Los obligados días de Messi

Con Bartomeu como enemigo, el 10 se queda en Barcelona.

Hola, ¿cómo estamos?

La Confederación Brasileña de Fútbol metió un anuncio histórico: iguala los premios y los viáticos de las selecciones de fútbol masculino y del femenino -no es poca plata-. En 2017, Dinamarca tomó la misma decisión, luego de que Ada Hegerberg -Balón de Oro en 2018- anunciara que ya no jugaría más para el conjunto nacional, por las desigualdades de género. Aun así, no cambió de opinión: “No es solo plata, es posibilidades”. Australia es el otro país que sostiene esa equidad. 

Pero la modificación más importante se da en quién tomará las decisiones: Marco Aurelio Cunha deja su puesto de Coordinador de selecciones para que lo asuma Duda Luizelli, que hace 36 años trabaja con el fútbol femenino. Aliné Pellegrino, a su vez, será la Directora de competiciones. «Ya no hay diferencias de género, la CBF trata igual a hombres y a mujeres», afirmó Caboclo, titular de la AFA brasileña.  

Una investigación del diario Folha precisa que la representación femenina en las instituciones deportivas de San Pablo es muy baja. En Brasil, el 51,8% de la población es mujer y ocupa el 15% de los puestos en las Cámaras bajas y altas. En los clubes, no llegan al 5%: en Santos hay 6 entre 300 consejeros, en Sao Paulo apenas el 1,8% y en Corinthians el 4,8%. El Timao es el único que tuvo una presidenta: Marlene Matheus. La novedad es que Leila Pereira, titular del banco Crefisa, principal patrocinador de Palmeiras, está por confirmar su candidatura al mando del gigante verde. 

La decisión de los brasileños debiera pisar fuerte en el continente. Equiparar premios es un primer paso. Quizás, suene el eco en Viamonte. 

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¿Un dato más? Chelsea acaba de comprar en 300 mil euros, cifra récord, a la danesa Pernille Harder, procedente del Wolfsburgo.

Obligado

Lionel Messi está en ojotas en su casa, en la cima de un monte de Castelldefels desde donde se ve Barcelona. Con la pinta de siempre y la falta de ganas de nunca. Habla en rosarino, porque el catalán apenas lo ejecuta cuando uno de sus hijos se lo reclama. Sale a aclarar una historia en la que lo único que cambió, de una semana a la otra, es su punto de vista: del rompo todo a no rompo nada. Perdió. Quiso irse y, aunque sea millonario, no deja de ser un tipo que entrega su fuerza de trabajo a cambio de un contrato. Michael Jordan, Diego Maradona o Michael Schumacher alguna vez interrumpieron sus carreras, pero él no está dispuesto a eso. Personifica al enemigo en Josep Bartomeu, al que ahora no solo acusa de no entender nada de fútbol, sino de mentiroso: “El presidente siempre dijo que yo al final de temporada podía decidir si me quería ir”. Nada es gratis: ese, desde hoy, es su gol de visitante.

–¿Y la resolución de la salida cómo la ve?
–Suponemos que bien, pero nunca se sabe.

El diálogo es de la semana pasada, con su entorno. Jorge Mendes, el representante más poderoso del mundo, agente de Cristiano y de Mourinho, tiene un vicio: cuando va a una reunión difícil, se toma un avión hacia una ciudad cercana a su destino y alquila un auto para llegar al encuentro en voz baja. Jorge Messi, padre del astro y CEO de la multinacional que nace de sus pies, comunicó su viaje, llegó exhibiendo las tatuajes que le impiden el anonimato, se sacó los lentes negros y habló con la prensa: “Es difícil que Leo se quede”. Estaba convencido de que ganaban. Llegó a la reunión acompañado de su hijo Rodrigo y un representante del estudio de abogados Cuatrecasas -antes, trabajaban para el club-. La directiva del Barcelona estaba tan confiada en triunfar que ni llevó a un especialista en Derecho. A la salida, el papá ya dijo “puede ser”, ante la pregunta de si se quedaba. 

