estimulación. Aunque sea, tengo iniciativa e ilusión, como la ciencia.

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d: las refes de este news son de esta canción de uno de los 3 varones más sensuales que dio esta noble nación (los otros 2 son Sandro y El Che, y esto no es una discusión, si lo digo yo lo dice la ciencia)

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.