Los ingleses tampoco son felices

Inglaterra se enfrentará a Alemania. Nunca ganaron una Eurocopa. Un análisis de su equipo.

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Sentado en el jardín de su casa en Las Vegas, resolvió lo que hacía tiempo soñaba. No. No utilizó un término idílico: dijo una agonía. De quince años. Carl Nassib, jugador defensivo de fútbol americano, agarró su celular y, como si anunciara una publicidad, dio vuelta el deporte: “Me quiero tomar un momento para decir que soy gay”.

Ese fue el primer paso. El segundo fue por cuenta de Los Raiders de Las Vegas, su equipo: “Estamos orgullosos de vos, Carl”. El tercero fue de la liga: “La familia de la NFL está orgullosa de vos”. La cuarta del comisionado de la NFL: “Compartimos su esperanza de que algún día, pronto, declaraciones como la suya ya no sean de interés periodístico mientras marchamos hacia la igualdad total para la comunidad LGBTQ”.

No es el primer futbolista en salir del armario. Sí puede ser el debutante en ser aceptado socialmente. Distinto fue el panorama de Michael Sam, de Misuri, que lo anunció en 2014 y su equipo lo dejó libre en ese mismo año. El escenario, lapidario, lo había advertido Philipp Lahm, ex capitán de Alemania, en su libro: “Yo no le recomiendo a un futbolista que diga que es homosexual. Tendrían que aceptar insultos y difamaciones todo el tiempo”. 

Además del apoyo de su familia y de sus amigos, Nassib tuvo lo indispensable: una institución que lo ayudó. The Trevor Project es una organización que labura hace 25 años para evitar el suicidio de gays, lesbianas, trans o queers. En 1994, obtuvo un Oscar por el corto The Trevor Film.

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La noticia se dio en la misma semana en que la Eurocopa tuvo el cruce de dos universos. Alemania propuso, por el mes del Orgullo, que el estadio de Munich mutara sus colores hacia el arcoiris de la diversidad. El problema fue que el rival era Hungría. Viktor Orbán, su primer ministro, dictaminó una ley que prohíbe hablar de homosexualidad en los colegios: “La pornografía y los contenidos que representen la sexualidad o promuevan la desviación de la identidad de género, el cambio de sexo o la homosexualidad no deben ser accesibles a menores de 18 años». La UEFA, entonces, canceló el cambio de escenografía, alegando, en primera instancia, que era una entidad que evitaba las proclamaciones políticas o religiosas. Se le armó un enchastre: la FIFA, la UEFA y la CONMEBOL llevan constantes campañas contra el racismo. 

¿Hay causas que califican como políticas y otras que no?  ¿Hay algo más político que mirar al costado frente a una proclama? Hacer silencio es hacer política. Y discriminar.

El arquero alemán, Manuel Neuer, disputó el partido con un brazalete con los colores del orgullo. En primera instancia, lo sancionaron económicamente. Hubo tanta presión que le tuvieron que quitar la pena. Explicaron: “Fue por una buena causa”. El desajuste hasta sonaba burocrático: la Ligue 1, de Francia, hace dos meses, hizo que todos sus deportistas jugaran con los números de sus casacas con los colores de la bandera LGTBI.  

La pregunta que late es por qué no hay ningún futbolista declarado homosexual en la Copa América o la Eurocopa. La respuesta puede estar en la falta de contención o en la convicción de los protagonistas de que la discriminación podría ser insoportable.

¿Por qué esa convicción?

Vale simplemente el dato de que uno de los entrenadores más importantes de Argentina no tiene problemas en decir, en el medio de la concentración de su equipo, a los gritos, que un homosexual es un enfermo.

Los ingleses tampoco son felices

Trece veces seguidas. Diego le daba con toda su fuerza para arriba. La bola caía y la volvía a impactar. Para atraparla, lo máximo que se desplazaba era tres pasos. Fue en un amistoso en Wembley. Un año después de que incendiara el Mundial de México. A Gary Lineker se le caía la baba. Había resuelto la encrucijada al revés de Peter Shilton, el arquero que defendía sus colores la tarde del 22 de junio de 1986: “Podemos discutir La mano de Dios, pero el campo del estadio Azteca era horrible y hacer lo que hizo fue lo más cerca que estuve de aplaudir a un rival por hacer un gol”. Pese a la derrota en cuartos, sus seis gritos en la Copa habían sido una gran vidriera para el delantero inglés. El Barcelona lo compró al Everton. Fue el primer goleador de un Mundial en la historia de Inglaterra, uno más que Maradona. Hasta que apareció Harry Kane, en Rusia 2018. La espalda en la que se apoyan los sueños de los británicos para conseguir su primera Eurocopa en la historia. 