Hay un frecuente punto a favor entre las maquinarias políticas y los protagonistas del deporte: el valor del tiempo. En junio, la Justicia le había dado un gran apoyo a los directivos blaugranas: un juicio con Neymar, en el que el brasileño reclamaba una prima de 2016, terminó con el delantero teniendo que pagarles 8 millones de euros. Después del desacato del club a su burofax enviado la semana pasada anunciando que se iba libre, Messi supo que le quedaban tres caminos: la cláusula -nadie se puede hacer cargo de esos 700 millones-, lo vendían o iba a los tribunales. Los mismos contra los que su familia se rebeló en la contienda por los más de 4 millones que estaban evadiendo de Hacienda. Según confiesan desde el propio Barcelona y desde el entorno del 10, la batalla judicial la podían ganar. Para eso, hacían falta dos cosas: que un club se hiciera cargo de contratar al mejor jugador del mundo y a sus bardos burocráticos o colgar los botines hasta la resolución. Bartomeu es un señor que renunció en 2005 al club, en 2006 intentó una moción de censura contra Laporta y perdió, regresó como vicepresidente en 2010 y, tras la detención del mandatario Sandro Rosell, quedó como líder. La vida en la política es más larga que en la pelota. El pecho se desgasta menos que los pies. Con el diario del lunes, algunos dirán que Messi no termina siendo valiente en esta historia. Yo diría que, con 33 años, le faltan años más que temple.

Si la hipótesis de los dirigentes fue que ni el 10 ni sus compradores irían a juicio, fue atinada. La comprobaron en el instante en que Bartomeu le deslizó a los medios que él renunciaba como presidente si Messi aparecía en conferencia de prensa y pedía eso a cambio de su continuidad. El futbolista no quería esos bifes: quería ganar la Champions y, para eso, entendía -y entiende- que necesita otro lugar. Pero el Barcelona FC sabía de su ventaja hace años. Ni la brusquedad de su entorno ni su gigantesca calentura pueden romper la sensibilidad de Messi: “Yo no iría a juicio contra el Barça porque es el club que amo, que me dio todo desde que llegué, es el club de mi vida, tengo hecha aquí mi vida”.

La segunda parte era la de los compradores. Manchester City era el equipo por interés futbolístico, por capacidad económica y por ingeniería financiera que podía hacerse cargo del 10. El atenuante era la decisión del director ejecutivo, Ferrán Soriano, y de Pep Guardiola de no meterse en líos burocráticos contra el club que los vio nacer. Para el City Football Club, que esta semana adquirió el Estac Troyes de la segunda división de Francia, el décimo club de la escudería, meterse en una gran contienda con FIFA, tras un año bastante pesado con sanción por Fair Play financiero en el medio, no era sencillo. A Jorge Messi, los ingleses le aclararon que se lo llevaban si era libre. Eso los encerró en un laberinto. La estrategia fue cerrar los ojos e ir al frente igual. 

Messi quiso tomar una decisión como la de cualquier futbolista y buscar nuevos aires. Pero, aunque deseara ser solamente el niño tímido que en los primeros entrenamientos en Barcelona se dejaba el flequillo largo para que no lo vieran, es uno de los mejores jugadores de la historia, la materia prima de una multinacional y el termómetro de un club híper politizado. No pudo. Perdió y salió a aclarar. Como es su costumbre, no mandó al frente a ningún compañero, ni al nuevo entrenador, ni habló de la salida de Luis Suárez. Se queda obligado y enojado, con un contrato que expira en nueve meses. Para eso, falta. Mientras: «Aquí no hay proyecto ni nada. Se van haciendo malabares y van tapando agujeros a medida que van pasando las cosas», disparó. Ganó Bartomeu, pero a costa de pelearse con el máximo ídolo del fútbol. Eso no es poco.

Llegó a estar más de diez horas encerrado en un cuarto por empatar un partido. Se ha descompuesto tras no ganar. Ha llorado hasta por errar un penal: temblando, moqueando y agarrándose la cabeza con la mano. La historia en los mercados de pases, hasta para él, es un género literario demasiado efímero. En un parpadeo, con el enemigo entre ceja y ceja, volverá siempre a verse, con la pelota y con la camiseta del Barcelona, por amor y porque así lo siente.

Aquí les dejo la excelente entrevista que le hizo Rubén Uría, de Goal. 

Pirlo: el nuevo cerebro de Turín

Lo gambeteó tres veces y a la cuarta no llegó porque lo levantaron por el aire. Mircea Lucacescu, un rumano que empezaba su vida nómade tras la cerrazón de veintidós años de gobierno de Nicolae Ceausescu, era el entrenador del Brescia. Años más tarde, confesaría su receta: “Siempre me he fijado en la inteligencia de los futbolistas, no en sus pies”. Esa mañana, antes de la práctica, le había dicho al adolescente de quince años al que puso de enganche que jugara como lo hacía en los cadetes. El pibe lo miró con la cara clavada en el pasto, él le guiñó un ojo y le susurró: “Volvé a hacérselo”. A los 16 años y dos días, el 21 de mayo de 1995, debutó en Primera, en un equipo al que le sobraba para la B y le faltaba para la A: la fecha es fundamental, por eso y porque ese día cumple su padre, siempre llevó ese número en las camisetas. “Empecé tan pronto que a los 20 años ya era un viejo”, repiensa, ahora, con la barba afilada y su típico tono de señor cansado. Andrea Pirlo, como cuando jugaba, va a otra velocidad: a los 41, debutará como entrenador de la Juventus.

Pirlo aprendió a jugar a la pelota con su hermano tres años mayor en las playas de Viareggio, en la Toscana italiana. El summum de la valentía lo descubrió en la semifinal del Mundial de Alemania de 2006: jugando para Italia, en Dortmund, con 70 mil locales en las tribunas, le metieron dos goles en la prórroga a los favoritos. La Selección siempre fue su pasión: “Jugar en la azzurra es mejor que tener sexo”. En el estadio Olímpico de Berlín, consiguieron su Mundial, vencieron en los penales a la Francia de Zinedine Zidane y él metió el primero de la definición: su talento como pateador queda reflejado en el récord de mayor cantidad de goles de tiro libres en el Calcio, con 28 tantos. Pero es mucho más que las estadísticas.

Los mitos tienen orígenes y a Carlo Ancelotti lo define como su padre futbolístico. Con él, en Milan, ganó la Champions League del 2003 y la del 2007. Aquel entrenador hizo un movimiento táctico que se replicaría en el mundo: lo sacó de la posición de mediapunta y lo puso de volante organizador -es decir, doble cinco-. Esas decisiones llevaron al enganche a la extinción, pero esa es otra historia. “Fue empezar a jugar yo de pivote y a producirse un cambio de tendencia. Se demostró que se podía ganar jugando bien al fútbol. Me enorgullece haber inculcado el jogo bonito en Italia”, reflexionaba Pirlo en la que es, quizás, una pista fundante de su ideología futbolística: nada de catenaccio.

Porque poco se sabe de esa ideología futbolística. En medio de la pandemia, en julio, en una jugada estratégica de los directivos de Juventus, lo anunciaron como entrenador de la sub 23 del club. A Maurizio Sarri se le notaban tensiones con el plantel y el equipo no terminaba de emocionar. Su eliminación en los cuartos de final de la Champions contra Lyon lo eyectó del cargo. Los de Turín afrontaban una crisis económica que les hacía perder de a 30 millones de euros. Los altos salarios del plantel -anualmente, de los 31 millones de Cristiano a los 7,5 de Gonzalo Higuaín- impedían soñar con un nombre top como Mauricio Pocchettino. Pirlo era un buen paraguas: alegría para los hinchas y para las billeteras -su contrato y el de su cuerpo técnico es menor que el de Marcelo Gallardo y su gente en River-.

Pirlo se dio cuenta que quería ser entrenador mientras miraba una charla técnica de Antonio Conte, a quien tuvo en la Juventus. Todos los días les mostraba entre cuarenta y cincuenta minutos de videos. Andrea Barzagli, uno de los tres centrales de aquel equipo que perdió la final de la Champions contra Barcelona en 2015, también flasheaba con el mister. Hoy, será su ayudante de campo. La amistad con grandes futbolistas hace a su pedigree. No sólo porque en marzo apareció en una charla en Instagram con Fabio Cannavaro y le comentó que el esquema que más le gustaba es el 4-3-3. Su estilo de estrella hace que se manifieste de esa manera: por eso, apenas llegó, encaró a Sami Khedira y a Higuaín para anunciarles que no los tendría en cuenta.