La mayor frustración ocurrió en la semifinal de 1996. Eran locales. Gareth Southgate, el actual entrenador, erró el sexto penal de la tanda contra Alemania. Fuera. Inglaterra jamás llegó a la final de la Eurocopa. En su vitrina de Mayores, solo cosecha el Mundial de 1966. Empezó a cambiar la historia desde 2017, cuando vencieron a Venezuela en la final del Sub 20. Rusia fue el salto. Después de treinta años, regresaron a la semifinal mundialista. Cayeron contra Croacia. El director técnico llegó obsesionado con el tema del tiro desde los doce pasos y hacía que los futbolistas los practicaran. En octavos de final, vencieron a Colombia desde esa instancia. Rompieron una mufa de veinte años sin imponerse por penales. Incluido el cruce contra Argentina en Francia 98, en el que Southgate fue titular, pero se excusó de tirar.

Hubo miedo contra la selección colombiana que dirigía José Pekerman. Kane metió el 1-0 de penal. Estaba triunfando y a los 93 minutos el defensor Yerry Mina les arruinó la historia. Tras el suplementario, rumbearon a los penales. La maldición de la camiseta número 8 latía fuertemente. En 1990, Chris Waddle tenía ese dorsal, falló en la semifinal también contra Alemania y los eliminaron. En 1998, a David Butty, que llevaba el mismo número en la espalda, le atajó Carlos Roa y perdieron. En 2006, Frank Lampard -sí, el 8- pifió contra Portugal y cayeron. Lo increíble es que esa tarde en Moscú, el arquero David Ospina se lo tapó a Jordan Henderson, mediocampista del Liverpool, el 8. Pero esta vez, pasaron.

El último golpe a Inglaterra generó ira en el público. Fue el 27 de junio de 2016, en la Eurocopa. “Siempre nos hará daño”, aceptó Kane, hace unos días. Islandia, los Vikingos del norte de Europa, los del poema de Jorge Luis Borges, apareció como la revelación del campeonato. Los ingleses eran favoritos y vencían, desde la apertura, con gol de Wayne Rooney. Se les escapó. A los 18 minutos, ya estaban 2-1 abajo. “Se sintió como si nos hubieran convertido sobre el final. Nunca sentimos que podíamos darlo vuelta. Había una atmósfera muy extraña en el estadio”, reflexiona el goleador del Tottenham. 

Una de las críticas que le cayeron al director técnico, Roy Hodgson, era que le hacía patear los córners al centrodelantero. Tras la derrota, lo echaron. El plan fue reestructurar la Selección. Apostaron desde abajo y le dieron el puesto a Southgate, conductor de la Sub 21 del país. La Premier League es la liga más poderosa del planeta. Pero de los seis equipos más fuertes ninguno es conducido por un nativo. Pep Guardiola, del Manchester City, y Mikel Arteta, del Arsenal, son españoles. Thomas Tuchel, del Chelsea, y Jurgen Klopp, del Liverpool, son alemanes. Gunnar Solskjaer, del United, es noruego. Hasta que lo alejaron del cargo, José Mourinho, portugués, era el técnico del Tottenham. Si se mira la temporada 2020/2021, recién en el undécimo puesto de la tabla aparece el Aston Villa, liderado por Dean Smith, oriundo de West Bromwich. Todos las grandes máquinas del planeta usan a sus billetes y a la globalización para contratar a los mejores cerebros. Como Marcelo Bielsa en el Leeds quien, entre tantos logros, promovió a Kalvin Phillips desde el ascenso y, ahora, es titular en la Selección.

Que la Premier League sea la más acaudalada es un plus para la Selección. De los once titulares que Southgate dispuso en la victoria por 1-0 contra Croacia, apenas uno juega en otra liga. Kieran Trippier es el carrilero derecho del Atlético de Madrid del Cholo Simeone. Fue una pieza fundamental para ser campeón de España. Aunque estuvo ausente durante diez semanas por haber sido sancionado y acusado de participar en apuestas ilegales. La regla se repite en el banco de suplentes: solo Jude Bellingham y Jadon Sancho son del Borussia Dortmund. 

El problema es que sus vientos a favor, otra vez, se cruzan en la Eurocopa contra los imposibles: Alemania.