En su presentación, explicó su estilo desde referencias: el Barcelona de Cruyff y el Ajax de Van Gaal. Posesión de pelota, recuperación post pérdida y ancho de bandas. Pero hizo hincapié en un nombre que resultó un acto de justicia: Roberto de Zerbi. Su Sassuolo fue la gran revelación de la Serie A. Emergió del ascenso italiano impulsando una ideología que antepuso la creatividad a la organización. “Es que el catenaccio se terminó”, reflexiona Federico Fazio, defensor de la Roma. El Atalanta ha sacudido la Champions con su decisión de poner más tipos en ataque que en defensa y su marca individual por toda la cancha. Inter ha dado clases de cómo salir desde abajo. Pirlo se aferra a esa bandera que supo construir con los pies.

Su proyecto levanta emociones. Igor Tudor, croata, ex defensor de la Juventus, había dejado del fútbol italiano -su último club fue Udinese- para hacerse cargo del Hajduk Split. Pirlo lo llamó y le planteó que lo necesitaba como ayudante de campo. El deseo estaba, pero una cláusula de 200 mil euros impedía su salida. Juventus se negó a abonarla. Tudor pagó la diferencia de su bolsillo para no perderse la fiesta. 

La pasión palpita en Italia para ver la nueva aventura del mediocampista que brilló en Inter, en Milan y en Juventus. Es que Pirlo es tan especial que hasta la ONU lo invitó una vez, en Nueva York, para dar una charla. Hasta el Santiago Bernabeu, en 2015, en una serie de Champions contra Real Madrid, estalló en aplausos cuando lo sustituían, por más que fuera rival y el partido estuviera 1-1. “A mi equipo le pediré que juegue buen fútbol, que gane y tenga el control del partido”, concluye y este es el comienzo de su nueva historia, que arrancará el 19 de septiembre, contra Sampdoria.

No se pierdan Pienso, luego juego, su autobiografía.   

Rodrigo de Paul: la génesis de la sinvergüenzada

Mostaza Merlo vestía un saco con pitucones en los codos, se ponía la mano en la cintura y resoplaba. Antes de que empezara el partido en La Paternal, el técnico de Argentinos, el Bichi Borghi, se acercaba a abrazarlo y le susurraba: “Qué quilombo que son nuestros equipos”. El segundo tiempo entraba en su agonía de 0-0 y el entrenador de Racing le pidió a Rodrigo de Paul que se acercara. La indicación fue tan poética como al pecho: “Hacé algo pibe que me van a echar a la mierda y estamos peleando el último puesto”. 20 de abril de 2014, minuto 44:41, el 10, veinte años, recibe sobre el borde izquierdo, gambetea a dos, define al palo derecho del arquero (acá lo pueden ver) y, aunque lo ganó solo, se da vuelta y le hace señas a sus compañeros para que vengan a abrazarse.

“Tenía esa pasta de chico grande. Esa actitud de pedirle la pelota al arquero, armar juego, empujar, hablarle a los compañeros”, es la justificación de Monchi Medina, alma del fútbol infantil de Racing, para explicar por qué lo ponían para la categoría 93, si había nacido en el 94. De Paul ya andaba con la pelota cuando empezó a caminar y lo anotaron en Deportivo Belgrano de Sarandí porque su hermano allí iba. Al principio atajaba, pero se aburría y frenaba los partidos para ir al baño. A los 7 años, a un amigo se le ocurrió ir a probarse a la Academia, él fue de curioso y quedó. Su físico lo tiraba al bombo, era flaquito y no querían ponerlo. Carlos Lema, uno de sus técnicos, celebró como un título el día en que el tiempo le dio razón: “Me vinieron a decir ‘no los vas a poner a esos chiquitos que te gustan a vos’. En la ida, River nos había ganado 7-1. La vuelta fue 5-1 para nosotros. Y Rodri la rompió”. 

Haciéndose groso en la valentía y en la picardía, De Paul fue ganándole al tamaño de su cuerpo, con una psiquis disciplinada que explicó una tarde de 2013 en la que pasó por la escuela primaria de Racing para responder preguntas de los alumnos: “Acá nadie vino y me dijo con una varita mágica: ‘Vos vas a jugar en Primera’. Es cuestión de sacrificio y de laburo. No sé qué les gustaría hacer a ustedes cuando sean más grandes, pero mismo el profesor que me trajo para charlar con ustedes habrá hecho su esfuerzo con noches sin dormir, estudiando y demás. Nosotros los futbolistas lo vivimos de otra manera, pero hacemos el mismo sacrificio”.  