Phil Foden obligó a Pep Guardiola al furcio. Una conferencia de prensa no es un ejercicio terapeútico donde la gente va necesariamente a ser transparente. El entrenador del Manchester City venía relegando a la joya del club en el banco de suplentes. Quiso defenderlo: “Es el más, más y más talentoso futbolista que yo vi en mi carrera como entrenador. Su único problema es que, a veces, su entrenador no lo pone”. Fue jocoso, pero al auditorio le explotó la cabeza. Básicamente, estaba diciendo que era mejor que el argentino que había conducido en Barcelona. Como si eso fuera posible. No lo era. Y lo terminó aclarando un tiempo después, en una entrevista con el ex jugador Rio Ferdinand: “Messi es el mejor. No hay dudas. Pero a Phil yo lo conocí a los 17 años y no vi a nadie igual a esa edad”. Buena gambeta: al 10 lo dirigió a los 21 años.

Ser casi Messi bordea el adjetivo perfecto. Aterrizó en el City a los seis años y fue el típico crack al que todos los días señalaron como el futuro. Vieron talento y lo mandaron a la fábrica. El club lo anotó en St Bede’s College, le puso desde una psicopedagoga hasta una nutricionista, le consiguieron una casa a sus mapadres y a sus cuatro hermanos. Once años después, daría sus frutos: a los 17 años, sería el futbolista más joven en ganar la Premier League. Ese 2017, también obtuvo el Mundial Sub 17 con Inglaterra. Tan apabullante que muy rápido dio el salto directo a la Mayor. 

Southgate lo dispuso como extremo derecho en su delantera inicial. A su talento, le sumó mística. Apareció platinado, con el flequillo muy cortito y peinado hacia un costado. Una suerte de homenaje a Paul Gascoigne, un mediocampista con un talento abrumador y una vida de descontrol. Capaz de robar el autobús del club para irse a una casa de apuestas y chocarlo en el medio. O de cruzarse con Maradona en un amistoso de Sevilla contra Nápoles y susurrarle en el oído en el medio del partido: “Estoy totalmente borracho”. Siendo dirigido por Terry Veneables en el Tottenham cambió la diapositivas futbolísticas que mostraría el técnico por unas filminas pornográficas. En 2006, inició una guerra de matafuegos en un pub de Londres con Liam Gallagher. Todo locura. Aunque con un amor gigante por la pelota. Tanto que en la semifinal del Mundial de 1990, cuando el juez lo amonestó y se dio cuenta de que se perdería la final, se largó a llorar como un niño. Foden se sumó a su sueño.

El fútbol gaélico es una mezcla del rugby y la pelota. Hay un arco, un césped rectangular, el balón se lleva en la mano y cada tres o cuatro pasos hay que tirar un jueguito. Es muy popular en Irlanda. Jack Grealish nació en Birmingham. Se volvió un fanático de ese deporte. Aprendió a flexionar su cadera en espacios ínfimos ahí. Y a resistir: es el tipo al que más le pegaron en la Premier League en las últimas tres temporadas. El mediapunta del Aston Villa tiene 25 años y es el jugador del pueblo. 

Era relevo. Contra República Checa se metió de titular. Su anarquía para moverse y su valentía para arriesgar lo transformaron en el Neymar británico. El fútbol le transpira desde el árbol genealógico: su tatarabuelo fue titular en el Aston Villa. Su casa desde los 6 años. Tanto cautiva que nadie sabe si regresará: Chelsea pondría los morlacos para comprarlo.

Raheem Sterling es el extremo izquierdo de esta máquina. Como sucede en Alemania con descendientes de turcos o en Francia con los hijos de africanos, Inglaterra también sacó tajada de su rol imperial para poblar sus equipos. El wing izquierdo del Manchester City nació en Kingston. A los cinco años, su madre decidió probar buena suerte en Londres. Ni en Jamaica ni en Inglaterra alteró el propósito de su vida. Dedicaba tanto tiempo a la pelota que el director de su escuela le ladró: “Llevando la vida que hacés, o terminás siendo profesional o preso”. Había nacido en un ghetto en otro continente y le gustaba jugar a la pelota en los barrios marginales de donde fuera. Su hermana convenció al entrenador de una escuela para que lo viera unos instantes. Tenía 8 y lo probaron con pibes de 11. Tuvo la suerte de que su adolescencia transcurrió en la etapa de sofisticación de búsqueda de joyas. Las grandes corporaciones del fútbol tienen, sobre todo, ojos, conocimiento y tecnología en todo el mundo para que no se les escape un talento. 

El Queen Parks Rangers lo fichó siendo un púber y el Liverpool se lo compró, a los 15 años, por un millón de libras. Arribó al City en 2015 y empezó a volar alto bajo el ala de Guardiola que, como el director de escuela, suele apretar públicamente al crack para que no descarrile: “Su concentración dictará quién es él como jugador”. En su brazo izquierdo, Sterling luce un tatuaje de un nene con la número 10 mirando el estadio de Wembley. El mismo por el que él marchaba de su casa unas diez cuadras para permanecer admirándolo. En ese estadio, con ese dorsal en el pecho, festejó en un córner el 1-0 con el que los ingleses tomaron venganza de los croatas en el estreno de la Eurocopa.

A los 26 años, funciona como un referente del grupo. Tras igualar 0-0 con Escocia, la oficina de prensa de la Selección propuso una reunión en off con la prensa para mostrar que todo estaba bajo control. Fue Steerling el que puso la cara. Sentenció: “Los chicos todavía sonríen y están felices. No veo a nadie en la concentración que sienta presión. Lo mejor que podemos hacer es centrarnos en el campo. No deberíamos estar mirando lo que dicen los periódicos”. Pagó el cheque con el gol a República Checa. 

Una noche, en el Tottenham, Kane marcó un hat-trick. El entrenador lo convocó para una reunión en su oficina. Fue sin entender demasiado qué es lo que quería. Cuando entró, vio a Mauricio Pochettino con una copa de vino. Le propuso brindar y sacarse una foto para festejar. El argentino había arribado al banco del Tottenham en 2014. Esa temporada, el club de Londres dispuso que ya no daría a préstamo al delantero. La fusión de esos dos talentos fue oro: en 51 partidos, convirtió 31 goles. El doble de los que había acumulado en su carrera. Que incluía el Leyton Orient en la tercera división, el Milwall y el Leicester en la segunda y el Norwich en la primera.

Kane surgió de Walthamstow, una localidad cercana a Londres. Tuvo una fe ciega en el fútbol, a pesar de que no lograba quedar en ningún club. Más allá de que pateaba muy fuerte, se había quedado retacón y no pegaba el estirón. En el Tottenham, un captador de talentos miró lo alto que era el padre de Harry y se convenció de que el chico crecería. Mide 1,88. Es el manual del centrodelantero completo: con 23 tantos, culminó goleador de la última Premier League. Hace algunos días revolucionó el mercado cuando admitió en una nota que estaba pensando en salir del club. No sacaron boleto a la Champions y pretende cambiar de destino.

Un año antes del Mundial, Diego viajó a Londres para la entrega de premios The Best de la FIFA. Se acercó a saludar al entrenamiento del Tottenham. Estaban Pochettino, el Pitón Ardiles -gloria del club-, el arquero francés Hugo Lloris y el delantero. Cuando se despidieron, le agarró la mano izquierda y con la derecha lo señaló y le dejó un concepto clave: “Fijate eh, todas allá no, alguna acá. ¿Sabés por qué? El goalkeeper está mirando televisión, televisión permanentemente, hacé tac y ya”. 

Maradona fue tan grande que pudo avergonzarlos, enamorar a Lineker y dejarle un consejo a Kane para que logren ganar algo.

Pizza post cancha

  • “Es una llave maestra de relatos”. Así pensaba Horacio González al fútbol. Esta nota de Félix Mansilla en Centrofobal bucea en la relación del escritor y la pelota.  
  • Este jueves 24 de junio salió la segunda revista de Lástima a Nadie, Maestro. Mucha gente me pregunta qué medios recomiendo para leer: este es uno. La pueden comprar por acá.
  • La antropóloga Nemesia Hijós publicó Runners, un libro original y necesario que indaga y repiensa qué emociones, qué pertenencias y qué proyectos pone en juego, lejos de lo evidente, la expansión del running en la Argentina. Lo compran acá.

Este fin de semana arranca la Eurocopa.

Hoy: a las 13, Gales vs Dinamarca. A las 16, Italia vs Austria. (Parece que los tanos abandonaron el catenaccio y la están rompiendo)

Mañana: a las 13, Países Bajos vs República Checa. A las 16, Bélgica vs Portugal (el segundo tiempo ya se ve con maníes y cerveza).

Mañana hay Copa América: a las 18, Brasil vs Venezuela y Ecuador vs Perú.

Abrazo grande, 

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.