El colombiano Giovanni Moreno se fue a jugar a China y quedó libre su número de camiseta. De Paul apenas aventajaba los veinte años, pero encaró a Sebastián Saja, el capitán del equipo, quince años mayor y le planteó el tema:

–¿Puedo usar la 10?
–Esa respuesta la tenés vos.
–¿Por qué?
–Porque usar la 10 tiene mucha responsabilidad y requiere estar a la altura.
–Entonces la quiero.

“Lo que pasó en Racing es lo mismo que en la Selección. Rodri, a la semana de estar en un lugar, se desenvuelve como si llevara un año y eso le permite integrarse rápido y rendir en su máximo potencial”, reflexiona el ex arquero, desde Miami, donde trabaja en el Inter de David Beckham. De Paul se volvió indiscutido en la Selección de Lionel Scaloni desde la Copa América 2019 en adelante. Fue una novedad, aunque ya tiene 26 años. Su ausencia en el radar habla de una capacidad suya: con 21 años, Racing lo vendió por 5 millones de euros al Valencia. No pudo imponerse desde el juego. Al año, estaba nuevamente en Avellaneda, incluso siendo suplente. Ocurrió lo que nunca pasa: se fue a Udinese, se adaptó a Europa y pegó el estirón. Tarde pero no tan tarde, como cuando era un niño.

En España, compartió equipo con Nicolás Otamendi y el ghetto argentino los volvió amigos. En la Selección, fueron concubinos. En la habitación de al lado, dormían Sergio Agüero y Lionel Messi. Ocurrió en Brasil que una mañana salieron a desayunar a la vez, la seguridad se paró violentamente para cuidar al 10 y se asustó. “Leo, no vengo más al lado tuyo”, bromeó. 

El salto ocurrió en Italia. Desde que llegó, fue una constante: ya tiene 140 partidos con esa camiseta. Pisó fuerte en la temporada 2018/2019, cuando llegó a los 9 tantos. Udinese es uno de los tres equipos de la familia Pozzo. A Giampolo, empresario del mundo de la metalurgia y cerebro del clan, el fútbol se le metió en la cabeza y armó una corporación que contiene al Granada y al Watford. Lo que le dio posibilidad de residencia en tres países distintos, con reglamentos tributarios diferentes: eso lo ha llevado a una pila de allanamientos en Cataluña. Hasta ahora, nunca le encontraron algo. 

Udinese jamás ganó la serie A. La última temporada le costó mucho y terminó apenas a diez puntos del descenso. Igor Tudor era el entrenador y por malos resultados se alejó, pero el club le propuso a su ayudante que se quedara al mando: Luca Gotti, ex asistente de Maurizio Sarri, asumió el cargo y el equipo zafó. De Paul se hizo cargo de la situación: aceptó jugar de doble cinco, de interior izquierdo, de mediapunta y de volante por izquierda. En Italia, tuvo una maduración que me señala un especialista: “Dejó de correr para todos lados o de pasar de largo y empezó a persuadir a los rivales sobre el lugar de la cancha donde quería sacarles la pelota”. 

Esas características y su gran rendimiento en la última temporada lo pusieron en el ojo de la Juventus y del Leeds de Marcelo Bielsa. Entusiasmados con su llegada, ya le hicieron un video que se llama “Welcome to Leeds” y que reúne todos sus goles.

Dice que el mejor lo hizo contra la Roma. Así que acá se los dejo de regalo. 

Pizza post cancha 

  • Messi 360 es una obra periodística de Marcelo Gantman y de Nicolás Rotnitzky. Todos los días sacan un newsletter sobre el 10. Se suscriben aquí.
  • El 5 de septiembre de 1993, Colombia goleó 5 a 0 a Argentina por las Eliminatorias del Mundial de Estados Unidos. Para quienes éramos muy niños o para quien quiere recordarlo, aquí el partido completo.
  • Fútbol africano es un librazo. Pancho Jauregui metió investigación, historias y crónicas del continente que más ignoramos. Lo compran acá.
  • Esta semana, Eduardo Galeano hubiera cumplido 80 años. Ezequiel Fernández Moores escribió para Cenital este texto bellísimo.
  • Identidades calamares es una serie que saca Platense Derechos Humanos. El primer capítulo es la historia de María Victoria Moyano Artigas, nieta recuperada. Su relato es imprescindible.

Esto fue todo. 

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Abrazo,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.